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‘Insieme’: ¿prepara el Vaticano una Democracia Cristiana 2.0?

‘Insieme’: ¿prepara el Vaticano una Democracia Cristiana 2.0?

Por Carlos Esteban | 05 diciembre, 2018

El diario italiano La Repubblica informa que la Conferencia Episcopal Italiana, con el visto bueno del Vaticano, podría estar moviendo los hilos para crear un ‘partido católico’ que le hiciera sombra a los populistas ahora en el poder. Podría llamarse ‘Insieme’ -Juntos- y, a juzgar por las obsesiones y los gestos de la moderna jerarquía, estaría a la izquierda del espectro.

El diario La Repubblica se hace eco en Italia del rumor según el cual la Secretaría de Estado vaticana y la Conferencia Episcopal Italiana (CEI) estarían trabajando para el lanzamiento en enero de un nuevo partido ‘para católicos’, una suerte de Democracia Cristiana 2.0, que llevaría el nombre de Insieme, ‘Juntos’. Se nos ocurren numerosos inconvenientes a esta idea, no siendo el menor lo que sin duda es, en parte, motivo para esta maniobra: que los católicos italianos ya tienen, mayoritariamente, su propio partido, y según todas las encuestas de opinión parecen estar sobradamente contentos con él: la Liga de Matteo Salvini, ministro del Interior en el actual gobierno de coalición.

Pero, como decimos, esa parece ser precisamente la causa, porque tanto la CEI -en la práctica, convertida en ‘sucursal’ de la Curia- como la jerarquía vaticana no desperdician ocasión de fulminar contra el gobierno ‘populista’ de Conte, ya directamente, ya defendiendo como ‘cristianas’ las posturas más diametralmente opuestas.

El problema mayor es, naturalmente, que desde que Cristo dejó suficientemente clara su voluntad de separar Iglesia y política -“Mi reino no es de este mundo”, o “Dad a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César”-, las relaciones de la jerarquía con el poder político han sido un tanto complicadas, por decirlo suave. Un segundo obstáculo en todo esto es que, con Francisco, tenemos el pontificado más ideologizado desde hace décadas.

Desde que, en su primera entrevista concedida a una publicación jesuita a poco de ser elegido, Francisco declaró que “nunca había sido de derechas”, podría decirse que ha dedicado estos cinco años a confirmarlo. Desgraciadamente, por lo demás, sus obsesiones políticas desbordan en su misión pastoral, creando la sensación de que para ser buen católico en la Era de Francisco hay que ser, como él, de izquierdas. Porque si con cualquier otro pontífice podríamos esperar que mantuviese sus posturas no estrictamente eclesiales en la intimidad, con Francisco no es posible: posiciones políticas extremas, discutibles en el peor de los casos, llenan horas y horas, páginas y páginas de intervenciones papales: políticas ecologistas, medidas radicales contra el Cambio Climático, llamadas a una inmigración masiva -por cualquier motivo, de forma legal o ilegal- que pocos países hasta la fecha han aplicado, etcétera.

Ciertamente, el católico no puede ‘aparcar’ su fe a la hora de abrazar una opción política, pero la Iglesia pone -o ponía- buen cuidado de no señalar ninguna concreta como ‘la’ católica. Con la izquierda, en general, sucedía simplemente que se trata de una ideología nacida, en su mayor parte, de una raíz rotundamente anticristiana, y sigue marcada en casi todo el mundo por un perceptible ‘odium fidei’.

Esos ‘nuevos aires’, esa acumulación de ‘gestos’ meridianamente claros en dirección al progresismo político, crea el dilema del que hablábamos antes, de unos católicos con la sensación de que votando a partidos no izquierdistas se están alejando de algún modo de lo que pide el Papa, aunque en la práctica el grueso de los católicos suele militar en agrupaciones vagamente conservadoras.

Hoy vemos eso especialmente claro en un debate que ha surgido tras la espectacular irrupción de Vox en la política española al obtener 12 escaños en la comunidad autónoma más consistentemente izquierdista de España, Andalucía.

Vox no es ni pretende ser un partido católico, pero sería absurdo no advertir que muchos católicos copan sus cuadros, su militancia y sus votantes, y que el propio partido, al erigirse en defensor de las raíces de la identidad española, defiende también tradiciones y libertades inconfundiblemente católicas, al menos en su origen. Sin embargo, han surgido voces de católicos especialmente cercanos al ‘nuevo estilo’ romano que pretenden que un católico no puede votar a Vox.

Al tiempo que escribo esto leo a Jesús Bastante, en Religión Digital, perplejo en un titular porque “El obispo de Córdoba se alegra “del espectacular vuelco electoral” de Vox en Andalucía”. ¿Qué tiene eso de raro?

La estrategia de esta sorprendente postura parece basarse en algo parecido a la doctrina americana de la ‘túnica inconsútil’ inventada por el difunto cardenal Bernardin para poder seguir apoyando a los políticos progresistas americanos pese a su agresivo apoyo al aborto. Esta teoría viene a decir que el votante católico no puede fijarse, a la hora de decidir su voto, en un solo asunto, por grave que sea -adivinen cuál-, sino que debe tener en cuenta ‘el conjunto’, especialmente las políticas sociales que ayuden a los más desfavorecidos.

Ahora, incluso en lo de las políticas sociales, no hay nada que obligue o aconseje al católico optar por una u otra opción, ya que es perfectamente legítimo defender que no todo lo que lleva el epígrafe de ‘política social’ tiene por qué favorecer necesariamente a los más pobres, especialmente a largo plazo.

En el voto, el católico tiene como inspiración su fe, sobre todo, para descartar opciones políticas que propongan lo que de ningún modo puede promover un católico, lo que Benedicto XVI resumió en los Cuatro Principios Irrenunciables: el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural; la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer; la libertad de educación de los hijos, y la promoción del bien común en todas sus formas.

La última es necesariamente la más débil, en el sentido de ser la más debatible: ¿qué es el ‘bien común’, qué políticas son más eficaces para procurarlo? El margen de discusión en esto es tan amplio que vuelve este principio en un brindis al sol. ¿O es que alguien va a defender su preferencia política como promotora del ‘mal común’?

Los otros, sin embargo, sí están bastante claros, y la Iglesia los ha desarrollado en multitud de ocasiones. Y, oh sorpresa, no se me ocurre en este momento partido político con opciones electorales que pueda decir que los cumple mejor que Vox. Es perfectamente legítimo no votar a Vox, faltaría más; pero teniendo en cuenta esa única guía ineludible del votante católico, es absurdo sostener que “no es católico” votar a Vox.

infovaticana.com/…/insieme-prepara…
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VFg2: El día que la Iglesia sea una democracia, dejará de ser Iglesia y su eslogan será: "Vox populi vox Dei". Entoces el Pueblo habrá ganado a Dios porque será el Pueblo el que dicte su ley. Es decir lo que hoy día se llama "modernismo"Esta ideología es una flecha directa al corazón de la Iglesia.
DEFENSA DE LA FE
LEA EL LIBRO THE POLITICAL POPE DE GEORGE NEWMAYR.
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Vg2: La Iglesia no es una democracia ni puede serlo.
DEFENSA DE LA FE
INSIEME NO ES UN PARTIDO CATOLICO ES UN PARTIDO JESUITA QUE ES MUY DIFERENTE QUE QUIERE QUITARLE VOTOS AL PARTIDO CATOLICO