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Irapuato
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el 29 de octubre Beata Chiara Luce Badano. Largamente esperada, nació en Sassello el 29 de octubre de 1971 y creció en una familia sencilla que la educó en la fe. Rica en dotes naturales, guapa y …Más
el 29 de octubre Beata Chiara Luce Badano.

Largamente esperada, nació en Sassello el 29 de octubre de 1971 y creció en una familia sencilla que la educó en la fe.
Rica en dotes naturales, guapa y deportiva, tuvo muchos amigos que la consideran, al mismo tiempo, normal y extraordinaria.
A los nueve años conoció el Movimiento de los Focolares, al participar con sus padres en Roma en el Family Fest, encuentro mundial organizado por esta realidad eclesial, que tendría un impacto decisivo para los tres.
Chiara era muy activa en el Movimiento Gen (Generación Nueva), de los Focolares. Le gustaban el deporte, el baile y el canto.
A los 16 años decidió consagrarse a Dios. Con 17 años, afectada por un tumor óseo, afrontó la enfermedad confiando en el amor de Dios. Comunicaba serenidad, paz y alegría a quien se le acercaba.
Chiara Luce dirige un mensaje a sus coetáneos: “Los jóvenes son el futuro. Yo ya no puedo correr, pero quisiera pasarles a ellos la antorcha como en las Olimpiadas. Tienen una sola vida y vale la pena gastarla bien”.
El 7 de octubre de 1990 se despidió de su madre con estas palabras: “¡Sé feliz, yo lo soy!”.
Unas 2.000 personas asistieron al funeral. Su vida es el testimonio de un sí incondicional al amor de Dios, un sí repetido desde pequeña, un sí que, en cordada, con sus padres, con Chiara Lubich, con los jóvenes con los que comparte la misma elección de vida, ha sabido transformar la enfermedad en un camino de luz hacia la plenitud de la Vida.
Inmediatamente se ha divulgado el eco de su santidad.
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Chiara Lubich
Fundadora del Movimiento de los Focolares, a la que Chiara Badano estuvo estrechamente ligada, también por una densa correspondencia, en marzo de 2000, al concluir la fase diocesana del proceso, se dirigió al Movimiento en el mundo en estos términos:
“!Cuánta luz en nuestra Chiara! Se lee en su rostro, en sus palabras, en sus cartas, en su vida toda dedicada a amar concretamente a muchos. Podemos ‘beber’ de su vida. Es modelo y testigo para jóvenes y adultos: supo transformar su ‘pasión’ en un canto nupcial”.

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Homilía para la Beatificación
Angelo Amato, SDB
No podía existir un lugar más adecuado para la beatificación de Chiara Badano que el Santuario del Divino Amor, ese amor divino, que fascinó totalmente su corazón de chica joven y amante de la vida. Cada santuario mariano es la casa de María, y Chiara – como todos nosotros – se encuentra bien en la casa de la Madre celestial.
Cada santuario mariano es también una especie de antecámara del cielo, porque abre la mente y el corazón al encuentro con Jesús, con María, la madre del Divino Amor, y con todos los ángeles y santos del cielo. Recordemos que nuestra Beata espiró precisamente el día de la memoria de la Virgen del Rosario, el 7 de octubre de 1990, susurrando a la madre terrena: «Adiós, se feliz, porque yo lo soy».
En el paraíso, la casa de Dios Amor, la Beata Virgen María esperaba con los brazos abiertos a esta querida hija suya, que tanto amaba a su Jesús y que tanto había sufrido en unión con el Crucificado Abandonado. María la ha estrechado fuerte, fuerte a su pecho materno. Era justo este el deseo de Chiara: «Cuando moriré, no sufriré más, iré al cielo y veré a Jesús y a la Virgen »
En el paraíso, también Jesús, el esposo celestial de Chiara, la ha saludado con las palabras de amor del Cantar de los Cantares: “Álzate, amiga mía, bella mía y pronto! Porque, el invierno ha pasado, ha cesado la lluvia, se ha terminado; las flores han aparecido en los campos, el tiempo del canto ha vuelto y todavía la voz de la tórtola se hace sentir en nuestro campo. ¡[…] Álzate, amiga mía, bella mía y ven! Enséñame tu cara, hazme oír tu voz, porque tu voz es suave, tu cara es graciosa", (Ct 2,10-14)
La liturgia de la Palabra de hoy dibuja muy bien el retrato espiritual de Chiara, chica de corazón cristalino como agua de la fuente, que encontraba refugio y consolación en Dios: “Le he dicho al Señor: ‘Tú eres mi Señor, mi bien, nada hay fuera de ti’. Yahveh, la parte de mi herencia y de mi copa, tú mi suerte aseguras. Pongo a Yahveh siempre delante de mí, está a mi diestra, no podré vacilar. Goza por esto mi corazón y exulta mi alma, también mi cuerpo reposa seguro, porque no abandonarás mi vida al infierno” (Sal 16,2-1.5.8-10).
Chiara veía Dios y lo mostraba sobre esta tierra, mediante la caridad que ella tenía hacia el próximo: “Queridísimos – dice san Juan, el evangelista de la caridad, amémonos los unos a los otros, porque el amor es de Dios […]. Nadie a visto a Dios, si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y su amor en nosotros es perfecto” (1Jn 4,7.12). Chiara ha vivido al pie de la letra la palabra que Jesús nos ha dirigido en el Evangelio de hoy: “Permaneced en mi amor […]. Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado “ (Jn 15,9.11).
Los días de la existencia terrena de Chiara fueron días de caridad donada a manos llenas. La vida, que humanamente fue una dolorosísima subida al Calvario, por su gran caridad se convirtió en un luminosa transfiguración de Tabor. Ella cambió el dolor en alegría, las tinieblas en luz, dando significado y sabor incluso al suplicio de su cuerpo débil. En la enfermedad, ella se reveló mujer fuerte y sabia: "Vosotros sois la sal de la tierra y la luz del mundo", (Mt 5,13.14).
Queridos, hemos escuchado con edificación la lectura de la biografía de Chiara, por otra parte ya bien conocida a la mayor parte de vosotros. Acerquémonos más a su retrato, que se presenta delante nuestro y parémonos a contemplarlo.
El vestido nupcial, con el que Chiara fue al encuentro del Señor Jesús, estaba embellecido por los siete diamantes de la espiritualidad cristiana y focolarina: Dios Amor; hacer la voluntad de Dios; Palabra de vida vivida; amor hacia el próximo; amor recíproco que realiza la unidad; presencia de Jesús en la unidad. Pero hay un séptimo diamante, el más precioso, que brilla más que los otros, y es el amor a Jesús Crucifijo y Abandonado. Este - afirma Chiara Lubich, la fundadora del Movimiento de los Focolares - es la base principal príncipe, que resume la espiritualidad focolarina y que nuestra Beata ha interpretado de la mejor manera.
El amor a Jesús abandonado le infundió esa energía espiritual, esa gracia capaz de soportar toda adversidad. Afecta a los 16 años de un osteosarcoma, acepta la cruz con dolor, pero con serena fortaleza: «Ya no tengo piernas y me gustaba mucho ir en bicicleta, pero el Señor me ha dado alas».4 Sufría pero el alma cantaba. Rechazaba la morfina porque – decía – “me quita la lucidez y yo puedo ofrecer a Jesús sólo mi dolor”. A finales de diciembre del 1989, cuando la enfermedad la estaba devorando, recibe de Chiara Lubich la Palabra de Vida: “El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto” (Jn 15,5). El 26 de julio del mismo año, la Lubich le da un nombre nuevo, “Luce”. Nombre acertadísimo porque Chiara era una explosión de luz divina, que sorprendía a todos, jóvenes y adultos. A menudo decía; “A Jesús hay que amarlo y basta».5 Y desde pequeña, fue muy generosa en el corresponder al ideal del amor de Dios y del prójimo.
Las manifestaciones de esta caridad son múltiples. Sor Bonaria cuenta que Chiara durante la escuela elemental daba su merienda a una niña pobre. Cuando la pequeña se lo dijo a su madre, esta añadía cada día dos meriendas. También entonces, Chiara continuó distribuyéndola a los niños pobres, porque en ellos veía a Jesús.
En Sassello había un chico, [Cesare Merialdo, ya muerto] un poco retrasado, que decía cosas sin sentido y fuera de lugar. Cuando estaba en la Iglesia cantaba en voz alta, desentonaba mucho y estorbaba a todos. La gente lo dejaba de lado. Un día, durante la misa de la tarde, Cesare se encontraba en el banco delante de la mamá de Chiara, De golpe se giró y le pidió que se sentase a su lado. Pero la mamá no se movió. Cuando volvió a casa, la señora contó a su hija el episodio. Chiara se puso seria y preguntó: «¿No te cambiaste? Jesús estaba en Cesare». La mamá tranquilizó a su hija y en la próxima ocasión fue a sentarse al lado de Cesare. Este chico, cuando supo de la muerte de Chiara, fue a visitar la salma, se quitó el sombrero, le besó los pies y él solo recitó el rosario.
Con apenas once años, se propuso «amar a quien me es antipático».8 Cuando invitaba a alguien a comer le decía a su madre que pusiese el mantel más bonito, “porque hoy viene Jesús a encontrarnos».
En el pueblo había una cierta señora María, una mujer marginada, que no gozaba de ninguna consideración y nunca iba a la iglesia. Chiara encontrándola a menudo por la calle, la ayudaba a llevar los objetos pesados y la llamaba “señora” María. Cuando María supo de la muerte de Chiara, quiso ir a la iglesia. Se vistió como se debe, participó a la Misa y dio como donativo cincuenta mil liras, mucho en ese tiempo.
Un día una amiga pregunta a Chiara: «Con los amigos en el bar, ¿te encuentras hablando de Jesús, tratas de hacer pasar algo de Dios?». «No, no hablo de Dios». «Pero como, ¿te dejas escapar las ocasiones?»: Y ella: «No vale tanto el hablar de Dios. Yo lo debo dar».
Con sus actos de caridad Chiara mostraba y daba Dios. Con sus actos de amor nuestra Beata ha llenado también la maleta para su santo viaje. El amor a Jesús lo vivía en la cotidianidad en mil episodios de caridad. No propósitos al viento, sino hechos concretos. A Gianfranco Piccardo, voluntario que se iba para cavar treinta pozos de agua potable en Benin, consigna sus ahorros, un millón trescientas mil liras, regalo de su último cumpleaños, diciendo: «A mi no me sirven, yo lo tengo todo».
El día de san Valentín del año 1990, Chiara, ya constantemente en la cama, deseó que su madre y su padre esa noche saliesen a cenar. La madre encontró la excusa de que no daba tiempo a hacer la reserva. Chiara tomó el listín telefónico y, después de …
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