Yo estoy dispuesto a morir por la Iglesia: ¿qué hacemos?

A raíz de mi último artículo, un contacto de Facebook me manda el siguiente mensaje:

Pedro, soy un laico padre de familia, pero estoy dispuesto a morir por la Iglesia. ¿Qué hacemos?

Buena pregunta. Ojalá yo tuviera una respuesta simple a una pregunta así… ¿Qué hacemos?

La Fiesta de Todos los Santos nos trae la respuesta:

«Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa.
Alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será grande en los cielos».

(Mt 5,3-12)

Ahí tenemos lo que debemos hacer: no se trata de hacer manifestaciones. Se trata de que tú y yo seamos santos. No se trata de activismo ni de voluntarismo, sino de vivir como Dios manda y de dejarnos santificar por Cristo.

La respuesta que nos da el Señor es que seamos bienaventurados; es decir, que seamos santos, por la gracia de Dios.

¿Y qué hay que hacer para ser santos?

1.- Ser pobres de espíritu. ¿Y eso qué es? Eso es saber que nosotros solos no podemos hacer nada. Que somos pobres, limitados. Ser pobre de espíritu es ser humilde. Nosotros, por nuestras solas fuerzas, no podemos cambiar el mundo ni arreglar los problemas de la Iglesia, porque todos nosotros somos pecadores. Y sólo Dios nos puede ayudar, redimir y salvar. Quien puede arreglar la Iglesia y acabar con todos los males, con todos los pecados, de este mundo y de la Iglesia es Cristo.

Pretender que nosotros podemos arreglar las cosas, acabar con el pecado del mundo o solucionar la crisis que padece la Iglesia es un acto de inconsciencia o – lo que sería peor – de soberbia. Los pobres de espíritu, los santos, saben que no pueden cambiar el mundo ni solucionar todos los problemas; saben que ni siquiera pueden cambiarse a sí mismos: nos hace falta humildad. Uno es santo por la gracia de Dios, no por voluntarismo ni por nuestras solas fuerzas. Nosotros solos, sin Cristo, no podemos hacer nada. Pero con Cristo lo podemos todo. «Haced lo que Él os diga», nos dice nuestra Madre. «Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo». Y lo que Cristo quiere es que nos amemos los unos a los otros, como Él nos amó. Seamos humildes, amemos y confiemos en Dios.

2.- Ser mansos. Una persona mansa es alguien benigno, alguien bueno. Queridos amigos: seamos buenos y rechacemos el mal. Hagamos todo el bien posible a todos los que podamos siempre que podamos. Hacer el bien es ayudar, consolar, animar, amar… Llorar con quienes lloran y reír con quienes están alegres. Es abrazar, besar, bendecir… Seamos verdaderamente libres: la libertad ha de ir de la mano del bien y de la verdad. Quien ama a Dios, cumple sus mandamientos.

3.- Bienaventurados los que lloran. ¿Ser santo implica llorar? Hay muchos motivos para llorar. Hay tanto mal, tanto pecado en el mundo, que sobran los motivos para llorar. Hay tanta pobreza, tantas guerras, asesinatos, violaciones, abusos… Pero no solo hay mal en el mundo. Hay tanto mal, tanto pecado en mí mismo, que, cómo no llorar. Tenemos que postrarnos a los pies del Señor y regar sus pies con nuestras lágrimas por el dolor de nuestros pecados.

Llorar, por otra parte, también es un don de Dios. Dicen que San Ignacio lloraba constantemente. El P. Laínez comentaba de San Ignacio: «Es tan tierno en lágrimas de cosas eternas y abstractas, que me decía que comúnmente seis o siete veces al día lloraba»El papa Paulo III le había dispensado de recitar el Breviario por las muchas lágrimas que derramaba, con la consiguiente enfermedad de los ojos. En su Diario íntimo anota la efusión de lágrimas hasta unas 175 veces en los primeros cuarenta días, incluso algunas veces van acompañadas de «sollozos»No se da «ejemplo equivalente en la literatura espiritual católica» (J. de Guibert)Las lágrimas del peregrino nos presentan un hecho que sobrepasa todos los análisis que no cuenten con la luz de la fe. Sin embargo, con la ayuda de esta luz, podemos percibir «una vivencia sabrosamente sentida de la última comunicación de Dios a su alma… el eco de la voz de Dios… el rebosar del desbordamiento producido por la catarata de dones particulares» (I. Iparraguirre). 

¿Quién no ha llorado al confesarse, en el momento de la consagración o al comulgar? ¿Quién no se ha visto rebosado de Dios y desbordado de su amor hasta las lágrimas? Lloramos por el dolor de nuestros pecados; y lloramos también por el amor de Dios que nos sobrepasa como una catarata incontenible que se desborda en lágrimas. Llorar por el mal del mundo, llorar por nuestros propios pecados, llorar de amor de Dios… Pero las lágrimas no se fuerzan ni se buscan: se las da Dios a los que Él quiere. Nada que ver el don de lágrimas con el emotivismo sensiblero del que gustan los modernistas. La fe no viene de la experiencia ni de las lágrimas, sino que, porque tenemos fe, el Señor nos da su gracia siempre que Él quiera y sin forzar nada ni a nadie. Y nos da su consuelo cuando Él quiere.

La situación del mundo es para llorar. La impiedad y el desprecio a Dios dan ganas de llorar. La situación de la Iglesia es para llorar. Pues lloremos e imploremos que Cristo venga cuanto antes y acabe con tanto pecado y tanta impiedad. Lloremos ante el Santísimo, ante el sagrario. Lloremos, si Dios nos concede esa gracia. Porque es Dios quien nos hace santos. Porque solo el Señor es Santo: sólo Tú, Altísimo Jesucristo.

4.- Son santos los que tienen hambre y sed de justicia. Claro que tenemos hambre y sed de justicia. Queremos que el bien triunfe y que el mal sea derrotado. Queremos un mundo donde no haya explotadores ni explotados; un mundo sin pecados. Queremos un mundo sin abortos, sin eutanasias, sin corrupción, sin ladrones, sin mujeres explotadas por la prostitución o la pornografía; un mundo sin niños abusados; un mundo donde habite la justicia. Tenemos hambre del cielo, sed de Dios. Vivimos exiliados de nuestra verdadera patria, que es el cielo. Porque Dios nos creó para Él. Y estamos ansiosos por volver a Él; ansiosos de que Él vuelva, de que venga a nosotros su Reino y haya un cielo nuevo y una tierra nueva donde habite la justicia. Claro que tenemos hambre y sed de justicia. Tenemos hambre y sed de Dios.

5.- Son santos los misericordiosos. Misericordioso es quien se conduele de los trabajos y miserias ajenas. ¿Cómo no hacerlo? Si uno ve sus propios pecados, ¿cómo no se va a doler con los sufrimientos y los pecados de los demás?

Misericordioso es quien da de comer al hambriento y de beber al sediento; quien visita a los enfermos y a los presos; quien entierra a los muertos; quien viste al desnudo y acoge al peregrino.

Es misericordioso quien enseña al que no sabe, quien da consejo al que lo necesita; quien corrige al que se equivoca y perdona a quien le ofende. Es misericordioso quien consuela al que está triste, quien sufre con paciencia los defectos del prójimo y quien reza por los vivos y por los muertos.

Quien es misericordioso ejerce la caridad y vive en gracia de Dios. Así son los santos y así queremos ser nosotros, por la gracia de Dios. Nuestra felicidad es Dios: es vivir en gracia de Dios. Es dejarse llenar de Dios para amar a todos siempre. Para bendecir a todos; para rezar por todos; para consolar a todos. No estamos para juzgar ni para condenar, sino para amar como Cristo nos amó: hasta la muerte, si fuera preciso.

Yo también quiero morir por Cristo. Y sería feliz muriendo por la Iglesia. Pero eso es una gracia de Dios. De momento, recemos, amemos; seamos humildes y compasivos. Mantengámonos firmes en la fe y combatamos contra los impíos, contra los idólatras, contra los enemigos de Dios.

Nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales.

Por eso, tomad las armas de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y después de haber vencido todo, manteneros firmes.

¡En pie!, pues; ceñida vuestra cintura con la Verdad y revestidos de la Justicia como coraza, calzados los pies con el Celo por el Evangelio de la paz, embrazando siempre el escudo de la Fe, para que podáis apagar con él todos los encendidos dardos del Maligno.

Tomad, también, el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios; siempre en oración y súplica, orando en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los santos.

6.- Los santos son pacíficos. Y ser pacíficos consiste en estar tranquilos y sosegados. No confundamos pacífico con «pacifista». La vida del cristiano es combate contra el mundo, contra el demonio y contra la carne; es combate contra el pecado. Y ese combate solo acaba con la muerte. Ser pacífico es permanecer tranquilo en medio de la tribulación. Porque sabemos que nuestra vida y la historia del mundo están en manos de Dios. Dios tiene siempre la última palabra. Y la última palabra de Dios es una palabra de vida y de justicia. Las almas de los justos están en las manos de Dios. Pueden matarnos, pero nosotros sabemos que la muerte no es el final. Nuestra esperanza está colmada de inmortalidad. Vivamos en paz. Confiemos en Dios. Dios es más grande que nosotros. Nosotros no vemos solución a lo que está pasando; pero Dios, sí. Mantengamos firmes en la fe y en la esperanza. Y vivamos la caridad. Vivamos en el amor de Dios para amar al prójimo.

7.- Los santos sufren persecución: son insultados y despreciados por causa de Cristo. ¿Esperábamos otra cosa? Es lo normal. Lo que tendría que mosquearnos es que pretendamos ser santos y que todo el mundo te aplauda y te dé palmaditas en la espalda. Quien sigue a Cristo, tiene que tomar la cruz. Lo santos son perseguidos, insultados, maltratados, calumniados y despreciados.

Hoy en día, ser de Cristo significa la persecución inmediata: todas las ideologías de este mundo son impías y odian a Cristo. Defender públicamente la fe hoy significa convertirse en un apestado: ultracatólico, meapilas, rígido, reaccionario, medieval, antiguo, fascista… Salid a defender la vida, a defender la fe… Es fácil. La persecución viene sola.

Pero también llegará la persecución si defiendes la fe de siempre dentro de la propia Iglesia, porque el modernismo ha tomado al asalto las más altas cumbres de la jerarquía. Los herejes pretenden cambiar la liturgia, la doctrina, la fe, los sacramentos, la moral… Quieren dinamitar la Iglesia: destruirla. Quieren crucificar a Cristo otra vez. Porque la Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo. Destrozar a la Iglesia es volver a crucificar a Cristo. Lo quieren matar. Quieren cambiar la Palabra de Dios. Quieren enmendarle la plana a Dios y pretenden manipular al Espíritu Santo para anunciar una nueva revelación al gusto del mundo y del demonio. Pero no prevalecerán. Cristo ha vencido ya. No tienen nada que hacer.

Hoy casi todos adoran a la bestia y blasfeman contra Dios.

Abrió su boca la Bestia en blasfemias contra Dios, blasfemando de su nombre y de su tabernáculo, de los que moran en el cielo.

Le fue otorgado hacer la guerra a los santos y vencerlos. Y le fue concedida autoridad sobre toda tribu y pueblo y lengua y nación.

La adoraron todos los moradores de la tierra cuyo nombre no está escrito, desde el principio del mundo, en el libro de la vida del Cordero degollado.

Si alguno tiene oídos, que oiga.

Si alguno está destinado a la cautividad, a la cautividad irá; si alguno mata por la espada, por la espada morirá. En esto está la paciencia y la fe de los santos.

Si estamos destinados a la cárcel, vayamos a la cárcel. Si hemos de morir y sufrir por Cristo, bendito sea Dios…  Hágase la voluntad de Dios. A la Bestia le fue otorgado derrotar a los santos y dominar toda la tierra. ¿Verdad que suena al Nuevo Orden Mundial?

Aquí está la paciencia de los santos: aquellos que guardan los preceptos de Dios y la fe de Jesús.

Oí una voz del cielo que decía: Escribe: Bienaventurados los que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, para que descansen de sus trabajos, pues sus obras los siguen.

¿Quién no te temerá, Señor y no glorificará Tu Nombre? Porque Tú solo eres Santo, y todas las naciones vendrán y se postrarán delante de Ti.

Pelearán con el Cordero y el Cordero los vencerá, porque es el Señor de señores y Rey de reyes, y también los que están con Él, llamados y escogidos, y fieles.

Babilonia caerá. Del vino de la cólera de su fornicación bebieron todas las naciones y con ella fornicaron los reyes de la tierra y los comerciantes de toda la tierra se enriquecieron con el poder de su lujo.

Y dijo el que estaba sentado en el trono: He aquí que hago nuevas todas las cosas. Y dijo: Escribe, porque éstas son las palabras fieles y verdaderas.

Díjome: hecho está. Yo soy el alfa y la omega, el principio y el fin. Al que tenga sed le daré gratis de la fuente de agua de vida.

El que venciere heredará estas cosas y seré su Dios y él será mi hijo.

Los cobardes, los infieles, los abominables, los homicidas, los fornicadores, los hechiceros, los idólatras y todos los embusteros tendrán su parte en el estanque que arde con fuego y azufre, que es la segunda muerte.

Bienaventurados los que lavan sus túnicas para tener derecho al árbol de la vida y a entrar por las puertas que dan acceso a la ciudad.

Fuera perros, hechiceros, fornicarios, homicidas, idólatras y todos los que aman y practican la mentira.

Guardemos los Mandamientos de Dios y la fe en Jesucristo. Tengamos paciencia y fe. Aferrémonos a Cristo. Oremos y pidamos a Dios a tiempo y a destiempo que nos haga santos. Recemos los unos por los otros. Seamos buenos, humildes, caritativos y piadosos. Recemos el rosario, confesémonos y comulguemos con frecuencia.  Y supliquemos que Dios tenga escrito nuestro nombre en el Libro de la Vida del Cordero Degollado. Dios quiere que todos nos salvemos. Pidamos a Dios que nos cuente entre sus elegidos y que nos haga santos e irreprochables ante sus ojos. 

Que así sea.

20 comentarios

  
Cen
Amén!
02/11/22 11:16 AM
  
África Marteache
Quién ha de morir y quién no está en manos de Dios. Hay en China obispos clandestinos que llegan a edades provectas saliendo y entrando de la cárcel sin que nadie los mate, mientras que en África te pueden matar mucho más fácilmente. Aquí lo que hacen es defenestrarte.
02/11/22 12:14 PM
  
África Marteache
Me temo que lo que nos espera no es la muerte sino la burla, el oprobio y la marginación. No les interesa hacer mártires, por lo menos por ahora, y un médico que pierde su trabajo por aquí, un profesor que pierde el suyo por allí y un grupo de católicos muy mermado capaz de enfrentar el mundo sin acobardarse no tienen la misma repercusión que una persecución abierta.
Se trata que en no sé dónde prohíban los nacimientos por Navidad, que en otro sitio le impidan a un trabajador llevar una cruz colgando al cuello, que en otro lugar echen a una comunidad de frailes, que aumenten los atentados de la chusma contra iglesias y grupos de asociaciones católicas sin que el estado se dé por enterado...algo así como lo que pasó en la IIRepública antes del 36. Eso les permite que, habiendo todo eso en occidente puedan "horrorizarse" porque quemen una iglesia con los feligreses dentro en Mali y, además, añadir: "No sé de qué os quejáis". De momento los mártires de sangre están restringidos a los lugares donde el poder fáctico sea el del terrorismo islámico. Y nosotros solo seremos mártires si ese terrorismo actúa dentro de las fronteras de Europa o América, pero hasta que los de la cultura woke no se sobrepasen y quemen una iglesia con alguien dentro, cosa que bien pudiera ocurrir, no habrá mártires rojos sino blancos y estos no se cuentan. Pero, cuando eso ocurra, debemos estar preparados para la minimización del hecho por ser cosa de "individuos descontrolados".
Como ya nada se considera territorio sagrado porque los gobiernos no permiten esa denominación, quemar iglesias es lo mismo que quemar graneros y los famosos DD.HH de la ONU no van a entender que eso vaya contra el Art. 18 porque este artículo tiene multitud de interpretaciones por lo que, a pesar de lo que dice, a lo único que vas a acabar teniendo derecho es a rezar para adentro, cosa que ya se podía hacer en la URSS.
Pero eso sí, las numerosas películas que hay sobre los nazis empezarán con una sinagoga ardiendo y todo el mundo se horrorizará convenientemente porque esos son los malos oficiales, incluyendo a los que han pegado fuego a la iglesia que son muy, pero que muy, sensibles.
02/11/22 1:33 PM
  
África Marteache
Lo de la sinagoga ardiendo lo he visto en muchas películas con el consiguiente sobresalto, sin embargo a mi abuela (mi abuelo nunca vio cine ni televisión) le dejaba más bien impertérrita, cosa que me sorprendía hasta que conocí que las iglesias llevaban ardiendo en España desde 1931, así que cuando ardieron las sinagogas en la Noche de los Cristales Rotos" en 1938, ella ya se había acostumbrada al espectáculo. Yo, como no viví ese periodo, reaccionaba distinto.
02/11/22 2:11 PM
  
Marcelo Bs As
Excelente! Gracias por el artículo!
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Pedro L. Llera
Gracias a usted. Gloria a Dios.
02/11/22 2:52 PM
  
Alber
Amén.
De lo mejor que he leído en mucho tiempo: cada frase da para meditar horas.
Muy agradecido, D. Pedro. Nuestro Señor Jesucristo le bendiga y proteja siempre.

Oremos
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Pedro L. Llera
Muchas gracias a usted. Que sea para gloria de Dios.
02/11/22 3:21 PM
  
chico
En el campo social debemos denunciar alto y claro los crimenes asesinatos, injusticias de los Jueces, perpretados por los recientes Gobiernos españoles y basandose en el Expediente Royuela y en Apodac
02/11/22 5:24 PM
  
Franco
No hay que olvidar que la pobreza de espíritu también consiste en no tener el corazón apegado desordenadamente a las cosas de este mundo.
02/11/22 7:16 PM
  
JSP
1. Lo primero de todo reconocer que no somos angelitos, reconocer nuestros pecados, arrepentirnos sinceramente, hacer penitencia y confiarnos a Cristo en todo para llevar un vida que se corresponda con la Fe aceptada y la gracia recibida.
2. Buscar primero el Reino de Dios, dejándonos amar por Él, que todo lo demás vendrá por añadidura.
3. Santa Misa, sermón, Santo Rosario y adoración.

4. Respuesta de San Francisco a la pregunta del artículo del blog: en su Primera Regla escribe que “los hermanos no lleven armas ofensivas, si no para defender a la Iglesia Romana, a la fe cristiana o a su tierra natal, o con el permiso de sus ministros.“ San Francisco no ponía reparo al empleo de las armas cuando estaba justificado.
02/11/22 9:05 PM
  
Perplejo
¡Amén!
¡Dios le bendiga!
02/11/22 11:46 PM
  
Jorge Alberto
Amén.
03/11/22 1:36 AM
  
templario
Lo que estamos viviendo ahora, es el preludio del reinado del anticristo.
2ª Tesalonicenses 2: Apostasía general, reinado del hombre inicuo y Parusía.
Nos encontramos en un período bíblico denominado "Fin de los Tiempos" que no es el fin del mundo.
Arzobispo Fulton Scheen: de la Verdadera Iglesia surgirá la falsa iglesia del anticristo. (Cisma).
Beata, Ana Catalina Enmerich: Ví una gran oposición entre dos papas.
Apocalipsis 14: quien se deje colocar el sello de la bestia se condenará. chip-666.
LA ULTIMA PRUEBA DE LA IGLESIA-Catecismo 675:
Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes (cf. Lc 18, 8; Mt 24, 12). La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra (cf. Lc 21, 12; Jn 15, 19-20) desvelará el “Misterio de iniquidad” bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad. La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un seudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne (cf. 2 Te 2, 4-12; 1Te 5, 2-3;2 Jn 7; 1 Jn 2, 18.22).
Non Nobis.
03/11/22 10:47 AM
  
Rocío
Hay un pacifismo en el enfoque del artículo y no se ve por el prójimo.
En principio hay que sacar del error intencional a muchos fieles perdidos por la jerarquía. Predicar y formar en la fe. Denunciar errores y cosas anticristianas.
Creo que el art. ante la situación desesperante y frustrante, trata de irse por la tangente de la tibieza, pero son tiempos de pelearse con todo el mundo contrario a Cristo.
_________________________________
Pedro L. Llera
Sí, efectivamente, se ve que me lee usted habitualmente: irme por la tangente de la tibieza es una de las características fundamentales de mis artículos. Siempre rehuyo la pelea y me acojono con los enemigos de Cristo.
03/11/22 11:50 AM
  
Legión Cóndor
Excelente reflexión. Enhorabuena. Que así sea, que Jesucristo nos haga santos por su Gracia.
03/11/22 7:35 PM
  
Marina
Totalmente de acuerdo.
Siga escribiendo tan acertadamente.
Dios le bendiga.
04/11/22 9:00 AM
  
Maria M.
Muy buen artículo!!! Excelente, D. Pedro. Contesto a la pregunta: Morir por la Iglesia sólo sucede cuando Amas tanto a Dios, que todo tu ser es Eco de ese Amor diariamente, y al ser Eco, también morirás a ti mismo o te matarán también casi diariamente....
04/11/22 11:13 AM
  
Vicente
Gracias
06/11/22 8:45 AM
  
hornero (Argentina)
Los santos siguen el Camino que Cristo les señala por Mediación de Su Madre.

Hoy, la Aurora de María es el Faro que irradia la sabiduría, la santidad y el poder necesarios para seguir el Itinerario de Cristo.

Empresa inaudita, prepara los caminos del Reino parea recibir a Cristo que “viene” (Apoc.).

Debe elevarse nuestra conciencia acerca del Reino, somos responsables del señorío que Cristo nos participa.

Como miembros de la Iglesia, debemos llevar a cabo la Evangelización de la humanidad, y así, con nuestros hermanos convertidos “edificar todo un mundo desde sus fundamentos” (Pío XII).

Debemos librar al cosmos todo, es decir, los dominios de Cristo, de la usurpación por el demonio. Cristo asumió toda la Creación en Sí (Col 3, 17).

La ciencia no nos dice en qué medida el cosmos está alterado por el pecado en su orden original. Debemos investigar y restablecerlo bajo la Conducción de María que nos ha de proveer lo necesario por medio de Su Aurora.

El tiempo histórico del “hombre viejo del pecado” va a su extinción. Viene el tiempo del “hombre nuevo” nacido en Cristo por el Bautismo y dado a luz desde el Corazón Inmaculado de María por Obra del Espíritu Santo. “Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios” (Jn 3, 5); “Cuando Cristo se manifieste, entonces vosotros os manifestaréis también en gloria con Él” (Col 3, 4).

La Liturgia debe hacer de las cosas instrumentos al servicio de la Evangelización, confiando a las creaturas la misión de comunicar como sacramentales, las gracias que dispongan la mente y el corazón de los hombres a recibir el Evangelio. Así, las aves con sus trinos y vuelos, las nubes y los vientos, los ríos en sus cursos, la luz del Sol, de la Luna y de las estrellas, y demás creaturas.

Todas las cosas “deben ser libradas de la esclavitud al pecado, para participar en la libertad del a gloria de los hijos de Dios” (Rom 8).

La ciencia, técnica, arte, cultura, política y demás, deben ser evangelizadas, a fin de que la humanidad comprenda de modo creciente su misión de edificar el Reino que Cristo fundó y sembró aquí en la Tierra.

Entonces comprenderemos que nuestra Tierra se extiende a todo el cosmos; no existen mundos extraños a su gravitación decisiva como morada del hombre que ejerce el señorío que Cristo le participa.

La astronomía, la física, la biología y la matemática deben hallar su unidad fundamental en torno al núcleo original de la Tierra, el que orientó los procesos de constitución y expansión del universo desde su mismo inicio.

Núcleo cósmico en íntimo y sustancial vínculo con el hombre, recibe de éste la razón de ser eminente, por la que ha alentado y orienta los procesos, disposiciones y movimientos del cosmos, desde el átomo a las galaxias, y desde éstas a los confines aún desconocidos.

Lo cual requiere concebir la existencia de una última realidad en los seres materiales-singulares, núcleo ontológico de orden inteligible, sacro e inefable, participado por el Verbo Creador.

El universo está conformado según la impronta de semejanza del hombre con el Creador.

Tal logos-hombre del universo permite vislumbrar las dimensiones trascendentes del Reino, objetivo primero de nuestra búsqueda, condición sine qua non de la santidad.

06/11/22 4:05 PM
  
hornero (Argentina)
La tarea de los santos es inmensa. Nada menos que colaborar en el gobierno del Reino de Cristo, bajo la conducción de Su Madre.

La posesión de estos feudos se extiende, en palabras de San Pablo, en longura, anchura, altura y hondura según el Misterio de Dios.

“Todo fue creado en Él, por medio de Él y para Él…Y todo subsiste en Él” (Col 1, 16-17), “Misterio que estuvo oculto desde la eternidad y que ahora quiso manifestar a sus santos…que es Cristo entre ustedes, la esperanza de la gloria” (Col 1, 26-27).

Tan infinito Misterio fue incoado en el cosmos, o universo, en el preciso instante de su creación. Para lo cual Dios le dotó de un principio o ley geo-cristocéntrica que condujo sus procesos habidos durante el lapso de miles de millones de años hasta culminar en la Tierra como morada del hombre creado a imagen y semejanza de Dios Trino. Quedaba, así, establecida la condición esencial que haría posible el prodigio de la Encarnación.

Porque en Cristo, el universo alcanza la plenitud de su existencia, su fin último: prorrumpir en el Discurso eterno que el Verbo le participa, de Amor, Sabiduría, Poder, Honor y Gloria a la Trina Majestad. Sinfonía perenne (San Juan de la Cruz; Pío XII) que exulta ante el trono del Altísimo,cuyos fundamentos asientan en el Cielo y sobre la Tierra, unidos en un mismo Reino de Cristo.

Por ello, los cristianos estamos llamados de modo perentorio a asumir nuestras responsabilidades personales; cada uno conforme a su partitura y a la ejecución de los instrumentos que Dios pone en nuestras manos por Mediación de nuestra Madre. No disponemos de tiempo que perder; el Reino tiene sus tiempos.

Cristo y María son expeditivos: sí, sí; no, no. Partió para la casa de Isabel, viajó a Egipto, permaneció de pie junto a la Cruz, fue Asunta al Cielo, y hoy viene a cumplir la Misión confiada por Su Hijo: derrotar a satanás, el anticristo; demoler sus obras infames, arrasar la moderna Babilonia.

Obremos como ellos. Asumamos el gobierno de las partes del Reino que Cristo nos confía, arrebatemos las cosas usurpadas, el espíritu en alto blandee la espada de la Cruz, azote con la cuerda del Santo Rosario, intime la rendición al enemigo, convoque a las creaturas a esparcir, según sus condiciones propias, el espíritu del Evangelio, a fin de que las mentes y corazones estén bien dispuestos ante el anuncio de los evangelizadores.

Tarea y alegría de contemplar la Victoria, gozo y fortaleza de caminar hacia ella, firmeza en la esperanza de ya poseerla y dar comienzo al Mundo Nuevo que viene.

El tiempo de temores, dudas y lamentos termina. Se ha iniciado el tiempo de las Proclamas que llenan de pavor a los enemigos: Que huyan, que dejen libre la Tierra porque hemos de entonar un canto nuevo, el Canto de la Victoria de la Gloria.

“y cantaban un canto nuevo” (Apoc 5, 9); “Y nadie podía aprender este himno, sino los ciento cuarenta y cuatro mil que habían sido rescatados de la tierra.” (Apoc 14, 3).


07/11/22 3:52 PM
  
Miguel García Cinto
Estimado Pedro: Me ha gustado mucho este post. Una cosa sí quiero expresar de tu persona, te conozco. Creo que si bien eres un católico de pura cepa, eres un asturiano de carácter fuerte que no te acojonas, ¿me equivoco?
El Señor te bendiga y te guarde, con el apoyo de Nuestra Madre la Santísima Virgen María. Un abrazo virtual.
08/11/22 8:42 AM

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