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Así viven los católicos clandestinos en China: El padre Pedro celebra misa y confiesa a escondidas en 23 pueblos. 12 de septiembre de 2015.- (AIN / Camino Católico) En el norte de China, el padre …Más
Así viven los católicos clandestinos en China: El padre Pedro celebra misa y confiesa a escondidas en 23 pueblos.

12 de septiembre de 2015.- (AIN / Camino Católico) En el norte de China, el padre Pedro no tiene casa propia, es alojado por familias de 23 pueblos durante una o dos noches, lleva todas sus pertenencias en una bolsa. “Todos los días voy a celebrar la misa, escucho las confesiones y visito a los enfermos. Los domingos hay tres o cuatro misas en lugares que hemos elegido para que pueda acudir mucha gente”, cuenta Pedro. Él y varios de los católicos testimonian su día a día en el vídeo.

La gente espera su visita con ansiedad, es considerado parte de la familia, pero lo que hace es ilegal, es sacerdote de una iglesia clandestina. Lo explica él mismo:

“Estamos sufriendo persecución. La libertad de la iglesia en China está aun muy lejana, pero debemos confiar porque Jesús nos dijo “no temáis”. La Iglesia fue perseguida en Roma durante 300 años y al final obtuvo la libertad.

Hasta ahora el gobierno chino tolera la religión a través de las denominadas Asociaciones Patrióticas. Su propósito es garantizar que las creencias no amenacen la línea del partido. Hay tres iglesias: Una depende completamente de la Asociación Patriótica, otra pertenece al Papa como a la Asociación Patriótica y la última es completamente leal al Papa. Y es una cuestión de lealtad no solo para los sacerdotes”.


Lo corrobora el testimonio de José, un trabajador, quien explica que “fui bautizado en la Iglesia Patriótica. Más tarde, descubrí que hay dos iglesias: la iglesia patriótica y la iglesia clandestina. Por tanto, comencé a rezar pidiendo a Dios que me hiciera comprender cual es la iglesia verdadera”.

Los cristianos que no rinden su fe a las directivas del gobierno son forzados a la clandestinidad, corren peligro de ser arrestados en cualquier momento. La misa se celebra en secreto ya que las iglesias improvisadas pueden ser derribadas por las autoridades locales de un día para otro. En la China comunista siempre ha sido difícil ser cristiano.

Teresa, trabajadora de la iglesia clandestina cuenta como llegó hasta abandonar la fe: “Fui bautizada de niña. Durante la revolución cultural los católicos fueron perseguidos. Me dieron una paliza y abandoné la fe. Durante aquellos años no di gloria a Dios, pero aun cuando no he sido siempre fiel creo que Dios es el Dios verdadero”.

Compartir un sacerdote entre 23 pueblos requiere de la participación de todos. H. María, de la iglesia clandestina, testimonia su tarea: “Leo la biblia con la gente y les hablo sobre la vida cristiana. Voy a visitar a los ancianos y a los enfermos. En verano doy clases de catecismo para los jóvenes, para ayudarles a aprender acerca de la doctrina de la iglesia”.

“En pueblos como estos la mayoría de la gente no sabe nada del cristianismo pero advierten como los católicos rezan con los enfermos y eso les hace comprender que Dios nos ama”,
afirma Teresa, también de la iglesia clandestina. Por su parte, Pablo dice que “soy jornalero agrícola. No terminé la escuela primaria, pero se tocar el teclado y aunque no toco muy bien puedo acompañar los cánticos en la misa y doy gracias a Dios por este don”.

La fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada apoya a la Iglesia Católica en China en su labor pastoral. Más información y ayuda:


www.ain-es.org

www.caminocatolico.org