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Un homenaje al Derecho: Gádor Joya.

El ministro Gallardón ha anunciado que se guiará por la sentencia del Constitucional al reformar la 'Ley Aído'. Muchos, guiados además por la evidencia científica y el sentido común, esperamos que sea
valiente.
En su comparecencia ante la Comisión de Justicia del Congreso, el ministro ha recordado a su
padre, don José María Ruiz-Gallardón, como el diputado que encabezó el recurso del Grupo
Popular contra la llamada Ley Ledesma, ante el Tribunal Constitucional. También encabezó el
recurso contra la ley del aborto de 1985, con una brillante argumentación a favor de la protección
del derecho a la vida. Me ha parecido advertir que hay algo de homenaje en unir la restitución de la
independencia del Gobierno de los Jueces y la protección del nasciturus en el denso paquete de
reformas anunciado por el señor Alberto Ruiz-Gallardón en su primera declaración programática
como ministro de Justicia.
La Ley Aído fue aprobada sin el consenso de los representantes políticos y sin el de la sociedad. Fue
una iniciativa que el PSOE no llevó en su programa electoral y que provocó el lógico rechazo de un
sector muy amplio de la población que ya no acepta, sin más, eslóganes como el “nosotras parimos,
nosotras decidimos” de los años 70 y 80. La ciencia sabe hoy cosas sobre el inicio de la vida
humana que no sabía hace treinta y cuarenta años. A la luz de las investigaciones sobre Genética,
Biología Celular y Embriología, “existe sobrada evidencia científica de que la vida empieza en el
momento de la fecundación”, tal y como señala la Declaración de Madrid del 17 de marzo de 2009,
emitida al calor de la tramitación de la Ley del Aborto por más de 3.000 científicos punteros de
centros de investigación y universidades españolas y extranjeras.
Gracias a la Genética, hoy sabemos que la fecundación da lugar a una identidad genética individual,
distinta de la del padre y la de la madre. Gracias a la Biología Celular, hoy sabemos que los seres
pluricelulares se constituyen a partir de una única célula, el cigoto, en cuyo núcleo se encuentra la
información genética que se conserva en todas las células. Gracias a la Embriología y a las
ecografías en 3D, hoy sabemos como se inicia y cómo se desarrolla la vida humana sin solución de
continuidad.
Las evidencias son tan abrumadoras, que incluso la propia ministra Aído llegó a reconocer en una
célebre entrevista radiofónica que un feto y un embrión humanos son “un ser vivo”, si bien a
continuación les negó su condición de seres vivos humanos, en un momento de delirio negacionista
por el que pasará, sin duda, a la historia del disparate.
El Partido Popular tuvo un punto de vista claro y fundamentado durante la tramitación de la Ley
Aído. Se opuso con argumentos científicos, jurídicos y éticos que no tienen vuelta de hoja. Emitió
un voto particular en la comisión parlamentaria. Algunos de sus dirigentes asistieron a las marchas
ciudadanas a favor del derecho a la vida que, hasta en cinco ocasiones, han llenado las calles,
revelando un cambio muy significativo de mentalidad en la sociedad española.
Durante la campaña electoral, prometieron una derogación y, sin embargo, en los primeros días de
mandato, la claridad se ha convertido en indefinición.
A diferencia del señor Zapatero en 2008, el señor Rajoy sí anunció en su campaña de 2011 lo que
pensaba hacer: proteger el derecho a la vida, apoyar la maternidad y, en consecuencia, derogar una
ley injusta que ni protege el derecho a la vida ni apoya a las mujeres ante un embarazo inesperado.
Los electores han votado al PP para que haga lo que prometió hacer.
El anuncio hecho por el ministro Gallardón, a falta de una mayor concreción, es una noticia
esperanzadora para la causa de los derechos fundamentales en nuestro país. Desde su regulación de
1985, el aborto, una práctica atávica y violenta que escandalizará a nuestros nietos como hoy nos
escandaliza la esclavitud, nunca ha retrocedido en nuestras leyes.
El ministro ha invocado la sentencia del Tribunal Constitucional sobre la Ley del Aborto, una
sentencia provocada por el recurso que redactó y encabezó el padre del hoy ministro de Justicia. Esa
sentencia reconoce que el nasciturus es un sujeto titular de derechos y es incompatible con un
sistema de plazos como el que establece la Ley Aído, cuyo principio jurídico rector es el de que el
aborto es un derecho de la mujer.
El ministro Gallardón ha anunciado que se guiará por la sentencia del Tribunal Constitucional.
Muchos españoles, guiados además por la evidencia científica y por el sentido común, esperamos
que el Gobierno sea valiente y, además de derogar la nefasta Ley Aído, legisle protegiendo la vida
del concebido y amparando la maternidad.
Volver a la Ley de 1985 no es la respuesta. Veinticinco años después, esa ley ha dejado un rastro
impropio de una sociedad civilizada: más de un millón y medio de vidas humanas segadas, el
escalofriante reguero del aborto eugenésico, niños desechados simplemente porque vienen con
síndrome de Down o con labio leporino, miles de mujeres afectadas por el Síndrome Post Aborto
(SPA), el coladero del supuesto del “riesgo para la salud de la madre”, una industria del aborto
carente de escrúpulos, como indican las escandalosas prácticas de los centros abortistas del señor
Carlos Morín...
El señor Gallardón y el señor Rajoy tienen una oportunidad única para cambiar las cosas. El aborto
no es algo irremediable en una sociedad. Puede haber un final feliz para el relevante anuncio hecho
este miércoles por el ministro Gallardón. Proteger la vida humana y reconocer la maternidad como
un bien para la sociedad serían el mejor homenaje, no solo a su padre, sino al Derecho.

Gádor Joya Verde, doctora en Medicina, médico pediatra, portavoz de Derecho a Vivir.

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