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Fundamentos (ateos) de la moral

Fundamentos (ateos) de la moral

Bruno, el 27.05.15 a las 3:10 AM

Hoy traemos al blog el comentario que hizo hace tiempo uno de los lectores ateos, Ramontxu, sobre los fundamentos de la moral, en respuesta a algo que había dicho yo. Por su longitud y su interés, me pareció apropiado convertirlo en un artículo completo, junto con mis comentarios. Como ya sabrán los lectores más antiguos, una de las riquezas de este blog es la presencia de una serie de ateos y agnósticos residentes que aportan muchas veces cuestiones nuevas o enfocan las mismas cuestiones de maneras diferentes. A mí, al menos, siempre me hacen pensar.

En este caso, el comentario es especialmente interesante, porque no se limita a criticar la moral cristiana, sino que también ofrece su propia visión (atea) de la moral. A mi juicio, ahí es donde la discusión fructífera comienza de verdad. Criticar es fácil, ofrecer alternativas no lo es tanto. Y someter esas alternativas al análisis comparativo para ver si realmente son mejores aún menos. En ese sentido, el esfuerzo de Ramontxu por aportar algo a la discusión más allá de una mera crítica “desde la barrera” es digno de elogio y yo personalmente se lo agradezco mucho.

Es un tema que sería mucho mejor discutir sentados al fresco de la tarde, con una cerveza o un refresco en la mano, pero como eso no es posible, lo haremos disparando electrones por cables y golpeando satélites con ondas invisibles. Mis comentarios, como siempre, van en rojo. Sin duda, los lectores podrán añadir los suyos.

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Ése es, efectivamente, el quid de la cuestión: ¿cuál es el fundamento de la moral?

[Como veremos, la aportación de Ramontxu tiene dos partes. En la primera parte, critica la moral católica. En la segunda, ofrece su propia visión de los fundamentos de la moral, desde una cosmovisión atea moderna]

Para ti, para los cristianos, el fundamento de la moral es Dios. [Cierto, pero creo que no en el sentido en que lo dices] Es bueno lo que Dios dice que es bueno y malo lo que Dios dice que es malo. Dicho así queda muy crudo, porque Dios aparece como un mandón caprichoso y el hombre como un pelele a su disposición, [Muy buena apreciación. Es un argumento muy válido y, de hecho, estoy totalmente de acuerdo con él. Con una pequeña matización: esa concepción de la moral que tan sensatamente rechazas no tiene nada que ver con lo que creen los católicos. En realidad, es la postura de los calvinistas y los musulmanes (y, en menor medida, de los luteranos), rechazada sin ambages por la Iglesia Católica. A diferencia de calvinistas y musulmanes, para los católicos la ley divina/natural no es producto de la mera voluntad de Dios, de manera que Dios podría decir mañana que el asesinato de un inocente es bueno o que la mentira es mejor que la verdad, por ejemplo. Como no podría ser de otra manera, las normas morales son reflejo tanto de la voluntad como de la misma esencia eterna e inmutable de Dios, es decir, de lo que Dios es y, por lo tanto, de lo que son todas las cosas, porque todas las cosas han sido creadas por Dios. En ese sentido, la ley moral forma parte de la esencia de la realidad] así que tratas de suavizarlo de alguna manera pero sólo logras aportar juegos de palabras y expresiones contradictorias como las siguientes [Bueno, veamos si es cierto y si efectivamente las expresiones son contradictorias. Eso suele ser algo relativamente sencillo de descubrir (porque la lógica interna es más fácil de analizar que la verdad de las proposiciones); después haremos lo mismo con tu propuesta]:

- “La moral no es algo externo al hombre porque está “inscrita en lo más profundo del hombre” en forma de “ley natural””. — Ya he comentado que esta afirmación no es cierta porque, si lo fuera, todos los hombres de todas las épocas y culturas tendrían la misma moral (aunque no siempre obraran según ella), y sabemos que no es el caso, ni de lejos.[Non sequitur. Es decir, la conclusión no se sigue de las premisas. Es como si dijéramos que el hombre no tiene el instinto de comer porque hay gente que hace huelgas de hambre y existen los anoréxicos. En realidad, lo único que muestras es que esa comprensión de la ley natural está oscurecida muchas veces, algo con lo que cualquier católico está de acuerdo. Cuanto más cerca estemos de los preceptos fundamentales, como los mandamientos, más evidente es la ley natural, pero cuanto más avancemos hacia temas menos nucleares o más complicados, lo previsible es que no todo el mundo los entienda bien. Eso es algo totalmente normal y una consecuencia del pecado. No estoy diciendo nada extraño, todos hemos visto, por ejemplo, que si alguien se acostumbra a robar o a ver pornografía, las primeras veces se siente culpable pero luego termina por acostumbrarse y le parece algo normal. El pecado, cuando se convierte en un vicio, va destruyendo la sensibilidad moral. Sucede exactamente lo mismo con la verdad: el ser humano es consciente de que la verdad es mejor que el error, pero eso no significa que no se equivoque en muchas cosas concretas. Y también del mismo modo, unos errores llevan a otros y la permanencia en errores importantes conlleva a menudo una dificultad extra en percibir la verdad] Pero aunque fuera cierta, eso no convertiría a la ley natural en algo propio del hombre sino que seguiría siendo una ley impuesta. [De nuevo, partes de una mala comprensión de la posición cristiana. La ley moral tal como la entienden los católicos no es algo externo, decidido más o menos arbitrariamente e impuesto a los hombres, como una ley humana. Dios ha creado al hombre, le ha dado el ser. Por lo tanto, por definición, no puede haber nada más propio del hombre que lo que viene de Dios, porque el mismo ser del hombre es creación de Dios. Es decir, que la ley moral venga de Dios no hace que sea algo ajeno o impuesto desde fuera al hombre, porque el mismo hombre también viene de Dios y, en consecuencia, no hay nada que sea más humano o más intrínseco al propio ser del hombre que la ley de Dios, que es parte de su propio ser creado] Si “está inscrita en lo más profundo del hombre” sigue siendo porque alguien, ajeno al hombre, la ha inscrito ahí sin mediar la voluntad humana[¿Y qué? Esto es una objeción propia de adolescentes, para los que lo único que importa es lo que quieren ellos, porque creen que su ombligo es el centro del mundo, pero lo cierto es que la inmensa mayoría de lo que sucede en el mundo no depende de lo que quiere el adolescente. La maduración consiste, precisamente, en aceptar eso y salir de la burbuja egocéntrica. Lo mismo sucede con la moral. Uno, si quiere, puede actuar como un adolescente y decir que lo bueno y lo malo es lo que él diga y ya está, pero la maduración moral reside, precisamente, en salir de esa burbuja egocéntrica. La ley moral, como la realidad entera, te recuerda cada día que tú no eres el centro del universo. La respuesta de uno puede ser: pues entonces me enfado y dejo de jugar, pero eso no es un argumento, es una rabieta]. Sigue siendo “lo que Dios dice”, no lo que el hombre dice. Sigue siendo una ley caprichosa [Esto es una afirmación gratuita; como ya vimos, eso se podría aplicar, en parte, a la postura calvinista o musulmana, pero no a la postura católica] y no humana [Como también hemos visto, no hay nada más humano que la ley divina] y tanto más cruel cuanto que la llevamos supuestamente inscrita en el corazón como un grillete del que no nos podemos librar [Triste y horrible interpretación. Con esa argumentación, habría que decir que la existencia es igualmente cruel, porque no hemos decidido existir sino que hemos recibido la existencia sin pedirla. O que la verdad es inhumana y un cruel grillete, porque no podemos decidir a nuestro gusto lo que es verdadero o no. En cualquier caso, me ha encantado esta frase tuya, porque me ha parecido especialmente reveladora. Revela, en efecto, la gran diferencia entre la cosmovisión cristiana y la atea. Asimismo, muestra de alguna forma la mutación del ateísmo: desde el optimismo ingenuo del ateísmo cientifista de los siglos XVIII y XIX al actual ateísmo solipsista y desesperanzado, para el que todo lo que no es la propia voluntad es un grillete y una carga, como ya planteó Sartre: el infierno son los otros. En cambio, los cristianos somos los que hemos descubierto que tanto la verdad, como la realidad o la moral son exactamente lo contrario: dones, regalos llenos de amor. La vida no es una condena, sino que tiene sentido. Con Dios, la ley moral no es un peso terrible, sino la flecha que señala a la plenitud y a la felicidad del hombre].

- “… hay cosas malas y cosas buenas: es algo objetivo que tú no decides, pero eso no elimina tu libertad, sino que, al contrario, la fundamenta”. — Si yo no decido lo que es bueno y lo que es malo, mi libertad se reduce elegir entre obedecer y no obedecer. [De nuevo, non sequitur. Primero, porque muchas de las cosas que hacemos no son una elección moral, ya que se refieren a objetos moralmente indiferentes. Además, dentro de las acciones morales y también de las inmorales hay infinitas gradaciones, entre las que hay que elegir. No es lo mismo llamar tonto a otro comentarista que causar un genocidio en Ruanda; no es igual ayudar a una ancianita a cruzar la calle que hacerse misionera de la caridad y dar la vida ayudando a los moribundos de Calcuta. Hay un inmenso espacio para la mediocridad burguesa, el heroísmo de los santos, las pequeñas bondades ocultas, la mezquindad de un corazón estrecho e incluso la maldad más terrorífica. La realidad, gracias a Dios, es incomparablemente más rica que esa caricatura que presentas. Ciertamente, la cuestión de obrar bien o mal es fundamental, pero eso no empobrece la vida humana, sino que la ordena, la hace posible] ¡Vaya birria de libertad, Bruno! Con esa afirmación no haces más que reforzar la imagen de que el hombre es un pelele sin voluntad propia, en manos de Dios [Esto y lo anterior es un gran error, no ya de comprensión de la moral, sino de comprensión de la realidad en general. La realidad no se mide por lo que “yo digo” o por lo que a mí me parece una birria o estupendo, sino por lo que es o no es real. Eso es lo que importa. Que te parezca una birria o no es irrelevante. Por otra parte, cualquiera que haya leído una vida de santo, por ejemplo, repleta de aventuras, dramatismo, hazañas, una valentía asombrosa, la generosidad de dar la vida por otros, etc. sabe que eso no es cierto. Toda la literatura de siglos y siglos, las grandes obras dramáticas, incontables héroes de ficción y reales han mostrado el dramatismo de la vida humana dentro de una recta comprensión de la moral, del bien y del mal. De hecho, sucede exactamente lo contrario: con una libertad humana absoluta, que decide lo que es bueno y malo al estilo de lo que propone Renzo, desaparece para siempre el dramatismo de la libertad y, con ella, todas las obras dramáticas de la historia.].

- “… no es que Dios decida lo que está bien y está mal… Dios no es una especie de humano superpoderoso, es mucho más que eso. Dios es la verdad y Dios es el bien”. — Ésta parece una frase muy profunda pero ¿qué quiere decir, en realidad, Bruno? El mundo de las ideas de Platón no existe. El “Bien” con mayúscula, no es más que una palabra sin contenido real. Si identificas a Dios con eso, estás diciendo que Dios no existe, que no es más que una elucubración. [Esto es una afirmación categórica, sin ningún tipo de argumento. Como dice el principio clásico: gratis asseritur, gratis negatur, lo que se afirma arbitrariamente, se puede negar arbitrariamente, no hace falta rebatirlo. Que tú digas que Bien con mayúscula es una elucubración no hace que sea cierto. Me parece muy bien que lo pienses, pero no es un argumento] Lo que hay son cosas buenas y cosas malas y, o Dios decide lo que está bien y lo que está mal, o no lo decide y, en éste caso, está supeditado a ello y deja de ser Dios [Como esto sí que es un argumento, se puede y debe rebatir. En este caso, el fallo es que hay un tertium quid. Se plantea la cuestión erróneamente como o bien A o bien B, pero se ha olvidado que existe una opción C. Como ya he dicho varias veces, Dios no es un superhombre, sentado sobre una nube y diciendo a los seres humanos lo que deben hacer. Si lo imaginas así no entiendes nada de lo que los cristianos llaman Dios. Lo que está bien o está mal es un reflejo de la misma esencia de Dios, porque Dios es el Bien, la Verdad y la Belleza. No tiene sentido decir que Dios está supeditado al bien, porque él mismo es el Bien y carece de sentido hablar de que alguien está supeditado a sí mismo. Cuando hacemos el bien, nos parecemos a Dios, que es el Bien, nos acercamos más a nuestra felicidad, que también está en él, y nuestra vida se hace más plena y más humana].

Así pues, por muchos eufemismos y frases rimbombantes que emplees para dorar la píldora, el resumen de tu visión sigue siendo, en román paladino, que Dios dicta la moral y se la impone al hombre. En ese esquema las palabras “bueno” y “malo” pierden todo su sentido porque son caprichos de Dios. Pretendes que la de Dios es una moral “objetiva”, cuando en realidad es lo contrario: es subjetiva (de Dios) y arbitraria [Como hemos visto, no sucede nada de eso. Plantearlo así viene de un comprensible desconocimiento de lo que enseña el cristianismo y una confusión con las mitologías que tenían diosecillos al modo humano que, ciertamente, resultaban ridículos para la gente que pensaba. Esto es lo que los ingleses llaman un “hombre de paja”, es decir, una caricaturización de lo que piensa el oponente, para ridiculizarlo. Si se hace eso, es imposible discutir. Lo primero que hay que hacer en una buena discusión es tomarse en serio lo que afirma el otro y entender su lógica interna, si la tiene. Dios es otra cosa, como ya hemos visto.].

Frente a ese esquema, yo digo que el origen y medida de la moral es el hombre [si el origen y la medida de la moral fuera el hombre, entonces no habría nada bueno ni malo, porque el origen y la medida de la moral serían tanto la heroicidad de un médico que se desvive por sus pacientes como los crímenes de un torturador sádico]. Es bueno lo que es bueno para el hombre [Esta frase no significa mucho. Basta trasladarla a cualquier otra cosa: es verde lo que es verde para el hombre. Lo definido no puede estar en la definición]. Si se trata de algo que sólo afecta a una persona, es bueno lo que es bueno para esa persona y, si se trata de algo que afecta a más personas o a toda la sociedad, es bueno lo que sea bueno para más personas [Ídem. Una definición que incluye el término a definir no define nada. Es, más bien, una forma de evadir la cuestión fundamental de qué es lo bueno]. Ésta sí que es una moral totalmente objetiva, porque el bien del hombre es objetivo. [En realidad, o bien no quiere decir nada o quiere decir exactamente lo mismo que dicen los cristianos, como veremos] Esto sí que es algo que está grabado en el corazón del hombre y no porque alguien lo haya puesto allí, sino porque forma parte de lo que el hombre es. [Je, je. Me alegro de que coincidas con lo que los cristianos hemos dicho siempre. Esto es exactamente lo que he dicho yo que creemos/sabemos los cristianos. No es que Dios diga que algo es bueno y ya está, al estilo de una ley humana o de un diosecillo griego, sino que Dios ha creado el mismo ser del hombre y ese ser del hombre, esa naturaleza humana, por su propio ser pide unas cosas y aborrece otras. Por ejemplo, el hombre, como ser racional, está hecho para contemplar la verdad y amarla. Su ser más íntimo le dice que la verdad es mejor que el error. Por eso mentir es malo. Y por eso en ello coinciden cristianos, ateos y budistas. Si yo hubiera modificado tu texto maliciosamente para hacerte quedar mal, enseguida me habrías acusado de actuar mal. Y con razón. Porque tu naturaleza humana es igual que la mía y por eso ambos partimos de que mentir es malo. Eso es la ley natural. Es cierto que la cuestión a veces se hace compleja, por ejemplo cuando ese bien se contrapone a otros más inmediatos o cuando no es fácil ver dónde está la verdad, etc. Pero la realidad fundamental evidente para cualquiera es que la verdad es mejor que el error y por eso todo ser humano sabe que mentir es malo, aunque mienta en algunas ocasiones sabiendo que hace mal y en otras se engañe para convencerse a sí mismo de que está haciendo bien al mentir.] Aquí sí que hay verdadera libertad, porque es el hombre el que decide las normas, el que decide el camino a seguir. [Por un lado, eso no es un argumento contra la moral cristiana, porque que el hombre decida libremente el camino a seguir es parte fundamental de esa moral cristiana: la libertad humana. Si eliges entre hacer el bien y hacer el mal, como hace un cristiano, por definición estás decidiendo el camino a seguir, luego es absurdo señalar eso como una diferencia entre tu moral y la cristiana. Por otro lado, que alguien decida cuáles son sus propias normas en cada momento es exactamente lo mismo que decir que ese alguien no sigue ninguna norma, porque ambas cosas son indistinguibles]

Por supuesto, tú dices que esta moral humanista es caprichosa, subjetiva y que, en ella, todo da igual, que da igual matar a niños o maltratar a mujeres que no hacerlo… pero eso es porque no eres capaz de [Esto es lo que se suele llamar bulverismo. En vez de responder a un argumento, se alega: “dices eso porque eres malo/un hombre/una mujer/ de derechas/ de izquierdas”. De esa forma, lo único que se consigue es desviar la cuestión mediante un ataque, sin responder a los argumentos que es lo que importa. Es necesario señalar que no has respondido a la objeción: si cada uno decide lo que es lo bueno sin ningún estándar externo, puede igualmente decidir que lo bueno es matar niños o maltratar mujeres y no hay forma alguna de decir que eso es peor que defender a los niños o respetar a las mujeres, porque no hay ningún estándar externo en que basarse para ello] salir de tu esquema de pensamiento en el que el Bien, la Verdad, la Justicia… son realidades eternas que están por ahí, flotando, (o en nuestro corazón, da igual) y que lo que tenemos que hacer es descubrirlas y someternos a ellas. [Si no hay que descubrir lo que es bueno y someterse a ello, es que según tu postura lo que es bueno no es algo objetivo, porque por definición lo objetivo debe descubrirse y no depende de lo que queramos o no… pero como el párrafo anterior dijiste que el bien del hombre era objetivo, no se puede evitar la conclusión de que tu postura es contradictoria consigo misma] En realidad, es en ese esquema tuyo en el que todo da igual. Si yo no decido lo que es moralmente bueno, sino que me viene dado, en ese caso sí que todo da igual: da igual lo que yo piense o quiera o me convenga. [Otro evidente non sequitur, basado en que “da igual” no significa mucho en concreto. Eso que te parece tan malo en la moral católica es justamente la definición de la realidad, no sólo en el campo moral, sino en todos los campos. La realidad es la que es, al margen de lo que yo piense o quiera o me convenga. Y si la moral es real, por definición tiene que tener las características de lo real. Algo que depende de lo que yo pienso, quiero o me conviene es lo que llamamos imaginaciones, gustos o deseos, pero no la realidad y desde luego no la moral, porque nadie confunde que te gusten más las salchichas que las berenjenas con una realidad moral] Puedo desobedecer, sí, pero ¿para qué? [Esto no tiene sentido, hasta donde yo puedo ver. De hecho, todos sabemos que lo opuesto es lo cierto, lo interpretemos como lo interpretemos. Todos tenemos la experiencia de saber que algo es lo bueno y hacer otra cosa, conscientes de que estamos haciendo mal. De ahí viene la experiencia, común a todo ser humano que no sea un sicópata, de arrepentirse de algunas cosas. Si uno decidiese por sí mismo, sin estándar fijo y en cada momento lo que está bien y lo que está mal, entonces el arrepentimiento no tendría sentido: en ese momento decidiste que eso era lo bueno y, por lo tanto, lo que hiciste estaba bien]

Tú dices que la tarea es descubrir esa moral “objetiva” que nos preexiste. Yo digo que la tarea es decidir la moral, de una manera objetiva [Evidente contradicción. Si tú lo decides, eso es lo que se denomina subjetivo, porque es el sujeto el que lo decide. Lo objetivo es lo que no depende de la voluntad del sujeto. Si quieres, puedes defender que lo bueno es aquello que tú decidas que es, pero desde luego no puedes llamar a eso “objetivo”, porque es exactamente lo contrario de lo que significa esa palabra. Si lo haces, lo más probable es que te estés engañando a ti mismo], con el bien del hombre como finalidad y usando la razón [Como ves, vuelves a utilizar un argumento circular. No tiene sentido hablar de decidir la moral (que es lo mismo que decidir qué es el bien en cada caso) con “el bien del hombre como finalidad”. SI el bien es el fin, eso quiere decir que ya es algo fijo, algo que está dado y no puedes decidirlo, porque de otro modo estás corriendo a toda velocidad hacia ningún sitio en particular. Esa postura es inmediatamente contradictoria consigo misma. La razón se utiliza precisamente para descubrir la verdad sobre algo, no para inventar esa verdad (porque una verdad inventada ya no es verdad). La bondad o maldad morales se descubren, no las inventamos. Si las inventáramos serían lo que llamamos gustos].

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MI CONCLUSIÓN:

La idea que tiene Ramontxu sobre la moral católica no es correcta, ni siquiera se acerca. Ya sea porque no hemos sabido explicársela bien, porque ha bebido de fuentes contaminadas que la deforman o porque el relativismo ha socavado tanto la filosofía moderna y la ha debilitado hasta tal punto, que esta última apenas puede afrontar las grandes cuestiones y tiende a evitarlas o desestimarlas a priori. Las caricaturas de los conceptos cristianos de Dios, de la ley natural o del Bien están muy extendidos y casi siempre hay que despejar ese malentendido (a veces con gran dificultad, porque se mezcla con otros prejuicios o con puntos ciegos de las filosofías modernas) antes de poder hablar seriamente de la cuestión.

Dicho eso, me parece especialmente interesante la parte dedicada a exponer su propia concepción de la moral, que sin duda firmaría un grandísimo número de personas. Esa concepción muestra lo mismo que yo he visto hasta el momento en todos los ateos y agnósticos que han hablado de sus principios morales en el blog. Se trata, sin excepción, de personas que podríamos llamar “decentes”, en el sentido de personas con principios morales que intentan cumplir sinceramente. Sin embargo, colocados sus fundamentos sobre esa ideología, su moral es inmediatamente contradictoria consigo misma: bondad objetiva decidida por el sujeto; cada uno decide qué es lo bueno y qué es lo malo pero que no a nadie se le ocurra calumniarme, ser un pederasta o comportarse como un hipócrita, porque ahí no valdrá de nada que él haya decidido que eso es lo bueno; la moral cristiana es opresora porque no depende de mi voluntad, pero en todos los demás ámbitos lo maduro es aceptar que la realidad es la que es y no la que yo quiero; el origen y la medida de la moral es el hombre… inmoral. Y así todo.

No digo esto para atacar a Ramontxu o los demás ateos o agnósticos que acuden al blog. Al contrario, es un sincero elogio. A pesar incluso de su ideología, en la vida se mantienen fieles a la ley natural en la medida en que pueden, porque son conscientes de su valor. Sus presupuestos gnoseológicos y metafísicos llevan necesariamente a decir que es igualmente moral aplastar la cabeza a un niño que salvarlo de la muerte, pero como son seres humanos decentes, se niegan a sacar esas conclusiones y prefieren prescindir de la lógica que traicionar a ese Bien que niegan ante los hombres. En los procelosos mares de la bondad y la maldad, como si de un heroico almirante Méndez Núñez se tratara, Ramontxu proclama: mejor moral sin lógica que lógica sin moral. Y yo me quito el sombrero ante él por ello. Aunque él no lo sepa, Dios un día se lo premiará.

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