05:01
Sergio Borge
709
Que el Señor nos dé esta gracia: que jamás, jamás, jamás, se apague en nuestro corazón la nostalgia de Dios”. La alegría del Señor es nuestra fuerza, en Él encontramos nuestra identidad. Es uno de …Más
Que el Señor nos dé esta gracia: que jamás, jamás, jamás, se apague en nuestro corazón la nostalgia de Dios”.

La alegría del Señor es nuestra fuerza, en Él encontramos nuestra identidad. Es uno de los pasajes de la homilía del Papa Francisco de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta en la fiesta de Santa Teresa de Lisieux, a quien el Pontífice ama de modo especial.
El Papa Bergoglio subrayó que jamás se debe apagar en un cristiano la nostalgia de Dios, puesto que de lo contrario nuestro corazón no podría hacer fiesta.
El pueblo de Israel, después de muchos años de deportación, regresa a Jerusalén. Inspirándose en la Primera Lectura – tomada del Libro de Nehemías – el Santo Padre reflexionó acerca de lo que da sustancia a la identidad de un cristiano. Y destacó que el pueblo, también durante los años transcurridos en Babilonia, recordaba su propia patria. Después de tantos años – observó – llega, finalmente, el día del regreso, de la reconstrucción de Jerusalén, y, como narra la Primera Lectura, Nehemías pide al escriba Esdras que lea ante el pueblo el Libro de la Ley.
El pueblo está feliz – dijo Francisco – “se sentía gozoso, lloraba, y sentía la Palabra de Dios; tenía alegría, pero también llanto, todo junto”.
La alegría del Señor es nuestra fuerza
El Papa se preguntó ¿cómo se explica esto? Y dijo que, “sencillamente, este pueblo no sólo había encontrado su ciudad, la ciudad donde había nacido, la ciudad de Dios, sino que este pueblo al escuchar la Ley, encontró su identidad, y, por esta razón, se sentía gozoso y lloraba”:
“Pero lloraba de alegría, lloraba porque había encontrado su identidad, había encontrado aquella identidad que con los años de la deportación había perdido un poco. Un largo camino este. ‘No se entristezcan – les dice Nehemías – porque la alegría del Señor es su fuerza’. Es la alegría que da el Señor cuando encontramos nuestra identidad. Y nuestra identidad se pierde en el camino, se pierde en tantas deportaciones o auto-deportaciones nuestras, cuando hacemos un nido acá, un nido allá, un nido… y no en la casa del Señor. Encontrar la propia identidad…”.
Sólo en Dios encontramos nuestra verdadera identidad
El Papa se preguntó asimismo de qué modo es posible encontrar la propia identidad. “Cuando tú has perdido aquello que era tuyo, tu casa, aquello que era precisamente tuyo – dijo – te viene esta nostalgia y esta nostalgia te lleva de nuevo a tu casa”. Y añadió que este pueblo, “con esta nostalgia, sintió que era feliz y lloraba de felicidad por esto, porque la nostalgia de la propia identidad lo había llevado a encontrarla. Una gracia de Dios”:
“Si nosotros – por ejemplo – estamos llenos de comida, no tenemos hambre. Si nosotros estamos cómodos, tranquilos donde estamos, no tenemos necesidad de ir a otro lugar. Y yo me pregunto, y sería bueno que todos nosotros nos lo preguntáramos hoy: ‘¿Estoy tranquilo, contento, no tengo necesidad de nada – lo digo desde el punto de vista espiritual – en mi corazón? ¿Mi nostalgia se ha apagado?’ Miremos a este pueblo feliz, que lloraba y estaba gozoso. Un corazón que no tiene nostalgia, no conoce la alegría. Y precisamente la alegría es nuestra fuerza: la alegría de Dios. Un corazón que no sabe qué es la nostalgia, no puede hacer fiesta. Y todo este camino que había comenzado desde hacía años, termina en una fiesta”.
Que jamás se apague en nuestro corazón la nostalgia de Dios
El Papa Francisco también recordó que el pueblo exultaba con gran alegría porque había “comprendido las palabras que les habían sido proclamadas. Habían encontrado lo que la nostalgia les hacía sentir” para ir adelante. Y concluyó diciendo:
“Preguntémonos cómo es nuestra nostalgia de Dios: ¿Estamos contentos?, ¿somos felices así, o todos los días tenemos este deseo de ir adelante? Que el Señor nos dé esta gracia: que jamás, jamás, jamás, se apague en nuestro corazón la nostalgia de Dios”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).