EPIFANÍA DEL SEÑOR SOLEMNIDAD

EPIFANÍA DEL SEÑOR
SOLEMNIDAD


1.- Es la Navidad, la Manifestación y Revelación de Cristo a todos los pueblos. Fiesta del Oriente, de toda la Iglesia, que recibe la Luz, y a su resplandor se pone en camino para anunciar a los pueblos las maravillas del Señor. “Hemos visto salir su estrellas y venimos a adorarlo”.
2.- ¿Qué pueblo no se ha puesto en marcha hacia la riqueza, el bienestar, la paz y la abundancia de toda clase de bienes? ¿Qué pueblo no ha visto una luz y sale de sí mismo hacia otras regiones de creencia, adoración, culto, veneración y sacrificio, ofrenda y compromiso? ¿No sentimos todos el ansia de poder, gozar, ser tenidos de las manos de los dioses ocultos? ¿Quién ha puesto en pie a todos los pueblos guerreros, conquistadores, planificadores de las tierras y las riquezas?
3.- En la Manifestación de Cristo toma un sesgo distinto la marcha de los pueblos, del corazón. Ahora buscamos “Al que ha Nacido”, no el dominar o tener, vencer o aparentar; buscamos ser y ser tenidos como Él
Nos llena una alegría inmensa con su aparición. Nos postramos delante de Él, de nadie más, y venimos a Adorarlo. Le ofrecemos oro, incienso y mirra. No reconocemos otro poder, otro dios, otro señor, otro sacrificio, otra ofrenda, otra vida y esperanza. Nos sostiene su misma fragilidad y amor, su entrega y amor de Dios Amor verdadero y pleno.
4.- Cantamos el Prefacio.- En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque Hoy has revelado en Cristo, para luz de los pueblos, el verdadero misterio de nuestra salvación; pues al manifestarse Cristo en nuestra en nuestra carne mortal nos hiciste partícipes de la gloria de su inmortalidad.
Por eso, con los ángeles y arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria: SANTO, SANTO, SANTO.
5.- Más allá de la reflexión, de la llamada a nuestra conciencia eclesial y personal, social y de acción, debemos seguir la llamada a la Alabanza, a la Bendición y Acción de gracias. Pues es ahí donde está el pilar de la contemplación, la expresión de nuestra conciencia de hijos amados y bendecidos en Cristo.
Luz es Cristo. Cuanto más miramos el Portal, el Nacimiento, el Misterio del Hijo de Dios, tanto más entramos en nuestro conocimiento completo, y lo resumimos en la alabanza con todas las criaturas, con santa María, Madre de Dios y madre de la Iglesia, con los ángeles y arcángeles.
6.-Oraciones: COLECTA.- Señor, tú que en este día revelaste a tu Hijo Unigénito por medio de una estrella a los pueblos gentiles; concede a lo que ya te conocemos por la fe gozar un día, cara a cara, la hermosura infinita de tu gloria. Por nuestro Señor.
No haces, Señor, acepción de personas. Todos somos iguales en tu presencia, creación y salvación. A todos amas. Te revelas a Oriente y Occidente, tu estrella se presenta luminosa ante todos los pueblos de la tierra, también ante los gentiles. Que un día, Todos, te veamos y nos veamos cara a cara. ¡Muéstranos tu Rostro compasivo, como manifiestas Ahora tu fragilidad amorosa en tu Carne y Vida recién nacida, frágil y necesitada!

7.- Lecturas. Del Libro de Isaías 60,1-6. Salmo 71. Del Apóstol san Pablo a los Efesios 3,2-3.5-6. “También los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la Promesa en Jesucristo, por el Evangelio”. Del Evangelio según san Mateo 2,1.12. Unos Magos de presentaron en Jerusalén preguntando: “¿Dónde está el Rey de los Judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo.” / “Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo”. / Entraron en la casa, vieron al niño con María, su Madre, y cayendo de rodillas, lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.
8.- Buscan al Niño cuidadosamente, guiados, acompañados. Y van a adorarlo. Adoran y ofrecen, creen y se llenan de alegría.
También son coherederos todos los pueblos, naciones, razas. Dios nos convoca, ¡venid, adoremos!
Postrémonos, adoremos, y demos gracias en el Hoy y por Siempre, al Padre por el Hijo en la Unidad del Espíritu Santo.
Con toda la Iglesia, la Humanidad, por Siempre.

Fr. Victorino, franciscano