El canto inspirado

El canto inspirado

Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y salmodiad en vuestro corazón al Señor, dando gracias continuamente y por todo a Dios Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo”. (Ef 5, 19- 20)

¡Alabado sea Nuestro Señor Jesucristo, ya que con tantas bendiciones nos ha bendecido en el Espíritu Santo para la gloria de Dios nuestro Padre! (Ef 1, 3ss)

Este artículo no pretende ser un tratado teológico o doctrinal. Mucho menos generar controversias. Es tan solo una manera de contribuir a las muchas y diversas opiniones y reflexiones, acertadas por cierto, que se han generado a cerca de este interesante tema sobre el canto inspirado; es a partir de mi experiencia como servidor de música para el Señor que tomo la iniciativa ahora para meditar sobre esta bella manifestación del Espíritu Santo, por la que brota desde el corazón la alabanza más bella y sincera a nuestro Dios.
Dentro de la Eucaristía y en muchas asambleas de oración, los servidores de música desempeñan la importantísima función de motivar, acompañar y guiar el canto para los participantes de dichas celebraciones. A menudo se usan cantos populares, que están organizados en Cantorales muy conocidos y que la misma gente identifica y hasta conoce y los pone en práctica. Es interesante ver como el Espíritu Santo también regala a los servidores de música canciones con las que se acompañan los actos litúrgicos o las reuniones de oración de diversos tipos. En algunas parroquias hay personas muy capacitadas quienes, habiendo o no recibido formación musical, componen para el Señor y su música es bella y tiene mucha unción.

Ahora bien, especialmente dentro pero también fuera de la corriente de Renovación Carismática Católica se da algo que el Espíritu Santo regala entre los diversos carismas: el canto inspirado. San Pablo recomienda cantar salmos, himnos y cantos inspirados para el Señor, que vengan del corazón. A través de estos años he descubierto la riqueza y la belleza de este carisma maravilloso en donde, la voz, las palabras, la música, la oración, fluyen de una manera especial y diferente cada vez, cuando el Espíritu hace uso de nuestras facultades y se derrama copiosamente en medio de la oración fuerte y la alabanza, o incluso en la oración contemplativa o en la adoración. La oración en lenguas a veces facilita el canto inspirado, aunque para que haya canto inspirado, no es obligación tener el carisma de lenguas. El Señor me regaló cantos inspirados desde mucho antes de regalarme el carisma de lenguas. Mucho antes. Solo que es como si la oración en lenguas lo preparase a uno para que se de un canto inspirado mucho mas “inspirado”. Pero eso varía de acuerdo a la experiencia de cada quien.

Hay dos formas entonces de canto inspirado: el canto con palabras o frases y el canto en lenguas. En el primero, el Señor nos regala una palabra o varias, una frase o varias frases que se van repitiendo mientras tocamos acordes diversos, o hasta con un solo acorde. La melodía surge como un canal que direcciona las palabras o frases y las va conduciendo mientras nos dejamos guiar por la inspiración del Espíritu y va fluyendo más y más en nosotros, de acuerdo a como el Espíritu quiera y lo que quiera ir colocando, de acuerdo al momento de oración que se vive. Por ejemplo, el Señor me regala cantos para pedir Espíritu Santo, para que haya bautismo en el Espíritu, para actos penitenciales, para sanación, para alabanza o adoración. En fin, para lo que Él quiera cuando quiera. Algo muy curioso y que se que les pasa a muchos y a mi también es que, cuando termina la reunión o la asamblea de oración, el tratar de recordar la letra o la melodía delos cantos inspirados por el Señor es prácticamente imposible. Esos cantos el Señor los coloca verdadera y conscientemente en nosotros, pero de una u otra forma después no los podemos recordar; yo he llegado a la conclusión de que el Señor los da para un momento determinado, un momento irrepetible y único en donde el realiza obras maravillosas, obras de perfección en nosotros, en donde Él quiere que volvamos a ser felices, libres, sanos, etc. Por eso, creo que esos cantos son Suyos. Él usa nuestra voz para hablarnos claramente. He aquí un hecho que nos demuestra que nuestra obra de servidores es un verdadero caminar en santidad, un vivir conectados a los sentimientos del Señor.

La segunda forma de canto inspirado es el canto en lenguas. El Señor regala toda clase de carismas, diversos y maravillosos, de acuerdo a su voluntad (I Cor 12, 4- 11); de forma inmerecida los da a quienes Él quiere, cuando quiere y donde quiere. El canto en lenguas es uno de ellos y es hermoso. Es de los carismas más bellos que el Señor me ha regalado. El canto en lenguas surge o va surgiendo cuando terminan las palabras de un canto conocido. Poco a poco van apareciendo silabas, sonidos, frases llenas de una melodía que eleva el alma a un nivel especial de encuentro con Dios. Las manos se dejan guiar esta vez por la melodía, y se va completando una secuencia de acordes que se entrelazan con el canto en lenguas; y de vez en cuando aparecen otras voces cantando también en lenguas, otras personas se unen y es como un coro celestial, pues, de una forma en que no podemos explicar, ¡nadie desafina!

Creo que no se podría escribir un libro titulado: método relámpago para aprender a cantar en lenguas. Tan solo el Señor da este bello carisma a quien quiere dárselo. Creo que este canto surge cuando se da la mas profunda, libre, sincera y desinteresada alabanza o adoración. Creo que el canto en lenguas fluye de la fuente Divina cuando nos despojamos del mundo por un instante y nos dejamos adentrar en el Santo de los Santos, en el lugar misterioso en donde habita realmente la Trinidad Santísima. Y no podemos más que alabar y adorar en el idioma de los mismos ángeles que, unidos a nosotros, alaban y adoran infinitamente.

Yo pienso que el canto inspirado y el canto en lenguas deberían fomentarse dentro de las asambleas de oración, de tal forma que la gente se sienta atraída al descubrimiento de los carismas ligados a la alabanza y a la adoración, manifestaciones de la grandeza y majestad de nuestro Dios. Hay personas que parecieran temerle a estas manifestaciones del Espíritu y tan solo atinan a decir, “eso es fanatismo” o, “a los obispos no les gustan estas cosas”; y otras mas descabelladas como, “esas son lenguas del maligno”. Yo creo que dentro de una asamblea de oración, donde se alaba y se glorifica al Señor, donde todos cantamos una y otra vez ¡Santo, Santo, Santo!, ¡Aleluya!, ¡Rey de Reyes y señor de Señores!, simplemente no cabe el maligno. Él detesta la alabanza, le huye. ¡Gloria a Dios! Por eso, creo que es de necios decir que el que ora en lenguas delante del Santísimo tiene al Diablo dentro. Eso no tiene sentido. Creo que las manifestaciones del Espíritu se dan en un ambiente de cálida oración, en medio de aquellos que necesitan encontrarse cada vez más con el Amado, y quienes, en el fondo de sus corazones, anhelan alabar y adorar a Dios de una manera diferente, única y perfecta.

No restrinjamos pues el actuar del Espíritu. Servidores de música para el Señor: fomentemos estos hermosos carismas. Pídanlos al Señor, que Él, siendo tan bueno, no niega nada a sus hijos amados. El canto inspirado es un regalo maravilloso que enriquece las jornadas de oración de una manera increíble. Son muchas las obras que el Señor realiza a través de sus servidores cuando se canta de acuerdo al querer de Dios. Recordemos las famosas palabras atribuidas a San Agustín: “el que canta ora dos veces”. ¡Imagínense el que canta en lenguas, el que canta movido por el Espíritu!

Que el Señor Dios, en su infinita sabiduría nos colme de gracia y de bendición, nos llene de la fuerza y el poder de su Santo Espíritu, y que de la mano de María, Reina de Pentecostés, nos conduzca en santidad y fidelidad hacia la patria celestial donde le alabaremos eternamente. Amen. Gracia y paz a todos.