Papa Francisco a médicos y enfermeras del Saint Louis Hospital de Tailandia: «llevar el amor sanador de Cristo a todos los que sufren»

* «En el ejercicio de la caridad es donde los cristianos somos llamados no sólo a transparentar nuestro ser discípulos misioneros, sino también a confrontar nuestro seguimiento y el de nuestras Instituciones: “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo” (Mt 25,40), dice el Señor; discípulos misioneros sanitarios que se abren a una fraternidad mística, contemplativa, que sabe mirar la grandeza sagrada del prójimo, que sabe descubrir a Dios en cada ser humano  y buscar la felicidad de los demás como la busca su Padre bueno»

Video completo de la transmisión en directo de Vatican News con el discurso del Papa

* «Todos sabemos que la enfermedad siempre trae consigo grandes interrogantes. Nuestra primera reacción puede ser la de rebelarnos y hasta vivir momentos de desconcierto y desolación. Es el grito de dolor y está bien que así sea: el propio Jesús lo sufrió y lo hizo. Con la oración queremos unirnos también nosotros al suyo. Al unirnos a Jesús en su pasión descubrimos la fuerza de su cercanía a nuestra fragilidad y a nuestras heridas. Se trata de una invitación a aferrarnos fuertemente a su vida y entrega. Si a veces sentimos en el interior “el pan de la adversidad y el agua de la aflicción”, recemos para poder encontrar también, en una mano tendida, la ayuda necesaria para descubrir el consuelo que viene del “Señor que no se esconde” (cf. Is 30,20), y que está cerca acompañándonos»

21 de noviembre de 2019.- (Camino Católico)  Jóvenes voluntarias ondeaban sus banderas alrededor del hospital de Sant Louis, en Bangkok, donde esperaban al Papa unas 700 personas entre médicos, enfermeros y trabajadores, este primer día de actividades del Santo Padre en Tailandia. Francisco ha llegado en papamóvil minutos antes de las 11 horas (hora local en Bangkok), saludando personalmente a muchos tailandeses, especialmente jóvenes.

Después de visitar al patriarca budista en el templo Wat Ratchabophit Sathit Maha Simaram, el Santo Padre se ha dirigido al hospital infantil de St. Louis, un hospital privado sin ánimo de lucro fundado en 1898, por el entonces arzobispo Louis Vey, vicario apostólico de la misión católica en Siam.

 “Les pido para que este apostolado y otros similares sean, cada vez más, señal y emblema de una Iglesia en salida que, queriendo vivir su misión, se anima a llevar el amor sanador de Cristo a los que sufren”, ha exhortado el Papa a los trabajadores del centro sanitario. “Ustedes”, el Papa los ha llamado “discípulos misioneros sanitarios”, realizan “una de las mayores obras de misericordia, puesto que vuestro compromiso sanitario va mucho más allá de un simple y loable ejercicio de la medicina”.

“Los procesos de sanación también requieren y reclaman el poder de una unción capaz de devolver, en todas las situaciones que se tienen que atravesar, una mirada que dignifica y sostiene”, ha indicado. Asimismo, el Pontífice ha recordado que la enfermedad siempre trae consigo grandes interrogantes. “Nuestra primera reacción puede ser la de rebelarnos y hasta vivir momentos de desconcierto y desolación. Es el grito de dolor y está bien que así sea: el propio Jesús lo sufrió y lo hizo”.

Al final de su discurso, el Papa ha entregado un regalo para el hospital: Se trata de un cuadro de la Virgen con el niño, copia de un fresco que representa a María cogiendo en brazos al niño Jesús, con un gran sentido de la ternura y la maternidad. En el video de Vatican News se visualiza y escucha el discurso del Papa, cuyo texto completo es el siguiente:

Queridos amigos:

Me alegra tener esta oportunidad de encontrarme con ustedes, personal médico, sanitario y auxiliar del St. Louis Hospital, y de otros hospitales católicos y centros de caridad. Agradezco al señor Director sus amables palabras de presentación. Para mí es una bendición presenciar, de primera mano, este valioso servicio que la Iglesia ofrece al pueblo de Tailandia, especialmente a los más necesitados. Saludo con afecto a las Hermanas de San Pablo de Chartres, así como a las demás religiosas aquí presentes, y les agradezco la dedicación silenciosa y alegre a este apostolado. Ustedes nos permiten contemplar el rostro materno del Señor que se inclina para ungir y levantar a sus hijos: gracias.

Me alegro de escuchar las palabras del Director sobre el principio que anima este Hospital: Ubi caritas, Deus ibi est; donde hay caridad, allí está Dios. Porque precisamente en el ejercicio de la caridad es donde los cristianos somos llamados no sólo a transparentar nuestro ser discípulos misioneros, sino también a confrontar nuestro seguimiento y el de nuestras Instituciones: «Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo» (Mt 25,40), dice el Señor; discípulos misioneros sanitarios que se abren a «una fraternidad mística, contemplativa, que sabe mirar la grandeza sagrada del prójimo, que sabe descubrir a Dios en cada ser humano [… ] y buscar la felicidad de los demás como la busca su Padre bueno» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 92).

Desde esta perspectiva, ustedes realizan una de las mayores obras de misericordia, puesto que vuestro compromiso sanitario va mucho más allá de un simple y loable ejercicio de la medicina. Tal compromiso no puede reducirse solamente a realizar algunas acciones o programas determinados, sino que deben ir más allá, abiertos a lo imprevisible. Recibir y abrazar la vida como llega a la emergencia del hospital para ser atendida con una piedad especial, que nace del respeto y amor a la dignidad de todos los seres humanos. Los procesos de sanación también requieren y reclaman el poder de una unción capaz de devolver, en todas las situaciones que se tienen que atravesar, una mirada que dignifica y sostiene. Todos ustedes, miembros de esta comunidad terapéutica, son discípulos misioneros cuando miran a un paciente y aprenden a llamarlo por su nombre. Sé que a veces su servicio puede resultar pesado, agotador; conviven con situaciones extremas, lo cual reclama poder ser acompañados y cuidados en su labor. De ahí la importancia de poder desarrollar una pastoral de la salud donde, no sólo los pacientes, sino todos los miembros de esta comunidad puedan sentirse acompañados y sostenidos en su misión. Sepan también que vuestros esfuerzos y el trabajo de las muchas instituciones que representan son el testimonio vivo del cuidado y la atención que estamos llamados a mostrar a todas las personas, especialmente a los ancianos, a los jóvenes y a los más vulnerables.

Este año, St. Louis Hospital celebra el 120 aniversario de su fundación. ¡Cuántas personas fueron calmadas en su dolor, consoladas en sus agobios e incluso acompañadas en su soledad! Al dar gracias a Dios por este don de vuestra presencia durante estos años, les pido para que este apostolado, y otros similares sean, cada vez más, señal y emblema de una Iglesia en salida que, queriendo vivir su misión, se anima a llevar el amor sanador de Cristo a todos los que sufren.

Al final de este encuentro visitaré a los enfermos, a los discapacitados, y así podré acompañarlos, al menos mínimamente, en su dolor.

Todos sabemos que la enfermedad siempre trae consigo grandes interrogantes. Nuestra primera reacción puede ser la de rebelarnos y hasta vivir momentos de desconcierto y desolación. Es el grito de dolor y está bien que así sea: el propio Jesús lo sufrió y lo hizo. Con la oración queremos unirnos también nosotros al suyo.

Al unirnos a Jesús en su pasión descubrimos la fuerza de su cercanía a nuestra fragilidad y a nuestras heridas. Se trata de una invitación a aferrarnos fuertemente a su vida y entrega. Si a veces sentimos en el interior “el pan de la adversidad y el agua de la aflicción”, recemos para poder encontrar también, en una mano tendida, la ayuda necesaria para descubrir el consuelo que viene del “Señor que no se esconde” (cf. Is 30,20), y que está cerca acompañándonos.

Pongamos este encuentro y nuestras vidas bajo la protección de María, precisamente bajo su manto. Que ella vuelva sus ojos llenos de misericordia hacia ustedes, especialmente en el momento del dolor, la enfermedad y toda forma de vulnerabilidad. Que ella los ayude con la gracia de encontrar a su Hijo en la carne herida de las personas a quienes sirven.

A todos ustedes y a sus familias los bendigo. Y les pido, por favor, que no se olviden de rezar por mí.

Muchas gracias.

Francisco

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