Loris Bari
El tema del Rapto se engloba dentro del debate doctrinal del Magisterio que, para resumirlo brevemente, consiste en la discrepancia entre dos visiones respecto a la Escatología general. La primera, conocida como “milenarismo patrístico” o simplemente escuela “milenista”, sostiene que Jesucristo volverá, como hemos expuesto, en una Parusía intermedia, al final de la Gran Tribulación, para juzgar …More
El tema del Rapto se engloba dentro del debate doctrinal del Magisterio que, para resumirlo brevemente, consiste en la discrepancia entre dos visiones respecto a la Escatología general. La primera, conocida como “milenarismo patrístico” o simplemente escuela “milenista”, sostiene que Jesucristo volverá, como hemos expuesto, en una Parusía intermedia, al final de la Gran Tribulación, para juzgar a las naciones e instaurar su Reino en el mundo. Según San Juan, ese Reino durará “mil años” (Ap 20, 2-3), de donde recibe el nombre de reino “milenario”, pudiendo ser mil años físicos (lo más probable) o, metafóricamente hablando, un “periodo largo”. Hasta después de ese largo reinado de Cristo en el mundo, descrito de forma admirable por Isaías, entonces sí vendrá el fin del mundo y el Juicio Universal. La segunda escuela escatológica, denominada “antimilenista”, sostiene que no habrá una venida intermedia de Jesucristo ni Reino medianero, sino que la Parusía se dará hasta el fin del mundo, en coincidencia con el Juicio Universal. La primera opinión teológica la sostuvieron todos los Padres de la Iglesia de los primeros cuatro siglos del cristianismo, destacando sobre todo San Ireneo mártir, San Justino mártir, San Policarpo mártir, San Cipriano mártir, San Papías mártir, San Melitón obispo de Sardes, San Victorino mártir, San Metodio mártir y San Teófilo obispo de Antioquía. Incluso el San Agustín joven sostuvo el milenismo, solo que posteriormente cambió al tener que combatir a un hereje contemporáneo suyo, Cerinto, sobresaliente líder de una secta gnóstica, quien planteó el Reino de Cristo sobre la tierra como de bienestar material, de festejo, comilonas, poder político y riquezas. San Agustín le hizo frente en su libro “La Ciudad de Dios”. El problema es que, para combatir esa idea, Agustín espiritualizó tan 35 exageradamente el Reino (siguiendo al hereje Ticonio), que acabó confundiendo el Reino con el cielo, y la segunda venida de Cristo con el Juicio Universal. A la doctrina de Cerinto se le conoce como milenarismo “craso” o “carnal”, por el materialismo que entraña (ver “La Iglesia Patrística y la Parusía”, de los Padres Leonardo Castellani y Florentino Alcañiz , Ed. Paulinas, Buenos Aires, 1976). Por el lado de los antimilenistas también hubieron Padres de la Iglesia, si bien pocos, destacando entre ellos San Jerónimo, el cual dice que, aunque no sigue esa opinión (la milenista), no puede condenarla, “porque fueron muchos los mártires y varones de la Iglesia que sostuvieron esa doctrina” (Com. Jer. Cap 23, 1-8; 30 y 31)10. Además, hay que tener presente que San Ireneo, principal exponente del milenarismo, fue discípulo de San Policarpo y éste, con San Papías, fueron discípulos directos de San Juan apóstol, autor del Apocalipsis. Por ello, parece lógico que la interpretación que éstos le dieron al Apocalipsis, la milenista, corresponda más al sentido que les transmitió el propio autor del mismo. San Ireneo mártir, en su libro Adversus Haereses, reivindica la frase “tiempo, dos tiempos y medio tiempo”, refiriéndose a los tres años y medio del profeta Daniel en los que el anticristo desatará la persecución antes de la segunda venida de Cristo. Y sobre el Rapto escribe: “Aquellas naciones que no volvieron sus ojos a los cielos ni volvieron a su Maestro, ni desearon profesar la luz de la verdad, sino que fueron como ciegos que se obstinaron en la oscuridad de la ignorancia, y fueron como aguas negras de deseagüe o El milenismo craso de Cerinto colinda con el milenismo judaizante de Nepos, Apolinar y San Dionisio. Esta doctrina espera al mesías reinante como un gran conquistador terrenal, al estilo Alejandro Magno, sujetando las naciones mediante las armas y obligando a todos a la circuncisión y a la observancia de la ley mosaica. 36 como nada en la balanza, o como paja que sirve para purificar el oro, así será cuando al final la Iglesia sea repentinamente rescatada de todo esto” (Ad Haer Lib 5, 29). San Cipriano mártir, obispo de Cartago (200-258 d.C.) afirma en su carta a los presbíteros: “Nosotros que vemos las terribles cosas que han comenzado y sabemos de otras más terribles que se aproximan, las podemos considerar como una ventaja para liberarnos de ellas lo más pronto posible. ¿O no le dan ustedes gracias a Dios y se congratulan a ustedes mismos por el hecho de que serán llevados en un traslado previo y salvados del naufragio y los desastres que son inminentes? Celebremos el día en que se nos otorgará a cada uno de nosotros una mansión, en que seremos arrebatados y liberados de las trampas del mundo y restaurados al paraíso y al Reino”. Esta consideración hace eco de las palabras de Cristo referidas en Mateo 24, unos serán “llevados” y otros serán “dejados”, poniéndola San Cipriano en relación a los fieles por quienes Jesús prometió volver para “tomar” consigo y entregarles sus respectivas mansiones: “En la casa de mi Padre hay muchas moradas; de otra manera, se los hubiera dicho; pues voy a prepararles un lugar. Y si me voy y les preparo un lugar, vendré otra vez y los tomaré conmigo, para que donde yo esté, también estén ustedes” (Jn 14, 2-3). Pero el misterio del Rapto, dado a conocer por San Pablo, que contempla la intervención divina y el Reino medianero joánicos, solamente caben dentro de la primera tesis, la del milenismo patrístico, ya que los santos que acompañan a Jesús para enfrentar al anticristo en el Valle de Armagedón, descrito por San Juan en el Apocalipsis, incluye a quienes murieron mártires durante la Gran Tribulación y a quienes fueron resucitados y raptados antes del Día de la Ira del Señor (Ap 19, 14). En cambio, con la segunda tesis, la antimilenista, no sólo se crea una contradicción entre lo revelado por San Pablo, 37 por San Juan y los Evangelios sinópticos, sino que además se arriesga la factibilidad total de los hechos que prometen las Escrituras. Las interpretaciones milenistas de los Padres de la Iglesia de los primeros cuatro siglos fueron perdiendo interés al haberse atribuido erróneamente a Cerinto, y no a San Juan Evangelista, la autoría del Apocalipsis. Culpables de esa falsedad fueron Orígenes (186–254 d.C.) y su discípulo San Dionisio de Alejandría (248–264 d.C.), quienes a su vez tomaron esa idea equivocada de Cayo, sacerdote de origen griego que vivió en Roma e incurrió en la herejía alogista (negando que Jesús sea el Logos divino de la misma substancia que Dios Padre) De todas formas, Castellani y Alcañiz señalan que tanto Orígenes, como Cayo y San Dionisio (al igual que el San Agustín longevo, que en este tema siguió al hereje Ticonio) únicamente combatían el milenarismo craso expuesto por el hereje Cerinto, no el de los santos Padres y mártires..... Y ver => Trompetas finales :)
Loris Bari
El Rapto de los Fieles a la luz del Magisterio y de la Tradición - José Alberto Villasana Munguía - PRÓLOGO DEL CARDENAL JUAN SANDOVAL ÍÑIGUEZ => corsarioblanco.org/rapto.pdf
Lucardo
Es bastante lamentable la réplica del Padre Olivera, este o no del lado correcto.
Es soberbio en el modo , y es despectiva .
No disputa con argumentos , solo etiqueta.
A la citas de la carta a los Tesalonisenses , y a los Corintios no les hace exégesis.
Cita al Padre Saenz, no se bien para que, quizás para darse prestigio.
Podría hacer un comentario sobre Castellani que era milenarista espiritual …More
Es bastante lamentable la réplica del Padre Olivera, este o no del lado correcto.
Es soberbio en el modo , y es despectiva .
No disputa con argumentos , solo etiqueta.
A la citas de la carta a los Tesalonisenses , y a los Corintios no les hace exégesis.
Cita al Padre Saenz, no se bien para que, quizás para darse prestigio.
Podría hacer un comentario sobre Castellani que era milenarista espiritual y criticaba -con argumentos sólidos - a San Jerónimo y a San Agustín sobre el fin del tiempo.
Hubiera sido mejor guardar silencio.