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Don Antonio, le da usted la razón a Vázquez de Mella

Don Antonio, le da usted la razón a Vázquez de Mella

Luis Fernando, el 29.11.19 a las 11:50 AM

El cardenal Antonio Cañizares, arzobispo de Valencia, asegura en su carta semanal que España va a entrar poco menos que en una situación apocalíptica por la coalición de gobierno entre el PSOE y Podemos. Coalición, dicho sea de paso, que necesita el apoyo directo o indirecto -vía abstención- de los que quieren acabar con la unidad de España, algo que a los votantes socialistas y podemitas les importa un pimiento, señal de lo mucho que quieren a este país. El militante socialista prefiere poner España en manos de los sediciosos antes que poner en peligro un gobierno de su partido.

Dice don Antonio que ese gobierno de extrema izquierda -Pedro Sánchez no tiene nada que envidiar a Pablo Iglesias- impondrá en este país «un pensamiento único, con una visión del hombre que pretende generalizarse a todos, la aprobación de la eutanasia, la extensión a nuevos derechos, la ideología de género, el feminismo radical, y la ampliación de la memoria histórica».

Estamos hablando del mismo cardenal que alaba la Constitución de 1978, en la que Dios fue desechado por completo, en la que no quedó ni rastro de cualquier referencia al Reinado Social de Cristo. Esa Constitución, que llegó tras un régimen dirigido por aquel de quien San Juan XXIII dijo que “da leyes católicas, ayuda a la Iglesia, es un buen católico.. ¿Qué más quieren?”, fue, es y seguramente será apoyada por la jerarquía de la Iglesia en este país, o en lo que quede de este país.

Conviene recordar, llegados a este punto, cómo explicó el cardenal Cañizares las circunstancias históricas en las que se aprobó el texto constitucional. Se puede ver en esta conferencia que dio en el Ateneo Mercantil de Valencia:

www.youtube.com/watch


El cardenal puso el acento en la postura de «concordia y coherencia» de los obispos ante la redacción del texto en unos años de «influjo renovador para la Iglesia» tras el Concilio Vaticano II. Y dijo:

«No fue sencilla la redacción del tema religioso, como dijo el historiador Juan María Laboa, y su proceso fue objeto de controversias, miedos y suspicacias. No quería el Episcopado, siguiendo el Vaticano II, que el Estado fuese confesional y no pedía privilegios pero consideraba que no se cumplía con el mero reconocimiento en la Constitución de la genérica libertad religiosa»

En otras palabras, don Antonio vino a decir que la Constitución, y el consiguiente fin del catolicismo como fe que debía regir los destinos de España, era poco menos que hija del Concilio Vaticano II. Lejos quedaba ya la condena en el Syllabus de Pío IX a las siguiente afirmaciones:

LV. Es bien que la Iglesia sea separada del Estado y el Estado de la Iglesia.
LXXVII. En esta nuestra edad no conviene ya que la Religión católica sea tenida como la única religión del Estado, con exclusión de otros cualesquiera cultos.

Efectivamente, lo que el magisterio pontificio había condenado, pasaba ahora a ser deseado por los obispos gracias a la influencia del CVII. Pero no vayamos a pensar que esto es cosa solo de don Antonio. Ya hubo otro cardenal que tuvo a bien dejar por escrito que el CVII fue en realidad un anti-syllabus y un intento de reconciliación de la Iglesia con el mundo tras la Ilustración

“…Si se busca un diagnóstico global del texto, se puede decir que es (junto con los textos sobre la libertad religiosa y sobre las religiones del mundo) una revisión del Syllabus de Pío IX, una especie de contra-Syllabus (…) Es suficiente que nos contentemos con comprobar que el texto juega el papel de un contra-Syllabus en la medida que representa una tentativa para la reconciliación oficial de la Iglesia con el mundo tal como ha llegado a ser después de 1789 (…) Ya nadie contesta más hoy que los concordatos español e italiano buscaron conservar demasiadas cosas de una concepción del mundo que desde largo tiempo no correspondía más a las circunstancias reales (…) De igual manera, casi nadie puede negar que a este apego a una concepción perimida de las relaciones entre la Iglesia y el Estado correspondían anacronismos semejantes en el dominio de la educación (…) El deber, entonces, no es la supresión del Concilio, sino el descubrimiento del Concilio real y la profundización de su verdadera voluntad. Esto implica que no puede haber retorno al Syllabus, el cual bien pudo ser un primer jalón en la confrontación con el liberalismo y el marxismo naciente, pero no puede ser la última palabra”
(Los Principios de la Teología Católica, Joseph Ratzinger, Téqui, Paris, 1985, páginas 426-437).

El caso es que por mucho que el cardenal Cañizares diga que toda la Iglesia en España vio con buenos ojos la Constitución, la realidad es otra. Cito de la Instrucción pastoral del cardenal y arzobispo de Toledo, primado de España, don Marcelo González Martín, publicada el 28 de noviembre de 1978, días antes del referéndum por el que se aprobó la actual Carta Magna:

Estimamos muy grave proponer una Constitución agnóstica –que se sitúa en una posición de neutralidad ante los valores cristianos- a una nación de bautizados, de cuya inmensa mayoría no consta que haya renunciado a su fe. No vemos cómo se concilia esto con el “deber moral de las sociedades para con la verdadera religión”, reafirmado por el Concilio Vaticano II en su declaración sobre libertad religiosa (DH, 1).

No se trata de un puro nominalismo. El nombre de Dios, es cierto, puede ser invocado en vano. Pero su exclusión puede ser también un olvido demasiado significativo.
2. Consecuencia lógica de lo anterior es algo que toca a los cimientos de la misma sociedad civil: la falta de referencia a los principios supremos de ley natural o divina. La orientación moral de las leyes y actos de gobierno queda a merced de los poderes públicos turnantes. Esto, combinado con las ambigüedades introducidas en el texto constitucional, puede convertirlo fácilmente, en manos de los sucesivos poderes públicos, en salvoconducto para agresiones legalizadas contra derechos inalienables del hombre, como lo demuestran los propósitos de algunas fuerzas parlamentarias en relación con la vida de las personas en edad prenatal y en relación con la enseñanza.

Lo que don Marcelo “profetizó” se ha cumplido al pie de la letra e incluso se ha quedado corto. Ni siquiera él podría imaginar que 40 años después tendríamos en España “matrimonio” civil entre homosexuales, imposición de una educación sexual y antropológica aberrante en las escuelas, imposición de una interpretación de la historia conforme a las tesis de la izquierda… y todo ello con la complicidad de la derecha, al menos hasta la aparición de Vox.

Don Antonio se echa ahora las manos a la cabeza. Más de dos millones de abortos después. Tras infinidad de familias destrozadas por el divorcio. Con menos de un 20% de católicos practicantes -menos del 10% entre los jóvenes-. Con buena parte de esos católicos practicantes asumiendo los principios masónicos del Nuevo Orden Mundial.

Decía don Juan Vázquez de Mella, carlista de pro: “les ponéis tronos a las causas y cadalsos a las consecuencias“. Pues en esas estamos. Quienes alegremente promueven que Dios y su ley desaparezca del ordenamiento jurídico, quienes con espíritu de reconciliación con el mundo renuncian al Reinado Social de Cristo, quienes meten en el baúl del olvido el magisterio luminoso de grandes Papas, no pueden esperar recoger otra cosa que apostasía. Y eso vale para España y para el orbe entero.

Mientras tanto, algunos, por pura gracia de Dios, seguiremos cantando aquello de:

Lucharemos todos juntos,
Todos juntos en unión;
Defendiendo la bandera
De la Santa Tradición.

Como dice la Escritura:

Queridos míos, al poner todo mi empeño en escribiros acerca de nuestra común salvación, me he visto en la necesidad de hacerlo animándoos a combatir por la fe transmitida de una vez para siempre a los santos.
Jud 3

¡Viva Cristo Rey!

Luis Fernando Pérez Bustamante

Categorías : Cristianos en la vida pública, Actualidad, Sociedad siglo XXI, Secularización interna de la Iglesia