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Gabriele Kuby analiza las verdaderas causas de la crisis de los abusos en un valiente libro

Gabriele Kuby analiza las verdaderas causas de la crisis de los abusos en un valiente libro

Por INFOVATICANA | 21 junio, 2019

Si hay un tema que ha suscitado indignación y reacciones de todo tipo en los últimos tiempos, ése es el de los abusos sexuales en el seno de la Iglesia católica. Tal ha sido la magnitud del escándalo, que el Papa Francisco convocó una cumbre para ahondar en sus causas y buscar posibles soluciones.

En cualquier caso, muchos arguyen que la cumbre se quedó en lo superficial, casi en la escenificación. Así, se habría convocado con la disposición de obviar – para no herir a determinados colectivos y grupos de poder – las verdaderas razones que subyacen tras la plaga de los abusos.

Ése es un pecado del que no se podrá acusar, no obstante, a la conocida autora alemana Gabriele Kuby. Así, en El abuso sexual en la Iglesia católica, publicado por Bibliotheca Homo Legens, se adentra en los orígenes profundos de la actual crisis que padece la institución petrina: la revolución sexual, la contaminación de la recta doctrina, la generalización de la homosexualidad en el clero, etc. Y lo hace con plena conciencia de que eso le granjeará vituperios y enemistades, de que habrá quienes traten de confinarla en el ostracismo. Pero, valiente como es, Kuby prefiere el riesgo de la verdad a la comodidad de la mentira aceptada.

Aunque, en realidad, ¿quién no actuaría igual que ella con unos padrinos tan egregios? Además de un anexo de Benedicto XVI – su famoso y reciente texto sobre las consecuencias de la revolución sexual en la Iglesia –, el lector encontrará en este ensayo prólogos del cardenal Gerhard Ludwig Müller, antiguo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y de Mons. Juan Antonio Reig Pla, obispo de Alcalá de Henares.

Se trata, en definitiva, de un libro combativo en el mejor sentido de la palabra, pues combate por una de las pocas cosas por las que merece la pena hacerlo: la verdad.

La revolución sexual
La homosexualidad en el clero
¿Qué dicen de Gabriele Kuby?
La revolución sexual

Quizá los objetivos de la revolución sexual del 68, señala Gabriele Kuby, puedan resumirse de este modo: la supresión de la ética de la sexualidad; esto es, de los límites que tradicionalmente la han encauzado. Desde aquella década de los 60, la clase política de los diversos países occidentales ha ido imponiendo progresivamente esos objetivos, alterando así la sustancia de la sociedad.

Creer que todo eso no ha afectado a la Iglesia católica es – sostiene Kuby – ingenuo. La banalización del sexo y la relativización de todos los límites éticos que antaño lo constreñían ha entrañado consecuencias también en su seno. Según la autora, el origen de la crisis de los abusos se debe rastrear, en parte, ahí.

La Iglesia católica no es una fortaleza que pueda levantar el puente levadizo cuando es atacada (…) El viento fresco a través de la ventana del «aggiornamento» trajo las semillas de la revolución sexual a la Iglesia, la cual echó raíces con una velocidad sorprendente y puso de manifiesto brotes en la enseñanza y en la práctica.
La homosexualidad en el clero

Al calor de la revolución sexual, la homosexualidad fue echando raíces en la Iglesia católica. Hasta tal punto esto es así hoy – señala Kuby – que el promedio de homosexuales entre el clero es holgadamente superior al de homosexuales entre la población civil.

En su ensayo, la autora alemana no duda en vincular este fenómeno – el de la generalización de la homosexualidad en la Iglesia – con la crisis de los abusos sexuales. En realidad, apostilla Kuby, sólo alguien cegado por los prejuicios ideológicos podría no hacerlo, pues el 80% de las víctimas de agresiones sexuales perpetradas por el clero son masculinas.

Y ¿por qué, si la realidad es tan elocuente, pocos en la Iglesia se avienen a reconocerla? En cierto modo, por la infiltración de las redes homosexuales en la institución:

Parece que toda la Iglesia está impregnada de redes homosexuales: seminarios, comunidades religiosas, organizaciones laicas con camarillas que alcanzan hasta los rangos más altos del Vaticano…
¿Qué dicen de Gabriele Kuby?

«La Sra. Kuby es una valiente guerrera contra las ideologías que, en última instancia, dan como resultado la destrucción del hombre». Benedicto XVI

«Gabriele Kuby, como conversa, utiliza un lenguaje directo y a veces descarnado. Su manera de exponer y explicar esta verdadera llaga nace, en cambio, de un profundo amor a la Iglesia y compasión por las víctimas que sufren los abusos». Mons. Juan Antonio Reig Pla, obispo de Alcalá de Henares.

El obispo de Alcalá también indica algunas de las claves del recorrido que debe llevar la Iglesia en este sentido: sensibilidad y acompañamiento de las víctimas, tomar medidas preventivas, cumplir con la justicia y cooperar con las legítimas autoridades civiles. Al mismo tiempo, subraya la necesidad de “cambiar la mentalidad del encubrimiento por una actitud de transparencia”.

Reig Pla también aborda, tal como hace Kuby, el proceso de secularización y su objetivo de dinamitar los principios inmutables de la moralidad fundamentados en Dios, así como la llamada revolución sexual que ha conducido a una grave crisis antropológica. En la Iglesia, este proceso de secularización se ha manifestado, sobre todo, en un debilitamiento de la teología moral y de las certezas referidas a la moral sexual. Toda esta situación, recuerda Reig Pla, afectó también a las facultades de Teología y los seminarios, que no escaparon a las consecuencias del secularismo y de la nueva moral.

A continuación, pueden leer el prólogo completo de Mons. Reig Pla:

«En este pequeño libro «El abuso sexual en la Iglesia Católica», que presentamos al público de habla española, Gabriele Kuby, socióloga alemana, ofrece un análisis agudo sobre la cuestión de los «abusos sexuales» ocurridos en el seno de la Iglesia Católica. Tanto los criterios para analizar las causas de los abusos como las pistas que ofrece para su superación dependen estrechamente de las reflexiones que con mayor profundidad desarrolla en su otro libro, La revolución sexual global, que lleva como subtítulo «La destrucción de la libertad en nombre de la libertad» (Didaskalos, Madrid 2018).

Como ella misma nos indica, todo el proceso de la llamada «secularización», tanto en la sociedad como en la Iglesia, tenía como meta dinamitar los principios inmutables de la moralidad que tenían a Dios como fundamento y eran transmitidos por la doctrina cristiana con el carácter de sagrados: v.gr. el carácter sagrado de la vida humana, la santidad del sacramento del matrimonio, la dignidad sagrada de la persona humana creada por Dios a su imagen y semejanza como «varón y mujer» (Gén 1,27), el carácter sacramental del cuerpo y la sexualidad gobernada por la virtud de la castidad, como expresión de la vocación al amor que se concreta en el matrimonio o la virginidad por el Reino de los cielos, etc.

Al dejar de apoyarse en Dios, estos principios de moralidad pasan a ser considerados como opiniones al lado de otras opiniones que deben —según la cultura dominante—también respetarse en una sociedad libre donde impera la «tolerancia». De este «pequeño» cambio de apreciación se han servido los generadores y controladores de opiniones de masas, quienes, sirviéndose de todos los medios del poder (medios de comunicación social, proyectos educativos, legislativos, etc.), han llevado a cabo un programa de ingeniería social destinado a abolir todas las normas referidas a la ética sexual. Tanto la hipersexualización de los niños a través de la mal llamada «educación sexual» (es más bien corrupción) como la introducción de la diversidad sexual, la ideología de género, etc., tenían como objetivo deconstruir la condición binaria natural varón-mujer, introducir los derechos a la «orientación sexual» y establecer la soberanía de la voluntad individual para diseñar el propio cuerpo y las posibles relaciones sexuales sin otro criterio que el consentimiento individual o pactado.

Es curioso que en la referencia a la revolución sexual como causa remota de los «abusos sexuales» Gabriele Kuby coincida con el análisis de otros dos alemanes insignes: Benedicto XVI (La Iglesia y el escándalo de los abusos sexuales, Klerusblatt, 2019)1 y el Cardenal Müller, que prologa este mismo libro. La razón es clara. Los tres son testigos de lo que ha venido ocurriendo en Alemania y en Occidente desde las revueltas estudiantiles de mayo de 1968. En todo caso es obvio que dicha revolución hunde sus raíces en tiempos y causas anteriores. Entre las pretensiones de este movimiento revolucionario estaba la llamada «liberación sexual» que por etapas ha ido conduciendo a la deconstrucción de la propia persona, desvinculándola del propio cuerpo y promoviendo una verdadera crisis antropológica como no se había conocido hasta ese momento. El objetivo es acabar con la antropología cristiana que afirma la unidad cuerpo-espíritu y la diferencia sexual varón-mujer como vocación a la reciprocidad mutua desde la lógica del don y la apertura a la procreación como fruto de la unidad conyugal.

Del mismo modo que el proceso secularizador estaba encaminado a expulsar a Dios de la plaza pública y de los proyectos sociales y políticos, la secularización interna de la Iglesia se ha manifestado, sobre todo, en un debilitamiento de la teología moral, perdiendo certezas de manera singular en las cuestiones referidas a la moral sexual. Sin embargo, es justo reconocer que ni la crisis de la antropología cristiana deriva de las afirmaciones del Concilio Vaticano II (Gaudium et spes, 22 -24), ni el desmoronamiento de la teología moral se justifica por el deseo de renovación auspiciado por el Decreto Optatam totius, 16. Sí es verdad, en cambio, que en el postconcilio, tomando este texto como punto de partida, se fueron desmoronando los fundamentos de la moral, se llegaron a negar los «absolutos morales» y fue creciendo un modo de plantear las cuestiones morales estableciendo un cálculo de bienes y males en juego (proporcionalismo) y afirmando, a la vez, el valor normativo de las circunstancias y el carácter creativo de la conciencia moral.

Toda esta situación, unida al rechazo inicial de la Encíclica Humanae vitae de San Pablo VI, fue debilitando la autoridad moral de la Iglesia y la confianza en su Magisterio, afectando de manera seria a las facultades de Teología y a los seminarios, centros formativos de los nuevos sacerdotes. A tal extremo de relativismo moral y de desorientación se llegó que, por iniciativa y firme decisión de San Juan Pablo II, se promulgó como guía para los obispos el Catecismo de la Iglesia Católica. Del mismo modo, el Papa polaco salió en defensa de la razón —frente al eclipse «emotivista» propiciado por la cultura hegemónica— con la encíclica Fides et ratio, ayudó a reconocer los verdaderos fundamentos de la teología moral con la Veritatis splendor y se propuso salvaguardar la dignidad de la vida humana con el texto admirable de la encíclica Evangelium vitae.


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Si bien todo este bagaje magisterial introdujo una cierta serenidad en la Iglesia Católica, también es verdad que el flaquear de las confesiones evangélicas y los frutos alcanzados por el secularismo consiguieron que los postulados de la nueva moral penetraran en el seno de la Iglesia y, de manera particular, afectaran a la formación en los seminarios donde se preparaban los futuros sacerdotes.

Junto al clima creado con los acontecimientos del mayo del 68, apareció otro factor que conviene tener en cuenta: con la caída en 1989 del muro de Berlín, se puso en evidencia la mentira del nuevo paraíso creado por la inspiración marxista y el aplastamiento de los derechos humanos que escondía el famoso muro. De momento, los partidos de izquierda se quedaron sin ideología. Sin embargo, en vez de cambiar el rumbo, decidieron apoyarse en la misma revolución sexual, en las minorías disidentes —arrogándose su representación— y en los lobbys que estaban surgiendo en torno a los «feminismos ideológicos» y al llamado «lobby gay», que habían abrazado la ideología de género hasta ofrecer una relectura de los derechos humanos explicitada en los Principios de Yogyakarta de 2007 y 2017.

También los movimientos inspirados por el liberalismo sucumbieron a los postulados de la ideología de género consiguiendo que fueran adoptados por la ONU, UNESCO y los parlamentos europeos, nacionales y regionales. Paulatinamente la sociedad occidental se ha visto invadida por estos principios que han cambiado la actitud hacia las convicciones básicas de la antropología cristiana, fomentando la proyección hacia el mismo sexo, el deseo de cambiar de sexo y la orientación sexual dejada a merced de la libertad de cada uno e introduciendo estos postulados en los proyectos educativos y sanitarios avalados por nuevas leyes inicuas. Curiosamente en esta misma trayectoria se han colocado los grandes poderes financieros, los sindicatos y las fundaciones transnacionales que han venido propiciando mediante la manipulación del lenguaje una revolución de arriba abajo, de los poderosos contra los débiles, fomentada por todos los medios a su alcance y vaciando a las democracias liberales del necesario fundamento ético. Es lo que Gabriele Kuby llama la destrucción de la libertad en nombre de la libertad o, lo que es lo mismo, encaminar a las democracias hacia un totalitarismo de Estado que impone a los propios ciudadanos una ideología perversa.

Si constatamos que la misma sociedad, al menos desde mayo del 68, está reclamando la «liberación sexual» anclada en el individualismo y que quiere propiciar la misma pedofilia, se puede entender que con el debilitamiento de las certezas morales en la Iglesia Católica, los lobbys, especialmente los que propician la proyección hacia el mismo sexo, se introdujeran en los seminarios y en los centros de formación de la vida consagrada. El fenómeno es conocido y ha estallado de manera virulenta en algunos países (Irlanda, Estados Unidos, Alemania, etc.), aunque afecta en sus escándalos a toda la Iglesia Católica, cardenales, obispos, sacerdotes y vida consagrada.

Hemos de reconocer que el tema de los abusos sexuales, especialmente a menores y personas vulnerables en el seno de la Iglesia Católica, es complejo y abarca distintas consideraciones. Sin embargo, lo que es evidente es que las estadísticas apuntan mayoritariamente a personas inclinadas y proyectadas en su sexualidad hacia su mismo sexo que practican buscando a niños y adolescentes (efebofilia) y entre adultos llevan una doble vida. Esto, unido al clericalismo, al prevalimiento, a la autoridad mal entendida y a un ocultamiento de los crímenes y delitos contra los más débiles, ha ocasionado un dolor inconmensurable en las víctimas, en sus familias y comunidades. Se trata de una verdadera llaga que afecta a la credibilidad de la Iglesia y que, con oración, arrepentimiento, espíritu de verdadera conversión, amor, justicia y reparación hemos de procurar entre todos curar.

Gabriele Kuby, como conversa, utiliza un lenguaje directo y a veces descarnado. Su manera de exponer y explicitar esta verdadera llaga nace, en cambio, de un profundo amor a la Iglesia y compasión por las víctimas que sufren los abusos y que, en ocasiones, están tentadas a perder la fe. Con ella hemos de poner el acento en el reconocimiento de los hechos, en afrontar lúcidamente medidas preventivas y fortalecer cuidadosamente la formación de los futuros sacerdotes.

Como lo destaca Benedicto XVI, la propia autora está reclamando la creación de verdaderos «hábitats» para vivir la fe, como pequeñas comunidades creativas capaces de visibilizar la novedad de la vida cristiana en contraste con los criterios del mundo. Benedicto XVI nos recuerda que la fe es camino y una forma de vida y que, «en la antigua Iglesia, el catecumenado fue creado como un hábitat en el que los aspectos distintivos y frescos de la forma de vivir la vida cristiana eran al mismo tiempo practicados y protegidos ante la cultura que era cada vez más desmoralizada. Creo, concluye Benedicto XVI, que incluso hoy algo como las comunidades de catecumenado son necesarias para que la vida cristiana pueda afirmarse en su propia manera» (Benedicto XVI, La Iglesia y el escándalo de los abusos sexuales, Klerusblatt, 2019).

Aunque el libro está muy centrado en la propia experiencia de la Iglesia Católica en Alemania, su análisis y sus reflexiones nos ayudan a afrontar nuestra situación en España. Después de la cumbre con el Papa Francisco de los presidentes de las Conferencias episcopales y, tras la reflexión mantenida en la propia Conferencia Episcopal Española, el camino que debemos recorrer es ser muy sensibles al sufrimiento de las víctimas y ofrecer un acompañamiento adecuado a sus necesidades. Al mismo tiempo hay que tomar todas las medidas preventivas que haga falta, cumplir con la justicia —se trata, no sólo de un pecado, sino también de un gravísimo delito—, reparar y cooperar, en lo que corresponda, con las legítimas autoridades civiles. Igualmente hay que cambiar la mentalidad del encubrimiento por una actitud de transparencia ayudando a las víctimas y, en comunión con la sociedad, reconocer los delitos y sanar en lo posible a los agresores.

Agradecemos a la autora y a los editores de este libro en lengua española su contribución para arrojar luz sobre este drama en el que está en juego, ante todo, la vida sagrada de las víctimas y también la credibilidad de toda la Iglesia Católica. Que la Virgen María, Reina de los Apóstoles, Madre del Amor Hermoso y de los Desamparados, interceda por las víctimas —que tanto bien han hecho ofreciendo luz y verdad—, por sus familias y comunidades, por todos los sacerdotes y por los que tenemos responsabilidad en la formación. Para concluir, es de justicia reconocer el trabajo y la fidelidad de la mayoría de los sacerdotes. En el orden de la gracia, hermanos sacerdotes, no hay misión más alta que Cristo haya confiado a los hombres. Por el sacramento del orden hemos sido configurados con Cristo para hacerlo presente como Cabeza de la Iglesia, Pastor bueno y Esposo. Tal ministerio reclama de todos nosotros la santidad, de tal manera que la Iglesia resplandezca como inmaculada y santa, columna de luz que ilumina el caminar de nuestro pueblo.


«Hay que agradecer cordialmente a la señora Gabriele Kuby su contribución a esclarecer el terrible tema del abuso sexual de niños y jóvenes por parte de personas destinadas en el orden sagrado a representar a Cristo, Buen Pastor, y a ofrecer su vida por la salvación de las almas». Cardenal Gerhard Ludwig Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe entre 2012 y 2017.

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