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Reforma o apostasía –IX. Iglesias sin vocaciones .1 20.04.13 (213) Reforma o apostasía –IX. Iglesias sin vocaciones .1 A las 11:18 AM, por José María Iraburu Categorías : Sin categoríasJornada …Más
Reforma o apostasía –IX. Iglesias sin vocaciones .1

20.04.13
(213) Reforma o apostasía –IX. Iglesias sin vocaciones .1
A las 11:18 AM, por José María Iraburu
Categorías : Sin categorías

Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, IV Domingo de Pascua.
–Mucho tenemos que orar por las vocaciones, verdaderamente. Pero también tenemos que hacerpor ellas muchas otras cosas, para que sean posibles.
Las «vocaciones». Todos los cristianos, también los laicos, han recibido de Dios no solamente la vocación cristiana genérica, sino también una vocación específica, que ha de configurar su vida. Sin embargo, cuando hablamos sin más de «las vocaciones», entendiendo éstas por antonomasia, solemos referirnos a las vocaciones sacerdotales y religiosas. Éstas no siguen la vocación común primera –«creced y multiplicáos [familia] y dominad la tierra [trabajo]» (Gén 1,28)–, sino que nacen de un impulso particular de la gracia, es decir, de una especial llamada de Dios, según la cual, el cristiano llamado lo deja todo, familia-trabajo, y sigue a Cristo, dedicándole su vida en exclusiva. Pues bien, en este sentido bíblico y tradicional hablaré de «las vocaciones», y concretamente de las causas de su escasez. Y al decir «las Iglesias», me referiré a las Iglesias locales, especialmente a las del Occidente rico, donde esa escasez se viene dando en forma más extrema.

La disminución del número de sacerdotes diocesanos ha sido brusca y gravísima. En la primera edición de mi estudio Causas de la escasez de vocaciones (Pamplona, Fund. GRATIS DATE 2004, 2ª ed.) publiqué un estudio detallado que hice del número de sacerdotes europeos en los años 1944, 1963 y 1993, es decir, veinte años antes del concilio Vaticano II, en tiempos del Concilio y treinta años después. Aquel estudio detallado por naciones, hecho con en el Anuario Pontificio, podría dar como media este resultado: un cristiano europeo, que vive 70 años, entre 1940 y 2010, al nacer tiene en su diócesis 700 sacerdotes, a los 25 años de su edad (1965) 600, y en el momento de su muerte (2010) sólo 200. Y lo previsible es que esa disminución siga agudizándose, si no se reconocen y combaten las causas negativas que la están produciendo. En algunas Diócesis, gracias a Dios, ese conocimiento y combate van creciendo en los últimos años, y es de esperar que, cuando Dios quiera, vayan dando su fruto.
Así espero que suceda concretamente en mi propia diócesis, la de Pamplona-Tudela, que ora y lab-ora con todo empeño para conseguir esa deseada recuperación de las vocaciones. El cuadro estadístico que sigue está tomado de la obra de José Antonio Marcellán Eigorri, Cierzo y bochorno. Fenómeno vocacional de la Iglesia en Navarra (1936-1986) (Verbo Divino, Estella 1988, 109-110). No tengo las estadísticas de 1986-2010, y sólamente he añadido los datos de 2010-2012. Señalo que los «latinos» pasan en 1969 de 511 a 0 cuando se cerró el Seminario Menor y vino a ser el Colegio San Miguel de Aralar.

El descenso del número de ordenaciones sacerdotales en Navarra, a partir de 1970, es absolutamente abrumador. Y este caso de mi Diócesis de ningún modo es único; es semejante el de otras muchas Iglesias locales. Durante los años 1940-1970 la media anual de ordenaciones era en Navarra de 25 sacerdotes. En cambio, de 1970 a 2012 viene a ser de 1 o 2 ordenaciones por año. El descenso es, pues, brusco, gravísimo y notablemente persistente. Y llevamos así más de cuarenta años.
Hace poco escribí en esta serie «Reforma o apostasía», los artículos (211) Iglesias arruinadas por la secularización, y (212) Secularización del sacerdocio ministerial, vinculando concretamente en España este fenómeno a la Asamblea Conjunta de Obispos-Sacerdotes (Madrid, 1971). Esa secularización, que ha vaciado seminarios y noviciados, no tiene fundamento alguno en el Concilio Vaticano II, como lo muestro en los artículos citados, sino que procede de las desviaciones doctrinales y de los abusos litúrgicos, morales y disciplinares habidos en el postconcilio. Esas desviaciones y abusos han causado una crisis vocacional tan extrema que hace pensar en los destrozos de un huracán, en las muertes innumerables de una peste medieval o, si se quiere, en una ciudad como Pompeya, enterrada bruscamente por la lava de un volcán.
Y, al menos por ahora, no hay mayores indicios de que el árbol de estas Iglesias locales vuelva a dar los frutos vocacionales que son normales y que son necesarios para el mantenimiento y el crecimiento del pueblo cristiano. No hay indicios, lo digo de nuevo, porque en muchas Diócesis no es frecuente que se den aquellos diagnósticos causales que harían posibles los tratamientosadecuados para superar este gravísimo mal.
La disminución de las vocaciones ha sido entre los religiosos aún mayor que en el clero diocesano. La Compañía de Jesús, por ejemplo, que en 1966 tenía 36.098 jesuitas, ha pasado a tener en 2012 la mitad, 17.908. Una gran parte de los institutos y congregaciones antiguos han sufrido disminuciones semejantes. Las religiosas de los Estados Unidos se redujeron a la mitad en unos veinticinco años, pasando de 181.000 (1966) a 92.000 (1993). Y su descenso ha seguido produciéndose en forma acelerada, de modo que en los últimos cinco años se han reducido en un número de 23 %. La Leadership Conference of Women Religious (LCWR), que agrupa el 90% de las religiosas integradas en Institutos de Vida Consagrada y Sociedades Apostólicas, lleva ya un tiempo confrontada a la Congregación de la Doctrina de la Fe acerca de varias materias graves doctrinales. No merece la pena recordar más ejemplos como éstos.
En muchas Iglesias locales del Occidente apóstata, cientos, miles de escuelas, colegios, residencias, orfanatos, centros parroquiales o catequéticos, iglesias, conventos, monasterios, misiones, fundados y atendidos por religiosos y religiosas, se han ido cerrando año tras año o transformando en entidades civiles. También es cierto que otros institutos religiosos, caracterizadamente fieles a la doctrina y a la disciplina de la Iglesia, y buena parte de ellos de reciente fundación, han crecido notablemente en esos mismos años.
Como ovejas sin pastor. Antes de estudiar las causas de la escasez de las vocaciones, conviene que apuntemos siquiera brevemente qué significa esa escasez extrema de pastores sagrados y de religiosos.
–Significa que muy pocos de los bautizados están hoy dispuestos a dejarlo todo para seguir a Cristo, buscando en el mundo la gloria de Dios y la salvación temporal y eterna de los hombres. –Significa, pues, que en las Iglesias sin vocaciones el verdadero amor a Dios y a los hombres está muy debilitado. –Significa que la Eucaristía, que se ofrece en favor de los fieles y de todos los hombres, va celebrándose cada vez con menos frecuencia en un lugar y cada vez en menos lugares. –Significa que la identidad misma de la Iglesia local se va poniendo en juego, al carecer habitualmente la comunidad de un pastor sagrado. –Una ausencia grave y prolongada de vocaciones pastorales significa y trae consigo, en fin, una profunda y extensa acción del Demonio, Padre de la Mentira, en aquella forma que le es más propia: la difusión de errores y falsificaciones del cristianismo verdadero. Él conoce bien la Escritura sagrada, y concretamente aquella profecía:«heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño» (Mt 26,31).
En realidad, cuando se habla de la ausencia de vocaciones, se está hablando de Iglesias en situaciones gravemente anómalas: Templos en ruinas, árboles frutales que están enfermos, y que apenas dan el fruto de las vocaciones.
¿Qué ha pasado? ¿Cómo ha podido suceder? No es fácil entender cómo las Iglesias que hasta hace unos decenios abundaban en vocaciones, y enviaban a todo el mundo sacerdotes y religiosos misioneros, se queden bruscamente sin vocaciones y no las tengan ni para atender las propias necesidades pastorales más apremiantes. ¿Cómo ha podido suceder esto? ¿Por qué?…No puede remediarse un mal si no se conocen bien las causas de donde procede. ¿Cómo es posible que en tantas Iglesias, y durante tantos decenios, se sufra una tal carencia de vocaciones que llega a comprometer la perduración de las propias Iglesias?… ¿La honesta investigación de las causas habrá de ser calificada de pesimismo morboso y de lamentable actitud masoquista?
¿O es que, como piensan algunos, no se trata de una gran tragedia, sino de una crisis pasajerasin mayor importancia, o incluso de una crisis de crecimiento? El falso optimismo puede llegar aún más lejos: no faltan quienes estiman «que el hecho de que la Iglesia crezca o disminuya en el mundo no es cosa que tenga mayor importancia. Lo importante es que esté sana y fuerte»… ¿Pero acaso es posible que prospere un rebaño sin pastores? ¿Es posible que una Iglesia sana y fuerte esté en progresiva disminución, tanto en el número de fieles como en el de vocaciones?…
Pero la búsqueda de las causas verdaderas de la escasez de vocaciones es un tema tabú. De hecho, en las pastorales personales o colectivas de los Obispos, con ocasión de las anuales Jornadas por las Vocaciones, suelen eludirse o señalarse muy de paso las causasverdaderas. Y no pocas de esas pastorales no dan el fruto deseado justamente por eso: porque no señalan y denuncian las causas profundas de esa escasez tremenda de vocaciones; no tratan de remover los errores doctrinales y los males que la están causando, para afirmar al mismo tiempo las verdades y los bienes que faltan.
El cardenal Pío Laghi, al presentar el «Congreso sobre las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada», que se celebró en Roma, en mayo de 1997, decía: «Un análisis de la situación anual en Europa demuestra una crisis de vocaciones persistente. Las causas de este triste fenómeno son múltiples, y tenemos que afrontarlas con vigor, especialmente aquellas cuyo origen se puede encontrar en una aridez espiritual o en un comportamiento de disentimiento [doctrinal y disciplinar] corrosivo».

Buscar las causas de la ausencia de vocaciones es una empresa ………