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Berlín entra en crisis con Terrence Malick
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'KNIGHT OF CUPS' AGITA EL FESTIVAL

Berlín entra en crisis con Terrence Malick

Al finalizar el pase de prensa el desconcierto de los críticos se materializó en algunos tímidos aplausos pero también en un grito de indignación

Foto: Christian Bale y Natalie Portman, en 'Knight of cups', del director norteamericano Terrence Malick. (REUTERS)
Christian Bale y Natalie Portman, en 'Knight of cups', del director norteamericano Terrence Malick. (REUTERS)

Tiempo atrás, el norteamericano Terrence Malick no filmaba más que una película por década. Malas tierras (1973), Días del cielo (1978) y La delgada línea roja, película que precisamente se llevó el Oso de Oro de Berlín en 1999, fueron consideradas casi unánimemente como obras magistrales y su director como un genio de aura enigmática. En lo que llevamos del nuevo siglo, Malick ha duplicado su filmografía.

Sus últimos trabajos, El nuevo mundo (2005), El árbol de la vida (2011) y To the Wonder (2012), generaron grandes divisiones entre el público, elevando si cabe todavía más su dimensión legendaria. El tópico del artista que sólo puede ser amado u odiado encaja sin duda con Malick. Knight of Cups, la película que ha presentado en Berlín, seguirá provocando controversia. Sin ir más lejos, al finalizar el pase de prensa el desconcierto de los críticos se materializó en algunos tímidos aplausos pero también en un grito de indignación emitido por un periodista español: “Estafador, que eres un estafador”.

Con cada película, Malick demuestra que sus métodos de creación y producción son incomparables con los de cualquier otro director relacionado con Hollywood. En esta ocasión el paso es más radical que nunca, prescindiendo definitivamente de guion y de una narrativa convencional. Knight of Cups se configura como una travesía por el desconcierto existencial de Rick (Christian Bale), un hombre que a sus 40 años ha conseguido los más ostentosos objetivos materiales trabajando para la industria del cine, pero que al mismo tiempo se encuentra emocionalmente vacío.

Mediante un prólogo y ocho capítulos, Malick sigue a su protagonista en un intenso viaje interior y exterior. La ciudad de Los Ángeles, tanto su cara glamorosa como la decrépita, sirve como espejo de las luces y sombras de un hombre que se ha dejado arrastrar por la corriente hasta perder su voluntad. Cada episodio está relacionado con una presencia, por lo general mujeres que aparecen fugazmente por su vida, llenando el presente de sensaciones ardientes.

Por favor, explíquese

Se trata de una rueda sin fin: Rick, incapaz de diferenciar entre el amor profundo y el inmediato, atemorizado también por la estabilidad y el compromiso, incurre siempre en el mismo error. Su universo es el de las grandes fiestas hollywoodiense (como la ofrecida por un influyente productor, interpretado por Antonio Banderas), los clubes nocturnos, las noches de eterna diversión, pero también la de una familia despedazada y la de la ruptura con su exmujer (Cate Blanchet), el único personaje que mantiene un contacto firme con el mundo real.

Si Malick se ha ganado una fama de creador misterioso y esquivo ha sido, entre otras razones, por no conceder entrevistas ni comparecer en las presentaciones de sus películas. Su ausencia en la rueda de prensa no fue un hecho sorprendente. En su lugar, parte del equipo intentó explicar a los medios algunas claves del filme. Christian Bale comentaba sobre su personaje: “Creo que es alguien que no se da cuenta que necesita ayuda. Está mirando a su pasado y también buscando un futuro”.

Sobre el método de trabajo de Malick, el actor galés señaló que “lo interesante del acercamiento de Terrence es que no nos decía lo que iba a pasar”. “Lo único que me dio fue una descripción del personaje. Cada vez me llevaba por un lugar diferente. En realidad, lo único que te pide es que disfrutes la experiencia. El proceso es muy orgánico, no hay retos ni presiones de antemano. Su manera de contar historias es única, sigue su propio camino”.

Natalie Portman encarna a una de tantas mujeres que pasan por la vida de Rick. Aunque su aparición no supera los diez minutos, la actriz comprendió las particularidades de rodar con el director de Malas tierras: “Terrence da la bienvenida a los problemas, cree que detrás de cada uno se esconde siempre una oportunidad. Él abraza lo desconocido, busca sorpresas cada día”.

No hay salvación

Knight of Cups es una película en búsqueda constante. Su retrato de la confusión masculina es uno de los más audaces del cine contemporáneo. El hombre como un ser a la deriva, frágil, infantil, necesitado de calor maternal y al mismo tiempo incapaz de proporcionar seguridad a la otra parte. El director plasma esta vorágine de impresiones siguiendo sus propios códigos, un estilo visual portentoso orientado a la conquista de estímulos sublimes.

A diferencia de El árbol de la vida y To the Wonder, Knight of Cups no propone la espiritualidad como vía de salvación. En su lugar encontramos una conclusión abierta que resulta mucho más estimulante y que supone un cambio significativo en la línea que últimamente estaba manejando su autor.

El de Malick es un cine de carácter desmedido, irreprimible, cada vez más cercano a la abstracción. Por ello, inevitablemente, seguirá generando opiniones encontradas. A la presente edición del festival de Berlín le hacía falta una agitación de este calibre.

Tiempo atrás, el norteamericano Terrence Malick no filmaba más que una película por década. Malas tierras (1973), Días del cielo (1978) y La delgada línea roja, película que precisamente se llevó el Oso de Oro de Berlín en 1999, fueron consideradas casi unánimemente como obras magistrales y su director como un genio de aura enigmática. En lo que llevamos del nuevo siglo, Malick ha duplicado su filmografía.

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