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REFLEXIÓN SOBRE EL EVANGELIO DEL DOMINGO 1º DE CUARESMA. MARCOS 1, 12-15 Al Maestro le gustaba retirarse a la soledad y sumergirse en el silencio. Quizá esta afición le vino de los primeros momentos …Más
REFLEXIÓN SOBRE EL EVANGELIO DEL DOMINGO 1º DE CUARESMA.

MARCOS 1, 12-15

Al Maestro le gustaba retirarse a la soledad y sumergirse en el silencio. Quizá esta afición le vino de los primeros momentos cuando, antes de ponerse a predicar, estuvo en el desierto. Aunque posiblemente el silencio lo tuvo siempre dentro.

A nosotros, por el contrario, el silencio siempre nos asustaba y el desierto nos daba miedo. Creíamos que ahí tenía su morada Satanás y los pocos animales que allí vivían, eran sus servidores. Pero Jesús siempre nos insistía: Se tiene miedo de lo que se ignora. ¿Qué saben del desierto? ¿Qué conocen de los animales que allí viven? ¿Qué saben de Satanás? Nada en concreto. Entiendan que hasta el demonio es servidor de Dios.

¿Y eso cómo lo sabes?
, le preguntamos.

Eso se aprende en el silencio, nos dijo Jesús. Solamente ahí se puede escuchar el susurro del Espíritu que, aunque lo penetra todo y lo invade todo, es silencio.

Jesús nunca habló mucho. Era más hombre de acción que de discursos. Sus primeras palabras, cuando comenzó a predicar caminando hacia Galilea, fueron sencillas, concretas, claras; como era él: El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia.

Recuerdo que, al principio, antes de ponernos nosotros a hablar a la gente, nos decía con insistencia: No hablen sino es con sus mismas palabras.

Entonces, uno de nosotros le preguntó: ¿Cómo es eso? ¿No tenemos que enseñar lo que aprendemos de vos?

- le respondió - pero sólo con sus palabras. Esas que les salen del corazón y sobre todo de la vida.

Si tenemos que hablar sólo con nuestras palabras
- comentó entonces otro discípulo - no diremos nada.

Entonces cállense
, nos indicó Jesús. Que vuestro humilde silencio hable por ustedes.