El Papa desafió a la artrosis para llevar la cruz en una estación del Vía Crucis

JUAN LARA ROMA

SOCIEDAD

El Pontífice consiguió participar en el rito a pesar de los fuertes dolores en la rodilla derecha El precario estado de salud de Juan Pablo II ha condicionado la participación del Pontífice en los actos de la Semana Santa. Por consejo de los médicos, el Papa presidió pero no ofició la misa Crismal del Jueves Santo, se quedó sin lavarle los pies a los doce presbíteros y se limitó a llevar la cruz en la última estación del Vía Crucis.

30 mar 2002 . Actualizado a las 06:00 h.

El papa Juan Pablo II desafió los fuertes dolores de artrosis en la rodilla derecha y sacando fuerzas de flaqueza tomó la Cruz y la llevó en la última estación del Vía Crucis que presidió en el Coliseo de Roma en la noche del Viernes Santo. El Pontífice, de 81 años, no caminó, pero mantuvo la Cruz durante toda la estación con una mano, mientras que con la otra se agarraba en la barandilla de la colina del Palatino, de frente al Coliseo. Paz Teniendo como fondo una inmensa cruz de antorchas, el Papa pidió la paz para Tierra Santa y para todo el mundo. «Paz a los vecinos y los lejanos, paz para Jerusalén, la amada ciudad del Señor», afirmó. Después, los presentes suplicaron la reconciliación «para que en Asia, Africa y Oriente Medio cesen los graves conflictos existentes». En un principio no estaba previsto que Juan Pablo II llevase la Cruz, visto que desde el mes de febrero sufre fuertes dolores de artrosis en la rodilla de la pierna que se fracturó hace varios años. De hecho, los médicos le aconsejaron que no se esforzase sobre todo durante la Semana Santa, en la que los ritos duran varias horas y son agotadores. Así, presidió pero no ofició la misa Crismal, la del Jueves Santo y tampoco lavó los pies a los doce presbíteros. Lo que no estaba dispuesto era renunciar a llevar, aunque fuera sólo unos minutos, la Cruz, lo que siempre ha hecho en los 22 años de pontificado. Frailes franciscanos de Tierra Santa, que la llevaron en las estaciones precedentes, se la entregaron. Una vez concluido el rito, al que asistieron unas 50.000 personas, Juan Pablo II pronunció un discurso improvisado, en el que recordó la pasión del Señor. El Vía Crucis discurrió por el interior del Coliseo, el famoso anfiteatro Flavio, continuó por delante del Arco de Constantino y concluyó subiendo las escaleras que llevan a la colina del Palatino. El Vía Crucis del Coliseo fue instaurado en 1741 por orden del papa Benedicto XIV. Tras decenas de años de olvido, en 1925 volvió a celebrarse en dicho anfiteatro de la Ciudad Eterna. En 1964 el papa Pablo VI acudió al Coliseo para presidir el rito y, desde entonces, todos los años acude el sucesor de Pedro.