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Reinaré en España

Reinaré en España

Pedro L. Llera, el 6.12.18 a las 7:29 PM

Se cumplen ahora los cuarenta años de la aprobación de la Constitución Española en vigor. La transición a la democracia tras el fallecimiento de Franco tuvo la virtud de hacer borrón y cuenta nueva. Hubo un ejercicio de perdón y de olvido de los crímenes atroces del pasado – en uno y otro bando – para construir una democracia en la que cupiéramos todos los españoles, independientemente de nuestra ideología o de nuestra religión. Todos somos españoles por encima de todo y queremos vivir juntos por el bien de España que es el bien de nuestros hijos. Todos queremos una sociedad libre y justa en la que todos podamos vivir en paz, criar a nuestros hijos y tener un trabajo digno que nos permita vivir decentemente, sin abusos, sin explotaciones, sin desigualdades sangrantes que claman al cielo.

Yo soy católico. Mi único Señor es Jesucristo. Mi única aspiración es la santidad. Y la única insignia que llevo en la solapa es el Corazón de Jesús. Estoy absolutamente en contra del divorcio, del aborto, de las leyes de ingeniería social que atentan manifiestamente contra la familia (lo que ahora llaman despectivamente la “familia tradicional”). Estoy absolutamente en contra de las leyes que se aprueban contra Dios y que contribuyen a esta cultura de la muerte que tantas vidas está destruyendo. Los miles de abortos que se han llevado a cabo en España en estos cuarenta años justifican por sí solos mi manifiesto disgusto con los resultados de esta Constitución: por sus frutos los conoceréis.

Pero el problema no es la Constitución en sí misma, sino la apostasía clamorosa de buena parte de los españoles que han decidido vivir como si Dios no existiera. Se desprecia la ley natural – la ley moral universal – que debería ser el fundamento de todas las demás leyes.

Hemos cambiado a Dios por Marx, Freud, Darwin y sobre todo, por Nietzsche. Y como no creen en Dios ni en la vida eterna, muchos han asumido que la única felicidad posible es un vitalismo dionisíaco, que paradójicamente, conduce a la cultura de la muerte, a un nihilismo repugnante: a un verdadero callejón sin salida. La felicidad hedonista hodierna considera que solo es digna aquella vida que te permite disfrutar de los placeres terrenales (porque no hay otros). Por eso la enfermedad o la discapacidad hacen que la vida ya no sea considerada digna y en último extremo, lo mejor es la eutanasia o el suicidio. Tenemos una verdadera epidemia de suicidios en España ante la cual todo el mundo mira hacia otra parte. El consumo de ansiolíticos y antidepresivos en España es masivo.

En España hemos cambiado la cruz por el burdel y la pornografía, elevando la cuestión sexual a la categoría de ídolo. Nuestros hijos crecen accediendo gratis a toda clase de contenidos pornográficos sin ningún tipo de restricción: esa es la verdadera educación sexual que están recibiendo. Por eso España está a la cabeza en el “consumo” de prostitución. Por eso cada día son más frecuentes episodios como los de esa manada de degenerados que abusaron en grupo de una chica en un portal: es lo que están acostumbrados a ver en las películas pornográficas. Lo ven normal. Todo el mundo lo hace. Todo tipo de depravación sexual se considera normal. Porque lo importante es pasarlo bien. El orgasmo se ha convertido en la mística de esta sociedad degradada hasta la náusea.

Cuando el bienestar material es dios, no hay otra moral ni otros principios más allá del casoplón en Galapagar (por ejemplo), el coche de lujo y el dinero. Por eso la corrupción campa a sus anchas en todos los estratos de la sociedad. Y por eso buena parte de los españoles malviven con sueldos de mierda o buscan desesperadamente un trabajo que no llega. Miles de españoles son explotados o condenados a la emigración mientras los políticos multiplican los chiringuitos en los que dan sueldos opíparos a los suyos, a los de su partido. La partitocracia es el nuevo caciquismo: un régimen en el que una oligarquía reparte prebendas a los suyos mientras condena al resto a la precariedad.

Solo la familia ha permitido a miles de Españoles poder subsistir. Y es la familia el principal objetivo a batir por la partitocracia en el poder, porque sin familia el individuo cae en la dependencia absoluta de los poderosos y se ve huérfano de otro amparo que el que le pueda ofrecer un Estado omnímodo y todopoderoso. Por eso, para esclavizar al hombre, hay que destruir la familia con toda clase de leyes de ingeniería social.

La familia es la célula básica de la sociedad y de la Iglesia. En la familia se aprende los más fundamental de la vida: la importancia del amor. En ningún otro ámbito la persona es aceptada y acogida como es: sin condiciones. En la familia, los padres quieren a sus hijos por el mero hecho de ser hijos. Y solo así los niños pueden crecer sanos. Da igual que el niño sea guapo o feo, sano o enfermo, más listo o menos listo. El amor es incondicional y total. Por eso las rupturas familiares son la primera causa de los problemas de todo tipo que sufren los niños en la sociedad actual: depresiones, trastornos psicológicos, fracaso escolar… Romper la familia es romper el corazón de los esposos y de sus hijos. Pero esto ya se considera normal, porque la propia felicidad está por encima de todo: incluidos los hijos. Y esa búsqueda desnortada de la propia felicidad es la que condena al hombre a ser desgraciado y a vivir una vida vacía y sin sentido. El compromiso, la fidelidad, la lealtad, el respeto a la palabra dada carecen de valor en una sociedad que ya no enseña ni practica lo que siempre se ha llamado “honor”. El honor no cotiza en esta sociedad que se enorgullece de su perversión moral.

El 6 de diciembre es la festividad de San Nicolás y la liturgia nos propone esta lectura del Evangelio de Mateo:

Jesús dijo a sus discípulos:

“No son los que me dicen: ‘Señor, Señor’, los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.

Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca.
Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande".

La Palabra de Dios siempre es oportuna y es esta una lectura muy necesaria para cuantos se sienten tan felices con la Constitución del 78 y sus nefastas consecuencias. Lo único importante es cumplir la voluntad de Dios. Quienes escuchan la palabra de Dios y no la cumplen – o la desprecian abiertamente – son unos insensatos que construyen su vida sobre arena y en cuanto lleguen los problemas y las calamidades, su vida se viene abajo y se arruina por completo. ¡Cuántas vidas se derrumban a nuestro alrededor a causa de su propio pecado; a causa de la degradación y la inmoralidad!

Quienes escuchan la palabra de Dios y la cumplen, en cambio, construyen su vida sobre roca y serán capaces de soportar cualquier calamidad, cualquier problema, cualquier sufrimiento, porque esa roca es Cristo. El Señor no nos abandona nunca y agarrados a su Cruz todo lo podemos soportar.

Otro tanto ocurre con las naciones. España saldrá adelante si se constituye sobre la roca que es Cristo. Sobre esa roca, con ese cimiento, España fue capaz de realizar una de las mayores gestas de la historia de la humanidad: la conquista y la evangelización de medio mundo. Pero si pretendemos ocupar el lugar de Dios y legislar contra Él, todo el edificio se vendrá abajo más pronto que tarde. Si renunciamos a Cristo y depreciamos los mandamientos de la Ley de Dios, España desaparecerá porque construiremos sobre la arena de la corrupción moral y sobre esa base, más pronto que tarde, todo se vendrá abajo. Levantando torres contra Dios, el Señor permitirá que nos dividamos y dejemos de entendernos y España será una Babel que terminará por autodestruirse, fragmentándose en mil lenguas distintas y olvidándose de la lengua común que nos une y nos ha unido siempre históricamente, que es la santa tradición católica.

Decir que nosotros lo “podemos” todo es un acto de soberbia: voluntarismo apóstata puro y duro condenado al fracaso; porque nosotros, contando únicamente con nuestras fuerzas, nada podemos. En cambio, con Cristo lo podemos todo. Solo con la gracia de Dios lo podemos todo. Es Cristo quien quita el pecado del mundo. Es la fuerza de su Espíritu Santo quien da vida y santifica todo. Nuestro único Rey y Señor debe ser Cristo y nuestra constitución, su Sagrado Corazón, de donde mana el poder de la Caridad, única ley verdadera, inmutable y eterna.Es el amor verdadero, el amor de Dios, el que limpia el mal y nos conduce a la vida eterna, que es nuestra Patria verdadera.

El 14 de mayo de 1733, fiesta de la Ascensión del Señor, el P. Bernardo de Hoyos recibe en Valladolid una gran promesa que él mismo cuenta de la siguiente manera:

Después de comulgar tuve la misma visión del Corazón de Jesús rodeado con la corona de espinas y con una cruz en la extremidad de arriba… Dióme a entender que no se me daban a gustar las riquezas de este Corazón para mí solo, sino que por mí las gustasen otros. Pedí a toda la Santísima Trinidad la consecución de nuestros deseos. Y pidiendo esta fiesta (del Corazón de Jesús) en especial para España, en que ni aun memoria parece que hay de ella, me dijo Jesús: REINARÉ EN ESPAÑA Y CON MÁS VENERACIÓN QUE EN OTRAS PARTES”.

Instaurar el Reinado Social de Cristo resulta más urgente que nunca. Pero este Reinado no vendrá por la fuerza ni por las armas, sino por la conversión de nuestro corazón al Corazón de Cristo. Esa es mi esperanza. Esa debería ser nuestra esperanza: que el Sagrado Corazón de Jesús reine en España. ¡Ven Señor Jesús!

¡Viva Cristo Rey!