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Metodista, pastor y formador de pastores... pero Teresa de Ávila y Taizé le llevaron al Carmelo.

Metodista, pastor y formador de pastores... pero Teresa de Ávila y Taizé le llevaron al Carmelo

Javier Arturo González Valdez, de México

Creció en México en el seno de una familia católica, pero fue pentecostal 8 años en un grupo sectario, y luego fue líder metodista. La mística carmelita le devolvió a la Iglesia católica.

Actualizado 21 abril 2013

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Javier Arturo González Valdez, de México, nació en una familia católica y desde pequeño sintió un llamado al sacerdocio, pero en la adolescencia se incorporó a un grupo de estilo pentecostal con dinámicas sectarias.

Ocho años después, dañado por este grupo, conoció a los metodistas, protestantes mucho más serios y equilibrados. En la Iglesia Metodista llegó a ser pastor y formador de pastores.

Pero estudiar historia le había llevado a conocer a Santa Teresa de Ávila, de la que se enamoró, y la fraternidad ecuménica de Taizé le acercó a lo monástico, lo contemplativo. Una visita a Ávila le confirmó en la voluntad de Dios para él.

Lo cuenta a continuación con sus propias palabras.

Católico por tradición pero no convencido
«Mi nombre es Javier Arturo González Valdez, soy originario y vivo en la Ciudad de México, actualmente tengo 41 años. Nací en el seno de una familia católica por tradición y no por convicción. De clase media acomodada. Mi padre es Ingeniero en electrónica y mi madre ama de casa. Soy el mayor de dos hermanos.

Una inclinación religiosa natural
»Desde niño empecé a dar muestras de una profunda devoción religiosa. Me gustaba mucho ir a la Iglesia, rezar y solía construir ermitas en el jardín de mi casa para jugar a que yo era sacerdote y arrastraba a mi hermano y a mis primos en estos juegos tan curiosos. Nadie en mi casa era inclinado a la religión, nadie me inculcó ir a misa o tener devociones, todo ello surgía dentro de mí como cosa natural.

Quería ser cura desde los 5 años
»Desde los cinco años tuve el deseo de llegar a ser sacerdote, era mi máximo anhelo, poder servir a Dios a quien tanto había aprendido a amar. Pero existía un gran problema en vida.Tenía una sería dislexia, que es un trastorno del aprendizaje, por lo que me iba bastante mal en la escuela. Mi padre había obtenido durante toda su vida académica excelentes calificaciones, por lo que yo era una vergüenza para él. Por lo mismo tanto mi padre como mi madre me golpeaban mucho, especialmente mi madre.

Palizas y más palizas...
»Fui un niño que sufrió fuertes golpizas durante toda su infancia. Dios y mi vocación era lo único que me sostenía. Mi padre tenía planes de enviarme a Roma a estudiar si es que yo seguía manteniendo el deseo de ser sacerdote, pero dudaba que pudiera hacerlo por mis problemas de aprendizaje.

La Primera Comunión, un día muy hermoso
»A los nueve años, tuve el deseo de hacer mi Primera Comunión. La experiencia del Catecismo fue fabulosa. Tuve una catequista extraordinaria que nos enseñó a amar mucho a Jesús. Me preparó y llegó el anhelado día. Para mí fue uno de los días más hermosos de mi vida.

»De aquella experiencia mis padres comprendieron que debían hacer algo para ayudarme, así que me enviaron con una Pedagoga para que tratara mi problema. Ella me enseñó a estudiar, fue entonces que nació en mí un interés en la lectura y el conocimiento. Me devoraba los tomos de la enciclopedias. Como que se abría ante mis ojos un mundo nuevo. Desarrollé una excelente memoria. Mis calificaciones en la escuela mejoraron muchísimo. En todo ello vi claramente la mano de Dios. Deseaba ya terminar la preparatoria para poder ingresar entonces al seminario.

Un profesor evangélico

»Cuando entré en la secundaria, conocí a uno de mis profesores que era evangélico pentecostal y me invitaba a sus reuniones. Él había escuchado acerca de mi porque mis compañeros me decían “el padrecito” por mis deseos de ser sacerdote y mi forma de ser tan diferente a la de ellos. A fuerza de tanta insistencia de su parte finalmente asistí. Lo que vi aquella tarde me impresionó. Yo contaba con solo 13 años, cualquier cosa me impresionaba.

»Vi el amor y la unidad de aquellas personas, su amabilidad y sinceridad. La forma de alabar palmeando y levantando las manos no me eran ajenas ya que yo había llegado a asistir a “misas carismáticas”, pero el fervor y el compromiso de esa gente era mayor del que había visto hasta ese momento en la Iglesia Católica.

»Comencé pues a asistir a un estudio bíblico entre semana, pero los domingos seguía asistiendo a la Iglesia Católica. Hice muy buenos amigos entre los pentecostales con los que empezaba a salir a tomar el café y a asistir a campamentos y retiros. Entonces se llegó el tiempo de que ellos confrontaran mi fe católica.

Atacar a la Iglesia católica
»Empezaron atacar el hecho de que yo tuviera imágenes religiosas, que venerara a la Virgen María y a los santos, que todo aquello era una abominable idolatría y superstición, cosas que Dios aborrecía, que la misa era falsa y supersticiosa, que la Iglesia Católica era la gran ramera del libro del Apocalipsis, que el Papa era el anticristo, que las devociones católicas eran babilónicas, que dónde en la Biblia aparecía la palabra rosario, escapulario, veladora, misa o Papa, etc. etc.

Destruir las imágenes de santos, el Rosario...
»Me bombardeaban con versículos bíblicos a diestra y a siniestra. Yo no tenía en ese momento las armas ni conocimiento necesario para defenderme. Sus argumentos me parecían muy convincentes en aquel momento. Además, en verdad estimaba a mis nuevos amigos.

»Así que con todo el dolor de mi corazón abandoné la Iglesia Católica. Me obligaron a destruir mis imágenes, el rosario de mi primera comunión, mi vela, mi libro de oraciones, una pequeña cruz que me había regalado un fraile misionero franciscano (porque ese grupo era muy fundamentalista e incluso rechazaban la cruz de Cristo). De todo ello ahora me arrepiento, especialmente por los recuerdos de mi Primera Comunión que había sido una experiencia hermosa.

Su madre y su hermano también se hacen evangélicos
»Nunca acepté rebautizarme (práctica común en este grupo) porque yo infería que mi bautizo católico era válido aunque los líderes del grupo decían lo contrario, pero respetaron mi decisión. En realidad yo no había tenido una mala experiencia en el catolicismo, sino todo contrario, pero me habían convencido de que solo ellos tenían la verdad.

»Este grupo era verdaderamente recalcitrante. Todo era malo, todo era pecado. Ni siquiera había de tener templos, así que nos reuníamos en casas o en salones de fiesta. No celebraban Navidad ni Semana Santa porque esas eran tradiciones de hombres. El culto era ruidoso, se saltaba y aplaudía al ritmo de la música mientras se gritaban “amenes” y “aleluyas”.

»A mi madre también la convencieron pero mi padre se mantuvo al margen. Mi hermano era pequeño así que también asistía con nosotros a este grupo.

De querer ser sacerdote a pastor, pero...
»Mis deseos de ser sacerdote quedaron opacados, ahora debía ser pastor, si es que Dios me llamaba. Sin embargo este grupo no creía en los seminarios, que también eran cosas de hombres, así que ellos sabrían cuando el Señor me llamaría para el ministerio, solo que debía estar casado. ¡Casado! Eso nunca había estado en mis planes. Yo jamás me imaginé con mujer ni hijos porque yo quería ser sacerdote.

»Desde niño sabía que Dios me había llamado a ser célibe, que era un don que Dios me había dado, que no tenía ninguna desviación sexual, sino que simplemente mi llamado era a la castidad. Así que este asunto lo puse en manos de Dios secretamente. Doy gracias a Dios porque hasta el día de hoy me ha mantenido en este estado, no por mis fuerzas, sino por el don que hay en mí.

Teresa de Jesús, una mujer influyente
»Si no había la posibilidad de entrar al Seminario entonces había de pensar en alguna carrera. Desde niño me había también gustado la Historia, así que me inscribí en la carrera de Historia en la UNAM.

»En el tercer semestre de la carrera llevé la materia de “Historia de España” fue allí donde encontré y conocí a la mujer que mas ha influido mi vida: Teresa de Jesús. El profesor de la materia era español y cuando habló de aquella Santa, nos dijo cómo ellahabía influido en el pensamiento espiritual no solo de su país, sino de todo el mundo. Nos habló de sus escritos, de su vida, de sus éxtasis y experiencias místicas. Solo habló de ella una clase, pero eso bastó para que aquella enigmática mujer me atrapara en sus redes amorosas.

Remover las fibras espirituales
»Para mis compañeros de clase (la mayoría ateos y marxistas) aquello no les decía nada, les parecía la historia de una mujer neurótica y fanática. Pero a mí me había movido mis más profundas fibras espirituales.

»Corrí a la biblioteca de la universidad para leer algunos de sus poemas, me impresionó “Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero que muero porque no muero”. Embelesado contemplaba la pasión de esta mujer por Dios, una pasión desbordante, plena, libre, una pasión que nunca había yo conocido ni inferido.

Teresa de Jesús: "Mi novia"
»Desde aquel momento comenzó una relación muy especial al grado que solía llamarla “mi novia”. Nunca había escuchado de ella cuando estaba en la Iglesia Católica. Cuando había sido católico tenía varios santos de mi devoción como San Judas Tadeo, San Martín de Porres y Santa Rita Casia, pero nunca había escuchado de Santa Teresa de Jesús.

Con el conocimiento se cuestionó todo...

»Mi encuentro con Santa Teresa y la carrera me hicieron más crítico hacia el grupo religioso al que pertenecía. Me di cuenta lo ignorantes que eran mis líderes, que aquello más bien tenía forma de secta y no de iglesia. Así que empecé a cuestionarles muchas cosas.

Tras 8 años... fuera de la comunidad pentecostal
»El asunto llegó tan lejos que me dijeron que eligiera entre la carrera y la iglesia, así queabandoné aquel grupo. Me tacharon de aborto, de rebelde y hereje. El amor que ……