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Santa Gema Galgani (Español) Vídeo dirigió por Fausto Demartis para el Movimiento para la Vida de Civitavecchia. Gema Galgani nació en 1878. Sufrió grandemente por su precaria salud y el desprecio de …Más
Santa Gema Galgani (Español)
Vídeo dirigió por Fausto Demartis para el Movimiento para la Vida de Civitavecchia.
Gema Galgani nació en 1878. Sufrió grandemente por su precaria salud y el desprecio de quienes rechazaban sus prácticas de devoción, éxtasis y otros fenómenos. Vivió para Jesús, Su Santísima Madre y para rescatar a los pecadores. Tuvo periódicamente las estigmas de la Pasión y las llagas de la flagelación en todo su cuerpo. Queriendo ser pasionista, no se le permitió por su delicada salud. Murió en Lucca, ciudad donde vivió casi toda su vida. Era un Sábado Santo del año 1903. Tenía solo 25 años. Fue beatificada en el año 1933 y canonizada en 1940 como santa pasionista.
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Santa Gema Galgani - 11 de abril
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Paul
Diario de Santa Gema Galgani
Del 19 de Julio al 3 de Setiembre de 1900.
Los números en paréntesis son las notas al final del libro.
Jueves, 19 de Julio (1)
Se le aparece Jesús y le pone la corona de espinas en la cabeza.
19 de Julio (2).
Esta tarde, finalmente, después de seis días de padecimiens por la ausencia de Jesús, me he recogido un poquito (3). Me he uesto a orar, como acostumbro cada …Más
Diario de Santa Gema Galgani

Del 19 de Julio al 3 de Setiembre de 1900.

Los números en paréntesis son las notas al final del libro.

Jueves, 19 de Julio (1)
Se le aparece Jesús y le pone la corona de espinas en la cabeza.

19 de Julio (2).
Esta tarde, finalmente, después de seis días de padecimiens por la ausencia de Jesús, me he recogido un poquito (3). Me he uesto a orar, como acostumbro cada jueves; hubiera querido estar de rodillas, pero la obediencia quería que estuviera en la ama, y así lo hice; me puse a pensar en la crucifixión de Jesús. principio no sentía nada, pasados unos minutos comencé a entir un poco de recogimiento: Jesús estaba cerca. Al recogerme me sucedió lo que otras veces: se me fué la cabeza(4), Y me halle con Jesús, que sufría penas horrorosas.

¿Cómo ver sufrir a Jesús y no ayudarlo? Sentí entonces gran deseo de padecer, y pedí a Jesús que me concediese esta gracia. Me contentó en seguida, y sucedió como había sucedido otras veces: se me acercó, se quitó de su cabeza la corona de espinas y la puso sobre la mía, dejándome luego en paz. Veía que yo le miraba muy silenciosa, y comprendí en seguida el pensamiento que se me vino a la mente: pensé: Acaso Jesús ya no me quiere, porque acostumbra Jesús, cuando quiere darme a entender que me ama, aencajarme bien la corona sobre la cabeza o bien en torno a la misma - Jesús lo entendió, y con sus manos me la aplicó bien a las sienes. Son momentos dolorosos, pero al mismo tiempo felices. Así pasé una hora sufriendo con Jesús. Hubiera querido estar así toda la noche, pero eomo Jesús ama tanto la obediencia, se sometió él mismo a obedecer al Confesor, y pa. sada una hora me dejó: quiero decir que ya no se dejó ver más de mí, pero aconteció una cosa que nunca había sucedido. Acostumbra Jesús, cada vez que me pone la corona en la cabeza, quitármela y ponérsela otra vez en la suya, al dejarme : ayer, en cambio, me la dejó hasta cerca de las cuatro (5).

A decir verdad, sufrí un poquito, pero, sin embargo, sólo una vez llegué a quejarme. Jesús me perdonará si alguna vez me quejo, pues es sin querer. El más ligero movimiento me causaba luego vivísimo dolor: mas era todo pura fantasía (6).

Viernes, 20 de Julio
Ayer (7), a las cuatro poco más o menos, me vino un gran de seo de unirme a Jesús; probé y en seguida me sentí unida a Él. A decir verdad sentía no poca repugnancia, porque me hallaba muy cansada y sin fuerzas; de nuevo me vi en presencia de Jesús. Se colocó junto a mí, pero no estaba triste como por la noche, estaba
un poco más alegre; me acarició un poquito, me quitó muy con. tento la corona de la cabeza (algo sufrí también entonces, pero menos) y se la volvió a poner sobre la suya, dejando yo de sufrir; recobré en seguida las fuerzas, y me hallaba mejor que antes de sufrir.

Jesús me preguntó luego varias cosas; yo también le dije que no me mandase más ir a confesar con el Padre Vallini. (8), que no me gusta; Jesús entonces se puso serio y un poco disgusiado me dijo que, apenas tuviese necesidad, fuese en seguida a confesar con él. Se lo prometí y voy de buena gana.

Tenía muchas cosas que decir a Jesús, pero comencé a notar que' iba ausentándose poco a poco; me prometió que más' tarde, a la oración de la tarde, volvería otra vez; entonces estaba aún más contento; me abrió su corazón, en el que vi escritas dos pa· labras que no entendía. Le pedí me las explicase y Jesús me res pondió: «Te quiero mucho, porque te semejas mucho a mí». «¿En qué cosa, oh Jesús -le dije -, pues yo me veo tan desemejante a ti?» «En ser humillada», me respondió.
Entonces lo comprendí todo, se me recordó mi vida pasa· da (9). Uno de mis mayores defectos ha sido siempre la. soberbia. Cuando era pequeña, dondequiera que fuese se oía decir que era un gran soberbia. Mas Jesús, ¡de qué medios se ha valido para humillarme, en especial este año! Al fin he comprendido lo que de verdad' soy. Gracias sean dadas siempre a Jesús.

Me dijo luego mi Dios que con el tiempo él me haría Santa (10), mas de esto no digo nada, porque es imposible que en mí se verifique lo que él dijo.
Me dió algunos avisos para el Confesor y me bendijo. Entendí, como siempre, que se iba a alejar por algunos días. ¡Pero . qué bueno es Jesús! Apenas se fué él, me dejó al Ángel de la Guarda, que con su constante caridad, vigilancia y paciencia me asiste.

¡Oh, Jesús! Te he prometido obedecer siempre, y de nuevo lo prometo. Ya sea obra de mi fantasía, ya cosa del diablo, en todo caso quiero obedecer siempre.

Sábado, 21 de julio
Hoy, sábado, 21 de julio, creí no poder recogerme en manera alguna. Pero apenas he podido estar sola, me he puesto a rezar el rosario de los Dolores, no sé a qué punto sentí que se me iba la cabeza. Mi queridísima Mamá la Virgen de los Dolores me he querido hacer una visita (no me acordaba que es sábado, y los sábados suele dejarse ver).

Estaba afligida: no sé, pero me parecía que lloraba. La llamé muchas veces con el dulce nombre de mamá: no me respondía, pero cuando oía decir mamá, se sonreía; se lo he repetido cuantas veces he podido,' y ella siempre se reía. Por fin, me dijo: «Gema, ¿quieres venir a descansar un poco sobre mi pecho?» Hice ademán de levantarme, arrodillarme y acercarme a ella ; también ella se levantó, me hesó en la frente y desapareció en seguida. .

De nuevo me encuentro sola, segura empero del amor de mi Mamá, aunque está muy ofendida. Después de todo esto, me siento, es cierto, muy afligida, pero también muy resignada.

Esta tarde, como había prometido a Jesús, he ido a confesarme con el Padre Vallini. Pero, salida del confesonario, me he sentido muy agitada e inquieta: prueba inequívoca de que por medio andaba el diablo.

¡Así era por desgracia! Bien lo entendí más tarde, al ponerme a hacer mis oraciones. Ya estaba, como he dicho, tanto exterior como interiormente .hecha una tempestad; hubiera queridometerme en cama o adormecerme antes que rezar; pero no lo hice, quise probar, Comencé a decir las tres invocaciones que acostumbro cada tarde al Sagrado Corazón de María; apenas .me . puse de rodillas, el enemigo, que hacía un rato que estaba escondido, se dejó ver en figura de un hombre muy pequeño, pero tan feo, que me causó horror.

Mi mente estaba fija en Jesús y ningún caso hacía de él, seguía rezando, cuando, de repente, sentí caer golpe tras golpe sobre mis espaldas: me dió muchos. + Esta tempestad duraría una media hora; me he dado cuenta de que la cosa que más le disgusta es el recogimiento que Jesús me hace sentir a menudo. Me encomendaba a Jesús, pero ¡inútil! Entre tanto, se acercaba la hora en que debía obedecer, o sea, irme a la cama; ir de ese modo me disgustaba: no había hecho aún el examen de conciencia. Rogué a mi Ángel de la Guarda, quien me ayudó de una manera en verdad curiosa.

Apenas se me presentó, le rogué que no me dejara sola. Me preguntó qué tenía; le mostré al diablo, que se había alejado mucho, pero siempre amenazándome. Le rogué que pasase conmigo toda la noche, y él me decia : «Pero yo tengo sueño». «No - le replicaba yo - los Ángeles de Jesús no duermen». «y sin embargo - añadía él- tengo que dormir (noté que quería reír), ¿ dónde me haces descansar?» Yo le hubiera dicho que se metiera en la eama, y yo seguiría rezando; pero entonces habría desobedecido. Le dije que estuviera cerca de mí, y él me lo prometió (11).
Me fuí a la cama y luego me pareció que él extendía sus alas y se ponía sobre mi cabeza. Me dormí, y esta mañana le vi en el mismo sitio de ayer tarde. Allí le dejé; al volver de Misa ya no estaba.

Domingo, 22 de Julio
Recibí la sagrada Comunión, pero Jesús no se me ha hecho sentir en absoluto, ahora,emp,ero, me encuentro bastante tranquila.
Y hoy, que creía hallarme totalmente libre de esa maldita bestia, me he visto, sin embargo, muy maltratada. Me fuí con intención de dormir , pero' sucedió muy al revés: comenzó a' darme tales golpes, que temí morir. Se presentó como un perro muy grande y negro, que me ponía las patas sobre las espaldas; me ha hecho mucho daño, pues me ha dejado resentidos todos los huesos. Hay veces que temo no me los vaya a romper; una vez, ya hace tiempo, al tomar agua bendita, me dió un golpe tan fuerte en el brazo, que caí a tierra del dolor, y llegó hasta a sacar el hueso de su sitio; pero volvió a su lugar muy pronto, apenas lo tocó Jesús, y en eso terminó todo.
Pasado un tiempo me acordé de que llevaba al cuello la reliquia de la Santa Cruz (12), pude santiguarme con ella, y recobré la paz. Me puse a dar gracias a Jesús, que se dejó ver, pero muy poco: me animó a sufrir y a luchar, y me dejo.

Desde entonces, no he podido volverme a recoger, bendito sea Dios en todo.
Tengo que decir, sin embargo, algunos avisos que me dió el Angel ayer en el transcurso del día. El primero fué a la hora de comer; se me acercó. He de decir también que en ese momento se me había ocurrido un pensamiento. Se comprende que él lo entendió, y me dijo : «Hijita, ¿ quieres de verdad que me vaya y no vuelva más a verte?» Me avergoncé, y entré dentro de mí misma. Estas palabras las pronunció muy alto y no sé si las habrán oído también los otros.

Otra vez fué ayer; mientras estaba en la iglesia, se me acercó y me dijo: «La majestad de Jesús y el lugar en que estás piden otro modo de ohrar,» En ese momento había levantado los ojos para mirar a dos niñas y ver cómo iban vestidas.
La última esta noche : estaba en la cama de un· modo no muy modesto; me ha reñido, diciéndome que en vez de adelantar y aprovechar sus enseñanzas me hago cada vez peor, y aflojo a cada paso en el bien.

Todas estas cosas me suceden estando' despierta (13).
A lo que me parece, en vez de ser buena y prepararme pa~a recibir la visita de la Madre Dolorosa y del Cohermano Gabriel, por más que haga, no lo voy a conseguir.

Lunes, 23 de Julio
Jesús me ha demostrado hoy nuevamente que sigue queriéndome, no al modo de antes, uniéndome con él o recogiéndome, sino de otra forma. Me fuí a la cama, me dormí bien y después de Un cuarto de hora o así (mis sueños son siempre breves), vi a los pies de la cama,' en el suelo, al acostumbrado hombrecillo muy negro y pequeño, pequeño. Comprendí quién era y pronto lo sentí; le dije: «Pero, ¿ qué vienes ahora con esta historia de no dejarme ni siquiera dormir?» «¡ Cómo! ¿Dormir? - replicó -, ¿ por qué no rezas?))

«Ya rezaré más tarde -le dije -, ahora voy a dormir.» «Hace dos días que no puedes recogerte; bien, deja, que ya peno saré yo.» Comenzó a propinarme algunos golpes; tomé entonces el Crucifijo en la mano, pero todo fué inútil. Estaba a punto de arrojarse sobre mí y azotarme a mansalva. No sé qué sucedió; le vi montar en cólera y revolcarse por el suelo.

Yo me reía: hoy me parecía no tener miedo; me dijo : «Hoy no te puedo hacer nada, pero otro día me las pagarás.r Le pregunté: «Pero. ¿por qué no puedes? Si otras veces has podido, también podrás hoy: yo soy la misma, sólo que llevo a Jesús (14) en el cuello».

Entonces me dijo: «Esa... la que está en esta habitación, ¿ qué te ha hecho? Quítate de encima 'esa cosa, y luego verás (15).»
Insistía en que no tenía nada, porque dormía (16), pero entendía muy bien a qué se refería. Después de estos dichos quedé tranquila en la cama y me reía, viendo los revolcones que daba y la rabia que le devoraba.
Me decía que, como siga rezando, me las va a hacer pasar peores. «No me importa -decía yo-. Sufriré por Jesús» (17).
En fin, que hoy me he divertido mucho: lo veía tan rabioso ... pero me dijo que ya se las pagaré todas juntas.

Esperó a esta tarde, pero gracias a Dios no ha durado tanto como 'era de temer: me ha dado tres buenas tundas, que casi me impidieron ir a la cama: me costó trabajo.
Hay veces que echa a correr y va largo, con tanto espanto que no sé que tiene. Quedé que apenas podía moverme.

¡Cuánto invoqué a Jesús! Pero inútil, no se presentó; rogué al Ángelde mi Guarda que me llevase a Jesús, pero también resultó inútil. Se entretuvo un poco conmigo y me dijo: «Esta tarde Jesús no vendrá ni siquiera a bendecirte, y yo tampoco te bendigo».

Me asusté al oírlo, porque si Jesús no me bendecía no podría hacer nada, pues no tenía hueso sano. Notó que estaba a punto de echarme a llorar y dijo: «Calla, que 'ya te enviará alguno, Jesús. Y si supieras quién es el que vendrá a visitarte esta tarde, ¡qué contenta te pondrías!»

Mi imaginación voló en seguida al Cohermano Gabriel. Se lo pregunté, pero no quiso responderme, me hizo pasar unos momentos de sobresalto y curiosidad. Al fin me dijo: «Si Jesús mano dase de verdad al Cohermano Gabriel para bendecirte, ¿tú qué harías? No le hables, que si no desobedeces al Confesor». ffi «No, no le hablaré -, le respondí impaciente -; pero ¿cómo puede bendecirme el Cohermano Gabriel?». «Es Jesús quien lo manda, y ya lo ha mandado otras veces a bendecirte.¿Lograrás estar callada y obedecer?» «Sí, sí, obedeceré; dile que venga».

Pasados unos minutos vino. ¡Qué manía me tomó entonces!, hubiera querido ... pero fuí buena y me contuve. Me bendijo con ciertas palabras latinas, que se me han quedado bien grabadas en la mente, y se dispuso para marchar en seguida.

Entonces no pude por menos de decir: «Cohermano Gabriel, ruega a nuestra Mamá que te mande conmigo el sábado, y te deje estar mucho tiempo». Se volvió y me dijo riendo: «Sé buena», y al decirlo se quitó de la cintura un cinto y me dijo: «¿Lo quieres?» Entonces fué quererlo de verdad: «Me hace mucho bien, dámelo ahora.» Me dió a entender que no, que el sábado me lo daría, y me dejó. Me dijo que ese cinto era el que la noche antes me había librado del diablo.

Martes, 24 de Julio
Ayer sucedió como de costumbre : me fuí a dormir, me dormí ele hecho, pero el demonio parece que no quería. Se me. hizo verde una manera .asaz puerca, me tentaba, y muy fuerte. Me encomendaba. interiormente a Jesús y le pedía que me quitase la vida antes que ofenderle.

¡Qué tentaciones tan horrorosas son ésas! Todas me disgustan, pero las que van contra la santa pureza, ¡cuánto me ofenden!
Después de un rato vino el Ángel de la Guarda para poner paz, y me aseguró que no había hecho nada malo. Me quejo con él a veces, porque hay momentos en que yo quisiera que me viniera a ayudar, pero él me di-ce que, lo vea o no, siempre está a mi lado: ayer mismo, porque la Virgen Dolorosa. me ayudó de verdad, y me mostré firme, prometió que por la tarde vendría Jesús a verme.
Llegada la noche, esperaba con impaciencia el momento de ir a la cama; tomé el Crucifijo y me metí en el lecho. También el Ángel gustó de ello, porque... (18). Presentí que iba a recoger-me, vino mi Jesús, pero estaba bastante separado de mí. ¡Qué momentos esos tan dichosos!

Le pregunté en seguida si me amaba siempre, y me respondió estas palabras: «~ Hija mía, te he enriquecido .con tantos bienes, sin mérito alguno tuyo, ¿y me preguntas si te amo? Temo mucho por ti». «¿Por qué?», le dije. «Ah, hija mía; en los días en que gozabas de mi presencia, eras toda fervor, nada te costaba el rezar; ahora, en cambio, la oración te causa tedio, y una cierta negligencia en el cumplimiento de tus deberes comienza a insinuarse en tu corazón. Hija, ¿por qué te envileces así? Dime, ¿te parecía en los días pasados la oración tan larga como ahora? Haces algo de penitencia, pero ¡cuánto tardas en resolverte!»
No sé lo que hice al oír este reproche; quedé sin hablar palabra. Luego seguí hablándole del convento; en esto me consoló bastante. Le dije que si me amaba de verdad.. me concediera la gracia de entrar en un convento; insistí de nuevo en que me dijese alguna cosa acerca del convento que había de fundarse, y me respondió : «Pronto se verán cumplidas las palabras del Cohermano Gabrieh) (19). «¿Todas, todas?», le pregunté como fuera de mí. «Todo, no temas, y muy pronto. Cuando vuelva el Confesor, te diré las cosas más claramente.»
Por último le recomendé mi pobre pecador. Me bendijo, y al irse me dijo: «No olvides que te he criado para el cielo: no tienes nada que hacer en la tierra».

Miércoles, 25 de Julio
¿Y de hoy ,qué diré? No encuentro paz; la soberbia me domina más que otros días. Para hacer un pequeño acto de humildad, tengo que sufrir mucho.

De lo que me sucedió ayer (20) hablaré bien. poco: tengo una lengua muy larga y por ello sufren otros por culpa mía.

El confesor me ha impuesto por obediencia que hable poco, y nunca con personas que sepan mis cosas. Hace unos días vino el P. Norberto, (21) Y escapé en seguida; vino otra vez e hice lo mismo; a decir verdad, estaba dispuesta a obedecer,pero, ¿qué sucedió luego? Pasados unos días tuve ocasión de hablar de esto con otro fraile, e inventé una hermosa mentira, diciéndole que había sido la señora Cecilia la que me había mandado esconder; y no fué así: había salido de mí.

No sé cómo vino a saberlo el susodicho Padre Norberto, y vino en seguida a contárselo a la señora Cecilia, la cual- se molestó bastante; no menos disgusto me causó a mí. Ella me pr,eguntó si de verdad no se lo había dicho a nadie; le respondí que no, pues no me acordaba de nada; pero no faltó quien me lo recordase todo; vino el Ángel de la Guarda y me comenzó a reñir diciendo: «Pero, ¡cómo, Gema! ¿También mentiras? ¿No te acuerdas cómo días hace, en castigo de haber contado las cosas al Hermano Fabián(22), te hice estar media hora ...?»

Entonces me acordé de todo (he de decir que el Ángel de la Guarda me castiga siempre que hago alguna cosa mal: no pasa noche que no le tenga), y él me mandó que se lo fuese a contar todo a la señora Cecilia y la rogase me perdonase en nombre suyo.
Prometí de hacerlo, ¡pero sí! pasó todo el día, llegó la noche, y yo sin hacer ese pequeño acto de humildad. Volvió a avisarme el Ángel, diciéndome que si no se lo decía todo a la tía, durante la noche vendría el diablo.

Al oír esta amenaza no pude resistir más. y me fuí a su habitación. Estaba en la cama, y la luz apagada; no me parecía verdad: así no sería vista. Del mejor modo que me fué posible lo dije todo, pero con gran esfuerzo; era una vergüenza para mí el no ser capaz de humillarme. Por último, después de haberme dicho que todo lo olvidaría, me fuí a acostar.¡Olvidarlo! Así lo decía ella, pero no era posible. Pedí muchas veces perdón a Jesús, a mi buen Ángel, y me fuí a la cama. ¡Qué noche tan perra! El Ángel de mi Guarda,. por la mucha dificultad que mostré en hacer este acto de humildad, me dejó sola, y el enemigo no dejó de hacerme alguna visita. Dormir no podía, por tener la conciencia intranquila; ¡qué mal que estaba!

Jueves, 26 de Julio
Llegó la mañana siguiente, y al fin vino el Ángel de la Guarda, que me volvió a reñir mucho y me dejó luego sola y afligida. Recibí la sagrada Comunión, pero, ¡oh, Dios, en qué estado! Jesús no se dejó sentir. Cuando, pasado un rato, pude estar sola, comencé a desahogarme: soy culpable, me doy cuenta; pero, si he de decirlo todo, hay disgustos que a ciertas personas yo no se los querría dar nunca, pero es tan fuerte mi mala inclinación al mal, que a menudo caigo en estas cosas. Jesús me hizo estar en este estado por más de una hora; yo lloraba y me afligía. Al fin, Jesús se compadeció de mí y vino; me acarició, me hizo prometer que no lo volvería a hacer y me bendijo.

Debo decir que en el suceso de ayer dije tres mentiras, tuve pensamientos contrarios a la mansedumbre e ideé vengarme de quien había hecho el oficio de espía, pero Jesús me prohibió en absoluto hablar de esto con el Hermano Fabián u otros. Pronto. recobré la paz, y para estar más tranquila corrí' a confesarme.

Por la tarde, después de hacer mis oraciones, me puse a 'hacer la acostumbrada hora. Jesús estuvo siempre conmigo; estaba en la cama, como de costumbre, porque si no, luego no podría entretenerme con mi Jesús y sufrir con él. Sufrí mucho, medió nuevas pruebas de su amor hacia mí, regalándome hasta el día siguiente su corona de espinas: los viernes es cuando más me ama Jesús. Por la tarde me quitó la corona, diciendo que estaba muy contento de mí y añadiendo al acariciarme: «Hija, si te doy nuevas cruces, no te aflijas». Se lo prometí y me dejó.

Viernes, 27 de Julio
Este viernes sufrí bastante más, porque me vi obligada a trajinar, y a cada movimiento me creía morir.
Una de las tías (23) me había mandado subir agua; me costó mucho, me parecía (era imaginación mía) que las espinas se me clavaban en el cerebro, y una gota de sangre me corrió por la sien. Me limpié en seguida y poco vió. Me preguntó si me habíacaído y herido en la cabeza; le dije que me había arañado con la cadena del pozo. Luego me fuí con las monjas (24); eran las diez y estuve con ellas hasta las cinco: después regresé a casa, pero Jesús me la había quitado ya.

Sabado, 28 de Julio
La noche la pasé muy bien; por la mañana vino el Ángel de la Guarda: estaba muy contento, me dijo que tomase papel y escribiera lo que él me dictara.
Helo todo: «Recuerda, hija mía, que quien ama a Jesús habla poco y sufre mucho.
»Te mando de parte deTesús que no digas nunca tu parecer, si no eres preguntada, y que no sostengas nunca tu parecer, sino que cedas en seguida.
»Obedece puntualmente al Confesor y a quien él quiera, sin replicar; en las cosas que es debido, conténtate con una réplica sola y sé sincera con todos.
»Cuando hayas cometido alguna falta, acúsate en seguida, sin esperara que te lo pidan.

»Recuérdate 'por fin de mortificar los ojos, y piensa que el ojo mortificado verá la hermosura del cielo.»

Después de esto me bendijo, y me dijo que fuese también a comulgar. Corrí en seguida: fué la primera vez, después de casi un mes, que Jesús se me hizo sentir.
Le conté todas mis cosas y me entretuve mucho con Él, pues comulgué a las ocho y media y, cuando volví en mí, era ya muy tarde. Marché corriendo a casa, y por el camino sonaron las diez y cuarto'; pero fuí buena (25), estuve siempre en la postura ordinaria que uso al comulgar, y vi al levantarme que el Ángel! de la Guarda estaba sobre mi cabeza con las alas extendidas. El mismo me acompañó hasta casa y me avisó de que no orase durante el día, hasta que no llegase la noche, pues no estaba segura (26).

En efecto, pronto me di cuenta, por los de casa más que segura, pero no para mi hermana, que me había tapado el agujero de la cerradura y me fué imposible cerrar;' vinieron las tías a tratar de arreglarlo, y por la noche pude cerrar.
Por la tarde fuí a hacer los 15 sábadosen Santa María (27); la Virgen me dijo que no me haría la acostumbrada visita, porque en los días pasados había disgustado a Jesús. Le dije que Jesús me había perdonado, a lo que ella : «Yo no perdono tan fácilmente a mis hijas. Quiero absolutamente que seas perfecta; ya veremos si el sábado puedo ir y llevarte el Cohermano Gabriel. A pesar de todo, me bendijo, y yo me resigné.

No me falta empero alguna tentación: una, y bastante fuer. te, la tuve el sábado (ayer) por la tarde: vino el demonio y me dijo: « ¡Bien, muy bien! escríbelo todo: ¿No sabes que todas estas cosas son obra mía, y si llegas a ser descubierta te correrás de vergüenza ? ¿Dónde irás a esconderte ? ¡Te hago pasar por santa y no eres más que una ilusa!»
Estuve tan mal, que de la pena juré que ,apenas llegara la señora Cecilia, destruiría ese escrito (28). Traté de romperlo, pero no lo logré; no tuve valor, o no sé qué pasó.

Domingo, 29 de Julio
En este estado lo pasé hasta ayer mañana, domingo, sin poder recogerme. El Ángel de mi Guarda, sin embargo, no me falo taba; me anima, y debo decir que ese mismo domingo no tenía ganas de comer, yél me: obligó a hacerlo, lo mismo ha hecho también esta mañana. No deja ninguna tarde de bendecirme y aun de reñirme y castigarme.

Hoy, domingo (29), siento gran necesidad de Jesús, pero ,es ya tarde y no abrigo esperanza alguna de verlo'; esperaré a ver esta noche, cuando esté sola y libre.
¡Oh! ha venido al fin Jesús. ¡Cuántos reproches por no haber comulgado! He aquí de qué modo me reprochaba: «¿Por qué, hija mía, he de verme privado tan a menudo de tus visitas? Y eso que sabes lo mucho que deseo que vengas a mí cuando eres buena.»

Me arrodillé delante de Jesús, y llorando le dije: «Pero, ¿cómo, Jesús mío, no estás todavía cansado de sufrir tanta frialdad?» «Hija - me respondió -, haz de modo que no pase día sin que vengas a mí, procura tener el corazón limpio y adornado lo mejor que puedas. Aleja de tu corazón todo amor de ti misma, y todo lo que no sea enteramente mío, y luego ven a mí y no temas».

Me bendijo, junto con todos los miembros del sagrado Colegio (30), y se marehó ; pero a lo último me recomendó que tuviera un poco más de valentía contra el enemigo, diciéndome que no hiciera caso de sus palabras, porque es un verdadero mentiroso, y busca por todos los medios hacerme faltar en especial a la obediencia. «Obedece, hija mía - me repetía -, obedece prontamente y alegremente, y para mejor lograrlo y salir victoriosa en esta hermosa virtud, pídeselo a mi Madre, que tanto te quiere.» Le hubiera querido decir que ayer su Madre no quiso venir a verme, pero escapó.

Lunes, 30 de Julio
Esta mañana, lunes, 30 (31) de julio, he ido a recibir la sagrada Comunión.No la quería recibir, me remordía la conciencia, he titubeado hasta las nueve si debía o no hacerlo, pero al fin venció Jesús, y la hice, pero ¿cómo? ¡Con qué frialdad! A Jesús no le he sentido para nada.

Hoy no he podido recogerme en todo el día; he sido mala, me he impacientado, aunque a solas, sin que nadie se diera cuenta, he llorado mucho, porque mi hermana no quería salir de la habitación .. Ayer, domingo, por la tarde, estuvo por despecho en mi habitación hasta lasonce,diciendo, para burlarse de mí, que quería verme caer en éxtasis; hoy ha hecho otro tanto. Ayer escribió una carta a Baños de San Julián (32) y hablaba mucho de mí y de mis cosas. Estas cosas, que debería recibir bien, dando gracias a Jesús, me causan mucho disgusto y hay momentos en que me desespero.

Estando en este estado, el Ángel de la Guarda, que, me estaba mirando, me dijo: «¿Por qué te Intranquilieas así, hija mía? Hay que sufrir algo por Jesús». (A la verdad, lo que más me había dísgustadoeran ciertas palabras que mi hermana había dicho), y por esto el Ángel dijo: «Sólo mereces ser despreciada, porque has ofendido a Jesús».

Luego me tranquilizó, se sentó junto a mí y comenzó a decirme con cariño: «(Oh, hija, ¿pero no sabes que debes ser en todo conforme a la vida de Jesús? Él sufrió mucho por ti, ¿y no sabes que tú debes aprovechar toda ocasión de sufrir por él? Y luego, ¿ por qué das este disgusto a Jesús, de dejar todos los días la meditación sobre la Pasión?» Era verdad: me recordé d,e que la meditación sobre la Pasión no la hago más que el jueves y el viernes. «Debes hacerla todos los días, no te olvides.r Al ter. minar me dijo: «!Ánimo, ánimo!, este mundo no es lugar de descanso :el descanso viene después de la muerte; ahora tienes ,que sufrir y sufrirlo todo, para librar a algún alma de la muerte eterna». Le pedí que dijera a mi Mamá viniese un poquito conmigo, pues tengo muchas 'cosas que decirle; me dijo que lo haría. Pero esta tarde no ha venido.

Martes, 31 de julio
Es martes: voy a recibir la Comunión, pero i en qué estado!
He prometido a Jesús ser buena y mudar de vida; se lo he dicho, pero Él no me ha respondido nada; también le he dicho que me mande a su Madre y mía, a lo que ha dicho: «¿Eres digna?» Quedé avergonzada y no supe qué más decir. Al fin, añadió: «Sé buena y vendrá pronto con el Cohermano Gabriel».

¡Desde el domingo no he podido recogerme. De todos modos doy gracias a Jesús. Cuando viene el Ángel de la Guarda estoy despierta y no pierdo la cabeza; Jesús, mi Mamá y algunas veces el Cohermano Gabriel son los que me hacen perder la cabeza; pero quedo siempre donde me pongo, me hallo en el sitio ordinario , pero la cabeza no sé por dónde anda. ¡Qué necesidad tan grande tengo de mi Mamá! Si Jesús me quisiera dar este gusto, luego sería buena. ¿Cómo poder estar tanto tiempo sin mi Mamá?

Miércoles y jueves, 1 y 2 de Agosto
El miércoles no pude recogerme ni una vez, el jueves tampoco; de vez en cuando mi Ángel me decía alguna cosa, pero· siem·pre estaba despierta. El miércoles por la tarde me puse a pensar conmigo sola que podía muy bien estar engañada del diablo; pero me tranquilizaba, diciéndome únicamente: «Obediencia».
Estamos, pues, en esta tarde (jueves). Como de costumbre, me fui, por obedecer, a la cama; me puse a rezar y me recogí enseguida. Hacía rato que me sentía algo mal, Estuve sola: mientras padecía, Jesús no estaba, y sólo sufrí de la cabeza.
Esta mañana (viernes) me ha preguntado el Confesor si había tenido también las señales (33); le he respondido que no. Serán también dolorosas esas, pero no tanto como lo de la cabeza.

¡Pobre Jesús! Me dejó estar cerca de una hora sola, pero luego vino, presentándose todo ensangrentado y diciéndome: «Soy el Jesús del Padre Germán». No lo' creía, ¿por 'qué? Porque siempre temo. Pronuncié aquellas palabras: «Bendito Jesús y bendita María» (34), y entonces comprendí. Me animó un poco, pero yo tenía interiormente miedo, por lo que me dijo: «No temas: .soy el Jesús del Padre Germáin». Me recomendó por sí mismo, sin que yo le dijera nada, que rogase por la Madre María Teresa del Niño Jesús, porque está en el purgatorio y sufre mucho. Me parece que Jesús la quiere pronto consigo.

Viernes, 3 de Agosto
+ Hoy he dormido un poco (35), luego me he sentido recoger interiormente; pasado el recogimiento noté que se me iba la 'cabeza: estaba con Jesús. ¡Qué contenta estaba! He sufrido mueho, sí, de la cabeza ;me he quejado un poquito, porque me dejaba sola. Le he pedido también que me haga saber cuándo la Madre María Teresa estará en el cielo. Me ha dicho: «Aun no, sigue sufriendo.» Hecomendé a mi pobre pecador, me dió la bendición a mí y a todos los miembros. del sagrado Colegio y me dejó muy satisfecha.

Esta tarde veía que no me iba a poder recoger; hice mis breves oraciones de la noche y me metí en la cama. A decir verdad, preveía algo de borrasca, porque Jesús hace días que me dijo: «Todavía una última batalla; el enemigo te tentará, pero será la última vez, y por ahora hasta». No pude dejar de darle gracias por la fuerza que me ha dado siempre, y le rogué no me faltase en el último trance, quiero decir, ayer tarde (36).

Me metí en la cama con intención de dormir; el. sueño no tardó en venirme, y en seguida se me apareció un hombrecillo muy pequeño, todo cubierto de pelo negro. ¡Qué espanto! Posó las manos sobre la cama, creyendo yo que iba a pegarme. «No, no- dijo - no te puedo pegar, no tengas miedo», y al decirlo se había alejado.
Llamé a Jesús en mi ayuda, pero no vino; no por eso me dejó : invocado su nombre, me vi luego libre; la cosa fué repentina.

+ Otras veces he llamado a Jesús, pero nunca había acudido tan pronto como ayer tarde. !Si hubiera visto luego la rabia del, demonio! Se revolcaba por tierra, blasfemaba, hizo un último esfuerzo para arrancarme el Crucifijo que llevaba conmigo, pero se retiró en seguida.

¡Qué bueno fué Jesús conmigo ayer tarde! El diablo,hecho ese último esfuerzo, me dijo que ya que no había podido conseguir nada, iba a atormentarme toda la noche. «NO» - le dije - Llamé al Ángel de mi Guarda, extendió sus alas, se colocó junto a mí,me bendijo y el diablo escapó. Sean dadas gracias a Jesús.
Esta mañana he sabidoque cuando el diablo se puso tan furioso, fué en el momento en que se me había aplicado el escapulario de la Virgen de los Dolores,. y ahora comprendo que su esfuerzo se dirigía - a quitármelo. Sean dadas gracias a la Madre Dolorosa (37).

Sábado, 4 de Agosto
Hemos llegado al sábado: es el día destinado para ver a rrn Mamá, pero ¿qué debo esperar?

Al fin he llegado a esta tarde (38). Me he .puesto a rezar el rosario de los Dolores. En principio estaba resignada, quiero decir, que me había conformado con el querer divino,· de pasar aquel sábado sin ver a Nuestra Señora de los Dolores; pero a Jesús le bastó mi intención y me contentó. No sé a qué punto del rezo;' me sentí recoger interiormente: al recogimiento, como dé ordinario, sucedió bien pronto la pérdida de la cabeza, y sin darme cuenta me hallé en presencia (según a mí me pareció) de Nuestra Señora de los Dolores.
Apenas la vi, sentí un poco de miedo. Hice lo posible por cerciorarme de que de verdad .era la Mamá de Jesús: -ella me dió pruebas inequívocas de serlo. Pasados unos instantes, me sen. tí llena de alegría; pero fué tanta mi emoción al verme tan in. digna delante de ella, y tanta mi alegría, que no pude pronunciar. palabra, contentándome con repetir el nombre de mamá.

Ella me miraba fijamente y se sonreía; se acercó para acariciarme y me dijo que me tranquilizase. Imposible, la satisfacción' y la emoción crecían, por lo que ella, temiendo tal vez no me hiciera mal (como otras veces ha sucedido, unl' en efecto, sin yo notarlo, el corazón, por el consuelo que encontraba en ver a Jesús, comenzó a latir con tanta fuerza que me vi obligada, por mandato del Confesor, a ceñirmeen ese lado una faja muy apre. tada), me dejó, diciéndome que me fuera a descansar. Obedecí en seguida,en un segundo me fuí a la cama y no tardó 'en vol. ver ; entonces ya me calmé.

+ Debo decir que en el primer momento en que veo estas cosas, estas imágenes (en las que muy bien puedo engañarme), siento miedo, pero al miedo sucede muy pronto la alegría (39). Pero, sea de ello lo que fuere, yo digo lo. que siento. Le hablé de algunas cosas mías, la principal fué que me llevase con ella al paraíso; me respondió: «Hija, todavía tienes que sufrir». «Allí sufriré - quería decirle -, en el paraíso'». «No _. me replicó-, en el paraíso ya no se sufre ; pero pronto te llevaré.»

Estaba junto a la cama, era muy hermosa y yo no me cansaba de mirarla. Le recomendé a mi, pecador: fué buena señal. También le recomendé a varias personas que me son queridas, en especial aquellas con las que tengo un deber tan grande de grao titud. Esto debo hacerlo también por orden de mi Confesor, el que la última vez me dijo) que pidiese fervorosamente por ellas a la Virgen de los Dolores, pues ya que yo no puedo _ hacer nada por ellas, que supla la Virgen Santísima, concediéndoles toda gracia.

Temía que me iba a dejar de un momento a otro, y por eso la llamaba muchas veces, diciéndole que me llevase con ella. Su presencia me hizo olvidar de mi protector el Cohermano Gabriel. Le pregunté por él y por qué no me lo había traído; me dijo: «Porque el Cohermano Gabriel quiere de ti una obediencia más exacta». Tenía que decirme una cosa para el Padre Germán; pero a esto último no me respondió.
Mientras hablábamos, me soltó la mano que me tenía cogida; no quería yo que se fuera, estaba a punto de llorar y me dijo: «Hija mía, basta; Jesús quiere de ti este sacrificio, te conviene que yo me vaya por ahora». Sus palabras me tranquilizaron: respondí serenamente: «Pues bien, el sacrificio está hecho». Me dejó. ¿Quién podrá describir al por menor lo hermosa y amable que es la Madre celestial? No, no hay cosa que se la pueda COmo parar. ¿Cuándo tendré la suerte de verla otra vez?

Domingo, 5 de Agosto
Hoy domingo he suplicado al Ángel tuviese la bondad de decir a Jesús que no podría hacer la meditación sobre la Pasión, porque no me sentía bien, que ya vería el hacerla por la tarde. Esta llegada, me encontraba sin ganas; me fuí a la cama, hice la preparación y quedé recogida. sólo interiormente. He de decir que la meditación de los domingos suele ser siempre sobre la Re· surrección o bien el paraíso; pero Jesús me da a entender que no quiere todavía de mí esta meditación, pues la mente vuela en seguida a algún punto de la Pasión. Hágase su voluntad.

Lunes, 6 de agosto
He llegado al 6 de agosto. Los días pasan, y yo siempre en el abismo de este mundo.

Esta tarde, mientras hacía mis oraciones, el Ángel de la Guarda se me ha acercado y golpeándome en la espalda me ha dicho: «Gema, ¿cómo tanta desgana para la oración? No le agrada a Jesús». «No - respondí ., -, no es desgana: hace dos días que no me hallo bien», Él añadió: «Cumple con diligencia tu deher, y ya verás cómo Jesús te ama más todavía». Se calló unos momentos, y luego me preguntó : «¿Y el Cohermano Gabriel)) «No sé.» «¿Cuánto tiempo hace que no le ves?» (Hace mucho,» «Esta noche te lo mandará Jesús.)) « ¿Cómo? Esta noche no quiero, desobedecería: el Confesor no quiere que venga de noche.» ¡Oh, con qué gusto le hubiera recibido! Le rogué queme lo enviase de día y pronto, para poder escribir aquella carta al Padre Germán. Supliqué al Ángel que fuese a Jesús y le pidiese para pasar la noche a mi lado. Desapareció en seguida.

Terminadas mis oraciones, me fuí a la cama. Cuando hubo recibido el permiso de Jesús, volvió; me preguntó: «¿ Cuánto tiempo hace que no ruegas por las almas del purgatorio? Hija mía, j piensas tan poco! La Madre María Teresa sufre mucho, ¿sabes?«. Desde la, mañana no había rogado nada por ellas. Me dijo que le agradaría que todo, por pequeño que fuese, tratándose de dolores, lo ofreciera por las almas del purgatorio». Toda pena, por pequeña que sea, las consuela mucho; aun eso poquito que podías haberlas ofrecido ayer y Iroy». Le respondí maravillada: «¡Si eran dolores del cuerpo!«, «¿también estos dolores alivian a las almas del purgatorio?», «Sí - me dijo -, sí, hija mía; todo padecimiento, por mínimo que sea las alivia.» Entonces le prometí que en adelante todo lo ofrecería por las almas de] purgatorio. Añadió: «¡Cuánto sufren esas almas! ¿ Quieres hacer algo esta noche por ellas? ¿Quieres sufzir?». « «¿Qué? -le dije -. ¿Es lo mismo que sufre Jesús los viernes?» «No - respondió -. No es lo de Jesús, son dolores corporales.» Le dije que no, porque Jesús no quiere que sufra fuera del jueves y el viernes. Pero como las almas del purgatorio, y en especial la Madre María Teresa, me son muy queridas, le dije que una hora sufriría de buena gana.

Le bastaron estas palabras, pues bien veía que, haciéndolo, fbabría desobedecido; me dejó dormito. Esta mañana, al despertarme, estaba continuamente a mi lado, me bendijo y se marchó.

Martes, 7 de Agosto
Ayer por la mañana el Ángel me 'prometió que por la tarde podria hablar con el Cohermano GabrIel (40). Llego la tarde tan deseada; el sueño quería vencerme, luego me sobrevino una agitación tal, que me llenó de espanto. Pero es que Jesús estaba a punto de darme ese consuelo, y cuando lo hace, antes o después, me da algún dolor. Siempre sea bendito +.

Al sentir esta agitación no veía a nadie, quiero decir, al día~,blo. Sólo que me sentía mal; la cosa duró poco. Me calmé pronto, me sentí de repente recogida, y en seguida lo de siempre: la ca, beza que se me fué y yo me hallé con el Cohermano Gabriel (41).

¡Qué consuelo sentí! Pero la obediencia no me permitía acercart me a él, para besarle el hábito y resistí. Lo primero que le prefgunté fué por qué tardaba tanto en dejarse ver. Me respondió kque es por culpa mía. Cosa de que estoy bien persuadida, pues 'i soy muy mala.

¡Qué hermosas cosas me dijo acerca del convento (42) y con qué energía! Parece como si los ojos le centelleasen. Por sí mismo, sin que yo le preguntara, me dijo: «Hija, dentro de pocos meses, entre la alegría de casi todos los católicos se verificará la fundación del nuevo convento». «Dentro de pocos meses?» -le contesté yo -, «Todavía faltan trece.» «Son pocos» añadió. Y sonriendo se volvió luego hacia un lado y se arrodilló, y juntando las manos, dijo así: «Virgen bendita, ya lo ves: aquí en la tierra se anda a porfía por la propagación del nuevo instituto; ea, te lo ruego, haz que sobreabunde la copia de los dones y favores celestiales sobre los que de él formarán parte. Aumenta su fuerza y aumenta también su celo. Todo será dádiva vuestra, ¡oh, Virgen bendita!»

Hablaba como si tuviera delante a Nuestra Señora de los Dolores; yo no veía nada, pero advertía la fuerza y la expresión con que decía estas palabras, cosa que me maravillaba; también él parecía fuera de sí.
Ahora dehería hablar del Padre Germán, pero el Confesor dice .que aquí no lo haga, porque ...

Hablé también de mi pobre pecador. Se sonrió: buena señal. Por fin me dejó llena de consuelo.

Miércoles, 8 de Agosto
Vengamos a esta mañana. Apenas salí del confesonario, me vino a la mente el pensamiento .. de que a mi parecer el Confesor disminuye demasiado mis pecados, cosa que me intranquilizó. Para calmarme se me acercó el Ángel de la Guarda. Estaba en la iglesia, y pronunciaba en voz alta estas palabras. «Vamos a ver: ¿ a quién quieres creer, al Confesor o a tu cabeza? ¿Al Confesor que tiene continuas luces y asistencia, que tiene mucha capacidad, o a ti, que no tienes nada de nada? ¡Soberbia! - me decía-, ¡quieres hacerte maestra y guía del Confesor!» No pensé más. Hice un acto de contrición y comulgué.

Jueves, 9 de Agosto
También hoy, después de haber sostenido una gran batalla con elenemigo auxiliada de Dios, ha venido el Ángel de la Guarda, que riñéndome y muy severo me ha dicho: «Hija, acuérdate de que faltando a la obediencia, sea en lo que fuere, cometes siempre pecado. ¿Por qué eres tan reacia a obedecer al Confesor? Acuérdate también que no hay camino más seguro y breve que el ae la obediencia.»
¿Y a qué viene hoy todo esto? Por mi culpa. Merecería cosas peores, pero Jesús usa siempre conmigo de misericordia.

¡Ay de mí, qué repugnancia siento esta tarde! Desde esta mañana me siento muy cansada, es todo desgana, mala voluntad, pero con la ayuda de Dios quiero vencerme (43)

Es jueves y por eso me encuentro tan impaciente. Cuando llega esta tarde me sucede siempre lo mismo. Sí, padecer, padecer por los pecadores, y de una manera particular por las pobres almas del purgatorio, sobre todo por ... (44). Ya sé por qué se apodera tan pronto de mí esta desgana. Otras tardes me venía pocas horas antes. Es porque hoy me dijo el Ángel que Jesús quería hacerme sufrir esta tarde una hora más, esto es, dos horas. Comenzarfa a las nueve, y ello por un alma del purgatorio. Sin permiso del Confesor, pero acostumbra a no reñirme por ello, al contrario lo quiere y lo puedo hacer muy bien.

Ayer tarde (45), a eso de las nueve, o poco menos, . comencé a sentirme un poco mal, me fuí pronto a la cama, pero hacía rato que venía sufriendo. El dolor de cabeza era extraordinario, el menor movimientoque hacía me causaba penas terribles. Sufrí dos horas, como Jesús quería, por la Madre Teresa, luego me desnudé con mucho trabajo y me metí en la cama, comenzando la hora. Fué muy dolorosa, pero en compañía de Jesús, ¡qué no se haría!

Viernes, 10 de Agosto
Me dijo la tarde anterior el Ángel de la Guarda que me haría tener la corona de espinas en la cabeza hasta las cinco del viernes. Fué verdad, porque hacia esa hora comencé a recogerme un poquito, me escondí en la iglesia de los Franciscanos y allí vino Jesús a quitármela de nuevo, estuve siempre sola. ¡Qué muestras me dió de cariño! Me animó de nuevo a padecer y me dejo en un mar de consuelos.
Tengo que decir, sin embargo, que a las veces, sobre todo el jueves por la tarde, se apodera de mí una tristeza tal, pensando que he cometido tantos pecados, los que todos me vienen a la memoria, que me avergüenzo de mí misma y me aflijo sobremanera. Ayer tarde, pocas horas antes, me sobrevino también esta vergüenza y este disgusto, y sólo puedo hallar un poco die alivio sufriendo eso poquito que Jesús me manda, y ofreciéndolo por los pecadores, en especial por mí, y luego por las almas del purgatorio.

¡Cuántos consuelos me da Jesús! ¡De cuántas maneras me prueba que me quiere! Todas son cosas de mi cabeza, pero si obedezco, Jesús no permitirá que me engañe. El jueves por la tarde me prometió que durante estos días, que faltará la señora Cecilia, haría que no me faltase nunca el Ángel de la Guarda. Me 10 dió ayer tarde y no me ha vuelto a dejar ni un solo momento.

Esto lo he observado varias veces, p,ero nunca se 10 he dicho al Confesor. Hoy, en cambio, lo digo en seguida. Si estoy con otras personas, el Ángel de la Guarda no me deja nunca, pero si estoy a solas con él, en seguida me deja (quiero decir que no se hace ver de' mí, si no es para darme algún aviso). Lo propio sucedió hoy, ni siquiera un minuto se ha separado de mí. Ya hable, ya rece, ya haga cualquier cosa, él me lo dice. Jesús quiere que no me engañe.

Esto me maravilla mucho, y me he visto obligada a preguntarle: «¿Por qué, cuando está la señora Cecilia, no apareces nunca?» Me ha contestado: «Porque nadie, fuera de ella, sabe hacer mis veces. i Pobre niña - añadió -, eres tan pequeñina, que necesitas quién te lleve de la mano! Ahora te llevaré yo, no temas, pero obedece, porque, si no, pronto ... » (46).
He ido a confesarme, he dicho la cosa al Confesor (se lo había también escrito) (47); me explicó lo que yo no había entendido, y ahora lo entiendo todo.

Sábado, 11 de Agosto
Es sábado, voy a comulgar; ¿ qué haré? De todos modos quiero obedecer. i Si pudiera conseguir una visitilla de mi Mamá! Pero no, me recuerdo del pecado que cometí ayer tarde. Es verdad que esta mañana me he confesado en seguida, mas no importa, la Virgen a mí no me perdona tan fácilmente. Me quiere perfecta.

Estamos en la tarde del sábado. ¡ Dios mío! ¡ Qué castigo! El mayor castigo que puedes darme es privarme de la visita de María. Santísima, y es precisamente cuando se acerca el sábado cuando cometo siempre alguna falta......

Domingo, 12 de Agosto
He llegado al domingo. ¡Qué desgana, qué aridez! Sin embargo, no quiero dejar mis ordinarias oraciones.

Miércoles, 15 de Agosto
En este estado de aridez yde falta de Jesús he durado hasta hoy miércoles. Desde el viernes no le he vuelto a sentir. El Gonfesor me asegura que es en castigo de mis pecados o para ver si puedo pasar sin Jesús y estimularme a amarlo todavía más. He estado siempre sola, quiero decir, sin Jesús. El Ángel de la Guarda no me ha dejado ni siquiera un segundo, y no obstante, ¡cuántos defectos y cuántas faltas en su presencia! ¡Dios mío, tened misericordia de mí! He comulgado todos los días, pero Jesús como si no existiera. ¿Querrá Jesús dejarme también sola en una solemnidad tan grande como es ésta? La Comunión la he hecho con algo más de consuelo, pero sin sentir a Jesús. He rogado mucho durante estos días, porque quiero una gracia de Jesús.

Hoy la Madre María Teresa tiene que ir al paraíso. ¿Cómo saberlo? Recogerme no puedo, si no estoy en lugar seguro. El Ángel de mi Guarda estará hoy de guardián ante mi puerta.

Son las nueve y cuarto de este gran día. Siento como de costumbre un recogimiento interior. He pedido al Ángel de la Guarda que vigile y que nadie vea nada. Me he escondido en una celda de las monjas (48).
Al poco rato el recogimiento se convirtió en arrobamiento, (No crea quien lea estas cosas nada de cuanto digo, pues puedo muy bien engañarme). ¡Que Jesús no lo permita! Lo digo por obediencia y me, sujeto a escribirlo con gran repugnancia.

Eran cerca de las nueve y media, leía (49), de repente me vi, sacudida por una mano que venía a posarse con mucha suavidad sobre mi hombro izquierdo. Me volví asustada: tuve miedo, estuve a punto de llamar, pero me contuve. Al volverme, vi a una persona vestida de blanco. Conocí que era una mujer; la. miré, y su mirada me dió a entender que no temiera nada: «Gema - me dijo, pasados unos momentos -¿me conoces?» Dije que no, porque así era en efecto. A lo que añadió: «Yo soy la Madre Teresa del Niño Jesús. ¡Gracias por la mucha solicitud que te tomas a fin de que pueda ver pronto la gloria del cielo».

Todo esto sucedía estando yo despierta y con pleno conoeimiento de mí misma. Aun añadió: «Pide todavía, que aun me quedan algunos días que sufrir». Y al decírmelo me acarició y se fué,

Aquellas sus miradas, he de decirlo, me inspiraron mucha confianza. Desde ese punto redoblé mis oraciones, para que pronto pueda alcanzar su fin; pero mis oraciones son muy pobres, quisiera que para las almas del purgatorio gozaran de la virtud de las oraciones de los Santos.

Desde ese momento sufrí continuamente, hasta cerca de las once, que ya no podía estar sola. Sentía dentro de mí cierto recogimiento, y un cierto deseo de ponerme a. orar, pero ¿cómo hacer? No podía. j Cuántas veces tuve que insistir! Por fin conseguí el anhelado permiso, y me fuí con mi Mamá. Fueron breves instantes, pero j cuán preciosos!

Por mi mal comportamiento, Jesús no permitió que la Virgen viniera como de ordinario sonriente, sino triste (de lo que yo era la causa). Me riñó un poco, pero se alegró también de una cosa (que creo oportuno callar aquí), cosa que dió también mucho' consuelo a Jesús, y fué precisamente en premio de ella por lo que vino (la Virgen), aunque, como he dicho, seria. Me dijo algunas palabras, entre las cuales recuerdo: «Hija cuando esta mañana me vaya al cielo me llevaré conmigo tu corazón».
Y entonces me pareció que se me acercaba... me lo quitó, lo tomó consigo en sus manos, y me dijo: «No temas nada, pro· cura ser buena, yo tendré tu corazón siempre conmigo allá arriba y en mis propias manos». Me dió la bendición aprisa, y al marchar pronunció todavía estas palabras: «A mí me has dado el corazón, pero Jesús quiere también otra cosa». «¿Qué cosa?» - le dije -. Y me respondió: «La voluntad», y luego desapareció:
Me vi en el suelo, pero esto de caer, sé muy bien cuándo sucedió, cuando hizo ademán de acercarse y quitarme el corazón(50).
Aunque estas cosas en el primer momento me asustan, acaban siempre por ser cosas de infinito consuelo para mí.

Jueves, 16 de Agosto
Es jueves. Se apodera de mí la acostumbrada repugnancia; el temor de perder mi alma me asusta; el número de mis pecados y su enormidad, todo se me presentaba delante. ¡Qué agitación! En esos momentos el Ángel de la Guarda me sugirió al oído: «Pero la misericordia de Dios es infinita». Me tranquilicé.

Pronto comencé a padecer de la cabeza: serían como las diez. Cuando me hallé sola, me eché en la cama, sufrí un poco, pero Jesús no tardó en presentarse, demostrando que también él sufría mucho. Le recordé a los pecadores, por los que él me animó a ofrecer al Eterno Padre todos mis ligeros padecimientos.

Mientras estaba con Jesús se dió cuenta, y me preguntó: « …
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