🇪🇸🌿 BEATAS MARÍA ÁNGELES DE SAN JOSÉ, TERESA DEL NIÑO JESÚS Y MARÍA PILAR DE SAN FRANCISCO DE BORJA, vírgenes y mártires. 24 de julio. Las beatas mártires del Carmelo de San José, en la ciudad …Más
🇪🇸🌿 BEATAS MARÍA ÁNGELES DE SAN JOSÉ, TERESA DEL NIÑO JESÚS Y MARÍA PILAR DE SAN FRANCISCO DE BORJA, vírgenes y mártires.
24 de julio.

Las beatas mártires del Carmelo de San José, en la ciudad española de Guadalajara, fueron tres carmelitas descalzas cuyo martirio causó gran impacto en su momento. Se trata de las primeras religiosas mártires de la guerra civil española en ser beatificadas.

En el Convento de las Carmelitas Descalzas de Guadalajara, fundado en el siglo XVII, el anhelo del martirio crecía más y más en cada corazón de ese bendito palomar, al inicio de la guerra civil.

Las dieciocho carmelitas que lo componían se enardecían unas a otras en las recreaciones con un ansia creciente del martirio, el cual esperaban alcanzar de la Misericordia del Señor.

La beata María Pilar decía: “Si nos llevan al martirio iremos cantando “Corazón Santo, tú reinarás””. Yo desearía morir al grito de ¡Viva Cristo Rey!, contestaba la beata Teresa; y comentaba: “Los mártires en el cielo tendrán particular amor a sus verdugos, por la gran felicidad que les proporcionaron”.

La beata María Ángeles le decía a una hermana que tenía a su lado: “¡El martirio! ¡Qué dicha tan grande! Pero no soy digna de esa gracia. Hay que alcanzarla con la fidelidad en las cosas pequeñas”.

El 22 de julio de 1936, Guadalajara fue tomada por lo rojos. Había que abandonar el convento. Las monjas vestidas de seglares se disponían a salir, ya que venían a quemar el monasterio. Salen de dos en dos y se reparten en casas conocidas, oran sin cesar.

El día 24, siendo muchas en el mismo lugar y comprometiendo a la dueña de la casa, la beata Teresa se ofrece a llevar dos hermanas a casa de una amiga suya, confiando en que las recibirían; así fue como las beatas María Pilar y María Ángeles la acompañaron.

Salen sobre las 4 de la tarde, a la casa número 5 de la calle Francisco Cuesta; pasan junto a un camión en donde unos milicianos estaban merendando. Una miliciana al verlas exclamó: “¡Disparadles, son monjas!”. Se bajan del camión y van en su busca. Ya habían entrado en el portal, pero las obligan a salir a la calle.

La primera en salir es Sor María Ángeles, le disparan varias veces, cae mortalmente herida. En silencio entrega su vida a Dios. ¡El amor a Jesús ha sido más fuerte que la muerte! Se había pasado toda la noche suspirando por la gracia del martirio; le decía a su Madre Priora: “¡Madre, qué dicha si fuéramos mártires! Murió por ser esposa de Jesús, la mataron por ser monja.

Sor María Pilar recibe varios tiros, da unos pasos y cae desplomada. Al ver que no está muerta, disparan nuevamente sobre ella, dándole también con un cuchillo. Ella exclama: “¡Viva Cristo Rey! ¡Dios mío perdónalos! Un guardia de asalto consigue llevarla a un Farmacia próxima y de aquí es trasladada al puesto de la Cruz Roja a donde fue atendida con mucha caridad y al oír hablar a doña María Carrasco, decía: “No me deje señora, que no me toquen. ¿Pero qué les he hecho yo?, ¡perdónales, Señor!. Su amor a la pureza y su perdón, como el Maestro.

En una ambulancia se la llevó al Hospital Provincial y fue reconocida nuevamente. Tenía: una perdigonada en el vientre, rota la columna vertebral, una pierna rota y un riñón al descubierto. El Director avisa a la Hermana de la Caridad Sor Dolores Casanova “es una monja”. Le da a besar el Crucifijo y muere en sus brazos repitiendo: Perdónales, perdónales…

Sor Teresa ha presenciado la muerte de sus hermanas, pero ella queda indemne. Trata de entrar en el Hotel Palace, pero unos milicianos se lo impiden: En esto llega otro que intenta tomarla por el brazo, pero lo rechaza con energía. La obliga a ir por la calle San Juan de Dios y le dice: “No te asustes, esos son unos brutos; te llevaré adonde no te pase nada”. Ella repite sin cesar: “Jesús, Jesús…” Llegan al puente de San Antonio, tuercen hacia el camino del Cementerio. Camina lentamente, va recelosa; arrecian las insinuaciones malignas del grupo de milicianos que se les habían juntado, le quieren obligar que grite: “Viva el comunismo”. Pero esta nueva heroína de la fe, firme en su propósito de entrega a Dios, abre sus brazos en cruz y echa a correr gritando: “¡Viva Cristo Rey!, ¡Viva Cristo Rey!” Una descarga por la espalda troncha la tercera azucena blanca.

Los cuerpos sin vida de las tres carmelitas fueron enterrados en una fosa común del cementerio de Guadalajara, junto con otras víctimas de la guerra. No fue hasta el año 1941 cuando los cadáveres fueron exhumados, de suerte que fueron fácilmente identificados al conservarse todavía en ellas restos de sus escapularios carmelitanos, correas del hábito y sobre sus pechos, los crucifijos que cada una había recibido en el momento de su ingreso en el Carmelo.

Dado el número de testigos que tuvo el martirio de estas tres religiosas, y lo terrible e impactante del mismo, su proceso de beatificación fue muy rápido. Cincuenta años después del martirio, san Juan Pablo II, el 29 de marzo de 1987, a las nueve y media de la mañana, las beatificó junto con otros dos españoles: el cardenal beato Marcelo Spínola y el beato padre Manuel Domingo y Sol.