El Papa Francisco : Dios nos da el cielo como fianza de la eternidad

En la homilía de este viernes, el Santo Padre recuerda a los fieles que Dios nos ha dado una identidad a través del Espíritu Santo y no una lista de costumbres

Ciudad del Vaticano, 17 de octubre de 2014 (Zenit.org) Redacción | 904 hits

Dios nos ha dado a los cristianos, a través del Espíritu Santo, el Cielo como "fianza" de la eternidad. Pero a veces este don queda oscurecido por una vida "opaca" e hipócrita. Lo ha afirmado el papa Francisco en la homilía de la misa de Santa Marta de esta mañana.

El Espíritu Santo es el "sello" de luz con el que Dios nos ha dado "el Cielo en mano" a los cristianos, ha afirmado el Papa. Los cristianos, a menudo, escapan de esta luz por una vida de penumbra y, peor aún, de luz fingida, que brilla en la hipocresía. La homilía de hoy sigue paso a paso las palabras de la Lectura de Pablo, que explica a los cristianos de Éfeso que por haber creído en el Evangelio han recibido "el sello del Espíritu Santo".
De este modo, el Papa ha señalado que con este don, Dios "no sólo nos ha elegido" sino que nos ha dado un estilo, "un modo de vivir, que no es solamente un lista de costumbres, es más: es una identidad".
Y lo ha explicado así: "nuestra identidad es precisamente este sello, esta fuerza del Espíritu Santo, que todos nosotros hemos recibido en el Bautismo. Y el Espíritu Santo ha sellado nuestro corazón y, aún más, camina con nosotros. Este Espíritu, que había sido prometido -Jesús lo había prometido- este Espíritu no solo nos da la identidad, sino, también, es fianza de nuestra herencia. Con él, el Cielo comienza. Nosotros estamos viviendo este Cielo, esta eternidad, porque hemos sido sellados por el Espíritu Santo, que precisamente es el inicio del Cielo: era la fianza; la tenemos en la mano. Nosotros tenemos el Cielo en la mano con este sello".

Tener como fianza de eternidad el Cielo mismo, no impide a los cristianos resbalar al menos en un par de tentaciones, ha advertido. Y así ha especificado que "cuando nosotros queremos, no digo cancelar la identidad, sino hacerla opaca". Al respecto, el Papa ha afirmado que "es el cristiano tibio. Es cristiano sí, va a misa el domingo, sí, pero en su vida la identidad no se ve. También vive como un pagano: puede vivir como un pagano, pero es cristiano. Ser tibios. Hacer opaca nuestra identidad. Y el otro pecado, del que Jesús habla a sus discípulos y hemos escuchado: 'Guardaos bien de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía'. 'Fingir': finjo ser cristiano, pero no lo soy. No soy transparente, digo una cosa -'sí, sí soy cristiano'- pero hago otra cosa que no es cristiana".

Sin embargo, y el mismo Pablo lo recuerda en otro pasaje, una vida cristiana vivida según la identidad creada por el Espíritu Santo trae como regalo dones grandes, ha recordado el Pontífice.

Para concluir la reflexión de la homilía, el Santo Padre ha indicado que "amor, alegría, paz, magnanimidad, amabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí. Y esta es nuestro camino hacia el Cielo, es nuestro camino, que comienza el Cielo de aquí". De este modo ha recordado que "porque tenemos esta identidad cristiana, hemos sido sellados por el Espíritu Santo". Por eso, Francisco ha invitado a pedir al Señor la "gracia de estar atentos a este sello, a esta nuestra identidad cristiana, que no solo es prometida, no, ya la tenemos en la mano como fianza".
(17 de octubre de 2014) © Innovative Media Inc.
jahfuentes
👍 "Amor 😘 , alegría 😀 , paz 🧐 , magnanimidad 👏 , amabilidad 🤗 , bondad 😇 , fidelidad 🤐 , mansedumbre 😉 , dominio de sí 🤫 . Este es nuestro camino hacia el Cielo 👌 . Nuestro camino, que comienza el Cielo de aquí 🙏 ".
Enzo de la Virgen
La Iglesia es de Cristo –es su esposa– y todos los Sucesores de Pedro, tienen la tarea y el deber de custodiarla y de servirla, no como patrones sino como servidores. El Papa en este contexto no es el señor supremo sino más bien el supremo servidor – “Il servus servorum Dei”; el garante de la obediencia , de la conformidad de la Iglesia a la voluntad de Dios, al Evangelio de Cristo y al Tradición …Más
La Iglesia es de Cristo –es su esposa– y todos los Sucesores de Pedro, tienen la tarea y el deber de custodiarla y de servirla, no como patrones sino como servidores. El Papa en este contexto no es el señor supremo sino más bien el supremo servidor – “Il servus servorum Dei”; el garante de la obediencia , de la conformidad de la Iglesia a la voluntad de Dios, al Evangelio de Cristo y al Tradición de la Iglesia poniendo de parte todo arbitrio personal, siendo también – por voluntad de Cristo mismo – “el Pastor y Doctor supremo de todos los fieles” (Can. 749) y gozando “de la potestad ordinaria que es suprema, plena, inmediata y universal de la iglesia” (Cf. Cann. 331-334).
Queridos hermanos y hermanas, ahora todavía tenemos un año para madurar con verdadero discernimiento espiritual, las ideas propuestas y encontrar soluciones concretas a las tantas dificultades e innumerables desafíos que las familias deben afrontar; para dar respuesta a tantos desánimos que circundan y sofocan a las familias, un año para trabajar sobre la “Relatio Synodi” que es el resumen fiel y claro de todo lo que fue dicho y discutido en esta aula y en los círculos menores.

¡El Señor nos acompañe y nos guíe en este recorrido para gloria de Su nombre con la intercesión de la Virgen María y de San José! ¡Y por favor no se olviden de rezar por mí!.Maravilloso y Revelador Discurso Conclusivo al cierre del Sínodo de la Familia de El Papa Francisco

... hubo momentos de desolación, de tensión y de tentación, de las cuales se podría mencionar alguna posibilidad:

- La tentación del endurecimiento hostil, esto es el querer cerrarse dentro de lo escrito (la letra) y no dejarse sorprender por Dios, por el Dios de las sorpresas (el espíritu); dentro de la ley, dentro de la certeza de lo que conocemos y no de lo que debemos todavía aprender y alcanzar. Es la tentación de los celantes, de los escrupulosos, de los apresurados, de los así llamados "tradicionalistas" y también de los intelectualistas.

- La tentación del “buenismo” destructivo, que a nombre de una misericordia engañosa venda las heridas sin primero curarlas y medicarlas; que trata los síntomas y no las causa y las raíces. Es la tentación de los "buenistas", de los temerosos y también de los así llamados “progresistas y liberalistas”.

- La tentación de transformar la piedra en pan para romper el largo ayuno, pesado y doloroso (Cf. Lc 4, 1-4) y también de transformar el pan en piedra, y tirarla contra los pecadores, los débiles y los enfermos (Cf. Jn 8,7) de transformarla en “fardos insoportables” (Lc 10,27).

- La tentación de descender de la cruz, para contentar a la gente, y no permanecer, para cumplir la voluntad del Padre; de ceder al espíritu mundano en vez de purificarlo y inclinarlo al Espíritu de Dios.

- La tentación de descuidar el “depositum fidei”, considerándose no custodios, sino propietarios y patrones, o por otra parte, la tentación de descuidar la realidad utilizando ¡una lengua minuciosa y un lenguaje pomposo para decir tantas cosas y no decir nada!
Queridos hermanos y hermanas, las tentaciones no nos deben ni asustar ni desconcertar, ni mucho menos desanimar, porque ningún discípulo es más grande de su maestro; por lo tanto si Jesús fue tentado – y además llamado Belcebú (Cf. Mt 12,24) – sus discípulos no deben esperarse un tratamiento mejor.

Personalmente me hubiera preocupado mucho y entristecido sino hubieran estado estas tensiones y estas discusiones animadas; este movimiento de los espíritus, como lo llamaba San Ignacio (EE, 6) si todos hubieran estado de acuerdo o taciturnos en una falsa y quietista paz. En cambio he visto y escuchado – con alegría y reconocimiento – discursos e intervenciones llenos de fe, de celo pastoral y doctrinal, de sabiduría, de franqueza, de coraje y parresia. Y he sentido que ha sido puesto delante de sus ojos el bien de la Iglesia, de las familias y la “suprema lex”: la “salus animarum” (Cf. Can. 1752). Y esto siempre sin poner jamás en discusión la verdad fundamental del Sacramento del Matrimonio: la indisolubilidad, la unidad, la fidelidad y la procreatividad, o sea la apertura a la vida (Cf. Cann. 1055, 1056 y Gaudium et Spes, 48).

Esta es la Iglesia, la viña del Señor, la Madre fértil y la Maestra premurosa, que no tiene miedo de aremangarse las manos para derramar el olio y el vino sobre las heridas de los hombres (Cf. Lc 10,25-37); que no mira a la humanidad desde un castillo de vidrio para juzgar y clasificar a las personas. Esta es la Iglesia Una, Santa, Católica y compuesta de pecadores, necesitados de Su misericordia. Esta es la Iglesia, la verdadera esposa de Cristo, que busca ser fiel a su Esposo y a su doctrina. Es la Iglesia que no tiene miedo de comer y beber con las prostitutas y los publicanos (Cf. Lc 15). La Iglesia que tiene las puertas abiertas para recibir a los necesitados, los arrepentidos y ¡no sólo a los justos o aquellos que creen ser perfectos! La Iglesia que no se avergüenza del hermano caído y no finge de no verlo, al contrario, se siente comprometida y obligada a levantarlo y a animarlo a retomar el camino y lo acompaña hacia el encuentro definitivo con su Esposo, en la Jerusalén celeste.

¡Esta es la Iglesia, nuestra Madre! Y cuando la Iglesia, en la variedad de sus carismas, se expresa en comunión, no puede equivocarse: es la belleza y la fuerza del sensus fidei, de aquel sentido sobre natural de la fe, que viene dado por el Espíritu Santo para que, juntos, podamos todos entrar en el corazón del Evangelio y aprender a seguir a Jesús en nuestra vida, y esto no debe ser visto como motivo de confusión y malestar.

Tantos comentadores han imaginado ver una Iglesia en litigio donde una parte esta contra la otra, dudando hasta del Espíritu Santo, el verdadero promotor y garante de la unidad y de la armonía en la Iglesia. El Espíritu Santo que a lo largo de la historia ha conducido siempre la barca, a través de sus Ministros, también cuando el mar era contrario y agitado y los Ministros infieles y pecadores.

Y, como he osado decirles al inicio, era necesario vivir todo esto con tranquilidad y paz interior también, porque el sínodo se desarrolla cum Petro et sub Petro, y la presencia del Papa es garantía para todos.
Por lo tanto, la tarea del Papa es aquella de garantizar la unidad de la Iglesia; es aquella de recordar a los fieles su deber de seguir fielmente el Evangelio de Cristo; es aquella de recordar a los pastores que su primer deber es nutrir la grey que el Señor les ha confiado y de salir a buscar – con paternidad y misericordia y sin falsos miedos – la oveja perdida.
Su tarea es la de recordar a todos que la autoridad en la Iglesia es servicio (Cf. Mc 9,33-35) como ha explicado con claridad el Papa Benedicto XVI con palabras que cito textualmente:
“la Iglesia esta llamada y se empeña en ejercitar este tipo de autoridad que es servicio, y la ejercita no a título propio, sino en el nombre de Jesucristo…
Maravilloso y Revelador Discurso Conclusivo al cierre del Sínodo de la Familia de El Papa Francisco