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Versión mejorada y revisada - Film Beato Bartolo Longo. El Rosario y la caridad (2012) subtit. español.

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Beato Bartolo Longo (1841 - 1926)

Graduado en leyes. Edificó el www.aciprensa.com/error.html en 1876. Fue Beatificado por Juan Pablo II el 26 de Octubre de 1980.

El Papa Juan Pablo II lo cita muchas veces en su Encíclica sobre el Rosario: www.aciprensa.com/Docum/rosario02.htm

Bartolo Longo nació en Latiano, en las cercanías de Brindisi, ubicada en el tacón de Italia, el 10 de Febrero de 1841. Sus padres fueron Bartolomé (médico) y Antonia Luparelli (hija de un magistrado). Desde niño se manifiesta muy ingenioso, vivo y de carácter ardiente. A los seis años fue llevado a un internado de los Padres Escolapios, en Francavilla Fontana. Allí hizo toda su primaria y secundaria (11 años). El resto de sus estudios lo realizó en Lecce y Nápoles. Aquí termina sus estudios de derecho en 1864, a los 23 años. Era de temperamento apasionado, su estructura o lo conducía al cielo o al infierno; jamás a un lugar intermedio. Era elegante, buen mozo e inteligente.

En la Universidad se enreda en la moda anticristiana de la época y se dedica a la política, a las supersticiones y al espiritismo: llegó a ser “medium” de primer rango y sacerdote espiritista. Fue su tiempo de alienación juvenil, de búsqueda desenfrenada. El estudio, las diversiones, la música (tocaba piano) y los amigos llenaban su días. No sobraba tiempo para la oración. Y Dios fue desapareciendo de día en día. Por otro lado, la filosofía de Hegel y el racionalismo de Renán lo tenían totalmente atrapado. Empezó a odiar a la Iglesia, organizando conferencias contra ella y alabando a los que criticaban al clero.

Esta experiencia paradójicamente le sirvió de peldaño para redescubrir la fe definitivamente. En este proceso, fueron instrumentos de Dios especialmente dos personas: un profesor amigo (Vincenzo Pepe) y un sacerdote dominico (el Padre Alberto Radente).

Su conversión, acaecida el día del Sagrado Corazón de Jesús de 1865, en la Iglesia del Rosario de Nápoles, le llevó a tomar decisiones radicales: abandonó la vida forense y se dedicó a obras de caridad y al estudio de la religión. Incluso renunció a propuestas muy ventajosas para la vida matrimonial.

Dios quiso elegir a este hombre pecador como instrumento para propagar su gloria con la construcción de un santuario dedicado a la Santísima Virgen María, que más tarde se llamaría Santuario de Nuestra Señora del Rosario de Pompeya. Allí, otros pecadores irían a encontrar perdón y paz.

En 1872 se radica en Pompeya por motivos profesionales: la condesa De Fusco le confió la administración de sus propiedades. Le impactó profundamente la miseria humana y religiosa de los pobres campesinos. A raíz de una inspiración especial decide dedicarse al catecismo y a la difusión del Santo Rosario.

En 1876, bajo sugerencia del Obispo de Nola, inicia la “campaña de un 'sueldo mensual'” para construir un templo en Pompeya. Como resultado de la cooperación humana y la intercesión prodigiosa de María surge un hermoso Santuario. Y en torno a esta construcción nace una ciudad mariana, enriquecida con numerosos institutos de caridad.

El “milagro de Pompeya” es producto de cincuenta años de trabajo incansable, ardiente e inteligente. Miles de niños abandonados recibieron ayuda, un hogar. Miles de personas se dieron a la oración, gracias a los escritos de San Bartolo Longo. Millones de peregrinos visitaron a la Virgen en su nuevo Santuario.

En 1885, siguiendo los consejos de amigos y superiores, San Bartolo Longo contrae matrimonio con la condesa De Fusco, que así se convierte en su colaboradora fiel y generosa. El 9 de Febrero de 1924 muere Mariana De Fusco a los 88 años de edad, siguiéndola el santo italiano, dos años después, el 5 Octubre de 1926.

En 1934 se inicia el proceso canónico para la beatificación; en 1947 Roma emite el decreto de introducción de la causa del Siervo de Dios; y el 26 de Octubre de 1980 Juan Pablo II lo proclama Beato. “Sobre todo puede decirse de él sin exagerar –afirma el Papa en esa oportunidad– que toda su vida fue un servicio permanente a la Iglesia, en nombre de María y por amor a Ella... El Rosario en sus manos, nos dice también a nosotros cristianos del S. XX: "¡Ojalá vuelva a despertarse tu confianza en la Santísima. Virgen del Rosario... Santa, venerada Madre, te traigo todas mis preocupaciones, en ti deposito toda mi confianza, toda mi esperanza!”.

Su espíritu

Gabriel de Rosa, Profesor de la Universidad de Roma y Director del Centro de estudios de historia del “Mezzogiorno”, considera que San Bartolo Longo fue un verdadero precursor de la influencia de los laicos en la Iglesia. “Su construcción –Santuario, Confraternidad, nueva ciudad– fue la respuesta más robusta y solemne que un laico católico podía dar a la cultura filantrópico de la época ...”. “Figura indudablemente excepcional de laico católico, que no se dejó distraer por la grandiosidad de sus empresas, por el clamor, el consenso y el disenso que éstas suscitaban; y cuyas resistencias a las insidias y a los ricos del mundo alimentó constantemente con ejemplos nacidos de su propia espiritualidad”.

Un rasgo resaltante de su personalidad fue su profundo amor filial a la Madre de Dios. Quizá pueda considerarse este aspecto como punto de partida y fuente de su fecundidad apostólica. Por las innumerables gracias recibidas, que él atribuye todas a María, siente el irresistible deseo de corresponder “amándola y alabándola, y hacer que otros la amen y alaben”.

Consagró toda su vida a su servicio y a la difusión de su culto, especialmente el Santo Rosario. Empezó fundando una Confraternidad del Rosario, erigiendo un simple altar donde reunía a los campesinos, los instruía y les habituaba al rezo del Rosario. Como vio que Dios bendecía el lugar en abundancia, le surgió la idea de construir allí un templo a la Santísima Virgen, que atrajera a muchos fieles. "Ni yo podía obstaculizar los designios del Señor, cuando me ví en medio de tantos prodigios insólitos, que no sabía ni podía explicar racionalmente... No vi mejor camino que seguir y secundar lo que la Providencia por sí sola estaba obrando".

El santo italiano llega a Pompeya el 10 de Octubre de 1872. Ese mismo mes tuvo una experiencia espiritual extraordinaria: salió a pasear por los alrededores, y en un lugar denominado Arpaia (donde actualmente existe un pequeño monolito recordatorio), envuelto en una profunda quietud, absolutamente solo, recuerda las palabras de su confesor, el P. Alberto Radente: “Si quieres salvarte, propaga el Rosario. Es promesa de María”.

San Bartolo Longo, transportado interiormente, levanta el rostro y las manos hacia el cielo y grita a María: "Si es verdad que tú has prometido a Santo Domingo que quien propaga el Rosario se salva, yo me salvaré, porque no saldré de esta tierra de Pompeya sin haber propagado aquí tu Rosario”. En ese momento sonó a lo lejos una campana, era la hora del Angelus del medio día. El santo se postró, oró y lloró. Ese saludo fue para él la respuesta esperada.

Pompeya era entonces un lugar abandonado e ignorado. Aún no se habían hecho excavaciones realmente científicas de las ruinas de la Pompeya pagana. La zona era temida por los viandantes, dado que allí se guarecían ladrones y malvivientes.

Cuando San Bartolo llegó por primera vez, fue escoltado desde la estación hasta la casa por dos hombres armados con fusil. No había comisaría en el lugar. Lo único importante era una pequeña iglesia parroquial en muy mal estado. Conociendo lo que posteriormente surgió allí, cabe la frase latina “Opera Dei ex nihilo”. Dios crea siempre de la nada. El simple altar se iría a convertir posteriormente en un Santuario célebre, que pronto adquirió carácter internacional; puesto bajo la inmediata jurisdicción del Papa, se torna Basílica Pontificia (a fines del S. XIX).

San Bartolo Longo organiza la primera fiesta del Rosario en el Valle de Pompeya, al año siguiente de su llegada a esas tierras (Oct. 1873). Había visto la pobreza en que vivían los pobladores de la zona y quiso hacer algo por ellos. Por eso, empezó a visitarlos, así se percató de su profunda piedad y respeto a los muertos (su fe en la inmortalidad), vio que éstos eran enterrados sin oraciones y miserablemente. Entonces, pensó que debía comenzar por allí y se le ocurrió hacer una gran rifa de ochocientos premios: rosarios, medallas, estampas de la Virgen del Rosario y centenares de crucifijos. A través de estos premios entraron María y Jesús en esas pobres casas.

Además, con una Confraternidad del Rosario, se ocuparía de prestar asistencia y medicina a los enfermos, ayudar a casarse a jóvenes pobres y dar sepultura a los muertos, acompañándolos y recitando el Rosario. Se consiguió en Nápoles todo lo necesario (de unas damas pías), preparó fuegos artificiales, juegos y una banda de músicos; elementos muy típicos de una fiesta patronal.

Lo central debía ser una misa cantada por el Párroco, y una prédica sobre el Santo Rosario, a cargo de su amigo y confesor, el dominico Padre Alberto Radente.

Como en el pueblo no se veneraba ninguna imagen, expuso una de la Virgen del Rosario a la veneración pública y así esperó la mañana del 3er. domingo de Octubre.

Llegó el domingo tan anhelado, pero cargado de una lluvia torrencial. No hubo fiesta. “Comenzamos mal –pensó san Bartolo–, parece no le agrada a la Señora lo que hago”. Pero luego recapacitó: “De parte mía no debo hacer otra cosa que propagar el Rosario. Veremos si la Señora de parte suya mantiene la promesa hecha a Santo Domingo...”.

Es sabido que el santo italiano no escribió ningún tratado sistemático de mariología. No existe una “mariología de B. Longo”, pero sí toda una catequesis, una devoción y espiritualidad de índole popular. Allí María es presentada no como un simple personaje del pasado, sino como una persona actualmente activa, viva, dotada de sentimientos, fuerte y maternal a la vez: “La Súplica le dice 'augusta, bendita, buena, querida, coronada, omnipotente por gracia' y la invoca como “Reina de la paz …
MARIA INES RG
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