Benedicto XVI: La Eucaristía es inseparable del amor al prójimo

No se puede consumir la Eucaristía sin amar al prójimo. La Eucaristía nunca se puede tomar como una mera relación individualista entre uno mismo y Dios. No es compatible con la falta de caridad, de …More
No se puede consumir la Eucaristía sin amar al prójimo. La Eucaristía nunca se puede tomar como una mera relación individualista entre uno mismo y Dios. No es compatible con la falta de caridad, de amor, por eso recibirla egoístamente sin considerar la espantosas muertes que puedo causar, no es católico, es fariseo. Recuerden como los fariseos criticaron a Jesús porque curó a un ciego en Sábado, dijeron si se ha saltado el Sábado no debe venir de Dios. Para los fariseos era más importante el ritual, en cambio Jesús demuestra que la naturaleza de Dios es Amor. Jesús nunca puede estar a favor de destruir la vida de otros.
Benedicto XVI
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14. Pero ahora se ha de prestar atención a otro aspecto: la « mística » del Sacramento tiene un carácter social, porque en la comunión sacramental yo quedo unido al Señor como todos los demás que comulgan: « El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan …More
Fe Esperanza y Caridad
Tiene razón, por eso le pido citar la escritura. Todos nos podemos equivocar, me refería al sacerdote y al levita, (mi mala memoria creía que era un fariseo).
Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: “Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por el mismo camino …More
Tiene razón, por eso le pido citar la escritura. Todos nos podemos equivocar, me refería al sacerdote y al levita, (mi mala memoria creía que era un fariseo).
Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: “Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino. Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: «Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver».