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María, la que más conoce y mejor puede enseñar

Meditaciones del Rosario. Tercer Misterio de la Luz. El anuncio del Reino de Dios invitando a la conversión. Creer en Jesús y en el mensaje de salvación que trae.

Conversión: cambio, nueva vida, hombres y mujeres nuevas. El Reino de Dios está cerca. El reino del Diablo se acabó. De ahí el cerrar la puerta al pasado y abrirla a la nueva vida. Arrepentirse del pecado: dejar la enemistad con Dios, dar la espalda al pecado en todas sus formas. La nueva religión exige un rompimiento fuerte con la vida anterior, la vida que era la muerte en el pecado y en la desvergüenza. El que no nace de nuevo no puede ser cristiano, como afirmaba Jesús a Nicodemo. El hombre debe arrancarse el corazón de piedra y cambiarlo por un corazón cristiano, es decir, semejante al de Jesús y al de María. Muchos cristianos aman el barniz, la fachada, las formas externas. Son la nueva generación de los fariseos. Hay que cambiar por dentro, con el dolor y la alegría que supone ser un hombre y una mujer nueva. Todos necesitamos renovarnos y convertirnos: la rutina y el cansancio nos muerden a todos; caen polvo y telarañas sobre los más sagrados ideales; todas las cosas más bellas y sagradas, si no se renuevan, acaban por morir.

El amor muere en muchos matrimonios, la vida consagrada se marchita si no se renueva con el agua de la oración. Una buena parte de la existencia consiste en renovar, refrescar, en echar nueva leña a la hoguera. Subir, siempre subir, querer ser otro, distinto, mejor; mejor en lo humano, mejor en lo intelectual y en lo espiritual. Cuando uno se para, se enferma; cuando uno se para definitivamente, ha comenzado a morir. Con Cristo hay que volver a empezar.

Todo comienza, todo vuelve a empezar, si queremos; todo como recién estrenado. Lo viejo, lo sucio y desordenado no van con la nueva vida. Y creed en el Evangelio, la Buena Nueva: Creer en Jesús y en el mensaje de salvación que trae. Este mensaje es muy actual: convertios y creed en el Evangelio. Pero hay diferentes maneras de reaccionar frente al mismo: desde la aceptación amorosa hasta el rechazo absoluto, pasando por la aceptación a medias. Nos asusta el compromiso, porque nos falta el amor. ¡Cuánto nos cuestan las virtudes: la obediencia, la caridad, la humildad, el vencer los halagos de la pereza, porque no tenemos amor, porque andamos bajos de entusiasmo, porque no pensamos sino en cosas duras, difíciles! La vida, tu vida podría ser una aventura apasionante. A veces, la has tomado como un castigo, la has imaginado terrible y dura, y te has clavado las espinas. Pero podría convertirse en otra cosa, mil veces más bella, atractiva y fascinante, si convirtieras las punzantes espinas en rosas. Con un poquito de amor y de entusiasmo: Ésa es la receta, el elíxir divino que transforma lo duro y amargo en dulce y suave.

P. Mariano de Blas LC

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