04:41
El Bautismo que Juan impartía no era igual que el Sacramento del Bautismo que nosotros hemos recibido. Nosotros no somos bautizados con el bautismo de Juan, sino con el que inauguró Jesús y al que se …Más
El Bautismo que Juan impartía no era igual que el Sacramento del Bautismo que nosotros hemos recibido.

Nosotros no somos bautizados con el bautismo de Juan, sino con el que inauguró Jesús y al que se refería el Bautista cuando decía: «Yo os bautizo con agua, pero el que viene detrás de mí os bautizará con Espíritu Santo y fuego». Y en nosotros, en el ámbito de la fe y de la gracia, se reproducen los prodigios del bautismo de Cristo: el Padre nos adopta como hijos y se nos da el Espíritu para que a lo largo de nuestra vida sigamos las huellas de Cristo.

Tiene unos 30 años. Los relatos de la vida de Jesús señalan su bautismo como la inauguración de su vida pública. Además, el bautismo de Jesús es la gran teofanía o manifestación de Dios en que por primera vez se revela el misterio de la Trinidad. Las tres divinas personas se hacen sensibles: El Hijo en la persona de Jesús; el Espíritu en forma de paloma que se posa suavemente sobre su cabeza; el Padre mediante la voz de lo alto: Éste es mi hijo... que proclama la filiación divina de Jesús y lo acredita como su Enviado. Era conveniente este testimonio, porque Jesús salía del anonimato de Nazaret y se disponía a realizar su obra de Mesías.

Evidentemente Jesús no necesitaba para sí mismo el bautismo de conversión que administraba el Bautista para el perdón de los pecados. Pero, para cumplir el designio del Padre, Jesús tenía que asumir los pecados del mundo, más aún, como dice San Pablo, «hacerse pecado por nosotros» y así, como cordero de Dios, quitar el pecado del mundo en la inmolación pascual a la que le llevaría el camino emprendido en el Jordán.

Nosotros no somos bautizados con el bautismo de Juan, sino con el que inauguró Jesús y al que se refería el Bautista cuando decía: «Yo os bautizo con agua, pero el que viene detrás de mí os bautizará con Espíritu Santo y fuego». Y en nosotros, en el ámbito de la fe y de la gracia, se reproducen los prodigios del bautismo de Cristo: el Padre nos adopta como hijos y se nos da el Espíritu para que a lo largo de nuestra vida sigamos las huellas de Cristo.