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Libano
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TEOLOGÍA DEL ACTO DE LA FE SEGÚN PAVEL FLORENSKY _ 35 Una experiencia personal ha de sustituir a los conceptos del entendimiento, abocando, por tanto, a lo desconocido, a lo aconceptual. Por eso, para …Más
TEOLOGÍA DEL ACTO DE LA FE SEGÚN PAVEL FLORENSKY _ 35

Una experiencia personal ha de sustituir a los conceptos del entendimiento, abocando, por tanto, a lo desconocido, a lo aconceptual. Por eso, para llegar a “la fuente del conocimiento”, el entendimiento que busca la verdad se encuentra en una situación paradójica: «la fe consiste en pasar de la verdad del mundo, asertórica y dada, a la Verdad del dogma, apodíctica, pero todavía no dada; en preferir al aquí dudoso, aunque presente, el allí cierto, pero todavía no actual». Es el carácter futuro de los bienes de la fe. Por eso el acto de fe se presenta como un salto a lo desconocido:
«Para pasar al dominio de la Verdad, hay una última condición que se presenta como el puente levadizo de un castillo. Entre el terreno ya recorrido del conocimiento de los conceptos relativos a la Verdad (que postula, y que es, por tanto, hipotético), y el dominio supuesto, exigido, del conocimiento intuitivo, es decir, el conocimiento de la Verdad (efectiva, comprendiendo su propio fundamento, y, por tanto, absoluta) existe un foso que no se puede bordear, por encima del cual no hay ningún medio de saltar. Se trata de hecho de situarse sobre un terreno completamente nuevo, del cual no tenemos ninguna idea. No sabemos ni siquiera si este terreno nuevo existe. No lo sabemos, porque los bienes espirituales que buscamos se encuentran fuera del dominio del conocimiento carnal: representan lo que “el ojo no vio y el oído no ha escuchado, y no ha llegado hasta el corazón del hombre”. Ahora bien, este puente que conduce hacia alguna parte, quizá hacia el otro borde, supuesto, del abismo, hacia el Edén de las alegrías espirituales sin ocaso, o que quizá no conduce a ningún sitio, es la fe».
La fe cuenta con dos ayudas (lo signos internos y externos de la fe): la gracia que orienta internamente a la razón, y la credibilidad que la misma razón descubre en la fe.