Y si quiere un símil a la Pachamama en la Biblia, esa no son las referencias a la naturaleza, sino a Moloc o Moloc Baal. Un dios de origen canaanita que fue adorado por los fenicios, cartagineses y sirios y que se cita numerosas veces en la Biblia como símbolo de lo maligno y satánico. Los sacrificios preferidos por Moloc eran los niños, especialmente los bebés, por ser los seres más inocente y menos pecaminosos. En los templos en los que se rendía culto a Moloc se encontraba una enorme estatua de bronce del dios. Dicha estatua estaba hueca, y la figura de Moloch tenía la boca abierta y los brazos extendidos, con las manos juntas y las palmas hacia arriba, dispuesto a recibir el holocausto. Dentro de la estatua se encendía un fuego que se alimentaba continuamente durante el holocausto. En ocasiones los brazos estaban articulados, de manera que los niños que servían de sacrificio se depositaban en las manos de la estatua, que por medio de unas cadenas se levantaban hasta la boca, introduciendo a la víctima dentro del vientre incandescente del dios.

Plutarco relata en De Supersticiones, 171: Antes de que la estatua fuese llenada se inundaba la zona con un fuerte ruido de flautas y tambores, de modo que los gritos y lamentos de la víctima y los de la madre no alcanzaban los oídos de la multitud.

La Pachamama es una Diosa precolombina a la que adoraban los incas y a la que se ofrecían sacrificios humanos, especialmente niños (a veces adolescentes a veces infantes de pocos meses) que generalmente se sacrificaban enterrándolos vivos o dejándolos morir de frío en las heladas alturas montañosas. Por tanto, la pachamama no es una especie de personalización de las fuerzas de la naturaleza (tal y como se menciona en la Biblia), sino un dios, o sea un demonio, que exigía sacrificios humanos, y que para hacerlo aun más agradable a a su malignidad luciferina pedía que las victimas fueran niños.