Los viajes de Francisco, un gesto más que inútil



Por María Ferraz

Desde que se ha sabido que una parte del Óbolo de san Pedro fue a parar a las arcas recaudatorias de la campaña socialista de Hillary Clinton, toda hipótesis, aún la más rocambolesca, puede ser establecida en orden a las prioridades de este pontificado. 

Bergoglio, ya es sabido, ha equiparado en varias ocasiones el terrorismo islámico con la violencia católica, aunque el Islam sea una religión de paz (según él) y el Corán un libro a tenerse en cuenta de cara al adoctrinamiento de los musulmanes que por otra parte reciben de éste anatemas y amenazas de muerte contra los cristianos.

El mundo católico está atónito con lo que sucede en Roma, al menos la parte que se interesa por saber lo que pasa allí. Desde orgías sodomíticas a robos de documentos, desde malversaciones bancarias a estafas doctrinales, espionaje en las comunicaciones entre la jerarquía, todo lo peor se encuentra encerrado en esos muros, bajo las órdenes del "Papa" Francisco, que si bien no es el reponsable directo de todas las tropelías, si que lo es de desbancar la doctrina de Jesucristo y sustituirla por la suya propia, que no pasa de ser una vulgar herejía acomodaticia al pecado del mundo.


¿Y piensa que así va a lograr adeptos para la religión de Cristo? Todo lo contrario y él lo sabe, porque su intención no es honrar al Dios de todos los hombres sino desestimarlo, dejándolo al nivel del betún, esto es, corrompiendo las leyes que salvan del Infierno y proclamando aquellas que son del agrado de quienes lo subieron al papado, simples herejes que no merecen de Dios ni su mirada. Pues si bien son gentes extrañas a la Iglesia Católica, son bien conocidos entre los enemigos de Jesucristo, aquellos que han dedicado su existencia a corromper el mundo para hacer más fácil la corrupción de las almas. 


Y así estamos, con un falso papa que no hace más que viajar de aquí para allá para llevar su semilla de perdición eterna a quienes lo escuchan, pues si bien a veces habla con acierto, diciendo lo obvio, otras veces no dice sino majaderías más propias de un párvulo que apenas comienza a hablar, por no insistir en otras sandeces que alejan de Dios más que acercan ya que no están en concordancia con el Corazón Divino que quiere, antes que nada, lograr una intimidad con cada hombre, atrayéndolo por el amor y no por disursos semipolíticos más propios de una ONG activista del clima o de la pobreza mundial.


Francisco es una desgracia para la Iglesia y no se verá con claridad hasta que pase el tiempo y se perciba en toda su extensión su obra dilapidadora de los bienes divinos que él vino a hacer, auspiciado por los siervos del demonio a quien le prestan segura pleitesía a cambio de un plato de lentejas, aún más exiguo que el de Esaú.