Kevin Angel
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Evangelio según San Lucas 5, 1-11. (07/02/2016) Quinto Domingo del Tiempo Ordinario En el Evangelio de hoy vemos que, ante la orden de Jesús, Simón Pedro echó las redes al mar y sacó una increíble …Más
Evangelio según San Lucas 5, 1-11. (07/02/2016)

Quinto Domingo del Tiempo Ordinario

En el Evangelio de hoy vemos que, ante la orden de Jesús, Simón Pedro echó las redes al mar y sacó una increíble cantidad de peces. Simón se quedó atónito, porque hasta entonces no había pescado nada. Viendo tan patente milagro, se dio cuenta de que estaba delante del Señor y cayó de rodillas arrepentido. Pero Jesús le dijo: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres.”

El profeta Isaías tuvo la misma reacción cuando tuvo una visión del Señor y se sintió lleno de miedo: “Ay de mí, estoy perdido, porque soy un hombre de labios impuros… porque he visto con mis ojos al Rey y Señor de los ejércitos” (Isaías 6, 5). Pero un ángel le tocó los labios con una brasa del altar y lo purificó de toda culpa. Luego, el profeta escuchó que el Señor decía: “¿A quién enviaré? ¿Quién irá de parte mía?” Sin dudarlo un instante, Isaías exclamó: “Aquí estoy, Señor, envíame” (6, 8).

Dios está deseoso de enviar a cada uno de nosotros como envió al profeta Isaías y al apóstol Pedro. Si estamos dispuestos a recibir el amor el Señor, también escucharemos su llamada al discipulado; nos reconoceremos indignos de semejante honor, pero también sabremos que, si somos fieles, podemos recibir el poder del Espíritu Santo para interceder, perdonar y anunciar el Evangelio.

A medida que crezcamos en unión con Cristo, también creceremos en amor a Dios y estaremos dispuestos, como Isaías y Pedro, a dejarlo todo para seguir al Señor. No tengamos miedo de ser humildes delante de Dios ni de recibir la misión que él quiera darnos. No se trata de salir a la calle a predicar, sino de aprovechar las oportunidades que tengamos, en las conversaciones normales, de dar a entender o decir abiertamente que creemos en Cristo y que él nos ha cambiado la vida. No hay honor más grande que ser siervo del Señor, enviados a “pescar” almas para su Reino.


“Señor Jesús, purifícame del pecado y lléname de tu poder mediante tu presencia. ¡Aquí estoy, Señor! ¡Envíame, con tu poder, a propagar tu Reino! Enséñame a pronunciar tu palabra y demostrar tu amor a los demás.”