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NO TENEMOS MIEDO. Yo seré para él un padre, y él será para mí un hijo, y no apartaré de él mi amor (1 Co 17) Un día de agosto de 1941, san Josemaría Escrivá dirigía la meditación a un grupo de …Más
NO TENEMOS MIEDO.

Yo seré para él un padre, y él será para mí un hijo,
y no apartaré de él mi amor

(1 Co 17)
Un día de agosto de 1941, san Josemaría Escrivá dirigía la meditación a un grupo de universitarios. Hablaba de fe, de audacia, de atreverse a pedir ¡la luna! con una confianza sin límites en que Dios puede darla... Les decía:
¿Miedo? ¡Miedo, a nadie! ¡Ni a Dios!... porque es mi Padre.
Se volvió hacia el sagrario. Y, mirando hacia ese punto, con la naturalidad de quien de veras conversa con alguien que está allí, en aquella misma habitación, agregó:
Señor: no te tenemos miedo... porque te amamos 1.
Tampoco nosotros le tenemos miedo, porque hemos comenzado a amarle.
El que teme no es perfecto en la caridad (1 Jn 4), porque el cristiano verdadero se mueve por amor y está hecho para el amor. El santo temor de Dios, don del Espíritu Santo, es el de las almas santas, y el que lleva a los bienaventurados en el Cielo, junto a los ángeles, a dar una alabanza continua a la Santísima Trinidad. Es necesario para que vaya adelante la vida cristiana. «¡Como quien no dice nada: amor y temor de Dios! Son dos castillos fuertes, desde donde se da guerra al mundo y a los demonios»2.
Este temor filial es también amor, y es propio de hijos que se sienten amparados por su Padre, a quien no desean ofender en nada. Consiste, sobre todo, en un gran respeto por la majestad de Dios, un hondo sentido de lo sagrado y una complacencia sin límites en su bondad de Padre. En virtud de este don, los santos han reconocido su nada delante de Dios y, a la vez, se han sentido dichosos de verse invadidos por Él, por su amor. Saben bien que son unavasija de barro, pero a la vez reconocen que llevan consigo un tesoro de valor inigualable.
Durante la vida terrena, se da en el cristiano otro efecto de este don de temor: un gran horror al pecado y, si se tiene la desgracia de cometerlo, una vivísima contrición. Con la luz de la fe, el alma comprende algo de la trascendencia de Dios, de la distancia infinita y del abismo que abre el pecado entre el hombre y su Señor. A la vez, el cristiano se sabe hijo, y esta filiación se convierte en su mejor soporte y en la mejor ayuda en el camino de la vida, no siempre fácil.

Hace pocos días me contaba un buen amigo que había salido con sus hijos de 8 y 11 años a dar un paseo por la montaña. Al final, se añadió a la expedición un amigo de los chicos, un poco más pequeño. Estuvieron caminando felices, pero cuando quisieron darse cuenta se les había hecho de noche. El camino de vuelta era seguro y conocido, pero a la luz de la luna impresionaban las sombras de los árboles. Entonces agarró de la mano al más pequeño, al amigo de sus hijos, y le preguntó:
¿Tienes miedo?
—No
, contestó. Y, enseguida, añadió:
No tengo miedo, porque voy contigo.
Le llegó al corazón la confianza que había puesto en él aquel pequeño.
También nosotros podemos decir: Señor, no tengo miedo en medio de las sombras de la vida, porque me llevas de la mano. También le llegará a su Corazón amable esta confianza que hemos depositado en Él.
Señor: no te tenemos miedo... porque te amamos, porque queremos amarte, porque al menos hemos comenzado a quererte. Tú eres nuestro refugio en medio de la tempestad. Si consistant adversum me castra, non timebit cor meum! Si se levantan contra mí mis enemigos, no temerá mi corazón, decimos con el salmista.

1.- Pilar Urbano, El hombre de Villa Tevere.

2.- SANTA TERESA, Camino de Perfección 40, 2.

Cfr. El día que cambié mi vida

Para poder hablar de Dios, lo primero es Hablar con Dios y querer escucharle : Nueva Evangelización