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Bergoglio y la pena de muerte.

Bergoglio y la pena de muerte - Miles Christi - 05/08/2016.

Leamos al respecto un pasaje del videomensaje que Francisco [1] dirigió al VI Congreso mundial contra la pena de muerte que tuvo lugar en Oslo del 21 al 23 de junio pasado, congreso patrocinado por organizaciones laicas y derecho-humanistas, destacándose la muy izquierdista y eminentemente subversiva Amnistía Internacional:

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« […] hoy día la pena de muerte es inadmisible, por cuanto grave haya sido el delito del condenado. Es una ofensa a la inviolabilidad de la vida y a la dignidad de la persona humana que contradice el designio de Dios sobre el hombre y la sociedad y su justicia misericordiosa, e impide cumplir con cualquier finalidad justa de las penas. No hace justicia a las víctimas, sino que fomenta la venganza. El mandamiento ‘‘no matarás’’ tiene valor absoluto y abarca tanto a los inocentes como a los culpables. […] No hay que olvidar que el derecho inviolable a la vida, don de Dios, pertenece también al criminal [2]. »

El 21 de febrero había dicho lo mismo:

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« […] El problema va encuadrado en la óptica de una justicia penal que sea cada vez más conforme a la dignidad del hombre y al designio de Dios para el hombre y la sociedad y también a una justicia penal abierta a la esperanza de la reinserción en la sociedad. El mandamiento ‘no matarás’, tiene valor absoluto y se refiere tanto al inocente como al culpable. El Jubileo Extraordinario de la Misericordia es una ocasión propicia para promover en el mundo formas cada vez más maduras de respeto de la vida y de la dignidad de cada persona. También el criminal tiene el derecho inviolable a la vida, don de Dios. Hago un llamamiento a la conciencia de los gobernantes, para que se llegue a un consenso internacional para la abolición de la pena de muerte. Y propongo a quienes entre ellos son católicos que realicen un gesto valiente y ejemplar: que ninguna condena sea ejecutada en este Año Santo de la Misericordia. » [3]

De estas declaraciones se desprende necesariamente la inmoralidad del Dios del Antiguo Testamento, así como el de la Iglesia durante 2000 años, ya que ni uno ni otro respetaron jamás el « derecho inviolable a la vida » del que gozarían los criminales. No ha sido ésta la primera oportunidad en la que Francisco toma públicamente partido en favor del abolicionismo. Ya habíamos visto en el primer apartado su discurso ante el Congreso de los USA en el cual su alegato por la abolición de la pena capital había ido acompañado por un silencio estruendoso acerca del crimen del aborto.

He aquí un extracto del discurso del 23 de octubre de 2014 a los miembros de la Asociación internacional de derecho penal, en el cual Francisco presentó una postura aun más radical, condenando no sólo la pena capital sino también la cadena perpetua, siempre bajo el pretexto falaz de que la « dignidad de la persona humana » estaría por encima de todo. Idea de apariencia « misericordiosa », pero que no le impide hacer gala del más profundo desprecio por la vida de los prisioneros políticos en la Argentina, algunos de más de 80 años, enfermos y maltratados, odiados por la izquierda y detenidos en violación de toda forma de legalidad, de los cuales ya han muerto 400, víctimas de sendos homicidios de Estado en los últimos 13 años. Y esto, cuando una simple intervención suya hubiera bastado para salvarles la vida, a lo que siempre se negó, incluso cuando era Arzobispo de Buenos Aires. El extracto del discurso mencionado dice así:

« Todos los cristianos y los hombres de buena voluntad están llamados, por lo tanto, a luchar no sólo por la abolición de la pena de muerte, legal o ilegal que sea, y en todas sus formas, sino también con el fin de mejorar las condiciones carcelarias, en el respeto de la dignidad humana de las personas privadas de libertad. Y esto yo lo relaciono con la cadena perpetua. En el Vaticano, desde hace poco tiempo, en el Código penal vaticano, ya no existe la cadena perpetua. La cadena perpetua es una pena de muerte oculta. […] Estos abusos se podrán detener únicamente con el firme compromiso de la comunidad internacional en reconocer el primado del principio pro homine, lo que quiere decir de la dignidad de la persona humana sobre todas las cosas [4]. »

Francisco también abogó por la abolición de la pena de muerte en su Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, sirviéndose del muy odioso método consistente en camuflar su embuste amalgamándolo con una verdad unánimemente aceptada por los católicos, a saber, la condena de la eutanasia. Éstas son sus muy desleales palabras:

« […] la Iglesia no sólo siente la urgencia de afirmar el derecho a la muerte natural, evitando el ensañamiento terapéutico y la eutanasia, sino también rechaza con firmeza la pena de muerte [5]. » § 83

La mala fe evidenciada por Francisco me recuerda la de Pablo VI en la declaración conciliar Dignitatis Humanae [6] sobre la libertad religiosa, en la cual se afirma que la « doctrina de la libertad religiosa tiene sus raíces en la divina Revelación » (§ 9) pero absteniéndose de suministrar ni siquiera una sola cita de la Sagrada Escritura en apoyo de esta novedad radical en el magisterio eclesiástico, reconociendo incluso que la revelación no sostiene « expresamente el derecho a la inmunidad de coacción externa en materia religiosa » (§ 9) e invocando la « dignidad de la persona humana » (§ 9 y 12) como único argumento, además de difamar descaradamente a la Iglesia al afirmar que, en ciertas épocas de la historia, Ella ha tenido « un comportamiento menos conforme con el espíritu evangélico, e incluso contrario a él » (§ 12).

Bergoglio utiliza exactamente la misma estratagema que Montini al aseverar perentoriamente que la Iglesia « rechaza con firmeza la pena de muerte » pero sin citar el menor texto del magisterio o de la revelación en apoyo de su postura. Ahora bien, existen innumerables textos magisteriales y escriturísticos que prueban la falsedad tanto del pretendido derecho conciliar a la libertad religiosa para todas las religiones en la esfera pública como la legitimidad de la aplicación de la pena capital para castigar a los criminales.

Pero como quienes enseñan estas patrañas son supuestamente papas, la mayoría de los católicos se siente intimidada por el prestigio que les confiere su investidura y no se atreven a contestarlas. Peor aun, muchos ni siquiera se atreven a reconocer que se trata de falsedades y, en su pusilanimidad y ausencia de probidad intelectual, llegan a defenderlas, volviéndose cómplices de la mentira. Pienso, por ejemplo, en el libro del Padre Basilio, monje del monasterio benedictino de Barroux, antaño bastión de la Tradición en Francia, intitulado El derecho a la libertad religiosa en la tradición de la Iglesia. Un caso de desarrollo homogéneo del magisterio auténtico, un imponente mamotreto de 700 páginas, en el que el autor se empecina en demostrar que el sol brilla a medianoche.

Para ser franco, no me sorprendería en lo más mínimo que algún día apareciera un estudio erudito y kilométrico dedicado a abogar por la justeza del embuste bergogliano, el cual bien podría llamarse: Las raíces bíblicas acerca de la inmoralidad intrínseca de la pena capital. Un caso de desarrollo homogéneo del magisterio eclesial confirmando la dignidad inalienable de la persona humana

El quinto mandamiento significa la prohibición del asesinato, « no matarás » al inocente, de ninguna manera « no matarás a nadie sean cuales sean las circunstancias », basta con leer el Antiguo Testamento para convencerse. La Iglesia no ha enseñado nunca la existencia de un supuesto derecho a la vida inviolable de los criminales. En rigor, el simple sentido común es suficiente para desmentir la fabulación bergogliana. En efecto, nadie juzga inmoral matar a su agresor ejerciendo la legítima defensa, ni a nadie se le ocurriría culpar al policía que abate a un delincuente en un enfrentamiento con maleantes o a un soldado que hiere fatalmente a un enemigo en el campo de batalla. Absolutamente a nadie. Ni siquiera a los abolicionistas, a quienes Francisco apoya abiertamente en su combate subversivo en favor de los derechos de los criminales. Pero, sobre todo, es la Revelación la que nos informa que fue Dios en persona quien instituyó la pena capital contra los homicidas, como podemos leerlo en el libro del Génesis:

« El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada; porque a imagen de Dios es hecho el hombre. » (Gn. 9, 6)

Cabe agregar que Dios no sólo ordenó que la pena capital fuese aplicada entre los hombres sino que, en determinadas ocasiones, Él mismo se encargó de ejecutarla, interviniendo de modo directo en las cuestiones humanas, castigando a poblaciones corrompidas, como en el caso de Sodoma y Gomorra, o incluso en el diluvio universal, cuando Dios decidió exterminar a toda la humanidad depravada de la superficie de la tierra, con la única excepción de Noé y su familia. Leamos al respecto el mismo libro del Génesis:

« Entonces Dios dijo a Noé: ‘‘He decidido poner fin a toda carne, porque la tierra está llena de violencia por causa de ellos; por eso voy a destruirlos junto con la tierra’’. » (Gn. 13, 6)

En la legislación mosaica varios delitos se castigaban con la muerte (adulterio, incesto, idolatría, etc.) En el Nuevo Testamento, San Pablo confirma la legitimidad de la pena capital, al igual que su origen divino, al referirse al pecado contra natura. He aquí el pasaje en cuestión, tomado de la Carta a los Romanos:

« […] Y del mismo modo también los hombres, dejando el uso natural de las mujeres, se encendieron en sus concupiscencias los unos con los otros, cometiendo cosas nefandas hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la recompensa que convino a su extravío. Y como ellos no tuvieron a bien reconocer a Dios, Él los entregó a una mente depravada, para hacer lo que no conviene. […] los cuales, aunque conocen el decreto de Dios que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también dan su aprobación a los que las practican. » (Rom. 1, 27-28/32)

Está claro que Francisco contradice formalmente la revelación divina. Pero la herejía en este caso va de la mano de una colosal blasfemia ya que, si el derecho a la vida fuera realmente « inviolable », como lo pretende Francisco, Dios en persona sería un criminal monstruoso y un horrendo genocida, siguiendo la impía lógica bergogliana. Asimismo, la Iglesia sería culpable, puesto que, entre otras cosas, predicó las Cruzadas y creó el Tribunal de la Inquisición.

La conclusión que se desprende de la posición de Francisco es que el Dios bíblico es un ser cruel y malvado, y que la Iglesia no se queda atrás. Eso es lo que Francisco enseña subrepticiamente, evitando hipócritamente declararlo expresamente, al menos por ahora, limitándose a sentar las premisas. Otros, llegado el momento, explicitarán las consecuencias, las cuales, dicho sea de paso, son de una claridad meridiana.

[1] Sobre el pontificado de Bergoglio ver “Nueve años con Francisco”: "2013-2022: Nueve años con Francisco"
[2]Videomensaje del Santo Padre al VI Congreso Mundial contra la pena de muerte [Oslo, 21-23 de junio de 2016] (21 de junio de 2016) | Francisco - Dato importante: Ejecuciones en 2021: 579 (La pena de muerte en 2021: Datos y cifras). Abortos en 2021: 73 millones (who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/abortion) - ¿Para cuándo una campaña mundial contra el aborto por parte del Vaticano?
[3] Ángelus, 21 de febrero de 2016 | Francisco
[4] A una delegación de la Asociación Internacional de Derecho Penal (23 de octubre 2014) | Francisco
[5] Amoris laetitia: Exhortación Apostólica sobre el amor en la familia (19 de marzo de 2016) | Francisco
[6] Dignitatis Humanae
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kaoshispano1
Cuando un criminal ha demostrado gran desprecio reiterado y múltiple a la vida, ES INDUDABLE que no, y que otros no merecen perder fácilmente ese derecho por iniciados en el asunto como ése IMPUNE y viviente.
kaoshispano1
La costumbre citada biblica y de los abrahamicos da razón y cuenta de ello.
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