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El juramento de Pentecostés

El juramento de Pentecostés

Bruno, el 1.06.20 a las 4:06 PM

Para celebrar la Solemnidad de Pentecostés, honrar al Espíritu Santo y deleitar a los lectores, traigo al blog el legendario juramento de Pentecostés que hacían todos los años los caballeros de la Tabla Redonda, tal como lo relata Sir Thomas Malory en La Muerte de Arturo:

“El rey nombró a todos sus caballeros y, a aquellos que no eran ricos en tierras, les dio tierras y les ordenó que nunca cometieran desafueros ni asesinatos y evitasen siempre la traición. Asimismo, les mandó que no fueran nunca crueles, sino que se apiadasen de todo aquel que pidiese piedad, so pena de perder su honra y el señorío del Rey Arturo para siempre, y que siempre socorriesen a las damas, damiselas y señoras, so pena de muerte. También les dijo que ninguno debía emprender batalla por disputa injusta, de forma ilegítima ni por bienes temporales.

Esto juraron todos los caballeros de la Tabla Redonda, tanto jóvenes como viejos. Y cada año se les tomaba de nuevo juramento, en la gran solemnidad de Pentecostés”.
Le Morte d’Arthur, libro III, capítulo XV

Contra lo que pretenden hacernos creer, la caballería no es algo de otra época (y si lo fuera, sería en descrédito de una época que se jacta de no tener ya caballeros). En estos tiempos de mezquindad, no haríamos mal en imitar en lo bueno a aquellos caballeros de la Tabla Redonda y aprovechar la gran solemnidad de Pentecostés para pedir al cielo cada año el olvidado don de la magnanimidad, es decir, la aspiración a las cosas grandes, nobles y buenas.

Sigamos, ante todo, el ejemplo de Cristo nuestro Señor, el Primer y Último Caballero, que supo vivir con humildad, cortesía, honor y libertad ante los bienes de la tierra y dar la necesaria batalla para defender a los oprimidos por el pecado, el diablo y la muerte. Que el Espíritu de Dios, fuente de toda caballería, nos conceda el horror a la cobardía, un corazón que se apiade ante el sufrimiento y el firme empeño de servir siempre a la gran Reina y Señora de Cielos y Tierra como sus pobres y torpes caballeros.

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