Sergio Borge
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Consagración al Inmaculado Corazón de María. .More
Consagración al Inmaculado Corazón de María.
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Sergio Borge
María purifica nuestras buenas obras, las embellece y hace aceptables a su Hijo divino
Por esta devoción entregamos al Señor, por manos de su Madre Santísima, todas nuestras
buenas obras. Esta bondadosa Madre las purifica, embellece, presenta a Jesucristo y hace que su
Hijo las acepte.
1º) Las purifica de toda mancha de egoísmo y del apego aún imperceptible que se desliza
insensiblemente en las …More
María purifica nuestras buenas obras, las embellece y hace aceptables a su Hijo divino
Por esta devoción entregamos al Señor, por manos de su Madre Santísima, todas nuestras
buenas obras. Esta bondadosa Madre las purifica, embellece, presenta a Jesucristo y hace que su
Hijo las acepte.
1º) Las purifica de toda mancha de egoísmo y del apego aún imperceptible que se desliza
insensiblemente en las mejores acciones. Tan pronto como llegan a sus manos purísimas y
fecundas, esas manos, jamás estériles ni ociosas y que purifican todo cuanto tocan, limpian en lo
que le ofrecemos todo lo que tenga de impuro o imperfecto.
2º) Las embellece, adornándolas con sus méritos y virtudes. Pensemos en un labrador cuya
única riqueza fuera una manzana y deseara granjearse la simpatía y benevolencia del rey. ¿Qué
haría? Acudir a la Reina y presentarle la manzana para que ella la ofrezca al Soberano. La Reina
acepta el modesto regalo, coloca la manzana en una grande y hermosa bandeja de oro y la
presenta al Rey en nombre del labrador. En esta forma, la manzana de suyo indigna de ser
presentada al Soberano, se convierte en un obsequio digno de su Majestad, gracias a la bandeja
de oro y a la persona que la entrega.
3º) María presenta esas buenas obras a Jesucristo, no reserva para sí nada de lo que se le
ofrece: todo lo presenta fielmente a Jesucristo. Si le entregas algo, necesariamente lo entregas a
Jesucristo. Si la alabas, necesariamente alabas y glorificas al Señor. Si la ensalzas y bendices,
Ella, como cuando santa Isabel la alabó, entona su cántico: ¡Proclama mi alma al Señor! (Lc. 1,
46).
4º) Por insignificante y pobre que sea para Jesucristo, Rey de reyes y Santo de los santos, el
don que le presentas, María hace que Él acepte tus buenas obras. Pero quien, por su cuenta y
apoyado en su propia industria y habilidad, lleva algo a Jesucristo, debe recordar que Él examina
el obsequio y, muchas veces, lo rechaza por hallarlo manchado de egoísmo, lo mismo que en otro
tiempo rechazó los sacrificios de los judíos por estar llenos de voluntad propia.
Pero si al presentar algo a Jesús, lo ofreces por las manos puras y virginales de su Madre
amadísima, le tomas por su lado flaco, si me permites la expresión. Él no mirará tanto el don que
le ofreces, cuanto a su bondadosa Madre que es quien se lo presenta, ni considera tanto la
procedencia del don, cuanto a Aquella que se lo ofrece.
Así María, jamás rechazada y siempre bien recibida por su Hijo, hace que el Señor acepte
con agrado cuanto se le ofrezca grande o pequeño: basta que María lo presente para que Jesús lo
acepte y se complazca en el obsequio. El gran consejo que san Bernardo daba a aquellos que
dirigía a la perfección era éste: Si quieres ofrecer algo a Dios, procura presentarlo por las manos
agradabilísimas y dignísimas de María, si no quieres ser rechazado.
¿No es esto acaso lo que la misma naturaleza inspira a los pequeños respecto a los grandes,
como hemos visto ya? ¿Por qué no habría de enseñarnos la gracia a observar la misma conducta
para con Dios, infinitamente superior a nosotros y ante quien somos menos que átomos? ¿Tanto
más teniendo como tenemos una abogada tan poderosa, que jamás ha sido desairada; tan
inteligente, que conoce todos los secretos para conquistar el corazón de Dios; tan caritativa, que
no rechaza a nadie por pequeño o malvado que sea?

"Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen María".