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Breves reflexiones (VIII)

Breves reflexiones (VIII)

Luis Fernando, el 4.09.15 a las 12:30 AM

Y un día me sentí velero que navegaba por donde soplaba el Espíritu Santo. Y me dije: “si sigues su rumbo nunca naufragarás, llegarás a buen puerto".

A la Dolorosa no entrego un cuerpo muerto, sino un alma redimida por su Hijo, confiando en su intercesión para mantenerme fiel.

Admira la discreción de San José. Contempla su fidelidad callada. Aprende de él a apreciar y velar el don del Verbo encarnado para tu salvación.

Santo, santo, santo, santo es el Señor, Dios del universo. Y santo te quiere. Y santidad te concede. Y santidad te reclama. Y santo en su santidad serás si mueres a ti mismo para renacer en Cristo por el Espíritu Santo.

Señor, no tengas en cuenta mis pecados y fortaléceme en la fe de tu Iglesia, pues sin fe despojo soy, sin fe me derrumbo en la duda y el error, sin fe muero irremisiblemente.

Una sola palabra tuya, Señor, bastará para sanarme, para restaurar mi alma, para devolverme la vida que mi pecado enterró, para limpiarme de toda carnalidad que me aleja de ti.

¿Qué sería de mí sin tu misericordia? ¿qué sería de mi sin tu gracia? ¿qué sería de mí sin tu bondad? Mas por tu misericordia, gracia y bondad, me haces digno de entrar en tu presencia y contemplar tu Rostro.

Cuanto más años cumplo, Señor, más pequeño me siento ante ti, más necesitado de tu paternal amor, más dependiente de tus cuidados. Y sin embargo, eso es crecer en tu gracia.

Espíritu Santo, no me dejes cuando ensucio el templo de mi cuerpo en el que habitas. No te vayas ni por un momento. No permitas que lo destruya. Sé el arquitecto de mi alma.

No hay lobo ni león rugiente que ose acercarse a mí cuando estoy refugiado en tu presencia. Ojalá pudiera quedarme siempre a tu lado, en oración y adoración.

¿Qué soy yo al lado de tus mártires? ¿qué al lado de tus santos? ¿qué al lado de tantos hermanos que te sirven más fielmente? Y sin embargo, me amas y me quieres al lado de ellos, a tu lado.

Mis ojos no han visto el cielo, pero mi alma lo intuye. No permitas, Señor, que mis pecados me priven de contemplar tu Majestad.

Mis ojos no han visto el infierno, pero mi alma estuvo al borde de caer eternamente en semejante abismo. No permitas, Señor, que vuelva a estar cerca de la condenación.

Cuéntame, Señor, entre tus elegidos, pero no permitas que me crea elegido con soberbia, displicencia y vanidad.

No hay, Señor, verdadero amor propio. Hay amor a ti o no hay amor verdadero de ningún tipo. Permíteme amarte para saber amar.

Santidad y vida.

Luis Fernando Pérez

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