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La obra es de Dios, la respuesta es nuestra. Renaciendo en el Espíritu. Hay otras religiones que como decía el Concilio Vaticano II, también tienen las semillas del Verbo, nadie puede acaparar el …Más
La obra es de Dios, la respuesta es nuestra. Renaciendo en el Espíritu.

Hay otras religiones que como decía el Concilio Vaticano II, también tienen las semillas del Verbo, nadie puede acaparar el Reino, y mucho menos el espíritu de Dios. Por eso el verdadero hombre de Dios es abierto, generoso, de ideas amplias, no se empecina solamente en lo suyo o en los suyos, sino que es capaz de valorar cuánto hay de auténtico en los demás; no se pierde en nombres y etiquetas sino que trata de descubrir el espíritu, que está por dentro de las cosas. No dice que todos vengan a donde estoy yo, sino que busca, abre las puertas y sale fuera de la comunidad.