Bergoglio ejerce un seudo-sacerdocio satánico y sacrílego.La Salvación de las almas es tarea fundamental del sacerdote.
San Jerónimo: “Es difícil encontrar a un hereje que ame la castidad; aunque la pueda recomendar por palabras y alabarla”
Sermón de San Antonio de Padua:
Pero estos pecadores, como dice Isaías, transgredieron las leyes, cambiaron el derecho, violaron el pacto eterno. Por esto, la maldición devorará a la tierra; sus habitantes pecarán y por esto sus cultivadores enloquecerán (Isaías 25,5-6). Transgreden las leyes de la letra y de la gracia, porque no quieren guardar ni la ley de la letra como esclavos, ni la de la gracia como hijos. Cambian el derecho natural... Quebrantan la eterna alianza, que juraron en el bautismo. Y por esto la maldición de la soberbia (del Orgullo) devorará la tierra, es decir, a los mundanos, y sus habitantes caerán en el pecado de la avaricia, aquellos a quienes se dice en el Apocalipsis: Ay de los que habitan la tierra! (8, 13); y los que la cultivan enloquecerán en el pecado de la lujuria, la cual es locura (falta de carácter) y desequilibrio mental.
Sermones de San Bernardo
¿Por qué se manda apresar a las raposas, más bien que matarlas o espantarlas y por qué las llama raposillas?
II. 6. Ahora volvámonos a lo que dice el esposo sobre estos
pequeños y astutos animales que destruyen las viñas. Pequeños he
dicho, no por su malicia, sino por su sutileza. Es un género de
animales astutos por naturaleza, habilísimos para hacer daño a
ocultas. Yo creo que con toda propiedad designan ciertos vicios muy
sutiles, aparentemente camuflados entre las virtudes, de cuya forma
ya dije algo para conocerlos con algunos ejemplos, aunque pocos. No
son capaces de hacer daño de otra manera sino presentando virtudes
falsas con el oropel de la virtud. Vienen a ser o pensamientos vanos de
los hombres o sugestiones de los ángeles malos, los de Satanás, que
se transforman en ángeles de luz y preparan sus flechas dentro de
sus aljabas, esto es, a escondidas, para disparar en la sombra contra
los rectos de corazón.
Por esto creo que se las llama raposillas. Mientras los demás
vicios se presentan abiertamente por sus proporciones, estos otros no
se pueden distinguir con facilidad por su sutileza. Por eso sólo pueden
precaverse contra ellos los hombres perfectos, experimentados e
iluminados con los ojos del corazón para discernir el bien del mal,
especialmente para el discernimiento de espíritu. Ellos pueden decir
con el Apóstol: no ignoramos la astucia de Satanás y sus
maquinaciones. Piensa si no será ésta la razón por la que nos manda
el esposo, no que los exterminemos, los espantemos o los matemos,
sino que los apresemos. Porque a estos animalillos engañosos
debemos observarlos y examinarlos con toda vigilancia y cautela, para
agarrarlos, es decir, apoderarse de ellos en su misma astucia. Por
tanto, cuando queda manifiesto el engaño, cuando se descubre el fraude, cuando se demuestra la falsedad, entonces podemos afirmar
que hemos cazado a la raposilla que destrozaba la viña. Finalmente,
solemos decir que al hombre se le sorprende por sus palabras, y así
lo afirma el Evangelio: Se reunieron los fariseos para ver si lograban
cazar a Jesús con sus propias palabras.
7. En consecuencia, el esposo manda agarrar las raposillas que
destruyen las viñas, es decir, sorprenderlas, descubrirlas, hacerlas salir.
Esta raza maldita tiene una característica: en cuanto es descubierta ya
no daña; conocerla equivale a vencerla. ¿Quién, de no estar loco, una
vez descubierta la trampa mete el pie en ella a sabiendas y de intento?
Basta, por tanto, agarrarlas, esto es, descubrirlas y sacarlas a la luz,
pues para ellas aparecer es perecer.
No sucede así con los demás vicios, porque se presentan
abiertamente y dañan sin rodeos; cautivan aun conociéndolos, vencen a
los que se resisten, pues actúan a base de fuerza y no de engaño. A
estas bestias crueles no debemos examinarlas, sino evitarlas. Sólo
cuándo se trata de esas raposillas tan ladinas, basta sacarlas a la luz y
prenderlas en su astucia; tienen su madriguera, pero una vez
descubiertas ya no hacen daño. Por esta razón se manda apresar a
estas raposas, y por eso se las llama raposillas. Son tan pequeñas que
al brotar esos vicios recién nacidos, y mientras aún son tiernos, debes
vigilarlos con atención y apresarlos al punto, para que no sean más
dañinos si crecen, y sea más difícil capturarlos.
Las raposas son los herejes, ¿cómo se debe aprésalos y cuales nos manda el esposo que no los detengamos?
III. 8. Siguiendo la alegoría, las viñas son las iglesias; las raposas,
las herejías, o mejor, los herejes. Quiere esto decir con toda evidencia
que los herejes deben ser apresados más que alejados. Y deben ser
sorprendidos, no con las armas, sino con argumentos que rechacen sus
errores. Y si fuera posible deben ser reconciliados con la Iglesia Católica,
reconduciéndolos a la verdadera fe. Porque éste es su designio: Quiere
que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la
verdad. Así manifiesta que éste es su deseo, cuando dice: Agarradnos
las raposas, y no simplemente: «Agarrad las raposas».
Él manda alcanzar a estas raposas para sí y para su Esposa la
Iglesia Católica, cuando dice: «Agarrádnoslas». Por tanto, si un hombre
de Iglesia experimentado y docto entabla una discusión con un hereje,
debe hacerlo con la única intención de convencerlo de su error y
convertirlo, pensando en lo que dice el apóstol Santiago: El que
endereza a un pecador de su extravío se salvará él mismo de la muerte y sepultará un sinfín de pecados. Si no quisiera convertirse, ni se
convence después de la primera y segunda amonestación, porque sigue
obstinado, no tendrás que ver con él, como dice el Apóstol. Por eso, en
mi opinión, será mejor ahuyentarlo o detenerlo que dejarle arrasar los
viñedos.
9. El que ha vencido y convencido a un hereje, distinguiendo con
claridad y evidencia lo verosímil de lo verdadero, no piense que ha
obrado inútilmente; ha demostrado con razones claras e irrefutables que
los dogmas corrompidos son perniciosos; ha hecho prisionera, además,
a una inteligencia perversa que se enfrenta con la ciencia de Dios. A
pesar de todo, ha conseguido detener a la raposa, aunque no la haya
sanado; y la ha agarrado para el Esposo y la Esposa, pero de distinta
manera. Pues el hereje no se levantó de la hez, pero la Iglesia se ha
afianzado en la fe; y el Esposo se congratula sin duda de los progresos
de la Esposa, porque el gozo del Señor es nuestra fuerza. No considera
ajenos nuestros éxitos, pues se ha dignado asociarse con nosotros de tal
manera, que no manda cazar las raposas para él, sino para nosotros en
él, diciendo: Agarrad para nosotros. Hay que subrayar que dice para
nosotros. ¿Hay algo más familiar que esta palabra? ¿No crees que
habla como un padre de familia que no posee nada para sí mismo,
porque todo lo tiene en común con su mujer, sus hijos y criados? El que
aquí habla es Dios; pero no se expresa como Dios, sino como esposo.
10. Agarradnos las raposas. ¿Ves con qué sentido social habla el
que carece de socios? Podía haber dicho: «para mí», pero prefirió decir
para nosotros, feliz en compartir. ¡Qué dulzura! ¡Qué gracia! ¡Qué amor
tan intenso! ¿Así se hace como uno de tantos el que es el sumo entre
todos? ¿Quién lo hizo? El amor que ignora su propia dignidad, rico en
benignidad, fuerte en sus afectos, eficaz en sus consejos. ¿Hay algo
más violento? El amor vence a Dios. ¿Hay algo menos violento? Es
amor. ¿Cuál es esta fuerza tan violenta en la victoria y tan vencida por la
violencia? En una palabra: se anonadó a sí mismo, para que sepas que
se debe al amor el que la plenitud se derramara, la altura se igualara y la
divinidad se asociara con nosotros.
¿Con quién, admirable Esposo, tienes tan íntima familiaridad?
Agarradnos, dice. ¿Para quién juntamente contigo? ¿Para la Iglesia de
los pueblos? Es una congregación de hombres mortales y pecadores.
Ya sabemos quién es. Y tú ¿quién eres, tan devoto de esta mujer cusita,
amante tan ambicioso? No eres otro Moisés, sino mucho mayor que él.
Porque tú eres el más bello de los hombres. Me he quedado corto: eres
reflejo de la vida eterna, esplendor y figura de la sustancia de Dios, finalmente Dios sobre todo, bendito por siempre. Amén.
SERMÓN 65
I. Los nuevos herejes, especialmente los de Tolosa, son
unas verdaderas raposas, porque ocultan su secta con perjurio.
– II. De qué manera se descubren estas raposas cohabitando
con mujeres. – III. Cómo se cazan estas raposas, si no
suprimen el escándalo en cuanto pueden.
I. 1. Os he dirigido dos sermones sobre el mismo versículo y me
dispongo a exponeros el tercero, si no os causa tedio. Porque lo creo
necesario. Los dos anteriores fueron en defensa de nuestra viña
doméstica que sois vosotros, contra las asechanzas de tres clases de
raposas, como son los aduladores, los detractores, y ciertos espíritus
seductores, hábiles y curtidos en presentar el mal bajo especie de bien.
Pero en las viñas del Señor no sucede eso. Me refiero a la que se
extendió por toda la tierra, de la cual nosotros somos su porción. Viña
demasiado grande, plantada por la mano del Señor, rescatada con su
sangre, regada por su palabra, propagada por la gracia, incrementada
por el Espíritu. Por ocuparme más de la viña propia, apenas me fijé en la
común. Pero al ver que tantos la desbaratan, qué pocos son sus
defensores y cuánto cuesta defenderla, me decido a salir en su favor. La
dificultad nace de que sus enemigos se ocultan.
Porque a la Iglesia desde sus orígenes la atacaron siempre las
raposas, pero muy pronto fueron descubiertas todas y capturadas. El
hereje combatía abiertamente —porque su máximo deseo era vencer en
público— y sucumbía. Aquellas raposas se prendían con facilidad. Es
verdad que una vez descubierta la verdad, el hereje solía empecinarse
en las tinieblas de su obstinación y se endurecía maniatado y a solas.
Pero al menos veían que la raposa había sido agarrada, condenada la
impiedad y sacado afuera el impío, cuya ostentación ya se había
vencido, aunque sin fruto. Según el profeta, se secaron sus pechos y su
vientre quedó infecundo; porque el error refutado en público no vuelve a
retoñar, y no germina la falsedad descubierta.
2. ¿Qué podemos hacer para cazar estas pésimas raposas que
desean destrozar más que vencer, y no quieren darse a ver sino
arrastrarse? Todos los herejes tuvieron siempre la misma intención:
granjearse la gloria con la singularidad de su ciencia, pero éstas son más
dañinas y astutas que los demás herejes: desprecian su propia gloria y
se nutren con el daño ajeno. En mi opinión están amaestradas por el
ejemplo de sus antepasados, que una vez descubiertos ya no podían
escaparse, porque eran atrapados al instante; por eso procuran
perpetrar el misterio de la iniquidad con una seducción nueva y
cuanto más camuflados más libres se ven.
Además se han conjurado, como suele decirse, con las tinieblas:
Se ligaron entre sí con inicuos juramentos:
«Jura, perjura, pero no
reveles el secreto». Aunque por otra parte no consienten jurar jamás ni
levemente, conforme a aquello del Evangelio: No juréis ni por el cielo
ni por la tierra, etc. ¡Torpes y lentos de corazón, poseídos en todo por
el espirito farisaico, coláis el mosquito y os tragáis el camello! No es
lícito jurar ¿y se puede perjurar? ¿O están permitidas ambas cosas
en este caso? ¿De qué lugar del Evangelio me sacáis esa excepción
vosotros que os granjeáis en falso de no comeros una sola letra? Está
claro: sois escrupulosos para observar lo del juramento y os permitís
la infamia del perjurio. ¡Qué perversidad! Observan a porfía como si
fuese un mandamiento lo que está aconsejado como una cautela: no
jurar; y se dispensan a su antojo, como de algo indiferente, de lo que
está sancionado con obligación inamovible: no perjurar. Dicen: «No;
es para no divulgar el misterio». Como si no fuese gloria de Dios
revelar un asunto. ¿Os preocupa acaso la gloria de Dios? Yo creo
más bien que les sonroja descubrir lo que carece de gloria. Porque se
dice que cometen ocultamente infames obscenidades; como las
raposas dejan a su paso gran hedor.
3. Me callo lo que ellos negarían; que respondan a lo que es
público. ¿Se atienen acaso al Evangelio y evitan dar lo sagrado a los
perros o echar las perlas a los cerdos? Sólo con esto ponen en
evidencia que no pertenecen a la Iglesia; pues piensan que son
perros y puercos los que viven en la Iglesia. Les parece que quienes
no pertenecen a su secta, sin excepción deben ser excluidos de todo lo
suyo. Y aunque lo sientan así, no responderán de ello para no ser
descubiertos; por eso huyen por todos los medios, aunque no podrán
escapar.II. Respóndeme tú, que te tienes en más de lo que debes tenerte
y eres más necio que cuanto pueda decirse; el misterio que ocultas
¿es de Dios o no? Si es, ¿por qué no lo manifiestas para su gloria?
Porque es gloria de Dios revelar un asunto. Y si no es, ¿por qué cifras
tu fe en lo que no es de Dios, sino porque eres un hereje? Por tanto,
deben descubrir el secreto de Dios para gloria de Dios, o deben negar
que es un misterio de Dios y confesar que son herejes; por lo menos
declárense como enemigos de la gloria de Dios quienes se resisten a
confesar lo que reconocen como gloria de Dios.
Porque subsiste la verdad de la Escritura: Es gloria de reyes
ocultar la palabra, es gloria de Dios revelarla. ¿Tú no quieres revelarla?
Luego no quieres dar gloria a Dios, o quizá no aceptas esta Escritura.
Así es: confiesan que ellos son los únicos que practican el Evangelio.
Pues que respondan al Evangelio: Lo que os digo de noche, decidlo en
pleno día, y lo que escucháis al oído pregonadlo desde la azotea. Ya no
es lícito encubrir nada. ¿Hasta cuándo se puede ocultar lo que Dios
manda manifestar? ¿Hasta cuándo soterráis vuestro Evangelio? Yo
sospecho de vosotros, no de Pablo: éste confiesa que el suyo no está
encubierto. Si mi Evangelio, dice, sigue velado, es para los que se
pierden. Mirad a ver si se dirige a vosotros que ocultáis el Evangelio.
¿Hay algo más claro que vuestra perdición? ¿Rechazáis también al
mismo Pablo? Así lo he oído de algunos. Porque no estáis de acuerdo
en todo entre vosotros, aunque todos discrepáis de nosotros.
4. Pero si no me engaño, todos aceptáis sin distinción y con la
misma autoridad del Evangelio las palabras, escritos y tradiciones de los
que convivieron corporalmente con el Salvador. ¿Es que alguno de ellos
guardó oculto su Evangelio? ¿Es que se callaron las debilidades de la
carne de Dios, los horrores de su muerte, la ignominia de la cruz? No: A
toda la tierra alcanza su pregón. ¿Qué sucedió con la forma de vida
apostólica de la que vosotros os jactáis? Ellos vocean, vosotros susurráis. Ellos hablan en público, vosotros en los rincones. Ellos atraviesan
las nubes, vosotros os escondéis en las tinieblas y en los subterráneos
de las casas. ¿Os parecéis a ellos en algo? ¿Acaso en que no lleváis
mujeres con vosotros, porque las encerráis con vosotros? No levantan
las mismas sospechas la compañía y la cohabitación. ¿Quién podía
sospechar algo funesto de aquellos que resucitaban a los muertos? Haz
tú lo mismo, y creeré que acostarte con una mujer es igual que hacerlo
con un hombre. De lo contrario, ¿no es temerario usurpar su derecho sin gozar de su santidad? Estar siempre con una mujer y no pecar con ella
¿no es mucho más que resucitar un muerto? ¿Te supera lo fácil y
quieres que te crea lo más difícil?
Todos los días te sientas a la mesa al lado de una jovencita, tiene
su lecho junto al tuyo en la misma habitación, charláis fijos los ojos
tuyos en los suyos, trabajas mano a mano con ella ¿y quieres que os
considere continentes? Concedido que lo seáis; pero yo tengo que
sospechar lo peor. Me escandalizas: quita la causa del escándalo y me
demostrarás que sigues el Evangelio, como lo pregonas. Al que
escandaliza a un miembro de la Iglesia ¿no lo condena el Evangelio? Tú
escandalizas a la Iglesia; eres una raposa que destroza la viña. Ayudadme, amigos, a prenderla, o más bien vosotros, ángeles santos,
agarrádnosla. Es muy astuta, la encubre su impía iniquidad, es tan
pequeña como sagaz, y elude con facilidad la agudeza humana.
¿Acaso también vuestra mirada? Por eso se dirigen a vosotros, sus
amigos, aquellas palabras del esposo: Agarradnos las raposillas.
Haced, pues, lo que os ordena: prendednos esa raposilla tan taimada,
que hace tanto tiempo acechamos. Enseñad y advertirnos cómo se
atrapa su engaño. Porque a eso equivale agarrar la raposa, ya que
es mucho más perjudicial el falso católico que el verdadero hereje. El
hombre no puede saber lo que hay en el hombre, a no ser que alguien
sea iluminado para ello por el Espíritu de Dios, o sea instruido por el
saber del ángel. ¿Qué señal daréis para que salga a la luz esta pésima
herejía, amaestrada para mentir no sólo con la lengua, sino con la
vida?:
5. La reciente desolación de la viña muestra la presencia de la
raposa; pero ignoro con qué arte borra sus huellas este animal tan
ladino, para que el hombre no pueda advertir por dónde entró y salió.
Está a la vista la obra, pero no el autor: hasta ese extremo sabe
disimularlo todo con su presencia. Si le interrogas por su fe, ninguno es
tan cristiano; si observas su modo de vivir, le encontrarás
irreprensible en todo; y lo que predica lo prueba con sus obras. Verás
que frecuenta la iglesia como testimonio de su fe, honra a los
presbíteros, da sus limosnas, se confiesa, participa en los
sacramentos. ¿Hay alguien más fiel?
Repasando su vida y costumbres, con nadie es violento, a nadie
envuelve, con nadie se sobrepasa. Además palidece por los ayunos,
no come su pan de balde, trabaja con sus manos para ganarse la vida. ¿Dónde está la raposa? La habíamos agarrado: ¿cómo se nos
ha ido de las manos? ¿Cómo ha desaparecido de repente? Volvamos
otra vez, busquémosla: por sus frutos la conoceréis. Es claro que la
destrucción de las viñas la delata. Las mujeres dejan sus maridos y los
hombres sus mujeres para irse con ellos. Los clérigos y los
sacerdotes abandonando sus pueblos e iglesias han aparecido
muchas veces sin afeitar y con largas barbas, mezclados entre los
tejedores y las tejedoras. ¿No se trata de una nueva demolición? ¿No
es obra de las raposas?
¿Cómo se puede cazar a estas raposas si no se suprime el escándalo lo antes posible?
III. 6. Pero no siempre se aprecian tan claramente todos los
casos; y si resultan ciertos, no se pueden probar. ¿Cómo los
podemos sorprender? Volvamos al consorcio y amancebamiento con
las mujeres: porque no hay uno entre ellos que se vea exento. Vamos a
someter a interrogatorio a cualquiera de ellos, «¡eh tú, buen hombre!,
¿quién es esta mujer y de dónde la has tomado? ¿Es tu esposa?»
—«No», responde, «porque mis votos no me lo permiten». —«¿Es hija
tuya acaso?» —«No» —«¿Entonces? Si no es tu mujer, ni tu hija, ¿no
tiene contigo ninguna relación de parentesco o de afinidad?» —»No,
ninguna». —«¿Y cómo puedes guardar segura tu continencia con ella?
Ya sabes que eso no te es lícito. Por si no lo sabes, la Iglesia prohíbe la
cohabitación entre hombres y mujeres a los que han hecho voto de
continencia. Si no quieres escandalizar a la Iglesia, despide a esa mujer.
De lo contrario, por esto solamente podremos sospechar de ti todo lo
demás que no conocemos».
7. El responde: »¿En qué lugar del Evangelio me puedes mostrar
que esto está prohibido?» —«¿Apelaste al Evangelio? Al Evangelio irás.
Si obedeces al Evangelio no debes cometer escándalo; lo prohíbe
terminantemente el Evangelio y tú lo haces, no despidiendo a esta mujer
según las leyes de la Iglesia. Se sospechaba de ti, pero ahora caes en
manifiesta censura por despreciar el Evangelio y ser enemigo de la
Iglesia». ¿Qué pensáis, hermanos? Si se obstina y no obedece al
Evangelio ni complace a la Iglesia, ¿a qué puede recurrir? ¿No os parece
que ya se ha descubierto el engaño y agarrado a la raposa? Si no
despide a la mujer no elimina el escándalo; si no arranca el escándalo
cuando puede hacerlo, se le tendrá como transgresor del Evangelio.
¿Qué puede hacer la Iglesia sino prescindir del que no está dispuesto a
remover el escándalo, para no ser semejante a aquel desobediente?
Porque el Evangelio le ha ordenado no perdonar ni a su propio ojo si le escandaliza, ni a su mano, ni a su pie, sino arrancarlo o cortarlo y
alejarlo de sí. Dice: Si no escucha a la Iglesia, considéralo como a un
pagano o un recaudador.
8. ¿Hemos conseguido algo? Pienso que sí. Hemos sorprendido a
la raposa, porque hemos descubierto un fraude. Se ha sacado a luz lo
que estaba oculto: los falsos católicos, los verdaderos salteadores de la
Iglesia. Porque mientras tomábamos juntos dulces alimentos —me
refiero al Cuerpo y la Sangre de Cristo—, mientras paseábamos unidos
en la casa de Dios, pudieron desorientarnos, e incluso tuvieron
ocasiones para seducirnos, según lo que dice la Sabiduría: El impío
hunde a su amigo con la boca. Pero ahora, según el saber de Pablo,
después de la primera y segunda monición hemos dado de lado al
hereje, sabiendo que ha caído por tierra, y por ello procederemos con
cautela para que no sea nuestro quebrantador.
De momento no es poco, como dice la Sabiduría, que los
malvados queden prendidos en sus lazos, especialmente los inicuos
que recurrieron a las asechanzas para usarlas como armas. Porque
en el enfrentamiento y la defensa lo pierden todo. Es gente vil y
aldeana, analfabeta e inepta. No pasan de ser unas raposillas; es
imposible defender los desatinos que se les ocurren; es mayor su
astucia que su fuerza de persuasión; sólo se mueven entre mujercillas
incultas y groseras, como son, y lo sé muy bien, todas las que
pertenecen a esa secta.
No recuerdo haber oído nada nuevo o inaudito en todas sus
afirmaciones, que son muchas, sino cosas trilladas y suscitadas hace
tiempo entre los antiguos herejes, pulverizadas y disipadas por
nosotros. Sin embargo, hay que decir y diré cuáles son sus
necedades, que en parte ellos mismos las confesaron como incautos,
interrogados por los católicos; y en parte las dieron a conocer,
discutiendo de sí mismos entre sí, o las descubrieron algunos de entre
ellos que volvieron a la Iglesia. No es que vaya a refutarlas todas ellas
—porque no es necesario—, sino sólo darlas a conocer. Pero tendrá
que ser en otro sermón, para alabar y dar gloria al nombre del
Esposo de la Iglesia, Jesús, Cristo nuestro Señor, que es Dios bendito
sobre todo y por siempre. Amén.
SERMÓN 66
I. Más sobre estos nuevos herejes; a ellos se aplica de manera especial lo que dice el Apóstol: con hipocresía divulgan la
mentira.
– II. Cómo condenan las nupcias; los más únicamente
las permiten a las vírgenes; que hay en contra.
– III. Sobre los
alimentos que tienen por impuros y como dicen que constituyen
el Cuerpo de Cristo, llamándose apóstoles.
– IV. Contra su tesis
de no bautizar a los niños, no interceder por los muertos ni
admitir el patrocinio de los santos.
– V. Desprecian las leyes y
cánones de la Iglesia, y algunos son tan obstinados que al
verse delatados mueren por su secta.
I. 1. Agarradnos las raposas, las raposillas que destruyen los
viñedos. Otra vez a vueltas con las raposas. Son las que abren
brechas en la cerca y vendimian la viña. No se contentan con derribar
la cerca, quisieran poder desolar la viña, añadiendo una prevaricación
mayor. No les basta ser herejes, sino también hipócritas, añadiendo
pecado sobre pecado. Se presentan vestidos de ovejas para asolarlas
y llevarse los carneros. ¿No te parece que han perpetrado ambas
cosas, cuando aparecen los pueblos privados de la fe y los sacerdotes
sin los fieles? ¿Quiénes son estos ladrones? Por su ropaje son ovejas,
por su astucia raposas, por sus obras y crueldad lobos. Son los que
desean parecer buenos sin serlo; quieren no parecer malos y lo son. Son
malos y pretenden pasar por buenos, para no ser solamente malos;
temen parecer malos, para no quedarse cortos en su maldad. Porque la
malicia manifiesta siempre es un daño menor; jamás se vio engañado el
bueno sino por un falso bien. Así pues, se esfuerzan en aparecer como
buenos para detrimento de los buenos; no quieren parecer malos, para
causar mayores males.
No cultivan las virtudes, pero colorean los vicios con cierto brillo de
virtud. Llaman religión a la piedad supersticiosa. Para ellos es inocente
el que no peca en público; se atribuyen sólo las trazas de la inocencia.
Para encubrir su torpeza emiten el voto de continencia. Creen que la
impureza hay que reducirla sólo al trato con las esposas, cuando de
hecho el único coito que está exento de impureza es el que se realiza
con la propia esposa. Son hombres rústicos e ignorantes, totalmente
despreciables; pero os advierto que no debemos descuidarlos, porque favorecen mucho a la impiedad y su palabra corre como una gangrena.
2. Mas el Espíritu Santo no se descuidó: vaticinó hace tiempo con
toda claridad, como dice el Apóstol: El Espíritu dice expresamente que
en los últimos tiempos algunos abandonarán la fe, por dar oídos a
inspiraciones erróneas y enseñanzas del demonio, de impostores
hipócritas, embotados de conciencia. Prohibirán el matrimonio y comer
ciertos alimentos, que Dios creó para gustarlos con gratitud. A
éstos, a
éstos se refería. Prohíben casarse, obligan a abstenerse de alimentos
que Dios creó; ya hablaremos de ello. Ahora fijaos si ésta no es una
ilusión propia de demonios y no de hombres, como lo predijo el Espíritu.
Pregúntales por el autor de su secta: no nombrarán a hombre alguno.
¿Hay alguna herejía humana que no tenga su propio heresiarca? El jefe
y maestro de los maniqueos fue Manes, el de los sabelianos Sabelio, el
de los arrianos Arrio, el de los eunomianos Eunomio, el de los nestorianos Nestorio. Y así todas las demás pestes de este tipo han tenido cada
una sus propios mentores, hombres conocidos, en los cuales tuvieron su
origen y tomaron su nombre. ¿A éstos con qué nombre o apelación
puedes catalogados? Porque su herejía no la inventó hombre alguno ni
la tomaron de ningún hombre. Por supuesto no se la reveló Jesucristo,
sino más bien y sin duda, como lo predijo el Espíritu Santo, por
intervención y seducción de los demonios, impostores hipócritas que
prohibieron el matrimonio.
3. Esto lo afirman con astucia de zorra, fingiendo que lo dicen
por amor a la castidad; pero lo inventaron para fomentar y propagar la
deshonestidad. No puede estar más claro; lo que pasma es que hayan
podido convencer a personas cristianas. A no ser que sean tan animales
que no acierten a soltar las riendas de toda deshonestidad los que
condenan el matrimonio. O los invade de tal modo la maldad, devorados
por la malignidad diabólica, que viéndolo lo encubren, porque les deleita
la perdición de los hombres.
II. Arranca de la Iglesia el deshonesto connubio y el inmaculado
lecho nupcial: ¿no la invadirán los concubinarios, incestuosos,
sodomitas, impúdicos, invertidos y todo género de inmundicias? Elegid,
pues, una de las dos cosas: salvar a todos estos monstruos humanos o
reducir a muy pocos los que se salven por su continencia. ¡Qué pocos
por una parte y cuántos por otra! Ninguna de las dos corresponde al
Salvador. ¿Entonces encumbraremos la inmundicia? Nada tan impropio
para el Autor de la continencia. ¿Se condenará todo el mundo a excepción de unos pocos continentes? Eso equivaldría a no ser
Salvador. La continencia es rara en el mundo; el que es la plenitud no se
vació de sí mismo para conseguir tan poco fruto en la tierra. ¿Cómo
recibimos todos de su plenitud, si sólo concedió a los continentes su
participación? A esto ellos no saben qué responder. Y tampoco a lo
primero: si en el cielo sólo hay lugar para la honestidad, y son
incompatibles la honestidad y la impureza, como la luz y las tinieblas,
ningún impuro tiene sitio en el lugar de la salvación. Al que piense de
otro modo la voz apostólica lo inculpará, afirmando sin rodeos: Los que
se dan a eso no heredarán el reino de Dios.
¿Por dónde saldrá de su madriguera esta insidiosa raposilla?
Pienso que está apresada en la hura que se hizo con dos agujeros: uno
para entrar y otro para salir. Esa es su costumbre. Pero salga por donde
quiera, en los dos tiene cerrada la salida. Si coloca en los cielos sólo a
los continentes, se condena la gran mayoría; si equipara la impureza
con la continencia, perece la honestidad. Pero con mayor rigor perece
ella, porque no tiene salida, cerrada para siempre y aprisionada en la
fosa que hizo.
3. Algunos disienten de los demás, confesando que el matrimonio pueden contraerlo sólo los vírgenes. Pero no veo qué razón
pueden aducir para hacer esta distinción: a no ser que, como venenosa
víbora, cada uno de ellos luche a su capricho para despedazar con
dientes de víbora los sacramentos de la Iglesia como entrañas
maternas. Al parecer se apoyan en que los primeros esposos eran
vírgenes. ¿Por qué va a condicionar esto la libertad del matrimonio,
de modo que no puedan contraerlo los no vírgenes? Entre ellos
comentan que han encontrado no sé qué en el Evangelio para reforzar
en vano su ignorancia. Creo que es aquel testimonio inicial del
Génesis: Dios creó al hombre a su imagen y semejanza; varón y
hembra los creó; a lo cual añade el Señor: Lo que Dios ha unido, que
no lo separe el hombre. «A éstos, dicen, los unió Dios porque eran
vírgenes y ya no pueden separarse; pero toda unión contraria ésta no
provendrá de Dios». —. «¿Quién te ha dicho que Dios los unió porque
eran vírgenes? Porque esto ni lo menciona la Escritura». —.«¿Que no
eran vírgenes?», dice. —. Eran vírgenes; pero no es lo mismo decir
que cuando los unió eran vírgenes o que por ser vírgenes los unió. Ni
siquiera encontrarás expresamente escrito que eran vírgenes, aunque
lo eran. Cuando dijo: Varón y hembra los creó, indicó la diferencia sexual, no la virginidad. Y con razón: porque la cópula marital no
requiere integridad corporal, sino aptitud sexual. Por eso el Espíritu
Santo al instituir esta unión expresó el sexo, pero silenció la
virginidad; así no dio ocasión a las insidiosas raposillas para retorcer la
palabra.
«Y lo habrían hecho muy a gusto, aunque habría resultado inútil.
¿Qué hubiera sucedido si hubiese dicho: «Los creó vírgenes?»
¿Acaso habrías conseguido la posibilidad de afirmar que sólo pueden
casarse lícitamente los vírgenes? ¡Cómo habrías saltado de gozo
simple y exclusivamente por poder argüir con esa palabra! ¡Qué
exorcismos habrías lanzado sobre las segundas y terceras nupcias!
¡Cuánto te mofarías de la Iglesia, que une entre sí a rameras y
alcahuetes con tanta mayor satisfacción, cuanto más segura está de
que así pasarán de la impureza a la honestidad! Quizá echarías
también en cara a Dios que mandó al Profeta unirse a una fornicaria.
Pero ahora te ves privado de esa ocasión y puedes ser hereje sólo
porque sí. Pues el testimonio del que te apoderaste para levantar tu
error, vale más para derribar, ya que no consigue nada a su favor y sí
mucho contra ti.
5. »Mas ahora escucha algo que puede vencerte del todo o
corregirte, machacar y demoler tu herejía: La mujer está ligada
mientras vive el marido; si se muere queda libre para casarse con el
que quiera, con tal que sea cristiano. Es Pablo el que está de acuerdo
en que se case la viuda que lo desea; ¿y tú vas a ordenar que no se
case sino la que es virgen, y con otro virgen a su vez, y no con el que
desee? ¿Por qué estrechas tanto la mano de Dios? ¿Por qué restringes
la amplia bendición de las bodas? ¿Por qué asignas a la virginidad lo
concedido al sexo? Pablo no lo permitiría si fuese ilícito. Me quedo corto
diciendo que "lo permite"; incluso lo desea: Quiero que las jóvenes se
casen; y es indudable que se refiere a las viudas. ¿Lo quieres más
claro? Luego lo que permite porque es lícito lo desea porque es bueno.
¿Y el hereje prohíbe lo que es lícito y bueno? Lo único que prueba esta
prohibición es la herejía».
Honren el matrimonio, y los casados manténganse fieles el uno al otro. Hebreos 13:4
Que todos respeten el matrimonio y mantengan la pureza de sus relaciones matrimoniales; porque Dios juzgará a los que cometen inmoralidades sexuales y a los que cometen adulterio.
III. 6. Nos falta examinarlos un poco sobre lo que resta de la
profecía apostólica. Se abstienen de los alimentos que Dios ha creado
para que los fieles los gusten con gratitud, como dice el Apóstol. Con
esto nos muestran que son herejes, no por su abstinencia, sino porque
se abstienen heréticamente. Yo también a veces me abstengo; pero mi abstinencia es una satisfacción por mis pecados, no una impía
superstición. ¿Acaso condenamos a Pablo porque castiga su cuerpo y lo
reduce a servidumbre? Me abstendré del vino porque esconde libertinaje; pero si me encuentro débil beberé un poco, siguiendo el consejo
del Apóstol. Me abstendré de la carne, ya que comerla en demasía
fomenta los vicios de la carne, incluso comeré con mesura el pan, para
no sobrecargar el estómago y poder orar sin tedio; así no me censurará
el Profeta que me he hartado de pan. Tampoco acostumbro atiborrarme
de agua, para que la hinchazón del vientre no me provoque el halago de
la lujuria.
8. También se jactan de que ellos solos son el cuerpo de
Cristo; pero esto se lo imaginan ellos mismos, que también están
convencidos de que tienen facultad de consagrar el cuerpo y la sangre
de Cristo en su mesa, y convertirse en cuerpo y miembros de Cristo.
Se glorían de ser los sucesores de los Apóstoles y se llaman apostólicos, pero no pueden mostrar una sola señal de su
apostolicidad. ¿Hasta cuándo tenéis la luz bajo el celemín? Vosotros
sois la luz del mundo, se dijo a los Apóstoles; por eso están sobre el
candelero, para alumbrar a todo el mundo. ¿No les dará vergüenza a
esos sucesores de los Apóstoles no ser la luz del mundo, sino la del
celemín, y ser tinieblas para el mundo? Digámosles sin rodeos:
«Vosotros sois las tinieblas del mundo», y pasemos a otra cuestión.
Ellos se llaman la Iglesia; pero contradicen al que dijo: No se
puede ocultar una ciudad situada en lo alto de un monte. ¿Creéis
acaso que esa piedra desprendida del monte sin intervención
humana, que se convirtió en monte y llena el mundo, la podremos
cerrar en vuestros antros? Tampoco nos detendremos aquí; se
satisfacen con susurrar ese error y se niegan a publicarlo. Cristo
siempre tiene y tendrá íntegra su herencia, y posee la tierra hasta sus
confines. Ellos se retiran más bien de esa herencia y se empeñan en
quitársela a Cristo.
8. ¡Ojo con esos perros, ojo con esos detractores!
IV. Se mofan de nosotros porque bautizamos a los niños, porque
oramos por los difuntos, porque pedimos los sufragios de los santos.
Se dan prisa en excluir de Cristo a toda clase de hombres y de ambos
sexos, a los adultos y a los niños, a los vivos y a los muertos; a los
niños, por su incapacidad natural; a los adultos, porque se lo impide la
dificultad de su continencia; privan a los muertos de los auxilios de los
vivos, y a los vivos les arrebatan los sufragios de los santos que ya
murieron.
De ninguna manera. El Señor no ha abandonado a su pueblo,
innumerable como la arena de la playa; ni el que redimió a todos los
hombres se contentará con un número tan corto de herejes. No es
raquítica, sino copiosa su redención. ¿Hay proporción entre ese corto
número y la inmensidad del rescate? Los que se empeñan en anularlo,
ésos son quienes en verdad se privan de tanta riqueza.
¿Qué importa que un niño no sepa hablar en su favor, si la voz de
la sangre de su hermano, y de ese hermano, está gritando a Dios desde
la tierra? Ahí está su madre la Iglesia que clama por él. ¿Pero el niño?
¿No te parece que abre su boca en cierta manera hacia las fuentes del
Salvador, que exclama a Dios y se queja con sus vagidos: Señor, que
me oprimen: sal fiador por mí? Implora el auxilio de la gracia porque le oprime la naturaleza. Clama la inocencia del débil, la ignorancia del
niño, la impotencia del condenado. Todos ellos gimen: la sangre del
hermano, la fe de la madre, el abandono del desgraciado, la miseria del
desvalido. E invocan al Padre; el Padre sin duda no puede negarse a sí
mismo: es el Padre.
10. Que nadie me diga que el niño no tiene fe, si su madre le
comunica la suya, envolviéndolo con el sacramento hasta que sea
idóneo para percibirla desarrollada y pura, no ya con su propia
sensación, sino con su asentimiento. ¿Acaso es tan corto su manto que
no pueda cubrir a los dos? Grande es la fe de la Iglesia. ¿Por ventura es
menor que la fe de la mujer Cananea, que, como sabemos, fue suficiente
para ella y para su hija? ¡Qué grande es tu fe, mujer! Que se cumpla lo
que deseas. ¿Acaso es menor que la fe de los que llevaban en la camilla
al paralítico, para conseguir la salud del alma y del cuerpo? Ya sabes el
final: Viendo Jesús la fe que tenían dijo al paralítico: hijo, se te perdonan
los pecados. Y poco después: Carga con tu camilla y echa a andar.
Quien crea estas cosas, fácilmente se persuadirá que la Iglesia puede
prever con razón la salvación no sólo de los niños bautizados en su fe,
sino la coronación del martirio de los niños matados por Cristo.
Así las cosas, no les afectarán en nada a los renegados estas
palabras: Sin fe es imposible complacer a Dios, pues no carecen de fe los
que recibieron la gracia del bautismo en testimonio de la fe. Ni tampoco
aquellas otras: Pero los que no crean se condenarán. ¿Y qué es creer
sino tener fe? Así la mujer se salvará por su maternidad, si persevera
en la fe; los niños se verán asistidos por el baño regenerador; los
adultos que no pudieron ser continentes se redimirán por la cosecha del
treinta por uno de su matrimonio; el fruto de las oraciones de los que
viven y las oblaciones de los muertos, que las necesiten y lo merecen, lo
percibirán por medio de los ángeles; no les faltará el socorro de los que
ya murieron a los que aún viven, a través de Dios que está en todas
partes, y en Dios no estarán ausentes en ningún lugar por el afecto de la
caridad. Porque para eso murió Cristo y recobró la vida, para tener
señorío sobre vivos y muertos. Para eso nació también como niño y se
hizo adulto, pasando por todas las etapas de la edad sin privarse de
ninguna.
11. No creen que después de la muerte exista un fuego
purgatorio, sino que liberada el alma del cuerpo pasa inmediatamente a
la paz o a la condenación. Que se lo pregunten al que dijo que hay un determinado pecado que no se perdona en este mundo ni en el otro.
¿Por qué lo diría, si en el más allá no hay ni remisión ni purificación del
pecado?
V. En cualquier caso no es de extrañar que quienes rechazan a la
Iglesia desacrediten las instituciones de la Iglesia, critiquen a la
jerarquía, desprecien los sacramentos y no obedezcan sus leyes. «Son
pecadores», dicen, «los sucesores de los apóstoles, arzobispos,
obispos, presbíteros; por eso no son idóneos ni para dar ni para recibir
los sacramentos. Es totalmente contradictorio ser obispo y pecador».
Eso es falso: obispo era Caifás y también un gran pecador, que
dictaminó la sentencia de muerte contra el Señor. Si niegas que fue
obispo te denunciará el testimonio de Juan: él nos dice que incluso
profetizó como testimonio de su pontificado.
Apóstol era Judas, aunque codicioso y malvado, pero elegido por
el Señor. ¿Es que dudas de su apostolado, si lo eligió el Señor? ¿No os
elegí yo, dice, a vosotros doce? Y, sin embargo, uno de vosotros es un
diablo. Has oído que el mismo que fue elegido Apóstol a la vez fue
diablo ¿y niegas que un pecador pueda ser obispo? En la cátedra de
Moisés han tomado asiento los letrados y los fariseos, y quienes no los
obedecieron como a obispos fueron reos de inobediencia, porque el
mismo Señor manda obedecerlos: Haced lo que dicen. Es evidente:
aunque son escribas, fariseos y los mayores pecadores, sin embargo,
ocupan la cátedra de Moisés y a ellos se refieren estas palabras: El que
os escucha a vosotros, a mí me escucha; el que os desprecia a vosotros,
a mí me desprecia.
12. Los espíritus del error que predican como hipócritas el
engaño, hicieron creer otros muchos males a este pueblo necio e
insensato; pero no daremos cuenta de todos ellos. Porque ¿quién
puede conocerlos? Además sería una tarea interminable e innecesaria.
Por otra parte, no se les convence con razones, porque no las
comprenden; ni es posible corregirlos con decretos, porque no los
aceptan; ni los doblegan las persuasiones, pues viven vueltos del revés.
Está comprobado: prefieren morir antes que convertirse. Su paradero es
la ruina, su final es el fuego. La figura bíblica que los precedió es aquel
momento en que Sansón encendió los rabos de las raposas. Los fieles
detuvieron muchas veces a algunos de ellos y los llevaron a los
tribunales. Interrogados por su fe sobre lo que de ellos se sospechaba, lo
negaron todo rotundamente según su costumbre. Sometidos a la prueba del agua se descubrieron sus mentiras, y cuando ya no podían negarlo,
descubiertos en sus mentiras por no salvarlos la sentencia del agua, se
agarraron como suele decirse con los dientes a la brida.
Ocultaron miserable y tenazmente la impiedad, pero atribuyéndose
abiertamente la piedad proclamaron que estaban dispuestos a morir por
ella; mientras los presentes no estaban menos decididos a darles
muerte. Y así el pueblo se lanzó sobre ellos dándoles ocasión a los
herejes para ser mártires de su propia perfidia. Aprobamos este celo,
pero no aconsejamos este proceder, porque la fe no se impone, se
propone. Aunque es mucho mejor sin duda que sean castigados por la
espada de aquel que la lleva a cuestas no sin motivo, antes de
permitirles que engañen a muchos con su error. Porque es el ministro de
Dios, ejecutor de su reprobación contra el delincuente.
13. Algunos se admiran al verlos cómo iban a la muerte no sólo
resignados, sino alegres al menos en apariencia; pero son los que no
caen en cuenta del poder diabólico, no ya sobre los cuerpos sino sobre
los corazones poseídos, una vez que se le permitió. ¿No es más extraño
que el hombre se extermine a sí mismo, que soportar con gusto que otro
lo mate? Tenemos experiencia frecuente de que el diablo pudo inducir a
muchos a que se ahogaran o se ahorcaran a sí mismos. Judas se ahorcó
sin duda, seducido por el diablo. Pero yo creo más grave y admiro más
que el diablo le metiera en la cabeza entregar al Señor, que su propio
suicidio. No se parece en nada la constancia de los mártires y la
contumacia de los herejes: los primeros despreciaron la muerte por su
devoción, los segundos por la dureza de su corazón. Por eso decía el
Profeta, tal vez con la voz de los mártires: Tienen el corazón espeso
como grasa, pero mi delicia es tu voluntad. Pues aunque el castigo sea el
mismo, su interior es totalmente opuesto; uno está endurecido y su
corazón rechaza al Señor, y el otro halla su delicia en la voluntad de
Dios.
14. Con estos planteamientos no es necesario, como dije, decir
muchas cosas contra unos hombres tan necios y obstinados; basta
señalarlos para eludirlos. Para descubrirlos hay que obligarles a
abandonar las mujeres o salir de la Iglesia, porque escandalizan a la
Iglesia con sus orgías y contubernio con las mujeres. Lo deplorable es
que no sólo los príncipes laicos, sino también, como se dice, algunos del
clero e incluso del orden episcopal, que son quienes más debían
perseguirlos, los toleran por el lucro y por los regalos que de ellos perciben. «¿Y cómo», dicen, «condenarlos si no son convictos ni confesos?» Razón, o más bien frívolo pretexto.
Sólo por esto, aunque no existan otras razones, los descubrirás sin
esfuerzo; haz lo que he dicho: separa entre sí a los hombres y mujeres
que se llaman continentes, y obliga a las mujeres a cumplir sus votos
junto con otras de su mismo sexo y condición, e igualmente a los
hombres con otros de la misma profesión. Con esto atiendes a la vez al
bien de sus votos y a su fama, porque tendrán testigos y guardianes de
su continencia. Si no lo soportan, con sobrada razón se eliminarán de la
Iglesia, a la que escandalizan por su cohabitación notoria e ilícita. Baste
lo dicho para descubrir las artimañas de estas raposas, para
conocimiento y cautela de la amada y gloriosa esposa de nuestro Señor
Jesús, Cristo, que es Dios sobre todo y bendito por siempre. Amén.
Enciclopedia Católica 1914 (Vol. 11, p. 456):
“Es clarísimo que la elección [como Papa] de un hereje, cismático o mujer sería nula y vacía”.
“Los herejes son anticristos y adversarios de Cristo”. (VII Concilio de Cartago)
San Jerónimo: El cabrito es animal lascivo, que en la ley antigua se ofrecía para víctima de los pecados; y no dice cabras, que pueden tener crías y salen esquiladas del lavadero.
Ha llegado el momento de la separación
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 79,1
Después los separa hasta de lugar, pues sigue: "Y colocará a las ovejas a la derecha, y los cabritos a la izquierda".
Los católicos que no se separan del heresiarca Bergoglio y sus cómplices bergoglianos se están separando de la verdadera Iglesia católica y se están uniéndose a la anti-iglesia.
Una cosa distinta es orar por la conversion de los herejes y otra estar en comunión con los herejes. Hay católicos ingenuos que se niegan a abandonar las iglesias bergoglianas y siguen apoyando a los herejes, se justifican comparándose con tiempos pasados en los que no estábamos viviendo la Gran Apostasía y en que la Iglesia legítimamente oraba por la conversion de los herejes, pero ahora nos enfrentamos a la Masonería eclesiástica que usurpa la Jerarquía, y esos católicos piensan que unidos a la masonería eclesiástica pueden derrotarlos, como si sentado en un sillón pudiera interceder ante la rebelión de un sacerdote contra Dios. ¿Acaso alguien se cree superior a Jesucristo? ¿Acaso alguien puede unirse en silencio a una misa de los apostatas que se rebelan contra Dios sin causar escándalo y ser anti-testimonio? Lo que hacen es unirse pasivamente a la anti-iglesia, y la Iglesia ha excomulgado a todos los que apoyen a los herejes.
1 Samuel 2:25
Si un hombre peca contra otro, Dios mediará por él; pero si un hombre peca contra el Señor, ¿quién intercederá por él? Pero ellos no escucharon la voz de su padre, porque el Señor quería que murieran.
El único que podría interceder es Jesucristo, a quien ellos rechazan y pisotean su Santa Sangre. El pecado de los apóstatas bergoglianos es la blasfemia contra el Espíritu Santo. Este tipo de católicos no ven la gravedad de esta secta apóstata que se rebela abiertamente contra Dios y contra la Iglesia. En el tiempo del arrianismo los verdaderos católicos se salían de las iglesias y les gritaban a los curas: "Herejes. Herejes".
1 Juan 5:16 -
Si alguno ve que su hermano en Cristo está cometiendo un pecado que no lo lleva a la muerte eterna, debe orar por su hermano y Dios le dará vida a su hermano. Digo un pecado que no lleva a la muerte eterna, porque hay un pecado que lleva a la muerte eterna, en ese caso yo no digo que se ore.
Una autentica defensa de la doctrina católica requiere confrontación con el hereje. Nadie puede estar dando anti-testimonio sentado pasivamente participando activamente en las misas de los herejes.
Bien señaló el Arzobispo Fulton J. Sheen que los que en asuntos morales se niegan a toman partido se unen silenciosamente al anticristo :
“La negativa de tomar partido en las grandes cuestiones morales es en sí misma una decisión. Se trata de un consentimiento silencioso con el mal, (de una aquiescencia silenciosa, de una unión con el mal). La tragedia de nuestro tiempo es que los que todavía creen en la honestidad carecen de fuego y convicción, mientras que los que creen en la deshonestidad están llenos de apasionada convicción.”― Arb. Fulton J. Sheen
Hechos 20:29-31
29 Porque sé que después de mi partida os han de asaltar lobos voraces, que destrocen el rebaño.
30 Y de entre vosotros mismos se levantarán hombres que sembrarán doctrinas perversas con el fin de atraerse a sí discípulos.
2 Pedro 2:2 Muchos los seguirán en su vida viciosa, y por causa de ellos se hablará mal del camino de la verdad.
Judas 1:4 Porque se han infiltrado en medio de ustedes ciertas personas ya señaladas para la condenación, gente impía que hacen de la gracia de nuestro Dios un pretexto para su libertinaje y niegan a nuestro único Dueño y Señor Jesucristo.
31 Por tanto estad alerta, teniendo en la memoria que por espacio de tres años no he cesado de día ni de noche de amonestar con lágrimas a cada uno de vosotros.
A alguien en sano Juicio se le ocurriría acercársele a un lobo?
Que es un hereje? Un asesino de almas.
Que representa la herejía? Un veneno mortal altamente contaminante.
Los herejes son como encantadores de serpientes seductores. A alguien en sano Juicio se le ocurriría escuchar a los herejes?
"No puede haber nada más peligroso que esos herejes que admiten casi todo el ciclo de la doctrina y, sin embargo, con una palabra, como con una gota de veneno, infectan la fe real y simple enseñada por nuestro Señor y transmitida por la tradición apostólica". -Papa León XIII
CARTA SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA A LOS EFESIOS: «No os equivoquéis, hermanos míos: aquellos que corrompen una familia "no heredarán el Reino de Dios"9. 2. Así, si los que hacen eso son condenados a muerte, ¡cuánto más aquél que corrompe por su mala doctrina la fe de Dios, por la que Jesucristo ha sido crucificado! Aquél que así sea, irá al fuego inextinguible y lo mismo aquél que lo escuchare.”