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BATALLA REAL "LA LUNA BAJO SUS PIES" FR.CORAPI. Para entender a Apocalipsis 12 hay que comprender a Génesis 3, 15, en este versículo el Señor pone enemistad entre la Mujer y la serpiente, frente a la …Más
BATALLA REAL "LA LUNA BAJO SUS PIES" FR.CORAPI.

Para entender a Apocalipsis 12 hay que comprender a Génesis 3, 15, en este versículo el Señor pone enemistad entre la Mujer y la serpiente, frente a la mujer en guerra esta la serpiente vigilando...Frente a la mujer resplandeciente (gloriosa y asunta) aparece la misma Serpiente del Génesis y en el mismo son de guerra, este es un signo muy poderoso ya que en Génesis 3, 15 dice el Señor que la simiente de la mujer (en plural en hebreo) o sea sus hijos tendrían poder PARA DERROTAR AL DEMONIO, (le pisaran la cabeza), en San Juan 19, 25 en adelante y al pie de la Cruz Jesús, Llamando “MUJER” a María la constituye Madre de Juan y al representar Juan a los creyentes la constituye Madre de los creyentes, el “Dragón Antiguo” ya sabe quienes lo podrán vencer y por eso se va a hacer la guerra “a los hijos de la mujer” (Apo 17) y quienes son estos “hijos”? “quienes guardan los mandatos de Dios”, la Iglesia, el demonio se refugia en la maldad, el caos y el poder imperial, la Mujer en la casa de sus hijos, La Iglesia. Entonces definido los campos explota la gran batalla, los ángeles luchan contra los demonios, los cristianos son parte de esta batalla al ser el demonio expulsado a la tierra (Apo 12, 9)
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SAN AGUSTÍN (CIUDAD DE DIOS cap XX) Atar al diablo y soltar al diablo
1. Después -prosigue el Apocalipsis- tiene que estar suelto por un poco de tiempo41. Si el estar encadenado y encerrado el diablo equivale a que no puede extraviar a la Iglesia, el soltarlo ¿equivaldrá a que ya puede? De ninguna manera. Jamás será por él seducida la Iglesia predestinada y elegida antes de la creación del …Más
SAN AGUSTÍN (CIUDAD DE DIOS cap XX) Atar al diablo y soltar al diablo
1. Después -prosigue el Apocalipsis- tiene que estar suelto por un poco de tiempo41. Si el estar encadenado y encerrado el diablo equivale a que no puede extraviar a la Iglesia, el soltarlo ¿equivaldrá a que ya puede? De ninguna manera. Jamás será por él seducida la Iglesia predestinada y elegida antes de la creación del mundo. De ella se dijo: Sabe el Señor quiénes son los suyos42. Y, sin embargo, cuando el diablo sea soltado, habrá en la tierra una Iglesia, como la hubo desde que fue fundada, y la habrá siempre, indefectiblemente, en los miembros que, por la muerte, unos son sucedidos por otros. Poco después dice el texto sagrado que el diablo, cuando esté suelto, azuzará a todos los pueblos que haya logrado extraviar en una guerra contra la Iglesia, cuyos enemigos abundarán como las arenas del mar. Se expresa así: Subieron a la llanura y cercaron el campamento de los consagrados y la ciudad predilecta, pero bajó fuego del cielo y los devoró. Al diablo que los había engañado lo arrojaron al lago de fuego y azufre, con la fiera y el falso profeta, y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos43.
Pero este pasaje ya pertenece al juicio final. He creído oportuno citarlo ahora, no sea que alguien vaya a pensar que en ese breve lapso de tiempo en que estará suelto el diablo no habrá Iglesia en esta tierra, sea porque no la va a encontrar, sea porque la va a aniquilar con toda clase de persecuciones. Así que durante todo el tiempo que abarca este libro del Apocalipsis, a saber, desde la primera venida de Cristo hasta el fin del mundo, que es su segunda venida, no está el diablo atado con una tal atadura -me refiero a este intervalo de tiempo que lo designa con la cifra de mil años- que no puede extraviar a la Iglesia, puesto que ni cuando quede suelto la logrará extraviar. Porque, efectivamente, si el estar encadenado equivale a no poder o no permitírsele extraviarla, ¿qué será andar suelto sino poder o permitírsele extraviarla? Y esto ni pensar siquiera que suceda. No; el encadenamiento del diablo equivale a no permitirle desarrollar todas las capacidades tentadoras que tiene a su alcance, como son la violencia y el dolo con vistas a seducir a los humanos hacia su partido, violentándolos o engañándolos astutamente. Si esto le estuviera permitido durante todo ese tiempo, y teniendo en cuenta la profunda debilidad de muchos, haría sucumbir a los ya creyentes, o impediría que otros llegasen a la fe en número tal que Dios no está dispuesto a tolerar. Para que esto no le sea posible está atado el diablo.
2. Pero será soltado cuando llegue aquel breve plazo: durante tres años y seis meses, leemos, se ensañará con todas sus fuerzas y las de sus secuaces. Más aquellos con quienes él deberá batallar serán de una valentía tal que no le será posible vencerlos ni con sus ataques ni con sus arterías. Si no anduviese nunca suelto, apenas conoceríamos su maléfico poder; no se pondría a prueba la firme paciencia de la ciudad santa; no llegaríamos, en fin, a conocer lo bien que se ha servido el Omnipotente de un mal tan grave, no retirándolo totalmente de la tentación de los santos. Cierto que lo mantuvo fuera de lo íntimo del hombre, allí donde se cree en Dios; y lo hizo a fin de que sus ataques desde fuera les sirviesen de progreso. Por otra parte, lo encadenó en el interior de aquellos que son de su partido para que no le fuera posible difundir ni desarrollar toda la malicia de que es capaz sobre las personas débiles que deben engrosar las filas de la Iglesia y llevarla a su plenitud, impidiéndole que a unos, los que habían de creer, los apartase de la fe religiosa, y a los otros, los ya creyentes, los hiciera rendirse. Además, soltará al diablo al final: verá así la ciudad de Dios qué poderoso adversario ha sido capaz de vencer, y todo redundará en una inmensa gloria de su redentor, de su defensor, de su liberador. ¿Qué somos nosotros, realmente, en comparación de los santos y seguidores leales que habrá en esa época entonces, puesto que para ponerlos a prueba se dejará en libertad a un tan poderoso enemigo, siendo así que nosotros nos debatimos en medio de tan graves peligros permaneciendo él atado? De todos modos, también en este período actual ha habido algunos soldados de Cristo tan vigilantes, tan aguerridos, e incluso -lo podemos afirmar sin dudarlo- existen de hecho, que aunque viviesen en esta vida mortal durante el período de la libertad diabólica, todas sus asechanzas sabrían esquivarlas con suma sagacidad y a todos sus ataques hacerles frente con paciencia ejemplar.
3. El encadenamiento del diablo de que venimos hablando no ha tenido lugar únicamente en aquel período inicial en que comenzó la Iglesia a difundirse más y más fuera de Judea entre unos y otros países; tiene lugar ahora y lo tendrá hasta la consumación del mundo, período en el que deberá ser soltado; porque también ahora los hombres se convierten a la fe de la incredulidad en que los retenía él mismo, y seguirán convirtiéndose, no hay duda, hasta ese período final. En realidad está atado para cada uno este forzudo cuando es arrancado de sus garras como si fuera su ajuar. El abismo donde ha sido encerrado no termina con la muerte de quienes vivían en el momento de su encierro. Han ido naciendo otros que les han sucedido y les siguen sucediendo, hasta el fin del mundo, llenos de odio a los cristianos. A diario es encerrado, como en un abismo, en lo profundo de sus ciegos corazones.
Pero incluso en aquellos tres últimos años y seis meses, cuando, suelto, emplee toda su saña violenta, ¿abrazará alguien la fe que no había profesado antes? He aquí una delicada cuestión. ¿Cómo se justificarían aquellas palabras?: ¿podrá uno meterse en casa de un forzudo y arramblar con su ajuar si primero no lo ata44, puesto que aun suelto se lo puede arramblar? Según esto, la presente cita nos obliga a admitir que en aquel período -por más corto que él sea- nadie se alistará en las filas del cristianismo; más bien la lucha diabólica se dirigirá contra aquellos que ya estén reconocidos como cristianos. Puede ocurrir que algunos se rindan y se pasen a las filas del diablo. En este caso se trata de individuos no predestinados a formar parte del número de los hijos de Dios. No en vano el mismo apóstol Juan, autor del Apocalipsis, dice de algunos individuos en su carta: Han salido de nuestro grupo, pero no eran de los nuestros; si hubieran sido de los nuestros, se habrían quedado con nosotros45.
¿Y qué ocurrirá con los niños recién nacidos? Es demasiado improbable que aquel período no sorprenda a ningún niño, nacido de padres cristianos, pero todavía no bautizado; o que en aquellos días precisos no nazcan niños; y si los ha de haber, que sus padres no los lleven, sea como sea, al baño de la regeneración. En tal caso, ¿cómo será posible arrancarle al diablo, suelto ya, estas piezas de su ajuar, si previamente no lo ata? Es más, lo más probable será que en aquella época se den casos de apostasía de la Iglesia y casos de conversión para formar parte de ella. Y, por supuesto, habrá una valentía tan grande en los padres para hacer bautizar a sus hijos, y en aquellos que abracen la fe por primera vez, que serán capaces de vencer a ese forzudo incluso sin ataduras. En otras palabras, que aunque emplee contra ellos, como jamás lo había hecho, todas sus astutas artimañas y toda la fuerza de sus ataques, ellos sabrán combatirlo con una inteligente vigilancia y una entereza a toda prueba. De esta forma, por más suelto que esté, saldrán de sus garras.
Y no por esto va a ser falsa la afirmación evangélica: ¿Quién podrá entrar en casa de un forzudo, para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata? De hecho, he aquí el orden seguido en esta frase, según la verdad de su contenido: primeramente había que sujetar al fuerte; luego robarle sus cosas; después empezaría a multiplicarse la Iglesia por todas partes, entre todas las naciones, con elementos fuertes y débiles de tal manera que la misma fe, robustecida fuertemente en virtud de los hechos pronosticados y cumplidos, sería capaz de arramblar con su ajuar incluso suelto el demonio. Cierto, hemos de reconocer que la caridad de un gran número se enfría cuando abunda la iniquidad46, y que, dado lo inaudito e implacable de las persecuciones y astucias diabólicas, cuando ya ande suelto, muchos de los no inscritos en el libro de la vida se rendirán. Así también es preciso reconocer que tanto los fieles intachables que haya en aquel entonces, como aun algunos de los que estén fuera de la fe, apoyados en el auxilio de Dios, a través de las Escrituras, portadoras de la predicción de muchos acontecimientos y, en concreto, del fin del mundo, el cual verán venirse encima, se sentirán más firmes para creer lo que antes no creían y con más arrojo para vencer al diablo aun sin encontrarse atado.
Si esto ha de ser así, hay que decir que primero se le encadenó para que, tanto encadenado como suelto, pudiera ser despojado. Ésta es la razón de haber dicho: ¿Quién podrá entrar en casa de un forzudo y arramblar con su ajuar si primero no lo ata?