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Greenwald: "El miedo de la prensa a desafiar al poder político es la gran crisis del periodismo"

Greenwald: "El miedo de la prensa a desafiar al poder político es la gran crisis del periodismo"

RTVE entrevista al periodista que reveló el escándalo de espionaje de EE.UU.
"El sacrificio ha valido la pena por el debate internacional sobre la privacidad"
Dice que los gobiernos europeos no podían saber el alcance de las escuchas
Presenta su último libro Snowden. Sin un lugar donde esconderse

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Portada del útlimo libro de Glenn Greenwald: "Sin un lugar donde esconderse".
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ESTEFANÍA DE ANTONIO 30.05.2014
Glenn Greenwald necesitó 16 horas para darse cuenta de que su vida iba a cambiar para siempre. La duración del vuelo entre Nueva York y Hong Kong, durante el que leyó parte de los miles de documentos secretos sobre el programa de espionaje estadounidense que Edward Snowden tenía en su poder. No lo dudó:

“Me dí cuenta de que nunca había existido algo así en la historia del periodismo y que esa historia iba a cambiar el mundo y, desde luego, también mi vida”, afirma en una entrevista con RTVE.es. Acababa de entrar en una "película de espías".
El precio que ha tenido que pagar por desmontar el 'Gran Hermano' estadounidense ha sido alto. Además de la campaña de descrédito que colegas de profesión han emprendido en su contra, asegura que el Gobierno estadounidense le ha lanzado todo tipo de amenazas y ha invadido su intimidad y la de su pareja, que incluso fue arrestada el pasado agosto durante nueve horas en Londres. “Los documentos que tengo son muy delicados y cualquier gobierno estaría deseoso de echarle el guante”, reconoce.
Cree que aún está por ver el verdadero impacto de las revelaciones, pero asegura que el sacrificio ha valido la pena por el debate internacional generado en torno al derecho a la privacidad y por el reciente proyecto de ley aprobado por el Senado de EE.UU. que limita las escuchas masivas. También cree que empresas tecnológicas como Google y Facebook se han dado cuenta de hasta qué punto su negocio puede verse perjudicado si siguen colaborando con la Agencia Nacional de Seguridad.
“Por esto me hice periodista. Ahora tengo una plataforma más sólida y más notoriedad para defender los temas que me interesan”, asegura. Y no esquiva las etiquetas. Le parece bien que lo describan como “periodista” y “activista”. “No creo que ambas cosas entren en conflicto”, afirma.
Snowden, el hombre tras un cubo de Rubik

Greenwald, de 46 años, llevaba nueve meses colaborando con el diario británico The Guardian cuando el 1 de diciembre de 2012 recibió un email de un tal ‘Cincinnatus’. El hombre que se escondía tras el apodo de este gobernador de Roma -modelo de virtud cívica- le prometía un bombazo informativo: la mayor filtración de la historia de la Inteligencia norteamericana. Así empieza el relato de su último libro, Snowden. Sin un lugar donde esconderse, que presenta estos días en Madrid.

Cincinnatus se reveló meses después como un joven de 29 años, delgado, pálido y casi imberbe que, por contraseña, sostiene un cubo de Rubik en el lujoso hotel Mira de Hong Kong. Greenwald no podía creer que alguien tan joven fuera la fuente anónima que había demostrado hasta ahora unos conocimientos y una madurez pasmosa. Se quitó la piel de periodista y se puso la otra, la del abogado especialista en libertades civiles que fue, y le tomó declaración como si fuera un testigo. Comprobó que no mentía. Sus convicciones morales eran intachables. Las pruebas, incontestables. Y esta respuesta sobre los motivos para convertirse en un "chivato" terminó por convencerle:
"La verdadera medida del valor de una persona no es aquello en que dice que cree, sino lo que hace para defender esas creencias".
Durante los 11 días siguientes trabajaría con Snowden sin descanso para dar formar a una serie de exclusivas sobre cómo la Agencia Nacional de Seguridad se cuela en los ordenadores y teléfonos móviles de ciudadanos de todo el mundo en nombre de la Seguridad Nacional.
“Todo el mundo sabe que el gobierno tiene que vigilar y proteger al país, pero no puede haber una vigilancia en masa, indiscriminada, a toda la población como si todos fuéramos potenciales terroristas. Eso no tiene nada que ver con la seguridad nacional y hace más difícil encontrar a los verdaderos …