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El pecado del hombre enfrenta a Dios consigo mismo: su Amor con su Justicia.

NO estoy de acuerdo con los vídeos que en Gloria.tv critican al Santo Padre Francisco

// No estic d'acord amb els vídeos que en Gloria.tv critiquen al Sant Pare Francesc

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El pecado del hombre enfrenta a Dios consigo mismo: su Amor con su Justicia // El pecat de l’home enfrenta Déu amb sí mateix: el seu Amor amb la seva Justícia

Domingo XXIX del Tiempo Ordinario, ciclo B

(Sábado, 17-10-2015

Memoria de San Ignacio de Antioquia, mártir)

Texto del Evangelio (Mc 10,35-45): En aquel tiempo, Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercan a Jesús y le dijeron: «Maestro, queremos, nos concedas lo que te pidamos». Él les dijo: «¿Qué queréis que os conceda?». Ellos le respondieron: «Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda». Jesús les dijo: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?». Ellos le dijeron: «Sí, podemos». Jesús les dijo: «La copa que yo voy a beber, sí la beberéis y también seréis bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado; pero, sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado».

Al oír esto los otros diez, empezaron a indignarse contra Santiago y Juan. Jesús, llamándoles, les dice: «Sabéis que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».

Pensamientos para la homilía:


Esta última frase del evangelio de hoy ha hecho correr ríos de tinta en la apasionante historia de la teología cristiana.

“El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos (o también traducido por: como precio de rescate por todos los hombres).”

La pregunta teológica que se plantea inmediatamente es la siguiente:

¿A quién le paga, Jesús, el precio de nuestro rescate?

Se han dado básicamente tres respuestas:

1. Al demonio.

NO es una buena respuesta, pues el demonio, un ser creado por Dios, un ángel caído, no tiene ningún derecho sobre nosotros, los hombres.

2. El Padre está airado por el pecado del hombre y necesita “satisfacer” su ira, descargándola sobre el Hijo, que es “el Justo que paga por los pecadores”.

Tampoco es una buena respuesta porque no puede haber ningún enfrentamiento entre el Padre y el Hijo. Lo que hay entre Ellos es un Amor eterno. Un Amor tan Eterno e Infinito que tiene personalidad: es la Persona del Espíritu Santo.

¿A quién paga, entonces, Jesús, el precio de nuestro rescate?

3. El papa emérito Benedicto XVI, en su primera encíclica, Dios es Amor, en el número 10, da una respuesta genial a esta pregunta fundamental de la teología cristiana:

“¡El pecado del hombre enfrenta a Dios consigo mismo, su Amor con su Justicia!”

En la Cruz de Cristo, el Amor de Dios paga el precio de nuestro rescate a la Justicia divina.

Ya lo había dicho Pablo VI, al pie del Calvario, junto al Patriarca Atenágoras, en aquel histórico encuentro ecuménico durante el Concilio Vaticano II: “La Cruz de Cristo es Heroísmo del Supremo Amor, precio pagado a la Justicia Divina.”

Y en la obra admirable de la salvación del mundo, Dios ha querido que el ayudemos.

Le dice Jesús a Santa Faustina Kowalska, la apóstol de la Divina Misericorida: “Hija mía, necesito sacrificios hechos por amor, porque sólo estos tienen valor para Mí. Es grande la deuda del mundo contraída Conmigo, la pueden pagar las almas puras con sus sacrificios, practicando la misericordia espiritualmente” (Diario, N.1316).

Lo dice San Pablo en su carta a los Colosenses (Col 1,24): “Yo sufro en mi carne aquello que falta a los sufrimientos de Cristo, para el bien de su cuerpo, que es la Iglesia.”

El sacrificio de Esteban, el primer mártir, es lo que faltaba a los sufrimientos de Cristo para que se diera la conversión de Saulo de Tarso, el fanático perseguidor de los cristianos, camino de Damasco, en Siria. Por cierto, vemos a los Saulos de Tarso del Siglo XX-XXI, casi cada día por la tele, en las noticias sobre la guerra en Siria e Irak.

La sangre de los mártires era lo que faltaba a la cruz de Cristo para que el Imperio Romano, tan pagano, se convirtiera a la fe.

Hoy sábado, 17 de octubre, celebramos la memoria del mártir quizás más famoso de la época romana. Es impresionante su testimonio. Camino del anfiteatro en Roma, donde será lanzado a las fieras, les escribe a los cristianos de Roma y les dice: “Amo a aquel que murió por nosotros, a aquel que resucitó por nosotros… Dejadme imitar la pasión de mi Dios”. Ver al final, un fragmento de su impresionante carta.

Nuestro mundo vuelto tan pagano también se convertirá, si Dios quiere, gracias a nuestras oraciones y sacrificios ofrecidos con amor.

Nos lo pide la Virgen María en todas sus apariciones marianas.

¿De qué se trata? Lo recordamos tantas veces, sin miedo a hacernos pesados. La cosa es muy importante:

Se trata de ofrecer, con amor generoso, esa enfermedad, esas dificultades en nuestra vida personal, matrimonial, comunitaria, laboral. Esas largas y dolorosas noches oscuras del alma.

Sin olvidar ofrecer aquello que tanto abunda en nuestras vidas de “pobres pecadores” (expresión utilizada por la Virgen en Fátima): nuestro corazón arrepentido y humillado, que Dios no lo desprecia (Salmo 50).

El Demonio te ha tentado, estás tremendamente humillado y humillada. Te confiesas, que para eso están los confesionarios, pero no te olvidas de ofrecer ese sufrimiento íntimo que te provoca la humillación del pecado que tan fácilmente nos ata.

Y resulta que también fruto de tu pecado, Dios está salvando almas, convirtiendo pecadores.

O acaso, hermanos y hermanas, ¿no es fruto de nuestro más vil pecado, haber crucificado a nuestro Dios, allí donde está nuestra salvación?

Lo cantamos en la Vigilia Pascual: ¡Oh feliz culpa, que nos ha merecido un salvador tan grande!

Hoy es el Domingo Mundial de las Misiones, el DOMUND.

El mundo necesita desesperadamente que le hablemos del Amor de Dios.

Pero tenemos que hacerlo de manera que se entienda que realmente Dios es Amor.

Y no olvidemos explicar que en la obra admirable de la Salvación de las almas, Dios ha querido que le ayudemos.

El cielo nos pide ayuda para llevar muchos hijos e hijas de Dios a la Gloria. ¡No desoigamos este clamor de auxilio que nos llega de lo alto!

La Eucaristía que nos disponemos a celebrar no es sólo el memorial del Amor más Grande que este mundo ha conocido, también es la escuela de ese amor, en palabras de San Juan Pablo II, el Grande.

Que María Santísima, la valiente Co-Redentora al pie de la Cruz, todos los santos del cielo, y todos los ángeles de Dios, nos ayuden a ser excelentes alumnos en la escuela del Amor más grande, para que lleguemos al cielo, pero no solitos, sino que cada uno con UN MILLÓN DE AMIGOS.

Que así sea / Que així sigui

Mn. Joan Manuel Serra i Oller

jserrao@bisbatsantfeliu.cat

www.bisbatsantfeliu.cat

www.mossenjoan.com

Ver esta y otras homilías mías en: www.mossenjoan.com/index_JMSO.html

Homilía de Mn Joan Serra i Fontanet: www.mossenjoan.com/cicleB/any/29any/29any_cas.htm

www.evangelizaciondigital.org

www.movimientosacerdotalmariano.es

www.camino-neocatecumenal.org

500 años del nacimiento de Santa Teresa de Ávila:

www.mistica.es / www.carmelcat.cat / www.stj500.es / www.stj500.cat

Domingo Mundial de las Misiones (DOMUND 2015)

No tengamos miedo de compartir nuestra esperanza: nuestro mundo lo está pidiendo a gritos.

Permítanme aquí una anécdota personal para ilustrar lo que quiero decir:

Hace unos treinta años, en Estados Unidos, donde yo estaba estudiando, conocí, en Houston, a un joven evangélico que me explicó lo siguiente: "Yo estaba desesperado de la vida y una noche levanté la mirada a las estrellas y grité con todas mis fuerzas: 'Vale tío, dicen que existes, yo no me lo acabo de creer, pero te doy tres días para que des señales de vida, si no me suicido porque esta vida es una m ...' Pasó un día, ... dos ... y al tercer día por la noche me encontraba sentado en una parada de bus, del todo desanimado y pensando cómo me lo haría para quitarme la vida ... Con estas, se sienta a mi lado una chica que, temblorosa (yo entonces daba un poco de miedo), y me dice: 'perdona, quisiera hablarte de Dios'."

A aquel joven se le abrió el cielo. A través de aquella joven, de una iglesia evangélica, Dios dio una respuesta a aquel grito desesperado. El infinito había respondido.

Nosotros los católicos, tenemos que aprender de nuestros hermanos evangélicos a ser más valientes a la hora de compartir nuestra fe, nuestra esperanza, con nuestro mundo. Y nuestro mundo lo está pidiendo a gritos y de muchas maneras.

Nuestro Papa, Francisco, nos está pidiendo, y casi suplicando, que salgamos con ánimos a anunciar la Alegría del Evangelio a todos los hombres.
SOY TRIGO DE DIOS Y HE DE SER MOLIDO POR LOS DIENTES DE LAS FIERAS

De la carta de san Ignacio de Antioquía, obispo y mártir, a los Romanos

Yo voy escribiendo a todas las Iglesias, y a todas les encarezco lo mismo: que moriré de buena gana por Dios, con tal que vosotros no me lo impidáis. Os lo pido por favor: no me demostréis una benevolencia inoportuna. Dejad que sea pasto de las fieras, ya que ello me hará posible alcanzar a Dios. Soy trigo de Dios y he de ser molido por los dientes de las fieras, para llegar a ser pan limpio de Cristo. Rogad por mí a Cristo, para que, por medio de esos instrumentos, llegue a ser una víctima para Dios.

De nada me servirán los placeres terrenales ni los reinos de este mundo. Prefiero morir en Cristo Jesús que reinar en los confines de la tierra. Todo mi deseo y mi voluntad están puestos en aquel que por nosotros murió y resucitó. Se acerca ya el momento de mi nacimiento a la vida nueva. Por favor, hermanos, no me privéis de esta vida, no queráis que muera; si lo …