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UN SANTO PARA CADA DÍA 7 DE JULIO BEATO BENEDICTO XI, PAPA.

sanPablotv Beato Benedicto XI, papa
En Perugia, de la Umbría, tránsito del papa beato Benedicto XI, de la Orden de Predicadores, que, benigno y bondadoso, conciliador y amante de la paz, promovió durante su breve pontificado la concordia en la Iglesia, la renovación de la disciplina y el enaltecimiento de la devoción religiosa.

Nicolás Boccasini nació en Treviso en 1240. Se educó en su ciudad natal y en Bolonia, donde tomó el hábito de Santo Domingo, a los dieciesiete años. En 1268, fue nombrado profesor y predicador en Venecia y Bolonia. En el ejercicio de su cargo, comunicó a otros las riquezas espirituales que había atesorado en el silencio y el retiro, sin dejar por ello de progresar en la vida interior. El beato compuso un volumen de sermones y escribió varios comentarios sobre la Sagrada Escritura, que se conservan todavía. Fue elegido prior provincial de Lombardía y, en 1296, fue nombrado superior general de la Orden de Predicadores. Dos años más tarde, recibió el capelo cardenalicio y, poco después, fue hecho obispo de Ostia. El Sumo Pontífice le envió a Hungría como legado ad latere para arreglar las diferencias que dividían el país. El cardenal empezaba con éxito su misión, porque su saber, su prudencia y su desinterés, le ganaban el respeto de todos, cuando fue súbitamente llamado de nuevo a Roma.

Desde tiempo atrás, la Santa Sede se hallaba en dificultades con el rey Felipe de Francia, quien había exigido considerables impuestos al clero para poder llevar adelante la guerra contra Inglaterra. Los cardenales Colonna se aliaron con el monarca francés contra Bonifacio VIII. Como el rey de Francia hubiese sustituido por un documento falso, el documento en el que dicho Pontífice afirmaba las prerrogativas pontificias, Bonifacio VIII publicó la famosa bula «Unam Sanctam», en la que determinaba, entre otras cosas, las relaciones entre el poder espiritual y el poder temporal. Al año siguiente, Felipe convocó a un concilio general para que juzgara al Papa de los cargos, tan infames como falsos, presentados por el consejero real, Guillermo de Nogaret, y un caballero, Guillermo du Plessis (estos personajes, muy duchos en esa clase de hazañas, desempeñaron más tarde un papel importante en la supresión de los Templarios, a los que se acusaba de crímenes horribles). Bonifacio tuvo que refugiarse en Agnani, abandonado de todos, excepto del cardenal obispo de Sabina y del cardenal obispo de Ostia, Nicolás Boccasini. Aconsejado y apoyado por ellos, Bonifacio procedió rápidamente y con vigor. Preparó la bula de excomunión contra el rey de Francia, pero la víspera de su promulgación, Nogaret y Sciarra Colonna, uno de los jefes del partido gibelino, irrumpieron en la residencia del Pontífice, a la cabeza de un grupo de esbirros armados y se apoderaron de Bonifacio VIII. Tres días después, el 11 de septiembre, los habitantes de Agnani pusieron en libertad al Papa, quien volvió a Roma. donde murió el 11 de octubre.

El cardenal Nicolás Boccasini se hizo cargo de la difícil situación, pues fue elegido Papa dos semanas después y tomó el nombre de Benedicto XI. Inmediatamente se consagró a resolver el problema, con plena confianza en Dios y de acuerdo con su intachable rectitud. Pero en su breve pontificado apenas tuvo tiempo de dar los primeros pasos para restablecer la paz. La política del nuevo Pontífice fue de paz, sin comprometer por ello la actividad de su predecesor. Benedicto favoreció a los frailes mendicantes. Todos los cardenales nombrados por él eran dominicos; entre ellos se contaba a los ingleses Guillermo Maklesfield, arzobispo de Canterbury, que murió en Lovaina, antes de que llegase la noticia de su elevación al cardenalato y Walter Winterburn, arzobispo de Salisbury. El Papa siguió practicando las mortificaciones y penitencias de un fraile, así como la humildad y moderación que siempre le habían caracterizado. En cierta ocasión, su madre vestida en forma especialmente elegante, fue a visitarle a la corte pontificia pero Benedicto se negó a recibirla hasta que cambió sus vestidos por el modesto atuendo ordinario. Benedicto XI sólo reinó ocho meses y algunos días; sin embargo, en ese breve espacio, como lo dice el Martirologio Romano, «promovió la concordia en la Iglesia, la renovación de la disciplina y el enaltecimiento de la devoción religiosa». Murió súbitamente en Perugia, el 7 de julio de 1304. Su culto fue confirmado en 1736.

En la «Biblioteca Hagiográfica Latina» de los Bolandistas se mencionan varias breves biografías de Benedicto XI (nn. 1090-1094); entre ellas se cuenta un resumen biográfico, debido a la pluma de Bernardo Guy, adoptado por el Líber Pontificalis (vol. II, pp. 471-472). Véase también Mortier, Maitres Généraux O. P., vol. II; H. Finke, Aus den Toden Bonifaz VIII (1902); las Regesta de Benedicto IX, editadas por C. Grandjean; y A. Ferrero, B. Benedetto XI (1934).
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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UN SANTO PARA CADA DÍA - 7 DE JULIO - BEATO BENEDICTO XI, PAPA
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