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El silencio de la Iglesia, una traición

Por RICCARDO CASCIOLI

La indignación y el dolor por cuanto está sucediendo a Alfie Evans se acrecientan por el silencio cómplice no sólo del poder, sino sobre todo de la Iglesia, de sus pastores. Frente a este desastre de la humanidad la Iglesia inglesa no ha dicho una sola palabra.


Un hospital manchado por graves escándalos en perjuicio de los pacientes; una negligencia flagrante contra Alfie; el mismo Alfie que reacciona a los estímulos y a los pedidos de su padre (y todos pueden verlo en video). Pero médicos y jueces hacen un frente compacto y decretan la muerte de Alfie, porque su vida es “inútil”. Una cosa escandalosa, inquietante, frente a la cual no hay suficientes palabras para expresar la indignación y el dolor. Indignación y dolor acrecentados por el gran silencio en el que se está consumando esta tragedia.

Pero si se esperaba el silencio cómplice del Estado y el poder que se expresa a través de los medios de comunicación más grandes, lo que realmente hace mal es el gran silencio de la Iglesia, o mejor dicho, de sus pastores. Sí, porque gracias a los sitios de Internet y a sitios sociales muchos católicos se han movilizado con oraciones, difusión de noticias, iniciativas para sensibilizar a la opinión pública e involucrar a los "poderosos".

Pero desde la cúpula eclesiástica, de los pastores, sólo silencio, solamente un tweet del Papa a lo que está casi jugado y con un significado ambivalente. Más aún, también hubo algo peor que el silencio: una entrevista del presidente de la Pontificia Academia para la Vida, monseñor Vincenzo Paglia, que esencialmente dio la razón a los jueces y no tuvo nada que objetar al hecho de que, para justificar el asesinato de Alfie, en la primera sentencia se manipularon las palabras del Papa.

Sin embargo, como hemos narrado, los padres de Alfie habían presentado incluso una solicitud oficial de asilo diplomático en el Vaticano, y se le entregó una carta personal al Papa, pero los padres de Alfie ni siquiera han sido dignos de recibir una respuesta. Peor: Thomas Evans, el papá de Alfie, muchas veces llamó a la Nunciatura para tener noticias, pero fue siempre rebotado. Ciertamente, un atenuante parcial es que el movimiento que ciertamente hubo entre la Secretaría de Estado y la Nunciatura fue desalentado por el comportamiento de la Iglesia inglesa, cuyo silencio fue absoluto.

Nada de monseñor Malcolm McMahon, obispo de Liverpool, la ciudad donde se desarrollan los acontecimientos, nada del primado de Inglaterra, el cardenal Vincent Nichols. En esta semana los hemos buscado durante días por teléfono, hemos enviado mensajes por correo electrónico, pidiendo que explicaran su posición. Nada. Está claro que están de acuerdo con la decisión de los médicos y jueces, y esto también deben haber dicho al Nuncio. La vida de Alfie también es inútil para ellos, para ellos también “el mejor interés” de Alfie es morir. De hecho, no ven la hora en que muera, que termine pronto esta historia que amenaza con crear alguna incomodidad.

Más todavía que la ferocidad de un Estado que secuestra nuestras vidas y decide si hacernos nacer y cuándo matarnos, es esta abdicación de la Iglesia lo que nos asusta. Hasta hace poco, frente a todas las injusticias de los hombres, frente a la fuerza opresiva del poder, cualquiera sabía que podía contar al menos con el apoyo y el consuelo de aquéllos que, por propia vocación, no tienen otro interés que defender al hombre, imagen y semejanza de Dios; su irreductibilidad y su dignidad.

Hoy constatamos con dolor e inquietud que la cultura de la muerte ha penetrado profundamente también en la Iglesia. Ya lo habíamos visto con Charlie Gard, ahora con Alfie Evans es todavía más evidente. Obispos y cardenales que ni siquiera tienen una palabra que expresar frente a un niño llevado a la muerte por un sistema perverso, frente a imágenes irrefutables de una vitalidad que se quiere extinguir a costa de mentiras sobre mentiras, ¿qué dicen de esta pobre Iglesia? Y si en Roma se esconden detrás de la pantalla del encarnizamiento terapéutico para justificar lo que todos los efectos es eutanasia, ¿a quién podrá recurrir el pobre que busca una justicia más grande que la de los hombres? ¿Por qué el derecho a la vida hace tantos problemas para no merecer, no digo un llamado telefónico del Papa, sino ni siquiera una mínima señal de respuesta sincero pedido de asilo en el Vaticano?

También a partir de estas cosas se pone de manifiesto la profundidad de la crisis que atraviesa la Iglesia, plegada a la mentalidad dominante, a la ideología de la calidad de vida; dominada por el ansía de acariciar el mundo, angustiada ante la idea de estar en oposición. Se está consumando una traición; una traición a Dios y por lo tanto al hombre.

Publicado originalmente en italiano el 12-04-2018, en lanuovabq.it/it/il-silenzio-del…

Traducción al español por: José Arturo Quarracino
San Atanasio ora pro nobis shares this
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El vaticano ha estado entretenido organizando un desfile de modas blasfemo.
religionlavozlibre.blogspot.ro/…/otro-escandalo-…
A quien le pertenece el don de la Vida es a Dios quienes recurren a Bergoglio lo están tratando como a un ídolo como si fuera un dios.
Los bergoglianos están utilizando a este pobre niño como distractor de la actual apostasíaMore
El vaticano ha estado entretenido organizando un desfile de modas blasfemo.
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A quien le pertenece el don de la Vida es a Dios quienes recurren a Bergoglio lo están tratando como a un ídolo como si fuera un dios.
Los bergoglianos están utilizando a este pobre niño como distractor de la actual apostasía
mariohecte2
Salio la noticia de que el Papa Francisco dijo que
si va intervenir.
adeste fideles
".... Los derechos humanos y los derechos de Dios van estrechamente ligados. Allí donde Dios y su ley no son respetados, el hombre ya no puede hacer prevalecer sus derechos".Juan Pablo II, Munich, 3 de mayo de 1987
Sofia M
Dios es el dueño de la vida. ... Así lo afirma el Señor Dios al patriarca Noé, después del diluvio: "Yo pediré cuenta de la sangre de cada uno de ustedes: pediré cuenta de ella a todos los animales, y también pediré cuenta al hombre de la vida de su prójimo" (Gén 9, 5).