06:07
Bottega
101
La Belleza y Dios. «El esplendor de la verdad, la belleza de la caridad», es precisamente de la unión, de la sinfonía, de la perfecta armonía de verdad y caridad, de donde mana la auténtica belleza,…Más
La Belleza y Dios.

«El esplendor de la verdad, la belleza de la caridad», es precisamente de la unión, de la sinfonía, de la perfecta armonía de verdad y caridad, de donde mana la auténtica belleza, capaz de suscitar admiración, maravilla y alegría verdadera en el corazón de los hombres. Necesitamos que la belleza de la verdad y de la caridad toque lo más íntimo de nuestro corazón.

Queridos amigos, artistas, renuevo con vosotros un amistoso y apasionado llamamiento: no separéis jamás la creatividad artística de la verdad y de la caridad; no busquéis jamás la belleza lejos de la verdad y de la caridad; al contrario, con la riqueza de vuestra genialidad, de vuestro impulso creativo, sed siempre, con valentía, buscadores de la verdad y testigos de la caridad; haced que la verdad resplandezca en vuestras obras y procurad que su belleza suscite en la mirada y en el corazón de quien las admira el deseo y la necesidad de hacer bella y verdadera la existencia. Que el Espíritu Santo, artífice de toda la belleza que existe en el mundo, os ilumine siempre y os guíe hacia la Belleza última y definitiva, aquella que enciende nuestra mente y nuestro corazón y que esperamos poder contemplar un día en todo su esplendor.
Benedicto XVI

El artista, imagen de Dios Creador

Nadie mejor que vosotros, artistas, geniales constructores de belleza, puede intuir algo del pathos con el que Dios, en el alba de la creación, contempló la obra de sus manos. Un eco de aquel sentimiento se ha reflejado en la mirada con que vosotros, habéis admirado la obra de vuestra inspiración, descubriendo en ella la creación a la que Dios, único creador de todas las cosas, ha querido en cierto modo asociaros.

El tema de la belleza es propio de una reflexión sobre el arte, recordado la mirada complacida de Dios ante la creación. Al notar que lo que había creado era bueno, Dios vio también que era bello. La relación entre bueno y bello suscita sugestivas reflexiones. La belleza es, en un cierto sentido, la expresión visible del bien, así como el bien es la condición metafísica de la belleza. Al respecto escribió Platón: «La potencia del Bien se ha refugiado en la naturaleza de lo Bello».

Dijo el santo poeta de Nola: «Nuestro único arte es la fe y Cristo nuestro canto».
Por su parte, Gregorio Magno, quien puso las bases para el desarrollo orgánico de una música sagrada tan original que de él ha tomado su nombre. Con sus inspiradas modulaciones el Canto gregoriano se convertirá con los siglos en la expresión melódica característica de la fe de la Iglesia en la celebración litúrgica de los sagrados misterios. Lo « bello » se conjugaba así con lo «verdadero», para que también a través de las vías del arte los ánimos fueran llevados de lo sensible a lo eterno.

La belleza es clave del misterio y llamada a lo trascendente. Es una invitación a gustar la vida y a soñar el futuro. Por eso la belleza de las cosas creadas no puede saciar del todo y suscita esa arcana nostalgia de Dios que un enamorado de la belleza como san Agustín ha sabido interpretar de manera inigualable: «¡Tarde te amé, belleza tan antigua y tan nueva, tarde te amé!».

La Santísima Virgen, la «toda pulcritud» que innumerables artistas han plasmado y que el gran Dante contempla en el fulgor del Paraíso es la «belleza, que alegraba los ojos de todos los santos».

Os deseo, artistas del mundo, que vuestros múltiples caminos conduzcan a todos hacia aquel océano infinito de belleza, en el que el asombro se convierte en admiración, embriaguez, gozo indecible. JPII a los artistas

« Dios vio cuanto había hecho, y todo estaba muy bien » (Gn 1, 31)

Eclesiástico 24 Yo soy la madre del bello amor, (del amor Hermoso) del temor, de la ciencia y de la santa esperanza.
La belleza como resplandor de la santidad y de la verdad de Dios, «fuente de toda belleza», e imagen de la bondad y de la fidelidad de Cristo, el “más bello de los hijos de los hombres”.

Por ser llena de gracia, la piedad cristiana la ha cantado sin cesar, “toda hermosa eres María”, “no hay en ti mancha alguna”. Los títulos de “Toda Santa”, y “Toda Hermosa” designan la misma realidad y tienen la misma motivación. En María no hay mancha de pecado.

Por eso el salmo 44 3 dice “El es el más bello de los hombres; en sus labios se derrama la gracia”