San Juan Bautista

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domingo, 6 de enero de 2019

Sermón del Domingo de Epifanía (1966) – P. Leonardo Castellani




Este Evangelio de los Magos y el Tirano Herodes, lo conocen ya Uds., lo han leído innúmeras veces: esta fiesta se llama Epifanía o sea Manifestación, Proclamación.

Es la apertura de la Religión del Mesías a los Gentiles. La cuenta un judío, Mateo. En cambio un gentil, Lucas, cuenta la adoración de los Pastores que eran judíos. Es decir, los dos Evangelistas al cruzar las manos, proclaman la Catolicidad, que significa Universalidad, que había de sellarse al final de todo con el mandato de Cristo: "Id y enseñad a todas las gentes", que acaba para siempre la exclusividad de los judíos. Los judíos actualmente todavía dicen que ellos son "separados"; la palabra "separados" en hebreo es "fariseos". Mucho le debemos a los judíos, dice el último decreto del Concilio, pero ciertamente no le debemos la Catolicidad, que es una de las notas distintivas de la Iglesia: Una, Santa, Católica y Apostólica.

Católica significa Universal. Ninguna otra religión ni antes ni después de la Iglesia ha sido universal, se ha dirigido a todos los humanos y ha sido aceptada por hombres de todas las razas, como aquí por los Reyes Magos, que según la leyenda era un ario, un amarillo y un negro. Esto no lo dice el Evangelio ni tampoco que fueran Reyes; dice "Magoi", magos -o astrónomos. Esa interpretación de los Reyes de tres naciones viene del Psalmo 71, que es mesiánico, o sea se refiere proféticamente a Cristo, que dice:

"Los Reyes de Tarsis y de las islas le traen regalos;
los Reyes de los Árabes y Saba le ofrecen dones
y lo adorarán todos los Reyes de la tierra,
todas las gentes lo servirán".

Tarsis es la ciudad de Cádiz actual entonces colonia fenicia, semítica; las Islas quiere decir Grecia e Italia; Árabes ya se sabe; Saba es la Etiopía o Abisinia.

Me gustaría leer todo el Psalmo 71, el último Psalmo del IIº libro, que es simplemente una predicción de lo que dijimos antes, la Catolicidad del Reino del Mesías; y yo creo directamente, digan lo que quieran muchos intérpretes modernos, que es una predicción de la Adoración de los Reyes Magos, como creyeron los Santos Padres antiguos; no porque sean antiguos precisamente, sino porque sabían más. Y no digamos nada de otros intérpretes supermodernos, víctimas de la confusión actual que dicen esta historia de los Reyes Magos, es un cuento, una novelita, un "midrash". De esto no hablaré: la única respuesta que hay que dar es la que di la primera vez que la oí, al Padre Alberto Hurtado, estudiante de Lovaina (Bélgica) que me dijo: "Hay que suprimir de San Mateo esa historieta de la Adoración de· los Magos al Niño Jesús" -¿Por qué? -Porque es un midrash.

Bueno, -le dije- por la misma plata pueden suprimir también “al Niño". En efecto, si esa perícopa del Evangelio puede ser falsa, entonces todo el Evangelio es dudoso.

El Catolicismo significa universal y es universal. Es inútil que recorra las grandes religiones antiguas para mostrárselo; ya lo ya lo ha hecho una vez. El Budismo, la más copiosa de las religiones después del Cristianismo (250 millones contra 800 millones), nació en el norte de la India, y se extendió por la misma India, China y Japón junto con otras religiones, aunque actualmente los Comunistas han eliminado el Budismo en China; el Confucismo, en la China (no es el confusionismo, ésa es la religión de los argentinos, el  confucismo con c, Confucio); el "shintoísmo" en el Japón; el hinduísmo en la India; el mahometismo nació en Arabia y se extendió hasta Pakistán.

Cuando nació el Cristianismo y comenzaron las herejías, los herejes se apropiaban el nombre de cristianos, y San Agustín  (según creo) para distinguir a los fieles los llamó cristianos universales, o sea católicos en griego. Después los herejes intentaban usurpar el nombre de católicos y jamás les resultó: los arrianos querían ser llamados católicos y todo el mundo los llamó arrianos; y cuando apareció el Protestantismo pasó lo mismo; por las calles de Bs.As. pueden ver los letreros si quieren: Iglesia Luterana Alemana, Iglesia Luterana Danesa, Iglesia Calvinista Suiza, etc. Lo más típico es lo que pasó con los ingleses cismáticos: se llamaron católicos y a los católicos los llamaron Papistas; al poco tiempo el pueblo los llamaba Católicos Anglicanos (o sea ingleses) y a los Papistas Católicos Romanos. Así que cuando se estableció esa gran confusión del Protestantismo y las gentes se preguntaban: "Hay tantas Iglesias ¿Cómo se distingue la verdadera?", los teólogos respondían sencillamente: "por sus cuatro notas distintivas que están en el Credo: "Et unam, sanctam, catholicam et apostolicam Ecclesiam"[1]

Ahora bien ¿qué tenemos que ver nosotros y los Reyes Magos con todo esto? Es que ha acontecido un fenómeno nuevo en el mundo, una plasmación de una especie de Catolicidad falsificada; es decir, los hombres de hoy están queriendo inventarse una religión universal, no solamente fuera de la Católica sino aun contra la Católica; y el historiador inglés Toynbee (que si quieren aburrirse pueden leer en "La Nación" de los Domingos) predica que esa religión debe inventarse y que indefectiblemente será inventada; y con él muchísimos otros. A mí me parece verla formarse ante mis ojos; pero ese parecer mío no podría comunicar sin escribir un libro.

¿Por qué debe inventarse? Porque simplemente no se puede hacer un Imperio Mundial, una unificación del mundo sin un cemento unificante de índole religiosa; y un gran Imperio Mundial es anhelado y exigido por una gran parte del mundo actual[2].

Pero eso es imposible. ¿Cómo se van a unir por ejemplo Rusia y los E.E.U.U.? Las antiguas profecías que nosotros poseemos dicen que habrá al final cuatro grandes Imperios, uno dellos derrotará a los otros tres y se hará el Dueño del Mundo.




[1] "Y creo en la Iglesia una, santa, católica y apostólica"
[2] "Toynbee cree que la religión es el vinculum substantiale" de la sociedad, el que produce la concordia profunda; pero cree también que la religión actual de Occidente se ha gastado hasta la trama y no sirve más; poniendo por ende sus esperanzas en una 'nueva religión': el temor de la decadencia de Occidente que al parecer él confunde con Inglaterra- lo obsede y lo angustia".
"La idea de que ']a religión es la sociedad y la sociedad es la religión', popularizada en forma confusa por Durkheim y su escuela... juntada a los otros presupuestos filosóficos empiristas, han llevado a Toynbee a una teoría realmente peregrina (la resumimos en forma un poco brusca, pero exacta) que pretende establecer lo siguiente: cada civilización está informada por una religión; todas ellas son perecederas a mayor o menor plazo; y al parecer dejan una especie de huevo de donde brota una nueva religión fresca y lozana, y por ende una nueva civilización juvenil que entierra a su padre y a su madre y armada de la herencia emprende su carrera por la Historia. Consoladora ficción, hija de la desesperación de la época, que no tiene un solo punto de apoyo en la realidad, pero puede servir de cordial a los ignorantes: en la "era atómica" todos viviremos cien años y practicaremos la religión atómica, cuyo mesías
ya debe de haber nacido en Norteamérica, desde luego".
"Demasiada imaginación para un historiador. No se puede ver cómo de una religión que muere de vieja y podrida podría salir una religión nueva y pura; ni se ha visto nunca. Es contradictorio, pues es contra la ley de la causalidad; lo más saldría así constantemente de lo menos. Yo no sé si se habrá visto en el mundo un hombre de 90 años que se casa y engendra un hijo vigoroso; puede que se haya visto en el "Reader's Digest", porque en Norteamérica puede pasar eso y mucho más... Pero que un cadáver se case y engendre un hijo, eso no se puede ver: aunque hay un cuento terrible de la condesa de Pardo Bazán con este tema: el hijo del cadáver... Pero es un cuento"
"Decadencia de las Sociedades", en Seis Ensayos y Tres Cartas, Bs.A-s., DICTIO, 1978, p. 114-116).
Para lograr ese "nuevo nacimiento", Toynbee exige que las religiones lleguen a un acuerdo sobre la unidad de Dios y establezcan como objetivo común la promoción humana.



Leonardo Castellani: “Domingueras Prédicas” Ed. Jauja. Págs. 15-19.



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