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La Virgen me indicó con la mano que me arrodillara”

Hagamos conocer y amar a María

El 20 de enero de 1842, último día de su estancia en Roma (Italia), un joven ateo, judío-francés, Alfonso Ratisbona, invitado por uno de sus amigos de Estrasburgo, ingresa a la iglesia de Santa Andrea delle Fratte, donde se le aparecerá la Virgen María con las manos abiertas y extendidas, indicándole con la mano que se arrodillara. Esta aparición fue reconocida el 3 de junio de 1842. Él la narra así:

“Había pasado un momento en la iglesia, cuando de repente sentí una turbación inexpresable. Miré hacia arriba y todo el edificio había desaparecido de mi vista; solo quedaba una capilla, por así decirlo, toda la luz se había concentrado ahí y, en medio de ese resplandor, apareció en el altar, grande, luminosa, llena de majestad y dulzura, la Virgen María, tal como la de mi medalla (1). Una fuerza irresistible me empujó hacia ella. La Virgen me indicó con la mano que me arrodillara y parecía decirme: “¡Está bien!”. No habló, pero yo entendí todo.

En 1855, Alfonso se mudó a Palestina y dedicó su vida al catecumenado de los conversos de origen judío, dentro de la doble congregación (masculina y femenina) de Nuestra Señora de Sion, creada y dirigida, durante más de 50 años, por su Hermano Teodoro: él también converso, fundador de varios monasterios y orfanatos y muerto el 6 de mayo de 1884 en el monasterio de San Pedro de Sion (conocido como el monasterio de Ratisbona, ahora Centro Salesiano de Estudios) en un suburbio de Jerusalén.

1) Antes de su viaje a Roma, un amigo le había regalado en Ratisbona una medalla milagrosa de la Virgen de la Rue du Bac de Paris.

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