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En la Iglesia, hay escándalos mayores que la pederastia

En la Iglesia, hay escándalos mayores que la pederastia.

José Luis Aberasturi, el 18.10.17 a las 7:15 PM
En estos últimos años, y fruto del desmadre espiritual, doctrinal, disciplinar y pastoral montado en tantos sitios del occidente -antes católico, ahora no-, se han destapado una serie de casos de pederastia perpetrados por sacerdotes y religiosos; infinitamente menos, tanto en números absolutos como relativos, si los comparamos con los de otras instituciones civiles, militares, políticas o religiosas de distinto pelaje.

Aún siendo menos, ciertamente son más “escandalosas” por venir de quienes vinieron; y la Iglesia Católica, con caridad para con las víctimas y con valentía y mano firme para con los autores y quienes les “protegieron” -o pretendieron “mirar para otro lado” de un modo u otro-, se preocupó con decisión, desde las mismas leyes eclesiásticas y con firmeza disciplinar y pastoral, de atajar todos los casos. Y ha cercenado el tema sin contemplaciones. Cosa, por cierto, que no pueden decir las otras instituciones que, públicamente, no han hecho nada o casi; y han tenido casos muy, muy sonoros y sonados.

Dicho esto, hay que decir también que, a día de hoy, en la Iglesia Católica hay otras “cosas” que son mucho más escandalosas y mucho más dañinas, para la misma Iglesia y para sus hijos, que la pederastia. Con perdón. Y están al orden del día. Públicamente. Y amparándose en el papa Francisco; si con razón o sin ella no entro ahora, pero sí lo constato, porque lo dicen ellos mismos; y en el caso que nos ocupa, el p. A. Spadaro, sj por más señas, de todas las veces que ha largado -y ya son unas cuantas-, no ha sido desmentido o desautorizado nunca por la autoridad competente, a la que recurre con soltura, que se sepa, y se sabe. Y ahí están, erre que erre, sus declaradas y nunca desmentidas palabras.

Pues bien, Spadaro, editor de “La Civiltà Cattolica", no es un pardillo -como puede serlo el párroco de Villarrodona, el de las cajas de votos y cantos a la Virgen a la vez, que hay que aprovechar el tiempo; ni un “nadista” como su arzobispo: el que le dio un abrazo por su buen hacer pastoral-, sino que es un puntal “pontificial” de renombre y poder; y acaba de explicar -una vez más y bien a las claras-, ante un reducido grupito de jerarcas católicos y teólogos -en total, 38 personas de todo EEUU-, y -¡cómo no!-, en una conferencia sobre AL, cap. VIII, como era obligado: “ya no es posible juzgar a las personas sobre la base de una norma que está por encima de todo".

Por cierto, que este sujeto está llevando a cabo toda una cruzada -por todas partes por donde se le da cancha- sacándole a la famosísima AL todas las “virtualidades” que directamente alienta y alimenta.

Por si alguien se quedaba descolgado de a dónde quería ir a parar este buen señor, sj, recalcó que AL reconoce que incluso las personas que viven en situaciones familiares “irregulares” -es el caso de los divorciados vueltos a casar y quienes conviven sin casarse-, “pueden vivir en la gracia de Dios, pueden amar y también pueden crecer en una vida de gracia". Tal cual, y sin espatarrarse.

Pero no se queda ahí, sino que añade más: “Debemos concluir que el Papa se da cuenta de que ya no se puede hablar de una categoría abstracta de personas ni […] de una praxis de integración en una norma que debe seguirse en todos los casos".

Y pretendiendo hilar fino, fino -nada de ir al bulto, porfa-, y aterrizar doctrinal y pastoralmente en la vida “real", agrega: “Dado que el grado de responsabilidad no es igual en todos los casos, las consecuencias o los efectos de la regla no tienen necesariamente que ser siempre iguales".

Para más pistas, y yendo a un caso práctico, se refirió a las indicaciones pastorales de los obispos de Sicilia -del pasado mes de junio, 2017- para implementar AL en dicha región italiana: “El documento concluye con claridad que en algunas circunstancias, en lo que respecta a los divorciados vueltos a casar, según la evaluación del confesor […] es posible concederles la absolución y admitirles a la Eucaristía".

¿Se ha perdido alguien al ir leyendo? ¿Alguna duda al respecto? ¿En quién se escuda o a quién cita para confirmar lo que afirma? Y, ¿en base a qué lo afirma?

Da toda la impresión -lógica- de que lo que dice lo hace con absoluta seguridad y en base, no en su ‘opinión particular’, que no pasaría de eso, “una opinión", sino en argumentos de máxima autoridad. Más máxima, imposible.

Pero, ¿tiene razón? Porque esta es la clave: la madre de todas las claves.

Si uno se lee -y se ciñe- únicamente a AL -cap. VIII, no olvidemos-, y si uno ha seguido las palabras del Papa al respecto tras el documento, SÍ. Indudablemente, SÍ. No se puede concluir otra cosa, porque a eso lleva AL. Ahí están las distintas diócesis donde esto se está ya llevando a cabo sin problemas; en unas con alguna tímida restricción -al menos aparentemente-, y en otras a tumba abierta.

Pero, ¿es ese todo el argumentario? “Esto es lo que ha escrito el Papa, y esto es lo que ha dicho después al respecto". Porque asumir esto sin más es lo mismo que afirmar que la Iglesia Católica ha nacido -"ha vuelto a nacer” si lo prefieren, porque lo anterior les haya dado vértigo- en el papa Francisco. Y claramente no es así, en absoluto: el papa Bergoglio no puede ser un nuevo principio, porque no lo es; sólo es un nuevo Papa -eso sí-, al que le sucederá otro.

Pero es que no tiene razón: primero, porque no se pueden dejar caer las cosas así, y luego que cada uno se apañe; segundo, porque “mezcla churras con merinas” -como se diría por tierras castellanas de saber y sabor multisecular, y poco dadas a “abstracciones delirantes": aquí se pisa en el suelo-; luego, porque en su pretendida ilazón, rompe la lógica interna del discurso, que es contradictorio, y porque las cosas que pretende asentar no se derivan de las que presenta y a las que acude este buen hombre, por muy sj que sea, y por muy “listo” que pretenda ser, que no dudo que lo sea. O “carrierista". O “un mandado con títulos", que da toda la impresión.

Pero es ya innegable que hay todo un “circuito” montado para ir desgranando e implantando, etapa a etapa, diócesis a diócesis, declarada a declarada, el tristemente “famosísimo” capítulo VIII. Y hoy es Spadaro, y otro día son los sicilianos, y antes los malteses, y bastante antes los de Buenos Aires, y ya en Francia el cardenal Barbarin, hace muy pocas fechas.

Vamos con Spadaro.

Y lo primero que hay que preguntarle es si cuando habla de “norma", se refiere a las normas morales contenidas, en sus lineas rojas, en los Mandamientos de la Ley de Dios. Lo digo por situarnos. Si se refiere a las normas de tráfico, acabamos mucho antes: enseguida. Porque sí parece que los Diez Mandamientos están por encima de todo y valen para todos: nadie puede voluntariamente quebrantar uno solo de ellos y decir que no ha pecado. Lo contrario no es católico.

En este supuesto, negar que haya una norma que está por encima de todo, efectivamente invalida juzgar a nadie, pues se queda uno sin referencias y, por tanto, sin autoridad para hacerlo. Pero, ¿de dónde se saca que esa norma no existe? No lo dice. Y entonces, ¿qué valor tiene su afirmación? Ninguna. Y aquí no puede recurrir ni a Francisco, ni a Santo Tomás, al que todo parece indicar que hay que volver a tenerle en cuenta, al menos “interesadamente” -para el cap. VIII, y punto- después de haberlo echado a patadas desde hace décadas de las universidades y seminarios católicos.

Pero, además, si no hay una norma que está por encima de todo, entonces la norma -caso de que se quiera recurrir a alguna cuando ya no hace ninguna falta, porque precisamente la norma sirve en esa medida-, la pone uno. Y se queda tan pancho. Y todo se dispara: subjetivismo, relativismo, tolerancia, comprensión, discernir, acompañamiento, pecado, gracia, sacramentos, etc., etc.

Así, y solamente así, es como se puede afirmar -y esto sí lo pone en boca del Papa- que “ya no se puede hablar de una norma que debe seguirse en todos los casos". O sea: no hay normas absolutas, no hay mandatos absolutos que no pueden romperse nunca o no seguirse en algunos casos… y todo ello con tranquilidad de conciencia, porque ya no hay normas cuya transgresión sea pecado siempre.

Así es como puede uno montarse en la ciencia-ficción de que, aún reconociendo estar en una situación moral y eclesialmente “irregular", uno mismo puede “abstraerse” de esa situación real y sumergirse en la imaginación de no ser moralmente responsable de esa situación. Y esto, aplicado a pretender ser católico, a pesar de estar divorciado -el divorcio no existe para un católico: sigue casado con su mujer/marido, y a pesar de haberse arrejuntado voluntariamente con otro/a señor/a, a lo que se le sigue llamando “matrimonio” -o no; aunque ya da igual-, y se puede seguir teniendo coyunda carnal con él/la de repuesto, -os. Y todo con tranquilidad de conciencia.

Esto tiene el mismo peso doctrinal y pastoral que el de ese otro sacerdote católico -eso dice él de sí mismo-, sj también -que será casualidad seguramente, no digo que no, pero que ya es mucha casualidad, ciertamente-, que dice que los homosexs tienen bula para seguir sus prácticas, y que no necesitan vivir la castidad como el resto de los católicos. Y es también amigo o consejero de Francisco, por cierto, que también será casualidad.

Y, ¿qué significado tiene hablar de “categoría abstracta de personas"? ¿Cuándo y dónde en la Iglesia Católica se ha enseñado y admitido eso? Serán los que han dejado a Santo Tomás de lado, y luego montan el pollo que montan.

Todo para llegar a su objetivo propio: “El documento concluye con claridad que en algunas circunstancias, en lo que respecta a los divorciados y vueltos a casar […] es posible concederles la absolución y admitirlos a la Eucaristía".

Nada, absolutamente nada de todo esto es católico: es un choque frontal de trenes. Y lo mismo con los homosexs. Habrían ganado, habrían doblegado, unos y otros -homosexs y reajuntados- a la Iglesia, de la que, desde el mismo momento en que admitiera algo de esto en su seno, dejaría de ser Ella.

Algo así como lo de Puigdemon y Rajoy…, si es que fuera verdad, y no una pantomima pactada, huntada y reglada. Vamos, que habrían conseguido la independencia.

Las cosas en el interior de la Iglesia están cada vez peor; y acelerándose.