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Si uno repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio

Si uno repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio

Luis Fernando, el 18.08.17 a las 11:44 PM
Evangelio de la decimonovena semana del Tiempo Ordinario

Se acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba: «¿Es lícito a un hombre repudiar a su mujer por cualquier motivo?».
Él les respondió: «¿No habéis leído que el Creador, en el principio, los creó hombre y mujer, y dijo: “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne”? De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre».
Ellos insistieron: «¿Y por qué mandó Moisés darle acta de divorcio y repudiarla?».
Él les contestó: «Por la dureza de vuestro corazón os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres; pero, al principio, no era así. Pero yo os digo que, si uno repudia a su mujer —no hablo de unión ilegítima— y se casa con otra, comete adulterio».
Los discípulos le replicaron: «Si esa es la situación del hombre con la mujer, no trae cuenta casarse». Pero él les dijo: «No todos entienden esto, solo los que han recibido ese don. Hay eunucos que salieron así del vientre de su madre, a otros los hicieron los hombres, y hay quienes se hacen eunucos ellos mismos por el reino de los cielos. El que pueda entender, entienda».
Mateo 19,3-12

¿Podían los hombres divorciarse y volverse a casar antes de Cristo? Sí, por concesión de la ley mosaica. ¿Pueden divorciarse y volverse a casar después de Cristo? No, por mandato del Señor. ¿Cómo llama Cristo a los que hacen tal cosa? Adúlteros. ¿Y qué ocurre con los adúlteros que no se arrepienten y dejan el adulterio? Que no heredarán el Reino de Dios (1ª Cor 6,9-10). Es decir, se condenarán.

Y bien, ¿de qué camino de discernimiento nos están hablando los mercaderes de almas que sirven a la mentira prostituyendo la verdadera misericordia de Dios y exponiendo lo más sagrado de nuestra fe, la Eucaristía, a la profanación permanente? ¿En serio pretenden hacernos creer que un cristiano que conoce las palabras de Cristo puede en conciencia sentirse justificado siendo divorciado y vuelto a casar? ¿a quién quieren engañar esos perversos, que para desgracia del pueblo de Dios, y quizás como castigo por tanta laxitud previa ante el error y el pecado, son pastores?

¿Piensan esos malvados que escaparán del juicio de Dios? ¿piensan que el Señor pasará por alto su bajeza moral, su perversión espiritual? Estando obligados a conducir al rebaño de Cristo por la senda de la santidad, ¿creen que Aquél que murió en la Cruz por nuestros pecados tendrá misericordia de ellos, cuando se han dedicado a entregar a Satanás en bandeja las almas de quienes se dejan engañar por sus herejías?

Porque ciertamente el evangelio es claro y nadie puede excusarse en que su pastor le ha dicho que puede hacer lo que Cristo prohíbe hacer. Cuando los adúlteros no arrepentidos se presenten ante el Señor, no podrán apelar a las palabras de los falsos maestros. Pero ¡Ay de los falsos maestros! ¡Ay de los malos pastores! ¡Ay de quienes teniendo el deber de confirmar en la fe, se dedican a crear confusión, a fomentar el error, a engañar al pueblo de Dios! ¡Ay, ay, ay! Vuestro fin se acerca.

Levántate Señor, y juzga tu causa. Líbranos del enemigo que ha entrado en tu Iglesia a robar y destruir lo que tú has mantenido en pie durante veinte siglos. Sálvanos de los perversos y concédenos el don de la perseverancia final.

Luis Fernando