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El cardenal Burke considera que la confusión se difunde entre los católicos ‘de forma alarmante’

En una extensa entrevista concedida a Life Site News el cardenal Raymond Burke habla del Sínodo, de las tentativas para manipularlo, de la confusión creciente en la Iglesia y en el mundo en relación a los temas de vida y familia, de las respuestas que realmente la Iglesia puede ofrecer, de los desafíos actuales para los matrimonios cristianos, de los hijos y su educación, y de la ‘mayor fuerza contra el mal que hay en el mundo': el amor conyugal de un hombre y una mujer.

Roma | 31 de marzo de 2015 | “Yo mismo lo he escuchado de fieles católicos y lo he escuchado de obispos, están reivindicando ahora que la Iglesia tiene que cambiar su enseñanza, la confusión se está extendiendo de una forma alarmante”, son las palabras del cardenal Raymond Leo Burke, patrono de la Soberana Orden de Malta y ex prefecto del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica.

El antiguo arzobispo de San Luis, Misuri, conversó con la corresponsal de Life Site News en París, Jeanne Smits, el 21 de enero pasado. Durante la entrevista, que se realizó en la ciudad de Roma, el purpurado habló abiertamente sobre lo que – a su juicio – fue una tentativa de manipular el Sínodo de los Obispos, en octubre del año pasado, para imponer una agenda de aberturas que se confrontan con la enseñanza de Jesucristo sobre la vida, la sexualidad, el matrimonio y la familia.

Cuestionó la dicotomía ficticia que se ha ido impulsando, por parte de algunos prelados, entre lo pastoral y lo doctrinal. Presentó la ‘teología del cuerpo’, de San Juan Pablo II, como una rica fuente de la cual abrevar para responder a la actual crisis de la familia. Apuntó el vínculo singular que considera existe entre la Cultura de la Muerte y los graves abusos litúrgicos que acontecen en algunas regiones del mundo.

El prelado también animó a los esposos a no desalentarse, a vivir con intensidad y comunicar la belleza cautivante del matrimonio cristiano, a abrirse con generosidad a la vida, a criar a sus hijos ‘de tal manera que puedan vivir en la verdad, oponiéndose a la cultura dominante’, llamó a los católicos a participar de la vida política creando organizaciones sólidas y coherentes, y a influir en la renovación de los partidos y movimientos políticos existentes.

Como modelos para los esposos, ofreció a un puñado de santos, hombre y mujeres, entre los cuales, Santo Tomás Moro, mártir de la indisolubilidad del matrimonio, los padres de Santa Teresita del Niño Jesús y, claro, la Sagrada Familia. Y afirmó ‘No hay mayor fuerza contra el mal en el mundo que el amor de un hombre y una mujer en matrimonio. Después de la Sagrada Eucaristía, tiene un poder más allá de lo que podemos imaginar’.

Presentamos aquí la entrevista completa. La versión en inglés, publicada el 24 de marzo, puede leerse aquí. Jeanne Smits también publicó en su blog una versión en francés.

LifeSiteNews: Desde el Sínodo Extraordinario sobre la Familia parece que hemos entrado en un período de incertidumbre y confusión sobre varios temas ‘candentes’, como la comunión para divorciados que se han vuelto a ‘casar’ (en unión civil y adultera), un cambio de actitud hacia las uniones homosexuales y una aparente relajación hacia las parejas que cohabitan sin estar casadas. ¿Su Eminencia considera que esta confusión está produciendo efectos adversos entre los católicos?

Cardenal Burke: Ciertamente, es así. Yo mismo lo oigo: lo escuché de católicos, lo escuche de obispos. Hay personas que están reivindicando ahora, por ejemplo, que la Iglesia tiene que cambiar su enseñanza con respecto a las relaciones sexuales fuera del matrimonio, o sobre la maldad intrínseca de los actos homosexuales. O hay personas que viven en uniones ‘matrimoniales’ irregulares y exigen recibir la Sagrada Comunión, afirmando que ésta es la voluntad del Santo Padre. Y tenemos también situaciones sorprendentes, como las declaraciones del obispo de Amberes con respecto a los actos homosexuales, y así podemos ver que ésta confusión se está extendiendo, en realidad, de una forma alarmante.

El obispo Johan Bonny, de Amberes, citado ahora por usted, afirma que la encíclica Humanae Vitae fue cuestionada por muchos y que ahora es el momento para cuestionar otras cosas. ¿Estamos en un período en que las enseñanzas de la Iglesia están siendo más objetadas que antes?

Sí, yo creo que sí. Parece que ahora las personas que antes no cuestionaban la enseñanza de la Iglesia, porque tenían claro que la autoridad de la Iglesia prohibía ciertas discusiones, ahora se sienten muy libres para contestar hasta la ley moral natural, incluyendo enseñanzas como la de Humanae Vitae, que ha sido la enseñanza constante en la Iglesia con respecto a la anticoncepción.

Se dijo, después de la publicación de la ‘Relatio post disceptationem’, que hubo una manipulación que consistió en incluir preguntas en el Sínodo que no tienen nada que ver con la familia ¿Aceptaría manifestarse sobre cómo y por qué tuvo lugar ésta manipulación’? ¿Quién se benefició?

Está claro que hubo manipulación ya que las verdaderas intervenciones de los miembros del Sínodo no se publicaron, y sólo se dio a conocer – en ese período intermedio – el informe parcial o ‘Relatio post disceptationem, que no tenía nada que ver con lo se presentó en el aula del Sínodo. Y lo que está claro, para mí, es que había individuos que obviamente tuvieron una influencia muy fuerte en el proceso sinodal, que estaban impulsando una agenda que no tiene nada que ver con la verdad acerca del matrimonio que Nuestro Señor mismo nos enseña y que se nos ha dado a nosotros en la Iglesia. Ésta agenda ha estado tratando de justificar las relaciones sexuales extramaritales y los actos sexuales entre personas del mismo sexo y, en cierto modo, relativizar e incluso oscurecer la belleza de la enseñanza de la iglesia sobre el matrimonio como unión fiel, indisoluble y procreadora de un hombre y una mujer.

¿Quién es el beneficiado? Como fieles católicos, estamos sorprendidos y preocupados por la aparición repentina de estos temas.

Bueno, nadie se beneficia con esto, porque no es verdadero: no es la verdad. Y sólo se esta haciendo daño a todos. Puede ser percibido como un beneficio, por ejemplo, por personas que, por alguna razón, se encuentran atrapados en situaciones inmorales. Puede ser visto por algunos como una forma de justificarse. Pero no pueden ser justificarlos, porque los actos en sí no son capaces de ser justificados.

Usted ha hablado, en otro lugar, sobre la firme resistencia de muchos padres sinodales en estos aspectos. ¿No es esto un gran signo de esperanza? Esta resistencia ¿le sorprende?

No, no me ha sorprendido, aunque yo fuera el más agradecido por ello, porque en cierto punto, cuando nos fue dada la ‘Relatio post disceptationem‘, por ejemplo, cuando uno observaba la dirección que claramente se le estaba dano al Sínodo, uno tenía miedo de que los padres sinodales no hablaran; pero lo hicieron. Y hablaron con fuerza algunos de entre ellos, y gracias sean dadas a Dios por eso. Confío que estos mismos padres sinodales – espero que muchos de ellos sean designados para participar en la sesión de septiembre 2015 – también se manifestarán con fuerza.

Permanece aún alguna confusión sobre el significado de los votos de los tres artículos que no obtuvieron la mayoría absoluta de dos tercios. Han sido incluidos en el informe final y en los ‘Lineamenta‘. Obtuvieron la mayoría simple de poco más de la mitad, pero me da la impresión de que el texto de los párrafos esta redactado de tal forma que no se puede realmente saber lo que significa el voto. ¿Mi impresión está equivocada?

Es muy confuso. He participado en, creo, cinco sínodos, y en cada sínodo, excepto en éste, en el cuál participé, la proposición – en este caso, el párrafo – que no recibió los dos tercios de los votos necesarios fue simplemente eliminado; no fue publicado, y no se convirtió en parte del documento del sínodo. En este caso, insistieron en publicar el documento con todos los párrafos, simplemente indicando el número de votos. Y así, muchas personas consideran que esto es una indicación de que éstos párrafos son, más o menos, tan aceptables como los demás. Pero, de hecho, fueron excluidos por los miembros del Sínodo. Tristemente, recibieron la mayoría simple de los votos, lo cual es de gran preocupación para mí: que tantos padres sinodales hayan votado en favor de textos confusos, y algunos simplemente erróneos.

En repetidas ocasiones, los padres sinodales que han promovido los temas de los divorciados ‘vueltos a casar’, de las parejas que cohabitan sin estar casadas o de las uniones homosexuales han insistido que no se trata de una cuestión doctrinal, sino pastoral. ¿Que responde a esto?

Eso es simplemente una falsa distinción. No puede haber nada pastoral que sea verdaderamente sano, que no sea doctrinalmente sano. En otras palabras: no se puede dividir la verdad del amor. Y aún con otras palabras: no se puede amar si no se vive la verdad. Y así, decir que estamos sólo haciendo cambios pastorales que nada tienen que ver con la doctrina es falso. Si usted admite a la Sagrada Comunión a personas que viven uniones ‘maritales’ irregulares, entonces está usted haciendo una declaración directa sobre la indisolubilidad del matrimonio, porque Nuestro Señor dijo: “El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio” (Lc. 16, 18). Y la persona, en una unión matrimonial irregular, está viviendo en un estado de adulterio público. Si se le da la Sagrada Comunión, de alguna forma, se está diciendo que esta bien doctrinalmente. Pero esto, no puede ser.

Entonces, el simple hecho de poner esto en discusión es ya un error.

Sí. De hecho, he pedido en más de una ocasión que estos temas, que no tienen nada que ver con la verdad sobre el matrimonio sean retirados de la agenda del Sínodo. [Si la gente quiere discutir estas cuestiones, bien, pero no tienen nada que ver con la enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio.] Y, de igual manera, con la cuestión de los actos sexuales entre personas del mismo sexo, y así sucesivamente.

Como católicos, sabemos que el matrimonio es vinculante para toda la vida y que también es un ‘signo’ de la unión de Cristo y de su Iglesia, y conocemos que tiene un profundo vínculo con la Eucaristía. La ‘teología del cuerpo” del Papa Juan Pablo II lanzó una luz especial a éste aspecto, pero su trabajo no fue citado en los documentos sinodales. ¿Cuál es su opinión sobre esta omisión? ¿La divulgación de la ‘teología del cuerpo’ no podría ofrecer respuestas reales a los problemas actuales?

Por supuesto. La doctrina de San Juan Pablo II es tan luminosa, pues él se consagró con gran atención y dedicación a la cuestión de la verdad sobre la sexualidad humana y sobre el matrimonio; algunos de nosotros (padres sinodales) lo dijimos en los debates del Sínodo y en los pequeños grupos de discusión. Abogamos por un retorno al magisterio del Papa San Juan Pablo II, que es un reflejo de lo que la Iglesia siempre ha enseñado y practicado. Pero, de hecho, se dio la impresión de que la Iglesia no tiene enseñanza alguna en éstas áreas.

Esto es algo extraordinario…

Esto es muy extraordinario. Es impresionante. Me pareció difícil de creer lo que presencie. De hecho, creo que algunas personas se niegan a creer que es verdad, porque es absurdo.

San Juan Pablo II en realidad respondió a la ideología de género antes de que ésta llegara a ser tan conocida.

Absolutamente. Él abordó estas cuestiones en su nivel más profundo, y lo hizo estrictamente bajo los términos de la ley moral natural, qué la razón nos enseña, y que la fe nos enseña, obviamente en unión con la razón, pero elevando e iluminando lo que la razón enseña acerca de la sexualidad humana y del matrimonio.

Entre los puntos de vista del cardenal Walter Kasper y, más recientemente, del obispo Johan Bonny, de Amberes, y otros, está la consideración de que los homosexuales en una relación ‘fiel’, los divorciados ‘vueltos a casar’ y las parejas que cohabitan sin estar casadas, muestran con frecuencia cualidades como la abnegación, la generosidad y la dedicación que no pueden ser ignoradas. Sin embargo, a causa la forma de vida que han elegido, permanecen en lo que – exteriormente – se juzga es un estado objetivo de pecado mortal: elegido y prolongado. ¿Podría recordarnos la enseñanza de la Iglesia sobre el valor y el mérito de la oración y las buenas obras en este estado?

Si usted está viviendo públicamente en estado de pecado mortal no hay ninguna buena acción que pueda realizar que justifique su situación: la persona permanece en el pecado grave. Nosotros creemos que Dios creó a cada uno bueno y que Dios quiere la salvación de todos los hombres, pero que sólo puede lograrse mediante la conversión de vida. Y tenemos que llamar a las personas que están viviendo en situaciones de pecado grave a la conversión. Y dar la impresión de que, de alguna manera, hay algo de bueno en vivir en estado de pecado grave, es simplemente contrario a lo que la Iglesia ha enseñado siempre y en todas partes.

Entonces, cuando el hombre de la calle dice, ‘sí, es cierto, éstas personas son amables, son dedicados, generosos, ¿qué no es eso suficiente?’

Por supuesto que no. Es como la persona que asesina a alguien y es amable con otras personas…

¿Qué auténtica pastoral recomienda para las personas en esas situaciones, y qué pueden obtener de la práctica de su fe, en la medida de lo posible, cuando no pueden obtener la absolución o recibir la Sagrada Comunión?

En mi experiencia pastoral he trabajado con personas que se encuentran en estas situaciones y he tratado de ayudarlos, con el tiempo, con respecto también a las obligaciones que, en justicia, han de cumplir para cambiar su vida. Por ejemplo, en el caso de los que están en uniones ‘maritales’ no válidas, se les ha de ayudar a que se separen, si eso es posible, o a que vivan como hermano y hermana, en una relación casta; si hay niños, están obligados a criar a los niños.

En el caso de las parejas ‘vueltas a casar’ que tienen sus propios hijos y los hijos de un matrimonio anterior, ¿no crea esto situaciones muy difíciles?

Por supuesto que sí. De hecho, me siento profundamente preocupado por el debate sobre el proceso de nulidad matrimonial: se da la impresión de que sólo hay una parte implicada, es decir, la persona que está solicitando la declaración de nulidad. El hecho es que hay dos partes involucradas, hay niños involucrados y hay todo tipo de otras relaciones en juego con el matrimonio. Y así, el asunto es extremamente complejo, nunca se es capaz de cualquier solución fácil.

Para esas personas que viven una unión marital no válida o en uniones imposibles, se les ha planteado la comunión espiritual. Yo no entiendo muy bien cómo se pueda realizar la comunión espiritual permaneciendo en ese estado.

El término fue utilizado de una forma imprecisa. Para hacer una comunión espiritual se deben de tener todas las disposiciones necesarias para recibir, realmente, la Sagrada Comunión. La persona que hace la comunión espiritual esta simplemente en una situación en la que – él o ella – no tiene acceso al sacramento, pero está totalmente dispuesto a recibirlo, y así, hace un acto de comunión espiritual. Creo que cuando algunas personas utilizan este término, quieren referirse a al deseo de una persona que se encuentra en situación de pecado, y quiere ser liberada, y así, ruega y pide la ayuda de Dios para mudar su vida, para encontrar una nueva forma de vivir y así poder estar en estado de gracia. Podríamos llamar a esto ‘deseo de la Santa Comunión’, pero no es propiamente Comunión Espiritual. No puede serlo. La naturaleza de la comunión espiritual, por cierto, fue definida en el Concilio de Trento: se dejó muy claro que requiere todas las disposiciones, y así tiene sentido.

¿Cómo puede la Iglesia realmente ayudar a todos aquellos que se encuentran en estas situaciones: cónyuges abandonados, hijos de matrimonios legítimos que son heridos por el divorcio de sus padres, las personas que están luchando con tendencias homosexuales o que permanecen – de alguna manera – ‘atrapados’ en una unión ilegítima? ¿Y cuál debería ser nuestra actitud, la actitud de los fieles?

Lo que la Iglesia puede hacer y que representa el mayor acto de amor por parte de la Iglesia es presentar a todos la verdad sobre el matrimonio, la enseñanza que proviene de las mismas palabras de Cristo, la enseñanza que ha sido constante en la tradición, a cada uno, como un signo de esperanza para ellos. Y también, para ayudar a reconocer la pecaminosidad de la situación en la que algunos se encuentran y, al mismo tiempo, llamarlos a dejar el pecado y a encontrar una forma de vivir de acuerdo con la verdad. Esa es la única manera que la Iglesia puede ayudar. Esa fue mi gran esperanza en el Sínodo: que esa asamblea mostrara ante el mundo la gran belleza del matrimonio, y la belleza del matrimonio radica en la verdad del matrimonio. Siempre le digo a la gente: la indisolubilidad no es una maldición, es la gran belleza de la relación matrimonial. Esto es lo que da belleza a la relación entre el hombre y la mujer, que la unión es indisoluble, es fiel y es procreativa. Pero ahora, se empieza a tener la impresión de que, de alguna manera, la Iglesia se avergüenza del muy hermoso tesoro que tenemos en el matrimonio, como Dios hizo al hombre y la mujer desde el principio.

Algunos pastores a veces parecen avergonzarse de hablar sobre el pecado o sobre la castidad.

Esto fue expresado en el Sínodo también. Uno de los padres sinodales dijo: “¿Ya no existe el pecado?” Uno tiene esa impresión. Y, lamentablemente, desde la caída de nuestros primeros padres existe la tentación de pecar, hay pecado en el mundo; tenemos que reconocerlo, llamarlo por su nombre y tratar de superarlo.

¿No hay un llamado especial para los católicos y padres cristianos a educar a sus hijos en la modestia y la decencia? Esto ha desaparecido por completo en muchos lugares.

Sí, esto es cierto. Parte del ‘Evangelio de la Vida’ es enseñar a los niños en el hogar y en las escuelas las virtudes fundamentales que muestran respeto por nuestra vida y por la vida de los demás, así como por nuestro propio cuerpo, a saber, la modestia, la pureza y la castidad; debe formarse a los niños de esta manera ese sus primeros años. Pero y para formar a los niños pequeños de esta manera desde sus primeros años. Pero eso también está en peligro, simplemente porque la catequesis en la Iglesia ha sido tan débil, y en algunos casos confusa y errónea, y es tal la ruptura que ha habido en la vida familiar, que los niños han sido objeto de una educación les deja profundamente despreparados para vivir la verdad sobre el matrimonio y sobre su propio cuerpo, sobre su propia vida humana.

¿Qué es lo más urgente que deberíamos estar haciendo para evitar el desorden de divorcio y de todos las uniones inaceptables?

Yo creo realmente que se comienza en la familia. Tenemos que fortalecer a las familias, formar primer marido y a la esposa para que vivan la verdad del matrimonio en su propia casa, que se convierta entonces en fuente de salvación para ellos y, también, en luz para el mundo. El matrimonio vivido en la verdad es tan atractivo y tan hermosa que lleva a la conversión de otras almas. Necesitamos formar niños de ésta manera y, sobre todo hoy en día, los niños tienen que ser criados de tal manera que puedan vivir contra la cultura dominante. No pueden, por ejemplo, aceptar la teoría de género que está infectando a nuestra sociedad; tienen que ser criados para rechazar esas falsedades y vivir en la verdad.

Entiendo que hay un vínculo entre la anticoncepción y el divorcio: de 30 a 50 por ciento de las parejas casadas que usan anticonceptivos llegan al divorcio, mientras que menos del 5 por ciento de las personas que no usan anticonceptivos, o que utilizan la planificación familiar natural, se divorcian; sean cristianos o no. ¿Usted concuerda en que un lenguaje claro y una mayor participación pastoral de la Iglesia para promover las enseñanzas de la encíclica Humanae Vitae son esenciales para obtener uniones más estables?

Por supuesto. Ya el beato Papa Pablo VI lo dejó claro en la carta encíclica Humanae Vitae: que la práctica de la anticoncepción llevaría a la desintegración de la vida familiar, a la pérdida del respeto por las mujeres. Simplemente tenemos que reflexionar sobre el hecho de que una pareja que usa anticonceptivos ya no se está entregando totalmente uno al otro. Han introducido un elemento de ruptura en el matrimonio y si no se corrige y remedia, puede llevar fácilmente al divorcio.

Sobre la cuestión del tamaño de la familia y de la libertad de los padres. ¿Son objeto de especial preocupación para usted el movimiento ‘ecológico’ mundial y la promoción internacional de la planificación familiar y del control poblacional?

Si, estoy muy preocupado porque las personas están siendo llevadas a pensar, erróneamente, que necesitan practicar alguna forma de control de la natalidad para ser administradores responsables de la tierra. En realidad, la tasa de natalidad en la mayoría de los países es actualmente muy inferior a la que requieren para reemplazar su población. Dejando de lado todo esto, la verdad es que si Dios ha llamado a una pareja al matrimonio, también les ha llamando a ser generosos al recibir el don de una nueva vida humana. Y así, hoy necesitamos muchas más familias numerosas, y gracias a Dios, veo a parejas jóvenes con una generosidad notable con respecto a los niños. La otra cosa que rara vez escucho hoy, pero que siempre se enfatizó cuando yo estaba creciendo, y también en la tradición de la Iglesia, es que los padres deberían ser generosos cuando algunos de sus hijos pudieran recibir la llamada al sacerdocio o a la vida consagrada y al servicio de la Iglesia. Y es que, la generosidad de los padres inspirará, ciertamente, al niño que tiene la vocación a dar una respuesta generosa.

El matrimonio monógamo y de por vida está muy bien para los católicos, muchos dirán, pero debido a la ‘dureza de corazón’ de los no católicos debería permitirse el divorcio y el nuevo matrimonio en las legislaciones civiles. Por otro lado, las naciones cristianas han hecho mucho para llevar la estabilidad social y la dignidad del matrimonio natural en muchos lugares del mundo. ¿La venida de Cristo cambia la situación de todos los hombres, y es correcto promover e incluso, tal vez, imponer esta visión del matrimonio natural, incluso en las sociedades no católicas?

Yo pienso que tiene que ser subrayado exactamente que la enseñanza de Cristo sobre el matrimonio es una afirmación, una confirmación, de la verdad sobre el matrimonio como éste era ‘desde el principio’, para usar las palabras del Señor, o que la verdad sobre el matrimonio está inscrito en cada corazón humano. Y así la Iglesia, cuando enseña acerca del matrimonio monógamo, fiel, para toda la vida, esta enseñando la ley moral natural y tiene razón en insistir que esto es para toda la sociedad en general. El Concilio Ecuménico Vaticano II se refiere al divorcio como una plaga en nuestra sociedad, y lo es. La Iglesia tiene que ser cada vez más fuerte en su oposición a la práctica generalizada de divorcio.

¿Usted cree que los estudios sobre la situación y mejor desempeño de los niños de familias monógamas y estables deberían jugar un papel más importante en los preparativos para el matrimonio?

Creo que sí. Para enfatizar la belleza del matrimonio que es vivida por muchas parejas hoy en día, fiel y generosamente, y mostrar la vida familiar que es experimentada por los niños que viven en una familia amorosa… lo cual no significa que no haya problemas. No significa que no haya tiempos difíciles en la familia y en el matrimonio, pero con la ayuda de la gracia de Dios, la respuesta es siempre, en última instancia, de amor, de sacrificio, de aceptación de cualquier sufrimiento que sea necesario para amar de verdad.

Pero la sociedad moderna no acepta el sufrimiento, ya sea al final de la vida, o durante el embarazo, o en el matrimonio…

Por supuesto, no lo hace porque no entiende el significado del amor. Cristo dijo: “si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mt. 16, 24) , y así, la esencia de nuestra vida es sufrir por amor: el amor de Dios y del prójimo.

¿Estaría de acuerdo, como algunos dicen, que muchos matrimonios católicos hoy en día son a menudo inválidos debido a una deficiente preparación o la ignorancia del significado de los votos matrimoniales? ¿Cuál fue su experiencia específica en este punto como prefecto del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica?

Yo creo que es muy injustificado hacer declaraciones generales sobre el número de matrimonios que son válidos o no válidos. Cada matrimonio debe ser examinado, y el hecho de que las personas puedan no haber sido bien catequizadas, sin duda, puede debilitarlos para la vida matrimonial, pero eso no sería necesariamente una indicación de que dieron un consentimiento matrimonial inválido, porque la naturaleza misma les enseña al respecto del matrimonio. Lo vimos en la Signatura Apostólica: sí, hubo más declaraciones de nulidad del matrimonio, pero en el examen de esos casos hubo muchos que se presentaron en los que no fue establecida la nulidad de la unión, no fue demostrado ser verdadera.

Usted ha mostrado en el libro ‘La permanencia en la Verdad de Cristo’ que la simplificación del procedimiento no es la respuesta.

No, no del todo, porque se trata de situaciones muy complejas y requieren un proceso cuidadosamente articulado con el fin de llegar a la verdad. Si no nos importa más la verdad, entonces cualquier proceso será aceptable, pero si nos preocupamos por la verdad, entonces tendrá que ser un proceso como el que la Iglesia emplea actualmente.

Y la Iglesia ha hecho mucho por los procedimientos judiciales en el mundo civilizado…

La Iglesia ha sido admirada en los últimos años como un espejo de la justicia; su manera de administrar justicia era un modelo para otras jurisdicciones. Ya hubo una experiencia en la Iglesia de modificación del proceso de nulidad matrimonial que tuvo lugar en los Estados Unidos de 1971 a 1983. Tuvo efectos desastrosos y la gente empezó a hablar de ‘divorcio católico’, y no sin razón. Esto es un escándalo para aquellos que son trabajadores de la justicia o de ministros de justicia en el orden secular, porque cuando ven que la Iglesia no practica la justicia, que no se importa con la verdad, entonces ¿qué pueden significar la ley y la justicia?

Un exorcista italiano, el padre Sante Babolin, dijo recientemente que durante un exorcismo, el espíritu malo que atormentaba a la esposa de uno de sus amigos le dijo: “No puedo soportar que se aman”. ¿No es esto un mensaje que las parejas casadas deben meditar?

Absolutamente. No hay mayor fuerza contra el mal en el mundo que el amor de un hombre y una mujer en matrimonio. Después de la Sagrada Eucaristía, tiene un poder más allá de lo que podemos imaginar. Yo no sabía nada de esa historia, pero no me sorprende, y seguramente es cierto que cada vez que una pareja ha contraído matrimonio con toda su mente y su corazón, el diablo va a ser en el trabajo necesario para tratar de echar a perder ese hogar , debido a que el hogar es una cuna de gracia, donde se recibe la gracia no sólo para la pareja, sino también para los niños y para todos los que conocen a la familia.

¿Cómo pueden las parejas casadas valor mejor y proteger su amor conyugal?

En primer lugar, con una vida de oración fiel todos los días, con la confesión regular, porque todos necesitamos esa ayuda con el fin de vencer el pecado en nuestras vidas, incluso pecados pequeños, pecados veniales, para protegernos contra los pecados más graves. Y luego, por supuesto, la Sagrada Eucaristía es – de una manera muy particular – el centro de toda la vida cristiana. Es el centro de la vida matrimonial porque es comunión con nuestro Señor Jesucristo, para vivir de ese amor que Él tiene por la Iglesia, donde el matrimonio es sacramento: el matrimonio es el signo de su amor en el mundo, por lo que en el Eucaristía la pareja recibe la gracia, de manera más abundante y fuerte, para vivir su alianza de amor.

¿Cree usted que existe un vínculo entre ‘la muerte del culto’ (la liturgia antropocéntrica) y la Cultura de la Muerte?

Yo estoy muy convencido que donde fueron introducidos abusos en la práctica litúrgica de la Iglesia hubo un impacto muy negativo en la vida de cada fiel y, de modo particular, en la vida matrimonial. Hablo de abusos que reflejaban una dirección antropocéntrica, donde el culto sagrado comenzó a ser presentado como la actividad del hombre en lugar de la acción de Dios entre nosotros, esto claramente ha llevado a la gente en una dirección equivocada. La belleza de la vida matrimonial es, de manera muy particular, percibida y confirmada en el Sacrificio Eucarístico.

Como católicos estamos obligados a actuar en la sociedad y actuar políticamente también, tener un compromiso político. Pero en Francia no existe un único partido que defienda el matrimonio y la vida por completo. ¿Qué deberían hacer los católicos? ¿comprometerse en un movimiento aún cuando saben que éste asume algunas posiciones contrarias a las exigencias éticas fundamentales (principios ‘no negociables’) o tratar de construir algo más?

Lo ideal es que deberían de tratar de construir una fuerza política en la sociedad que se mantuviera totalmente en la verdad, en los valores ‘no negociables’ con respecto a la vida humana y la familia. También, deberían de manifestar con claridad su posición en los partidos políticos existentes, insistiendo, con la finalidad de ser una fuerza que reforme esas agrupaciones. Es evidente que no se puede participar en ningún movimiento que sea contrario a la ley moral. Por otro lado, si en ese partido o movimiento político hay signos de una reforma, de una adhesión a la ley moral, entonces debemos apoyarlo y alentarlo en ese sentido.

¿Qué santos debemos invocar para ayudar a la familia hoy en día?

En primer lugar, a la Sagrada Familia de Nazaret: la Virgen María, San José y Nuestra Señor Jesús. Y luego están los grandes santos casados. Pienso, por ejemplo, en los padres de la pequeña flor, Santa Teresita, los beatos Luis y Celia Martin; pienso también en una gran santa como Gianna Molla, de aquí de Italia; en un gran santo que murió como mártir de la familia, Santo Tomás Moro, quien era un hombre casado y comprendido plenamente en su vocación matrimonial. También está la pareja Luigi y Maria Beltrame Quattrocchi, beatificados aquí en Italia. Pienso también en alguien como Santa Rita de Casia, quien fue una madre muy fiel, rezó mucho por la conversión de su esposo y de sus dos hijos. Esos son algunos ejemplos… hay tantos otros.

¿Cómo podemos permanecer fieles a la Iglesia y al Papa en estos tiempos difíciles?

Al adherirse claramente a lo que la Iglesia siempre ha enseñado y practicado; ésta es nuestra ancla. Nuestra fe no está en las personas individuales, nuestra fe está en Jesucristo. Sólo Él es nuestra salvación, y Él está vivo para nosotros en la Iglesia a través de su enseñanza, a través de sus sacramentos, ya través de su disciplina. Yo le digo a la gente – porque muchas personas que se encuentran hoy bastante confusas, que están preocupadas y molestas, están en comunicación conmigo -: No, tenemos que mantener la calma y debemos permanecer llenos de esperanza por llegar a una apreciación cada vez más profunda de la verdad de nuestra fe y adherirse a ella. Eso es inmutable, y nos dará la victoria al final. Cristo le dijo a San Pedro cuando hizo su confesión de fe: “tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella” (Mt. 16, 18). Sabemos que esto es verdad, y tenemos que sufrir, mientras tanto, por la verdad, pero tenemos que estar seguros de que el Señor tendrá la victoria en la final.
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