Menudo día tuve ayer… Tres misas por la mañana, la última, la de Braojos, seguida de procesión de san Isidro, bendición de campos, subasta de varas y andas, refresco popular y, por la tarde, entierro en un pueblo cercano supliendo a un compañero que está de vacaciones.
Por la tarde, cuando más tranquilo estaba, Rafaela al teléfono:
- ¿Qué tal, cura, cómo has pasado el día?
- Vaya… ¿cómo estás? Bien, ya sabes… domingo y san Isidro, no me ha faltado entretenimiento. ¿Y tú, qué tal, habéis celebrado mucho a san Isidro?
- Hoy he visto la misa por la tele.
- ¿Cómo que por la tele? ¿Estás mal? ¿Te pasa algo?
- No. Que no hemos tenido misa en el pueblo.
- ¿Y qué ha pasado?
- Pues que D. Jesús ha tenido que salir unos días y no encuentran un cura para nosotros.
- Bueno, ya sabes que cada vez somos menos, hay que comprenderlo. Así has podido ver la misa del cardenal de Madrid en la colegiata de san Isidro. ¿Qué te ha parecido?
- No sé si me ha dado más pena o más rabia.
- Explícate.
- Pues mira, cura, ahí aparecieron el cardenal, obispos, y curas y más curas. Estaba todo el mundo: el alcalde, la Ayuso, no sé cuántos mandamases. Y venga curas y más curas. Y digo yo, de todos esos ¿ni uno solo se podía haber venido? Que aquí mucho los pobres, pero nosotros sin misa. Y no me digas nada porque además no lo necesito. ¿Pero te queda claro?
- Sí.
- Así me gusta. Que muchos recuerdos de Joaquina y que a ver cuando te dejas caer por aquí, que nos tienes abandonados.
- Un abrazo, Rafaela, y no te disgustes.
- No, si no me disgusto, pero tampoco me chupo el dedo.