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La Palabra en el desierto - Homilía 9.12.18 Padre Roberto Mena

(ST) Homilía oral y escrita 9 de diciembre 2018 2o. Domingo de Adviento ciclo C

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LA PALABRA EN EL DESIERTO
La Iglesia continúa preparando los caminos del Señor para su venida. El camino de conversión que vamos recorriendo está sembrado de señales de alegría y esperanza. La consigna es la misma: Conversión y perdón de los pecados. El desierto, es el espacio de soledad y de silencio en que el cristiano se purifica y peregrina. Es necesario predicar y vivir la ascética del Evangelio para que los hombres de nuestro tiempo lleguen a ver la salvación.
Hermanas y hermanos:
1. El desierto es lugar de soledad, de dureza de vida, de tentación. El desierto educa en una vida esencial que exige renuncias, desprendimientos, cortes radicales en el alma. El desierto educa en la prueba, siempre y cuando se haga un espacio al amor de Dios. La salvación viene siempre de una Palabra. La Palabra viene sobre nosotros cuando somos responsables, cuando estamos dispuestos a escuchar, cuando no abandonamos el lugar que nos corresponde.
Al reflexionar en su valor exclamaba Paul Claudel: “No basta recorrer esta Palabra con los ojos o con los labios: hay que encariñarse con ella, hay que pararse a pensarla, hay que empaparse de ella. Hay que vivir a su cobijo, hay que almacenarla en nuestra alma, hay que descansar en ella, soñar con ella y despertarse con ella; hay que persuadirse de que ella, y ella sola es pan, y que, en último análisis, sólo de ella tenemos hambre”.
2. Juan ha recibido una misión para realizar: Con su palabra siembra en las almas un mensaje que pocos comprenden; riega la arena estéril con las aguas del Bautismo, con el sudor de la penitencia y con la sangre de su martirio. Así, cada hombre, en las cosas pequeñas o grandes, es el autor de un fragmento de la historia cuyo significado repercute en toda la humanidad. Cada minuto de nuestra vida tiene un peso decisivo. El que responde a Dios colabora en su proyecto de salvación. El que se opone, construye un mundo de perdición.
3. El Adviento es tiempo oportuno para ahondar en las riquezas del misterio de la Encarnación, máxima prueba del amor de Dios al hombre. Dios en persona entra en un punto preciso de la historia y hace que la duración del tiempo esté preñado de eternidad. San Francisco de Sales lo interpreta así: “Cada instante del tiempo viene hacia ti con una tarea para cumplir y con una gracia para cumplirla bien; y retorna a la eternidad para quedarse eternamente tal como tu la has dejado”. A alguno le llega el Adviento en una crisis de cansancio o desilusión. A otro, en momentos de euforia y serenidad.
La Encarnación es misterio de amor y sólo puede entrar dentro de él aquel que vive en continua contemplación como María. Ella nos enseña a descubrir detrás de cada persona, de cada circunstancia, de cada dificultad la Voluntad Santísima de Dios. Pongamos sobre el altar nuestra vida entera, todo nuestro amor y libertad.
Padre Roberto Mena ST